JONUTA.— Por momentos, el río Usumacinta parece dormido. Su caudal, ancho como una carretera líquida, refleja el sol del mediodía y apenas deja ver las jaulas flotantes donde un grupo de mujeres y hombres, con los pies hundidos en el lodo, sonríen y se empapan.
No es una escena común: este jueves, en el poblado San José, municipio de Jonuta, comenzó la primera cosecha del programa Pescando Vida, un proyecto que —más allá del discurso— ha devuelto esperanza, empleo y alimento a una región donde el agua siempre fue abundante, pero la oportunidad, escasa.
El gobernador Javier May Rodríguez llegó temprano, en camisa blanca y sombrero, como si también fuera parte del equipo. Caminó entre las taras repletas de tilapias que recién salían del río. Las observó con una mezcla de orgullo y sorpresa. “Antes mirábamos pasar el agua hacia el Golfo y nada más”, dijo, mirando hacia el horizonte, donde el Usumacinta se pierde en una curva inmensa.
A su alrededor, las beneficiarias del programa jalaban las jaulas a la orilla. El movimiento era casi coreográfico: mientras unas sujetaban las redes, otras cargaban los peces que, brillantes y plateados, parecían monedas vivas.
En una sola descarga, doña Amalia y su familia sacaron unos 250 kilos de mojarra, que después serían pesados en una balanza de acero improvisada sobre una mesa de madera. El gobernador, calculador, lanzó su apuesta: “Son 500 mojarras, unos 250 kilos”. El resultado le dio la razón.
EL AGUA QUE AHORA DA DE COMER
El Usumacinta, conocido como el Mono Sagrado, es capaz de inundar casas enteras o arrastrar sembradíos, pero esta vez ha sido aliado. “Ha sido un buen año; nos ha respetado el río”, comentó May Rodríguez, mientras las camionetas cargaban las primeras cuatro toneladas de tilapia que saldrían hacia Centla y Macuspana.
De ahí, parte de la producción se colocará en los mercados locales y, más adelante, en el Mercado de La Viga, en la Ciudad de México. “Tenemos algo que nos dio la naturaleza: agua fértil”, dijo el mandatario. “Ahora la estamos sembrando”.
El proyecto Pescando Vida no es menor: 37 comunidades participan solo en Jonuta, con 600 beneficiarios —la mayoría mujeres— que reciben un jornal mensual de cinco mil pesos. Cada familia se encarga de alimentar a los alevines, limpiar las jaulas y vigilar las corrientes.
El gobierno invierte tres millones de pesos mensuales en esta primera etapa, y prevé que la producción anual llegue a 20 mil toneladas de tilapia, cuando Tabasco consume hoy 12 mil, gran parte traída de fuera.
Las familias de la costa salen adelante y cuentan con el Gobierno del Pueblo que camina de la mano con ellas.
— JAVIER MAY (@TabascoJavier) October 24, 2025
Hoy ya tenemos las primeras 4 toneladas de tilapias de Pescando Vida y vamos por más. Lo estamos haciendo bien, y aquí están los resultados.
¡Enhorabuena! pic.twitter.com/UHm6Y65ZFp
MUJERES QUE SIEMBRAN EN EL AGUA
El rostro de Vilma García Magaña, una de las productoras, resume la emoción del momento. “Este programa sembró algo más que peces —dice—: sembró confianza y unión”.
En su comunidad, las mujeres son mayoría. Según la Secretaría de Desarrollo Agropecuario y Pesca, más del 60 por ciento de las beneficiarias son ellas. “Ya no dependemos del dinero del marido o del patrón”, confiesa Vilma, “aquí todas aprendimos a cuidar, a medir y a vender”.
El gobernador coincide: “Como dice la presidenta Claudia Sheinbaum, son tiempos de mujeres. Y en Tabasco lo estamos viendo todos los días”.
A unos metros, doña Amalia —la misma que pesó 250 kilos— ajusta la red de su jaula. Explica que aprendió con los técnicos del programa. “Antes mi esposo pescaba, pero a veces se iba al jornal. Yo nunca pensé que podría hacerlo. Ahora mis hijos me ayudan. Todos metemos las manos al agua.”
En sus palabras hay una mezcla de orgullo y descubrimiento: el río que antes era enemigo, hoy es un campo fértil.
DEL AGUA AL MERCADO
Las tilapias viajan en cubetas azules, marcadas con números. Su destino inmediato son las pescaderías Luna Azul y La Sirenita, en San Carlos y Buenavista, que cerrarán el primer ciclo comercial.
A su lado, el subsecretario de Pesca, Guillermo Priego León, calcula en voz alta: “Hoy son cuatro toneladas, pero tenemos 180 en agua. En un mes serán 300; en abril o mayo llegaremos a más de mil.”
Priego es un hombre que conoce el río de madrugada. Maneja desde las tres o cuatro de la mañana para llevar alevines a los Centros de Aprendizaje, donde se agrupan los pescadores.
Su siguiente meta: abrir la puerta de los grandes mercados de abasto. “Ya hay pláticas con Clara Brugada, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, para colocar la mojarra tabasqueña en La Viga. Será vender directo, sin intermediarios.”
El gobernador asiente: “Vamos a seguir invirtiendo. Nos quedan cinco años y no va a faltar presupuesto”.
El REGRESO DEL VALOR AL CAMPO TABASQUEÑO
Bajo una lona improvisada, Luisa del Carmen Cámara Cabrales, secretaria de Desarrollo Agropecuario y Pesca, resume lo que significa este proyecto: “Desde los tiempos de Salvador Neme no se había invertido tanto en el campo tabasqueño”.
Y tiene razón. El programa Pescando Vida representa una inversión superior a 619 millones de pesos, un impulso sin precedentes en la historia reciente del sector pesquero local.
No es casual que haya iniciado en Jonuta, un municipio aislado, golpeado por las crecientes y olvidado por los planes de desarrollo. Aquí el Usumacinta divide caminos, pero ahora también une voluntades. “Pescando Vida no es un programa, es un cambio de mentalidad”, agrega Cámara Cabrales. “Es ver el agua no como amenaza, sino como riqueza.”
A lo lejos, una lancha se aleja río arriba, dejando un rastro brillante sobre la superficie. En su interior viajan las últimas cajas de la primera cosecha. Los niños corren detrás, celebrando.
Doña Amalia los mira y sonríe: “Ojalá cuando sean grandes ya no tengan que irse a otro lado a buscar trabajo. Que se queden aquí, pescando vida”.
- Fátima Bosch sufre ataques en Tailandia y México la abraza

- Tabasco lidera la genética bovina tropical con ejemplares de excelencia

- Ejido Lomitas participará en estudio ambiental de la UJAT y Nacajuca

El RÍO QUE SEMBRÓ ESPERANZA
El sol cae sobre Jonuta y tiñe de dorado las aguas del Usumacinta. El gobernador se despide: “Hoy es un día emotivo porque es fruto de todos.”
En su voz no hay discurso, sino un tono sencillo, casi campesino, como quien habla de algo que por fin funciona.
Las cuatro toneladas de tilapia no son solo un número en una libreta de gobierno: son la primera evidencia de que el agua puede alimentar y dar trabajo sin destruir. En un estado acostumbrado a ver pasar el río como destino, hoy el río devuelve lo que alguna vez se le quitó: la esperanza.
Sigue nuestro canal de WhatsApp
Recibe las noticias más importantes del día. Haz clic aquí







