Claudia Sheinbaum desmintió un acuerdo con la DEA y convirtió la aclaración en mensaje político: cooperación con Estados Unidos sí, pero bajo soberanía, pruebas sólidas y sin subordinación a agencias extranjeras.

Sin acuerdo con la DEA: México traza su línea roja

CDMX.— La Presidenta Claudia Sheinbaum desmintió el martes que su gobierno haya pactado con la DEA la operación denominada Proyecto Portero. Lo dijo al iniciar su conferencia, antes de cualquier otro tema: “No hay ningún acuerdo con la DEA”.

La noticia recorrió titulares ayer, pero lo que hoy pesa más es la carga política del mensaje. No se trató sólo de una aclaración técnica: fue un recordatorio de los límites que México quiere fijar frente a la inercia intervencionista de Washington.

Lo dijo sin rodeos, con serenidad, midiendo cada palabra. En la víspera, la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos había divulgado un comunicado en el que aseguraba que existía un entendimiento con el gobierno de México para una operación conjunta llamada Proyecto Portero.

La presidenta negó tajantemente. Revisó con su gabinete de seguridad, confirmó que no había convenio alguno y explicó que la confusión provenía de la asistencia de cuatro funcionarios mexicanos a un simple taller en Texas.

Ese fue el tono de la jornada: la jefa del Ejecutivo subrayando un principio de fondo —la soberanía mexicana— frente a una de las agencias más poderosas de Washington.

EL FANTASMA DEL INTERVENCIONISMO

La historia de la DEA en México no es ligera. Desde Calderón, la agencia llegó a operar directamente con fuerzas de seguridad nacionales, generando tensiones por su carácter intrusivo. Con Andrés Manuel López Obrador, la relación se modificó: se puso un alto a la injerencia, aunque persistieron desencuentros.

Sheinbaum recordó esos antecedentes y remarcó: “El gobierno de México no hace acuerdos con agencias. Hace acuerdos con gobiernos”. Esa frase buscó marcar distancia con décadas de subordinación y al mismo tiempo transmitir un mensaje de igualdad institucional.

Al repetir que los convenios son “entre gobiernos”, la Presidenta no sólo desmiente un comunicado inoportuno: reafirma la soberanía como piedra angular de su política de seguridad exterior.

EL CASO EL MAYO Y LA JUSTICIA VECINA

El telón de fondo es más complejo. Ismael “El Mayo” Zambada, uno de los fundadores del cártel de Sinaloa, estaría negociando con la justicia estadounidense. En el horizonte se dibuja un escenario de declaraciones que podrían salpicar a políticos, gobernantes y funcionarios de México.

Sheinbaum no esquivó el tema. Recordó que la colaboración existe, pero sólo con sustento jurídico. “Siempre que haya pruebas vamos a colaborar, pero debe haber pruebas”. La advertencia apunta a lo que viene: una cascada de testimonios que podría utilizarse para presionar políticamente.

El mensaje es doble: hacia afuera, marcar que México no será un convidado pasivo de la justicia extranjera; hacia adentro, blindar la legitimidad de su gobierno frente a la tormenta de acusaciones que se avecina.


CLAVES DEL DEBATE

  • Intervencionismo vs. soberanía: la línea roja que Sheinbaum defiende.
  • El precedente de Cienfuegos: símbolo de la desconfianza.
  • El riesgo de los testimonios de capos: posible impacto político interno.
  • Relación con Trump: cooperación inevitable, tensión permanente.

UN FRENTE DELICADO CON TRUMP

La coyuntura no es casual. El nuevo gobierno de Donald Trump en Estados Unidos ha retomado la retórica dura contra el narcotráfico. Incluso amagó con catalogar a los cárteles como “organizaciones terroristas internacionales”.

En ese marco, la insistencia de la DEA en hablar de un proyecto conjunto suena menos a error de comunicación y más a globo de ensayo: probar hasta dónde el gobierno mexicano acepta que se le impongan operaciones unilaterales.

La presidenta respondió con claridad: no hay subordinación. México mantiene la cooperación, sí, pero bajo principios: respeto territorial, coordinación sin sometimiento y confianza mutua.

El episodio es aparentemente menor —cuatro funcionarios mexicanos en un taller en Texas—, pero exhibe una tensión de fondo: ¿cómo se definirá la relación con Estados Unidos en seguridad durante el nuevo sexenio?

Sheinbaum apuesta a una coordinación basada en “soberanía, respeto territorial, confianza mutua y coordinación sin subordinación”. Si logra sostener esa fórmula, no sólo habrá contenido un comunicado de la DEA: habrá marcado un límite que gobiernos anteriores dejaron correr.

LOS ECOS DE CIENFUEGOS

El fantasma de Salvador Cienfuegos sigue presente. Aquel ex secretario de la Defensa Nacional detenido en Estados Unidos y liberado por falta de pruebas es hoy un recordatorio de los excesos de la justicia vecina.

Sheinbaum lo evocó como advertencia: “No se nos olvide”. El mensaje fue claro: México no repetirá un episodio que puso en entredicho su dignidad institucional.

Más allá de lo inmediato, la postura presidencial perfila un blindaje político. En la antesala de acusaciones que podrían mencionar a actores de la 4T y gobiernos anteriores, la presidenta fija la regla: sin pruebas, no habrá procesos.

Es, también, un modo de proteger la narrativa interna: México coopera, pero bajo sus propios términos. La soberanía no es un recurso retórico: es un eje de legitimidad frente a Washington y frente a la sociedad mexicana.

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