Yolanda Osuna comparte alegría con mujeres en evento comunitario lleno de sonrisas.

Molinos eléctricos: el pequeño motor que revoluciona la vida de miles de mujeres en Centro

En la política suelen anunciarse obras que tardan años en materializarse. Pero, a veces, lo que transforma una comunidad no son los grandes proyectos de infraestructura, sino las herramientas concretas que alivian la vida cotidiana.

Con esa lógica, la alcaldesa de Centro, Yolanda Osuna Huerta, entregó 518 molinos eléctricos gratuitos a mujeres de colonias populares y comunidades indígenas, entre ellas 18 con discapacidad auditiva. La cifra completa el millar: 1,018 aparatos distribuidos en lo que va del año.

El gesto, que parecería menor en comparación con un puente o una avenida, es en realidad un golpe directo al corazón de la economía doméstica. Porque un molino no es un lujo: es tiempo recuperado, es cansancio evitado, es la posibilidad de vender tortillas, tamales o panes y sumar ingresos a la casa.

“Cuando una mujer accede a las herramientas adecuadas, mejora su vida, la de su familia y la de toda la comunidad”, dijo la presidenta municipal frente a regidoras, delegados y vecinas.

LA POLÍTICA DE LO COTIDIANO

El programa, llamado “Suministro de molinos eléctricos para el mejoramiento de la economía familiar”, apuesta por la lógica de lo inmediato: dotar de un artefacto que resuelve una faena diaria que históricamente ha recaído sobre las mujeres.

Moler a mano significa horas de trabajo físico pesado, dolores musculares y desgaste en las articulaciones. Un molino eléctrico convierte esa faena en minutos y libera tiempo para otras actividades: desde atender un negocio hasta dedicarlo a la educación de los hijos.

En Tabasco, donde la base alimentaria es el maíz, tener masa fresca a diario no es solo tradición: es sobrevivencia. Cada aparato entregado representa, según el cálculo de los técnicos municipales, un ahorro cercano a los 200 pesos semanales en renta de molinos comunitarios o en compras de masa ya procesada.

El apoyo se vuelve, entonces, doble: económico y físico. Y en la medida en que abre la puerta al microemprendimiento —vender comida preparada— también se transforma en una política de empoderamiento femenino.

Yolanda Osuna entrega molinos eléctricos a mujeres de Centro.

CENTRO CON ROSTRO DE MUJER

Osuna Huerta insistió: “Centro tiene rostro de mujer y sin ellas no puede haber transformación”. La frase, que parece lema, es también diagnóstico: en los hogares del municipio, el triple rol de las mujeres —cuidadoras, emprendedoras y jefas de familia— sostiene buena parte de la economía local.

Lo que para una política pública podría verse como gasto menor —204 millones de pesos para el programa este año— se traduce en capital social. Cada molino evita filas en los molinos de barrio, empuja la autonomía y, sobre todo, hace visibles a las mujeres humildes como protagonistas de la transformación comunitaria.

“Más que beneficiarias, son socias estratégicas de un municipio que reconoce su papel central”, recalcó la alcaldesa.

VOCES DE QUIENES RECIBEN

Guadalupe Osorio Hernández, vecina de la colonia Atasta, recibió uno de los aparatos:
“Es un gran apoyo. Antes gastábamos todos los días en masa o en pagar el molino. Ahora, con esto, podemos ahorrar y hasta vender un poco más”.

Junto a ella, Rosa Nelly Baeza Morales (Tamulté de las Barrancas), Laura Edith Gómez Calderón (Centro) y Virginia García Hernández (Buenavista 1ª Sección) recibieron los vales simbólicos de manos de la presidenta municipal y de la directora de Desarrollo, Carmen Guzmán León.

LA MIRADA AMPLIADA

En México, la política social muchas veces fracasa porque se diseña desde los escritorios y no desde la calle. En cambio, programas como este, aunque sencillos, responden a necesidades palpables: reducir el tiempo de trabajo no remunerado, aliviar el desgaste físico y abrir un resquicio para el autoempleo.

La entrega a mujeres con discapacidad auditiva es un signo de inclusión: 18 familias que enfrentan doble marginación recibieron un aparato que, más que metal y motor, significa esperanza y dignidad.

Lo cierto es que, en tiempos en que la palabra “transformación” se desgasta en discursos, un molino eléctrico se convierte en símbolo de lo que debería significar transformar: cambiar para bien la vida de alguien desde lo más elemental.


CLAVES DE IMPACTO

  • Tiempo: reducción de hasta 3 horas diarias en la molienda manual.
  • Salud: menor desgaste físico en articulaciones y músculos.
  • Ingreso: posibilidad de vender tortillas, tamales y panes caseros.
  • Autonomía: independencia de molinos comunitarios de pago.
  • Inclusión: atención prioritaria a mujeres en condición de discapacidad.

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