CDMX.— Por más que cambie de logo, discurso o pareja política, el Partido Acción Nacional (PAN) sigue buscando algo que perdió hace tiempo: identidad. Hoy, su dirigencia intenta sepultar la vieja alianza con el PRI, despojarse del cadáver político que tanto lo lastró y relanzarse con una imagen más “ciudadana”, más moderna, más naranja.
En el fondo, lo que se está gestando no es un reacomodo menor, sino un intento de mutación del bloque conservador. Muerto el PRIAN, o al menos moribundo, el panismo de Jorge Romero tantea su próxima reencarnación: el McPAN.
El escenario no es menor: el PRI se hunde en su irrelevancia, reducido a caricatura de poder y dirigido por Alejandro Moreno, símbolo del descrédito. Ante esa ruina, el PAN intenta desmarcarse de un socio tóxico y renacer “por su cuenta”, aunque con la vista puesta en un nuevo aliado: Movimiento Ciudadano (MC).
El dirigente Jorge Romero habla de “apertura total”, de “ciudadanizar el partido”, de que cualquiera pueda inscribirse con un clic. Promete romper con el PRI, abrir candidaturas a ciudadanos y cambiar el logo que acompañó al panismo por más de ocho décadas. Pero su mensaje va más allá de un rediseño gráfico: es una cirugía política para revivir a un cuerpo electoral exhausto.
Mientras el PRI camina hacia su disolución práctica, Romero intenta reorganizar la derecha bajo nuevos colores y un nuevo relato, menos clerical, más urbano, más “moderno”. Lo que se perfila es una recomposición del bloque opositor, donde el viejo PRIAN cede paso a un posible McPAN: una alianza liberal en discurso, conservadora en el fondo.

NUEVA IMAGEN, VIEJA INTENCIÓN
En su “relanzamiento”, el PAN se presenta como un partido abierto, dinámico, joven. Pero su metamorfosis tiene más de rebranding corporativo que de transformación ideológica.
El nuevo logo, sin el círculo ni el cuadrado que enmarcaron por décadas las letras azules, se vende como símbolo de modernidad, aunque la intención es más profunda: borrar rastros del viejo PAN que pactó con el PRI y perdió su alma entre cargos, cuotas y pactos legislativos.
La “nueva narrativa”, instruida desde la sede nacional, busca algo más que votos: busca despegarse del descrédito, del olor a traición que dejó el PRIAN en 2024, cuando ambos partidos marcharon juntos hacia una derrota histórica.
El discurso de “renovación” pretende así resucitar la credibilidad del panismo como alternativa frente a Morena, pero sin romper del todo con su herencia conservadora.
EL ECO NARANJA
La ruptura con el PRI no es un salto al vacío: es un coqueteo calculado con el Movimiento Ciudadano (MC). Desde la dirigencia blanquiazul, Romero ha dejado entrever la posibilidad de alianzas parlamentarias en 2027, particularmente en San Lázaro, con los llamados “naranjas”.
“Sin prisas ni condiciones”, dice. Pero la frase encierra toda una estrategia: reacomodar la derecha bajo el barniz del progresismo naranja.
Y no es casual que la presidenta Claudia Sheinbaum haya ironizado sobre esa posible unión: “Ahora dicen que el PRI ya murió. Bueno, pues viva el McPAN”, soltó en conferencia.
Para Sheinbaum, tanto el PAN como MC representan lo mismo: la continuidad del viejo régimen bajo nuevas siglas.
El senador emecista Clemente Castañeda, por su parte, niega cualquier pacto: asegura que el movimiento naranja mantendrá su independencia, aunque reconoce que “los diálogos existen”. Lo cierto es que, más allá del discurso, ambos partidos comparten un mismo electorado potencial: urbano, de clase media, antiobradorista.

EL INTENTO DE RENOVACIÓN
La idea de “renovación” en el PAN es también una forma de exorcizar la culpa por la alianza con el PRI, esa relación de conveniencia que desdibujó las fronteras ideológicas de ambos partidos.
Algunos panistas históricos, como Luis Felipe Bravo Mena, advierten que si el partido no actúa, entra a su fase de desaparición.
Otros, como Damián Zepeda o Roberto Gil Zuarth, insisten en que el PAN debe apostar por sí mismo, abandonar dependencias y alianzas subordinadas.
Pero el problema no es sólo estratégico, sino de fondo: el panismo sigue dividido entre quienes quieren refundarlo y quienes buscan reciclarlo.
El relanzamiento anunciado por Romero es, al mismo tiempo, una confesión: el partido ya no tiene alma común, sólo una estructura en busca de oxígeno.
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LA LECTURA DESDE PALACIO
Desde el poder, el diagnóstico es claro: la derecha no se reinventa, sólo se reacomoda.
Sheinbaum ha aprovechado el intento de relanzamiento panista para exhibir lo que considera su incoherencia estructural:
“El PAN, que siempre defendió la derecha y los privilegios, ahora busca aliarse con quienes se dicen progresistas. Eso es el McPAN: el mismo proyecto de antes, pero con otro nombre”, dijo.
En Palacio Nacional, el cambio de logo, de discurso o de pareja política se interpreta como la prueba de que la oposición carece de rumbo ideológico. El PRIAN murió por exceso de pragmatismo; el McPAN puede nacer con el mismo defecto.
MISMO ADN, NUEVO ENVOLTORIO
La pregunta no es si el PAN podrá desprenderse del PRI, sino si podrá desprenderse de sí mismo. El “nuevo panismo” promete apertura, inclusión, ciudadanía… pero su dirigencia sigue ligada a intereses empresariales, inmobiliarios y conservadores.
Su metamorfosis puede resultar sólo una nueva marca sobre la misma mercancía política.
Muerto el PRIAN, la derecha mexicana ensaya su resurrección. Pero en la política, como en la biología, los muertos que reviven suelen ser zombis.
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