En Tabasco, ganaderos reconocen a May por el impulso sostenido a un sector que parecía condenado al rezago. No fue una ceremonia menor. En la inauguración de la Tercera Muestra Mexicana del Cebú, las voces que, durante años, se quejaron del abandono institucional al campo, se alinearon para entregar un reconocimiento público al gobernador Javier May Rodríguez.
El acto, realizado en el stand ganadero del Parque Tabasco “Dora María”, reunió a líderes de la Unión Ganadera Regional, la Confederación Nacional Ganadera y representantes de la genética Cebú Mexicana. La escena tuvo el peso simbólico de las ocasiones en que un gremio decide admitir que algo cambió de fondo.
La entrega del reconocimiento estuvo a cargo de Carlos Frías Cerino, presidente de la Unión Ganadera Regional de Tabasco, acompañado por Juan Gustavo León Angles, secretario de Genética Cebú Mexicana, y Noel Ramírez Mejía, tesorero del Consejo Directivo de la Confederación Nacional Ganadera.
Hoy #Tabasco vuelve a ser referente nacional en el sector ganadero. Por eso, inauguramos la Tercera Muestra Mexicana del Cebú, en Villahermosa, un espacio que promueve la innovación genética, el intercambio de conocimientos y el trabajo conjunto entre productores de todo el país. pic.twitter.com/xtTyJi07W9
— JAVIER MAY (@TabascoJavier) November 4, 2025
No fue una cortesía de protocolo. El sector ganadero en Tabasco suele ser exigente, directo y poco dado a ovaciones gratuitas. Cuando el gremio habla, lo hace por necesidad o por convicción. Esta vez, habló para respaldar lo que llamó “la recuperación de la grandeza ganadera del estado”.
La fotografía institucional completó la escena: la secretaria de Desarrollo Agropecuario y Pesca, Luisa del Carmen Cámara Cabrales, y el subsecretario de Desarrollo Agrícola y Ganadería, Joaquín Alejandro Ligonio. Presencias que recordaron que el campo no se sostiene con discursos sino con política pública continua.



IMPULSO AL CAMPO
El reconocimiento no nació de una sola acción, sino de una estrategia de tres frentes que el sector describe como “la trilogía del impulso ganadero”. Es un término simple pero cargado de contenido.
La primera pieza fue el Crédito Ganadero a la Palabra, ese programa que no entrega cheques ni promesas, sino vientres y sementales de alto valor genético. La lógica es directa: en vez de dar dinero que se evapora, se inyecta patrimonio productivo que se multiplica. En un estado donde miles de pequeños productores pastan a la orilla de caminos o ríos, esta política significó volver a sembrar futuro.
La segunda pieza fue el barrido sanitario estatal. La lucha contra el gusano barrenador, la tuberculosis y la brucelosis había sido, por décadas, una guerra perdida. El ganado tabasqueño se devaluaba en el mercado nacional porque no podía garantizar su estatus sanitario.
El gremio lo dijo con claridad: “sin certificado sanitario, el esfuerzo del productor no vale más que un remate”. El control de la plaga y la sistematización de las campañas sanitarias empiezan a corregir una vieja fractura entre producción y valor comercial.
La tercera pieza fue, quizá, la más simbólica: la inversión para construir una nueva pista de calificación en Villahermosa. No se trata solo de un espacio para exhibiciones. Es una declaración política: lo que se produce en Tabasco merece mostrarse con dignidad y competir al tú por tú en el circuito nacional. Ganadería no es solo trabajo; es cultura, orgullo, memoria rural y reconocimiento entre pares.
CONTEXTO POLÍTICO
Hasta aquí, lo informativo. Lo que sigue, lo que calla la escena, pero la explica.
La ganadería es un termómetro político sensible. Es un sector que no olvida. Recuerda quién invierte, quién abandona, quién promete y no cumple. Que hoy ganaderos reconocen a May significa algo más que una fotografía de evento: implica que el campo percibe un rumbo.
No es menor el momento político. El gobernador ha insistido en reconstruir instituciones y territorios marcados por la violencia y la incertidumbre. La recuperación ganadera es también una recuperación de territorio.
Donde vuelve el ganado, vuelve el control comunitario, la economía familiar y la presencia del Estado. En regiones donde la inseguridad buscó hincar estacas, el resurgimiento productivo opera como contrapeso social.
Si el gobierno logra sostener el ritmo del programa ganadero, el impacto será más amplio que el cálculo económico. Tendrá consecuencias políticas: reconstrucción de confianza, articulación comunitaria y fortalecimiento de liderazgos rurales que no dependen del clientelismo.
LO QUE SIGUE
El gobernador cerró su intervención con una frase que suena más a compromiso que a consigna: “Vamos a hacer realidad el renacimiento de la ganadería en Tabasco”. No es casual la elección de la palabra renacimiento. El gremio no pide milagros, pide constancia. El campo no tolera proyectos de seis meses. Lo que se siembra hoy se cosecha en años.
Queda un reto: sostener la inversión, proteger los avances sanitarios y evitar que la burocracia asfixie lo que hoy avanza. El reconocimiento es un punto de partida, no de llegada. El renacimiento ganadero de Tabasco será real si se convierte en política de Estado y no en bandera de evento.
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