En la política mexicana, las reuniones en Palacio Nacional rara vez son inocentes. Tienen algo de liturgia y de termómetro: ahí se mide quién está dentro, quién resiste y quién comienza a quedarse al margen.
La de la noche del lunes 18 de agosto, encabezada por la presidenta Claudia Sheinbaum, junto con los coordinadores de Morena en el Congreso, Ricardo Monreal y Adán Augusto López, no fue excepción.
El mensaje oficial fue claro: se revisó la agenda legislativa de casi 30 puntos y se ratificó la estrategia parlamentaria. El mensaje político, sin embargo, es más complejo.
En medio de versiones sobre una eventual salida de Adán Augusto de la coordinación en el Senado, septiembre como mes clave y la sombra del caso Bermúdez, lo que se juega es la estabilidad del segundo poder de Morena y, sobre todo, la relación de la presidenta con uno de los hombres más cercanos a López Obrador.
EL ANUNCIO FORMAL
A la salida, Ricardo Monreal fue categórico: “No, en lo absoluto”, dijo cuando se le preguntó si habría cambios en las coordinaciones. Ratificó que la reunión de dos horas se centró en la agenda legislativa y negó que se hubieran tocado temas “incómodos”.
Más aún, defendió la posición de Adán Augusto: “Lo que yo observé es una actitud de respeto con Adán Augusto y de ratificación de su trabajo al frente del grupo parlamentario de Morena en el Senado”. Con ello, al menos de manera pública, se desactivó la especulación de un relevo inmediato.
Pero en política, las palabras sirven tanto para confirmar como para ganar tiempo.
Un día después, el martes 19, la presidenta Claudia Sheinbaum fijó posición y despejó rumores: negó que en la reunión se hubiera discutido la posible salida de Adán Augusto como coordinador de los senadores de Morena.
“No se tocó el tema de dejar su cargo… él fue electo por los senadores de Morena”, sostuvo, al subrayar que la responsabilidad de investigar el caso Bermúdez corresponde a las fiscalías.
Sheinbaum no lo defiende de fondo, pero marca distancia. Dice que no es asunto del Ejecutivo, que el nombramiento depende de los senadores y que la investigación corresponde a las fiscalías. En términos políticos, eso significa que no lo blinda, pero tampoco lo empuja fuera.
EL CONTEXTO OCULTO
Detrás de la ratificación hay un telón de fondo inevitable. Adán Augusto López Hernández vive quizá el momento más delicado de su carrera. El caso Hernán Bermúdez, ex secretario de Seguridad en su gobierno tabasqueño, perseguido por vínculos con La Barredora y con propiedades cateadas en zonas residenciales, lo coloca en una posición frágil. No hay carpeta en su contra, pero sí un expediente que respira en los pasillos políticos.
En Tabasco, las pausas rara vez son casuales. Los cateos en el Campestre y en Luna Park no fueron simples diligencias: son señales de que el caso no se ha cerrado. Y septiembre aparece en las conversaciones como mes decisivo: si se mantiene como coordinador en el Senado o si se abre paso a una salida pactada.
Lo que parece calma puede ser apenas un compás para medir fuerzas.
LA TRAYECTORIA Y EL DESGASTE
Adán Augusto ascendió con la rapidez de quien supo capitalizar el vínculo con López Obrador: gobernador de Tabasco, secretario de Gobernación, aspirante presidencial. En su momento se vio como el relevo natural, pero la candidatura no fue suya: la fuerza política ya estaba con Claudia Sheinbaum.
El desgaste fue gradual. Perdió influencia en su tierra con la llegada de Javier May a la gubernatura, lo que cerró su posibilidad de imponer sucesor. En la contienda interna apenas alcanzó 11.18% y su grupo, sin recursos ni cargos, comenzó a fracturarse. A esa merma se sumaron pérdidas personales y un ánimo político menos firme.
El caso Bermúdez llegó entonces como el golpe más severo, no por la acusación en sí, sino porque expuso un patrón de lealtades incómodas que lo acompañaron desde sus primeros pasos en la política tabasqueña.
ENTRE LA PRESIDENTA Y EL SENADOR
La reunión en Palacio Nacional muestra el delicado equilibrio que Sheinbaum ha buscado mantener. Ratificar a Adán en el Senado puede interpretarse como respeto a su trayectoria y a su cercanía con el expresidente.
Pero sostenerlo también implica cargar con el costo de las acusaciones que rodean a su ex secretario de Seguridad.
Por ahora, la presidenta se inclinó por la prudencia: mantener la estabilidad en el Congreso en un momento donde Morena necesita cohesión. Pero la pregunta no se disipa: ¿hasta cuándo podrá sostenerse ese equilibrio si el caso Bermúdez sigue activo?
EL MES CLAVE
Septiembre aparece como punto de quiebre. En política, las fechas no son casuales: marcan arranques de periodo legislativo, de ajustes internos y de recomposición de fuerzas. Dejar en manos de Adán Augusto la coordinación del Senado en medio de la presión podría volverse insostenible. Retirarlo, en cambio, enviaría un mensaje de ruptura con uno de los últimos cuadros cercanos a López Obrador.
Lo que está en juego no es solo la carrera de un político tabasqueño, sino la capacidad de la presidenta de administrar las herencias del obradorismo sin que se conviertan en lastres.
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EL DILEMA
La ratificación pública dada a conocer por Monreal calma, pero no resuelve. En los hechos, Adán resiste con un expediente que no lo alcanza jurídicamente, pero que lo persigue políticamente.
Su permanencia al frente del Senado depende menos de votos que de tiempos: el compás de espera que se abrió esta semana podría cerrarse con decisión en el otoño.
En Tabasco se dice que el poder no se hereda, se disputa. Y Adán, que llegó a la cima con fuerza, ahora mira desde ahí el precipicio. Lo sabe: no hay salvoconducto eterno en la política. Y lo que parece ratificación puede ser apenas el respiro antes de la siguiente jugada.
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