La tarde del 27 de abril de 2025, Villahermosa se convirtió en un gran escenario donde la historia, la tradición y la fiesta se fundieron en un mismo latido.
Desde las primeras horas del domingo, una corriente de entusiasmo recorrió las calles. Las familias comenzaron a apostarse a lo largo de la Avenida Gregorio Méndez y la zona CICOM, ocupando cada sombra disponible, instalando neveras, sillas, sombrillas y una buena dosis de expectativa. Venían no solo a ver pasar a las embajadoras de los 17 municipios, sino a formar parte de ese ritual colectivo que es, al final, la Fiesta del Pueblo.
A las cinco de la tarde, bajo un sol menos inclemente pero aún potente, el gobernador Javier May Rodríguez y la presidenta del DIF Tabasco, Aurora Raleigh de la Cruz, dieron el banderazo de salida al tradicional Desfile de Carros Alegóricos. Desde ahí, la marea humana avanzó: 6.5 kilómetros de alegría, creatividad y música que recorrieron el corazón de la ciudad hasta llegar al Velódromo de la Ciudad Deportiva.
Según cifras oficiales, unas 700 mil personas se dieron cita para vivir el evento, marcando un récord de asistencia que transformó a Villahermosa en una capital viva, desbordante, luminosa.
Cada carro alegórico —una obra maestra de manos artesanas— narró una historia: “Rituales del Manglar” de Jalpa de Méndez, que se alzó con el primer lugar, recreaba con patos criollos, lagartos y mapaches la exuberancia de los humedales tabasqueños. Paraíso y Nacajuca, con “Duelo de Titanes en el Pantano” y “Costumbres y Tradiciones de la Vida Cotidiana Biji Yokota’n” respectivamente, capturaron también la riqueza de sus tierras y costumbres.
Hubo espacio para la resiliencia: el carro de Jonuta, “El Pueblo Solidario“, reconstruido a marchas forzadas tras un incendio fortuito, recibió una mención especial que reconoció no solo el trabajo de sus artesanos, sino también el espíritu de una comunidad que no se rinde.
La sombra larga de las fiestas ancestrales
Detrás de toda esa fiesta moderna, sin embargo, se asoma una historia mucho más antigua.
Desde tiempos inmemoriales, las celebraciones colectivas han estado íntimamente ligadas al alcohol como símbolo de liberación, comunión y renovación social.
En la antigua Grecia, las Dionisíacas en honor a Dionisio, el dios del vino y la fertilidad, rompían por unos días las normas rígidas de la polis: hombres y mujeres danzaban, bebían y representaban tragedias en honor al ciclo eterno de vida y muerte. El vino fluía sin medida, como si en su exceso se alcanzara una verdad más profunda: la fragilidad y la belleza de la existencia.
Los romanos, herederos de esa tradición, organizaban las Saturnales, donde los esclavos eran liberados temporalmente, los juicios suspendidos y la embriaguez pública era no solo permitida, sino celebrada.
En Mesoamérica, mucho antes de la llegada de los conquistadores, el pulque —el vino de los dioses— jugaba un papel central en festividades religiosas y agrícolas. En cada trago se invocaba a Mayáhuel, deidad del maguey, y se estrechaban los lazos entre los hombres y los ciclos de la naturaleza.
Ese mismo espíritu persiste, disfrazado, en las fiestas de hoy.
En Villahermosa, como en muchas otras partes del mundo, la modernidad no ha erradicado la necesidad de beber en comunidad. A lo largo del desfile, era inevitable ver grupos enteros brindando, compartiendo cervezas sacadas de neveras improvisadas o brindando en vasos altos. Entre cada carro alegórico y entre las notas de cada banda, se deslizaba también ese eco de los ancestros que entendieron que la celebración de la vida no está completa sin el rito de la bebida.
Fiesta, desborde y responsabilidad
No obstante, a pesar de los excesos que acompañaron la jornada —música a todo volumen, vehículos improvisados que prolongaron la fiesta en un “shishero” interminable, hieleras vacías abandonadas a un lado del camino— el saldo del evento fue blanco.
El operativo de seguridad, que involucró a instituciones estatales y municipales, logró contener cualquier brote de violencia, robos o accidentes graves.








Y mientras el último carro alegórico terminaba su recorrido, y las porras se apagaban una a una en el Malecón Carlos A. Madrazo, brigadas de trabajadores de limpia del Ayuntamiento de Centro entraban en acción.
Entre la noche del domingo y la madrugada del lunes, recolectaron 46 toneladas de residuos sólidos, devolviéndole a la ciudad algo de la serenidad perdida en el entusiasmo del día.
Como en los viejos rituales agrícolas, donde tras el festival venía el tiempo de restaurar el orden, Villahermosa amaneció limpia, en calma, preparada para el siguiente acto de esta gran celebración colectiva.
Rumbo a la elección de la Flor Tabasco
Pero la historia no se detiene.
Este miércoles 30 de abril, el calendario marca otra cita ineludible: la elección de la Flor Tabasco 2025, un evento que no es solo un concurso de belleza, sino la coronación simbólica de la juventud, la identidad y el orgullo tabasqueño.
Fecha del evento | Domingo 27 de abril de 2025 |
Lugar | Villahermosa, Tabasco (Zona CICOM – Malecón Carlos A. Madrazo – Ciudad Deportiva) |
Participación | Aproximadamente 700 mil asistentes |
Kilometraje del recorrido | 6.5 kilómetros |
Encabezaron el evento | Javier May Rodríguez, gobernador de Tabasco; Aurora Raleigh de la Cruz, presidenta del DIF Tabasco |
Ganadores del desfile |
🥇 Jalpa de Méndez (“Rituales del Manglar”) — Primer lugar 🥈 Paraíso (“Duelo de Titanes en el Pantano”) — Segundo lugar 🥉 Nacajuca (“Costumbres y Tradiciones de la Vida Cotidiana Biji Yokota’n”) — Tercer lugar |
Mención especial | Jonuta (“El Pueblo Solidario”) — Reconstruido tras incendio |
Residuos recolectados | 46 toneladas de basura durante limpieza nocturna y matutina |
Consumo de alcohol | Presente de manera masiva en el fenómeno popular llamado “shishero” |
Saldo de seguridad | Saldo blanco (sin incidentes graves) |
Próximo evento destacado | Elección de la Flor Tabasco 2025 — Miércoles 30 de abril |
De entre las 17 embajadoras surgirá quien portará la flor más codiciada, quien representará durante un año la vitalidad de esta tierra de humedales, cacao y maíz.
La elección de la Flor no es un hecho aislado: es la culminación de semanas de preferia, de preparativos, de una ciudad que vuelve a creer en sus raíces, que se da permiso de celebrar, de recordar, y también de soñar.
Así, entre el ruido y la calma, entre el desorden momentáneo y la responsabilidad asumida, Tabasco confirma que su Fiesta del Pueblo es mucho más que un evento: es un eco profundo de lo que hemos sido y de lo que, pese al paso de los siglos, todavía somos.
Celebrar la vida, honrar la tierra, reunirnos como comunidad.
Todo eso sigue aquí, bailando bajo el mismo sol.
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