SANTIAGO.— El triunfo del ultraderechista José Antonio Kast en Chile no pasó inadvertido en América Latina. Desde México, la presidenta Claudia Sheinbaum marcó distancia con el viraje chileno y afirmó que un escenario similar no ocurrirá en su país, al tiempo que llamó a una reflexión profunda de los movimientos progresistas de la región.
La lectura no fue defensiva ni automática: reconoció la legitimidad del resultado electoral chileno, pero subrayó que cada proceso responde a contextos distintos.
“En el caso de Chile fue una votación democrática, eligió el pueblo de Chile quién quiere que lo gobierne”, sostuvo Sheinbaum al ser consultada por el triunfo de la ultraderecha. Aclaró, sin embargo, que en México existen condiciones políticas y sociales diferentes.
“Aquí no se va a dar un viraje a la derecha porque hay apoyo popular, porque estamos cumpliendo y no hemos traicionado lo que prometimos”, afirmó, señalando la cohesión interna, la honestidad y los resultados concretos como anclas del respaldo ciudadano.
El contraste sirve de marco para entender la magnitud de lo ocurrido en Chile. Kast se impuso con 58.1 por ciento de los votos, una diferencia de 16 puntos sobre la candidata de centroizquierda Jeannette Jara, quien obtuvo 41.8 por ciento, en una elección con participación histórica del 85 por ciento del padrón.
El resultado quedó definido desde las primeras horas del conteo y nunca hubo un momento real de incertidumbre.
El líder del Partido Republicano, abogado de 56 años y referente del conservadurismo católico, obtuvo 7.2 millones de sufragios y ganó en todas las regiones del país. Asumirá la presidencia el 11 de marzo de 2026 por un período de cuatro años.
En un gesto que reforzó la institucionalidad chilena, Jara lo felicitó telefónicamente y más tarde acudió en persona a saludarlo. El presidente Gabriel Boric hizo lo propio y acordó iniciar de inmediato un traspaso de mando ordenado y ejemplar.
CLAVES REGIONALES | Seguridad y giro político
- Chile: homicidios +43% respecto a 2018.
- Percepción: menos del 40% se siente seguro de noche.
- América Latina: la seguridad es la principal preocupación electoral.
- Respuesta política: auge de discursos de mano dura.
Fuente: Reportes oficiales y mediciones regionales
El Tabasqueño • Periodismo bien hecho.EL DISCURSO
Desde su primer mensaje como presidente electo, Kast dejó claro el eje de su mandato. Ante una multitud, invocó su fe —“nada sería posible si no tuviéramos a Dios”— y prometió restablecer el orden como prioridad central de su gobierno.
Habló de ley sin privilegios, de sanciones duras contra el vandalismo, de un registro único de infractores y de responsabilidad parental frente a delitos cometidos por menores.
“El orden no es un capricho, es justicia”, dijo. Y fue más allá: quien viole la ley “va a sufrir todo el peso de ella”. Kast advirtió que no habrá beneficios estatales para quienes destruyan bienes públicos y que los padres deberán responder por los daños causados por sus hijos.
Al mismo tiempo, moderó expectativas. Reconoció que la inmigración ilegal, el crimen organizado y la delincuencia son problemas complejos que no se resolverán de inmediato y que exigirán reformas legales y respaldo institucional sostenido.
El mensaje conectó con un clima social marcado por el miedo, la percepción de inseguridad y el desgaste de las promesas progresistas. Chile, históricamente uno de los países más seguros de América Latina, vive desde hace algunos años un cambio profundo en la forma en que sus ciudadanos experimentan la violencia.
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VOTO DURO
Desde pueblos andinos como Cariquima, donde agricultores indígenas instalaron cerraduras por primera vez en sus casas, hasta barrios de Santiago y ciudades del extremo sur, la sensación de vulnerabilidad se expandió como un fenómeno transversal.
El aumento de los delitos violentos, impulsado en parte por la expansión de redes criminales internacionales, se convirtió en el tema político dominante de la campaña.
Las cifras son elocuentes. Los homicidios alcanzaron un récord de 1,322 en 2022; aunque descendieron a 1,207 en 2024, siguen siendo 43 por ciento más altos que en 2018. Menos del 40 por ciento de los chilenos se siente seguro al caminar de noche, según Gallup.
La percepción, más que la estadística comparada, terminó de inclinar el voto. En ese terreno, el discurso de orden y castigo resultó más eficaz que los llamados a la prudencia o a la complejidad del fenómeno criminal.
Este fenómeno no es exclusivo de Chile. En América Latina, la seguridad es hoy la principal preocupación electoral en al menos ocho países, lo que ha ampliado la tolerancia social hacia políticas de mano dura y discursos de control.
FRONTERA NORTE
La crisis tuvo un epicentro claro: el norte de Chile. Desde 2020, decenas de miles de migrantes —en su mayoría venezolanos— cruzaron el desierto de Atacama hacia Iquique, desbordando la capacidad local para atender una emergencia humanitaria y sanitaria sin precedentes.
Aunque los delitos son cometidos por una minoría, fiscales y autoridades confirmaron la presencia de pandillas criminales, cuyas víctimas suelen ser otros migrantes. El impacto social derivó en episodios de xenofobia, protestas violentas y un deterioro acelerado del tejido social.
Kast capitalizó ese malestar desde las elecciones de 2021, cuando prometió zanjas fronterizas y controles estrictos. Entonces perdió frente a Boric; hoy, con la seguridad como prioridad absoluta, ganó con amplitud.
Si bien el gobierno desplegó al Ejército en la frontera en 2023 y logró reducir los flujos migratorios y los homicidios en Tarapacá, el miedo ya estaba instalado. La percepción terminó eclipsando cualquier mejora estadística.
LECTURA REGIONAL
Desde México, Claudia Sheinbaum leyó el resultado chileno como una advertencia, pero no como un destino inevitable. Insistió en que la clave para evitar un viraje similar es no romper el vínculo con la base social ni abandonar los compromisos adquiridos.
“Hay resultados: disminución de la pobreza y de las desigualdades”, sostuvo. “La mayoría de las y los mexicanos está de acuerdo con la transformación que vive el país”, afirmó, subrayando que su gobierno se sostiene en resultados verificables y unidad política.
La comparación es inevitable. Mientras Chile giró hacia una promesa de orden frente al miedo, México apuesta a sostener su proyecto en legitimidad social y cumplimiento de compromisos.
El triunfo de Kast no sólo redefine el rumbo de Chile. También obliga a la izquierda latinoamericana a revisar sus prioridades y su capacidad de responder a una ciudadanía que, cuando siente que el Estado no la protege, está dispuesta a votar por alternativas más duras.
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