CDMX.— El INE y Tribunal Electoral han enviado un mensaje que, más allá de lo legal, revela un consenso institucional inquietante: el voto ciudadano puede depender de un acordeón.
No de una deliberación informada, sino de una guía memorizada que intenta decodificar boletas complejas. Lo que parecía ser propaganda ilegal, terminó siendo admitido como herramienta legítima para el sufragio.
Un ajuste pragmático que normaliza el caos electoral y de paso, relativiza los estándares de voto libre e informado.
EL AVAL IMPLÍCITO
La presidenta del INE, Guadalupe Taddei, fue clara: “podemos llevar nuestras propias notas”. Y fue más allá: advirtió que no debe confundirse eso con coacción. “No permitamos que nos digan por quién votar, pero tampoco asumamos que quien recibe una boleta y un acordeón obedecerá ciegamente”, dijo.
Aunque el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) confirmó la prohibición de elaborar y distribuir estos materiales, validó que los ciudadanos lleguen con “guías personales”.
La diferencia es de forma, no de fondo. Ambos organismos admiten que la ciudadanía necesitará ayuda externa para emitir su voto en esta elección judicial inédita por su dimensión y complejidad.
El problema es que este remedio institucional parece aceptar, tácitamente, que el modelo de voto diseñado es inviable sin asistencia. Los ciudadanos en la Ciudad de México, por ejemplo, recibirán 51 boletas. En total, se eligen 881 cargos judiciales en el país.
El diseño de estas papeletas, saturadas de nombres, números y códigos, supera la capacidad de procesamiento común, y expone la fragilidad de una elección pensada más para cumplir un ideal simbólico que para garantizar participación real.
LO QUE DICEN LOS ÁRBITROS
Para el consejero Uuc-kib Espadas, que el ciudadano lleve un acordeón “personal” no representa riesgo. “No vamos a cachear a nadie”, explicó. “Cada quien puede usar el mecanismo de memoria que le plazca”. El TEPJF, en tanto, refrendó que portar notas no implica violar la ley, mientras no se exhiban ni se distribuyan durante la jornada.
Pero el matiz es revelador. Ambas instituciones recurren a argumentos de libertad individual para justificar lo que, en términos operativos, es una señal de advertencia sobre el diseño mismo de la elección. Si los votantes necesitan apuntes, es porque el proceso no fue concebido para la comprensión directa.
Y eso tiene implicaciones de fondo: el sufragio deja de ser plenamente autónomo si depende de insumos externos creados por otros. ¿Quién diseña esos acordeones? ¿Con qué intención? Aunque el INE insiste en que la ciudadanía puede usar “el que encontró en internet o el que le recomendó un amigo”, la línea entre orientación y manipulación queda peligrosamente difusa.
LAS BOLETAS Y EL SILENCIO
Más allá del ruido institucional, hay un problema estructural que no ha sido resuelto: el vacío de información pública sobre los perfiles judiciales. La campaña oficial ha sido mínima, y no hay criterios claros ni estandarizados para evaluar a jueces o magistrados. En ese contexto, el “acordeón” se convierte en la única brújula disponible para millones de electores.
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Según cifras del propio INE, se imprimirán más de 7 millones de boletas, y habrá 83 mil 975 casillas abiertas. Solo nueve no podrán operar, todas en Chiapas, por conflictos locales. Y aunque se han aprobado 170 mil observadores electorales, buena parte de ellos pertenecen a organizaciones sociales o partidos. La neutralidad no siempre está garantizada.
CUANDO LA FORMA VENCE AL FONDO
La validación del voto con acordeón es, en términos técnicos, una salida legal a una trampa logística. Pero también es una claudicación: aceptar que la pedagogía democrática falló. Ni la información pública fluyó a tiempo, ni el diseño de las papeletas priorizó la comprensión ciudadana. El resultado: una elección técnicamente legal, pero políticamente confusa.
Si el voto se vuelve una suma de números copiados, no hay deliberación. Y si no hay deliberación, la legitimidad del mandato queda debilitada. El mensaje final no es de fortaleza institucional, sino de resignación. No se trató de enseñar a votar, sino de permitir votar como se pueda.
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