Ricardo Salinas Pliego aseguró que “hará lo que sea necesario por el país”, insinuando que podría buscar la Presidencia en 2030. Con críticas a Morena y promesas de seguridad estilo Bukele, su declaración desató debate nacional.

“Haré lo que sea necesario por el país”: Salinas Pliego insinúa candidatura presidencial

CDMX.— Ricardo Salinas Pliego no se define como político, sino como empresario. Pero al afirmar que “haré lo que sea necesario por el país” dejó caer una insinuación cargada de épica y sacrificio, como si el destino de México dependiera de su voluntad de magnate.

El dueño de Grupo Salinas aseguró que no busca activamente la Presidencia, pero tampoco la descarta para 2030. En un país harto de violencia, corrupción y desgaste de partidos, su declaración fue más que un desliz: sonó a preludio de campaña.

El mensaje caló porque no fue dicho con tibieza, sino con la solemnidad de quien se coloca como posible “salvador de la patria”, aunque cargue con litigios fiscales millonarios y una historia de negocios enredados con el poder.

EL TONO DEL SACRIFICIO

El empresario habló como quien acepta un destino incómodo: “Si no hacemos algo por México, nuestros hijos y nietos nos lo van a reclamar”.

La frase proyecta la idea de sacrificio: que alguien como él, con dinero, autonomía y contactos internacionales, estaría dispuesto a dejar la comodidad del negocio para asumir la incomodidad del poder.

Pero el sacrificio es aparente. Detrás está la oportunidad política: en una oposición sin liderazgos sólidos, Salinas se presenta como carta de recambio, como outsider millonario capaz de confrontar a Morena con discurso de seguridad y prosperidad.

EL DOBLE DISCURSO

El personaje del “Tío Richie”, seguido por millones en redes, vende cercanía e irreverencia. Pero el verdadero Salinas es el empresario que litiga desde 2008 más de 74 mil millones de pesos en impuestos ante el SAT. El mismo que demandó a López Obrador por incumplir un acuerdo fiscal.

El contraste es demoledor: quien invoca sacrificio y valores cívicos es también el que busca evitar pagos que equivalen a cinco años de utilidades de su conglomerado. El discurso de “poner el pecho por México” tropieza con el expediente judicial que lo acompaña.

Salinas dejó claras sus banderas: seguridad a cualquier costo, libertad económica, innovación, valores y mejor gobierno. La pieza central es la seguridad: “De nada sirve la educación o la salud si antes no hay seguridad”, enfatizó.

Con cifras brutales, comparó los homicidios diarios en México con Hiroshima y sugirió replicar medidas de Nayib Bukele en El Salvador: reclusión masiva, mano dura, criminalización de pandillas.

En Tabasco, donde la violencia ha marcado la agenda política, el discurso encuentra eco. Pero también despierta alarma: el sacrificio que promete puede terminar en el sacrificio de derechos humanos.

EL CHOQUE CON MORENA

El empresario se lanzó contra la 4T. Denunció que los programas sociales son usados como compra de votos y acusó que las precampañas de Sheinbaum, Adán Augusto y Ebrard fueron financiadas con dinero público. “Los Siervos del Bienestar no son más que activistas políticos”, sentenció.

La confrontación es abierta: mientras litiga su deuda, se proyecta como voz incómoda frente al régimen. El sacrificio que invoca es también una estrategia: usar su imagen de rebelde contra un gobierno que le exige cuentas.

ENTRE LA FE Y EL ESPEJISMO

La pregunta es si su popularidad digital puede convertirse en votos. En redes, millones lo aplauden, pero en urnas el terreno es distinto: se necesita estructura, territorio, organización.

Su frase, sin embargo, trasciende el cálculo electoral. Es un golpe simbólico: el empresario se ofrece como sacrificio voluntario para rescatar al país. Pero lo hace desde el pedestal del dinero, la autonomía y el poder mediático. No se trata de un pueblo reclamando a su líder, sino de un millonario reclamándose a sí mismo como alternativa.

Ricardo Salinas Pliego no es todavía candidato, pero ya se comporta como uno. Su frase sacrificial —“haré lo que sea necesario por el país”— se instala en el debate como anticipo de campaña y como síntoma de un sistema de partidos exhausto.

El sacrificio que ofrece no es heroísmo: es cálculo político. En un México cansado de la violencia y la corrupción, el magnate quiere presentarse como salvador. Pero el país debe preguntarse: ¿se trata de un sacrificio real o de la ambición de convertir el dinero en poder?

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