En el mapa del país, Tabasco ha cargado con una reputación que duele: tierra donde la violencia se volvió costumbre, donde la impunidad caminó de la mano del poder. Durante años, las cámaras de videovigilancia fueron ojos ciegos; las denuncias, ecos que se perdían en la línea del 911.
Ahora, el Gobierno de Javier May Rodríguez intenta cambiar esa narrativa con un proyecto que, en otros tiempos, habría parecido ciencia ficción: el Escudo Olmeca, un nuevo C5 dotado de inteligencia artificial para anticipar el delito antes de que ocurra.
El anuncio no fue menor. Más de 2,500 millones de pesos se invertirán en convertir el viejo C4 en un centro neurálgico de seguridad. La promesa: cinco mil cámaras, 24 drones, arcos carreteros inteligentes y patrullas con GPS que conformarán una red capaz de rastrear movimientos, leer placas, generar mapas de calor y reconocer rostros.
En #Tabasco avanzamos con resultados firmes en materia de seguridad. Gracias al trabajo conjunto entre las fuerzas estatales y federales, hoy fortalecemos la confianza del pueblo y garantizamos que la ley se cumpla sin excepciones. pic.twitter.com/PGFU01ABA0
— JAVIER MAY (@TabascoJavier) November 3, 2025
“Nos permitirá prevenir antes que lamentar”, dijo el gobernador. La frase, simple y firme, condensa una apuesta: que la tecnología sirva a la paz, no al miedo.
El Escudo Olmeca pretende algo más que vigilar. Busca recuperar la confianza en un sistema de seguridad erosionado por décadas de corrupción y abandono. En Tabasco, donde las llamadas al 911 se multiplican por incidentes menores y graves, la meta es reducir los tiempos de respuesta y articular en una sola línea a policías, ejército, Guardia Nacional, Protección Civil y Cruz Roja.
En una región donde las carreteras nocturnas se llenaron de fantasmas del crimen, la tecnología se ofrece como un nuevo lenguaje de control.
LOS RESULTADOS DE LA FUERZA
No es casual que el anuncio coincida con cifras inéditas. La Fuerza Interinstitucional de Reacción Táctica (FIRT) Olmeca reporta un incremento de 341% en detenciones, 108% en decomisos de armas y 1,757% en dosis de droga aseguradas en comparación con 2024.
Son números que no hablan solo de eficiencia operativa: marcan una diferencia en el pulso del poder. En un estado donde el silencio había sido norma, la estrategia de cero impunidad parece haber devuelto a la autoridad el control del relato.
El comisionado Jesús Amaya Guerrero detalló que 89 objetivos prioritarios fueron capturados: capos regionales, operadores de extorsión, narcomenudeo y homicidios. Entre ellos, nombres que durante años parecieron intocables.
“El mensaje es claro: la ley no tiene rostro ni parentesco”, afirmó. En un país acostumbrado a ver promesas sin resultados, los números sorprenden, aunque también invitan a la cautela.

DETRÁS DE LAS CIFRAS
La historia mexicana enseña que toda estadística puede esconder una pregunta: ¿cuánto de esa mejora proviene del control, y cuánto de la contención? Las cifras del gobierno tabasqueño muestran un esfuerzo tangible: 701 cateos, 1,266 órdenes de aprehensión y más de 2,700 vinculaciones a proceso.
Pero el éxito de una política de seguridad no se mide solo en detenciones, sino en permanencia. Si la tecnología logra evitar que el miedo regrese, Tabasco habrá dado un salto histórico. Si no, el Escudo Olmeca podría convertirse en otro monumento al fracaso burocrático.
El fiscal Oscar Tonathiu Vázquez Landeros y el delegado de la FGR, Martín Rivera Cisneros, ofrecieron datos que refuerzan la idea de una coordinación inédita: 261% más judicializaciones, 375% más vinculaciones a proceso, 226% más cateos. Es un giro notable.
El viejo sistema judicial tabasqueño —plagado de rezagos y carpetas empolvadas— empieza a moverse con una sincronía que no se veía en años. La pregunta que flota es si esa maquinaria resistirá cuando cambie el viento político.
EL FUTURO VIGILADO
En la narrativa de la 4T, Tabasco es el laboratorio del nuevo orden territorial: donde la tecnología, la coordinación militar y el discurso social convergen en un mismo punto. Pero el desafío no será encender cámaras ni drones; será sostener la legitimidad que otorga el cumplimiento de la ley. Si la justicia falla, la vigilancia se convierte en simple espectáculo.
Hoy, el Escudo Olmeca simboliza una frontera entre el pasado y el porvenir. Si cumple su propósito, puede marcar el renacimiento de la seguridad pública en el trópico; si fracasa, será una promesa más rota bajo la lluvia de Villahermosa. La batalla por la paz no se ganará con inteligencia artificial, sino con la humana.
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