CDMX.— “En vez de que menos de 128 senadores eligieran a los ministros, eligieron 13 millones de personas. Sí hay un cambio”. La frase de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, pronunciada en la conferencia matutina del lunes tras la jornada electoral judicial, no fue lanzada al vacío.
Fue un mensaje directo, calculado, con destinatarios claros: la élite política que históricamente controló el Poder Judicial, y una ciudadanía que, aunque todavía en cifras modestas, respondió al llamado de participación.
Desde su primer día como mandataria, Sheinbaum ha buscado legitimar el proyecto de transformación del sistema judicial a través de las urnas. Y en su lectura, el domingo no fue un episodio aislado, sino una confirmación de que la democracia puede y debe entrar también en los tribunales.
Pero, ¿qué significa este cambio desde el punto de vista político e institucional? ¿Qué hay detrás del entusiasmo de la presidenta y cómo debe leerse su mensaje?
UNA NARRATIVA DE RUPTURA Y LEGITIMIDAD
Sheinbaum no sólo celebró la elección como inédita o innovadora. Lo hizo comparando cifras: más personas votaron para cargos judiciales que las que votaron por el PAN, PRI o Movimiento Ciudadano en 2024.
Lo que podría parecer una competencia forzada, en realidad es un recurso discursivo para posicionar la reforma judicial como un proyecto con mayor respaldo que la oposición misma.
Además, reiteró una idea que ya había ensayado desde su etapa como candidata: la Suprema Corte, históricamente, ha estado lejos de ser un órgano autónomo. No dudó en mencionar que durante los gobiernos del PRI y del PAN, la Corte respondía a intereses del presidente en turno.
De esta forma, Sheinbaum reivindica la elección judicial como un paso hacia la autonomía real, aunque el camino aún esté en construcción.
JUSTICIA CON APELLIDO SOCIAL
Uno de los pilares del discurso presidencial ha sido el acceso a la justicia para los sectores históricamente excluidos. “Va a haber más justicia, más acceso a la justicia, va a ser más expedita”, dijo en Palacio Nacional.
Aquí la apuesta no es sólo reformar estructuras, sino dar sentido social a la impartición de justicia. La presidenta vincula directamente la elección con el combate a la corrupción judicial y con la eliminación de “cuotas” que, en su diagnóstico, han sido la moneda de cambio para obtener sentencias.
Este eje de discurso, aunque potente, exige evidencia. El desafío será demostrar que los nuevos jueces y ministros no sólo tienen legitimidad democrática, sino también capacidades técnicas e independencia frente al poder político. Un equilibrio que ni siquiera las democracias consolidadas han resuelto del todo.
EL PESO Y EL ÁNIMO DE LOS MERCADOS
Curiosamente, Sheinbaum también usó el tipo de cambio como termómetro de confianza. “Miren el peso el día de hoy, abrió a 19.21 por dólar”, dijo ante reporteros.
Este gesto, más allá de la anécdota financiera, es relevante: muestra que el gobierno busca enviar señales de estabilidad no sólo a su base social, sino a los inversionistas.
Al vincular reforma judicial y certeza económica, Sheinbaum redefine lo que significa “confianza” para el capital: no sólo reglas claras, sino justicia creíble.
“TODO ES PERFECTIBLE”: EL RECONOCIMIENTO IMPLÍCITO DEL RETO
Aunque enfática en destacar los logros del proceso, la presidenta reconoció deficiencias: la dificultad para votar con tantas boletas, el uso de apuntes, la complejidad del proceso. Pero su frase “todo es perfectible” no fue una concesión.
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Fue una defensa implícita del INE, a quien asignó la responsabilidad de mejorar el modelo rumbo a 2027.
Sheinbaum sabe que el nuevo sistema electoral judicial será un tema vivo, polémico, objeto de escrutinio y ajustes. Por eso subraya que este fue un “gran ejercicio”, no un destino final. La elección judicial, para su gobierno, es más una narrativa en construcción que una meta alcanzada.
UN MENSAJE A LOS OPOSITORES
En su intervención, Sheinbaum no se contuvo al señalar que la oposición esperaba una baja participación y se equivocó. “Están preocupados”, dijo, con tono irónico, al comparar el voto judicial con los votos que recibieron los partidos opositores en 2024.
Es un mensaje con doble filo: por un lado, busca debilitar el argumento de ilegitimidad que han usado quienes critican la reforma judicial; por otro, construye una narrativa de superioridad democrática que le permite consolidar la idea de que su proyecto no sólo tiene el poder, sino también la voluntad ciudadana detrás.
LO QUE SIGUE: CONSOLIDAR, PROFESIONALIZAR Y CONVENCER
El mensaje presidencial es contundente: la reforma judicial no tiene reversa. Pero lo más complejo viene ahora: cómo traducir ese respaldo electoral (aunque parcial) en legitimidad institucional, cómo blindar al nuevo Poder Judicial del clientelismo político, y sobre todo, cómo mantener el equilibrio entre justicia popular y justicia profesional.
En suma, lo que Sheinbaum hizo esta semana fue tejer una narrativa de cambio, arraigada en datos políticos, sociales y económicos, con el objetivo de blindar una reforma polémica, pero estratégicamente central para su sexenio. Habrá que ver si el discurso se sostiene en los hechos.
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