LOS ÁNGELES, EU.— Lo que comenzó como una serie de protestas contra las redadas migratorias en Los Ángeles se ha convertido en un punto de quiebre político, diplomático y legal que está escalando peligrosamente.
El despliegue de la Guardia Nacional por orden directa del presidente Donald Trump, sin consentimiento del gobierno estatal, no solo ha agitado las calles californianas, sino que ha provocado un enfrentamiento institucional entre Washington y Sacramento, mientras México reacciona con firmeza por la detención de 35 connacionales.
La escena fue clara y tensa: soldados con escudos antidisturbios disparando gas lacrimógeno frente al Centro de Detención Metropolitano de Los Ángeles, en medio de gritos de “¡Vergüenza!” y “¡Váyanse a casa!”.
Trump defendió su decisión como una respuesta a “insurrectos”, mientras el gobernador Gavin Newsom y la alcaldesa Karen Bass acusaban al presidente de provocar el caos con fines políticos.
La historia no es nueva: ya lo vimos en Portland en 2020, cuando agentes federales se desplegaron sin insignias ni coordinación con autoridades locales. Lo que cambia esta vez es el contexto.
Estamos en pleno año electoral, con un presidente que ha hecho de la migración una bandera política, y con una presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, que rompe con la tibieza diplomática del pasado y condena abiertamente el uso de la fuerza contra sus compatriotas.
LA ORDEN QUE ENCENDIÓ LA MECHA
La orden ejecutiva que movilizó a 2 mil miembros de la Guardia Nacional se emitió directamente desde la Casa Blanca, a pesar de la oposición del estado. No se consultó al gobernador, ni se coordinó con la policía local. Fue, como señaló el secretario de asuntos jurídicos de California, “una violación grave a la soberanía estatal”, contraria al Título 10 del Código de EE.UU.
Pero para Trump, los hechos son claros. En sus publicaciones en Truth Social, acusó a los manifestantes de ser “alborotadores e insurrectos” y descalificó al gobernador Newsom con su apodo favorito: “Newscum”. Una estrategia conocida: deslegitimar a la oposición, dramatizar los hechos y mostrar fuerza.
En el terreno, la situación fue menos controlada de lo que se dice desde Washington. Los enfrentamientos ocurrieron en el centro de Los Ángeles, en Paramount y Compton, zonas con fuerte presencia latina.
La tensión se disparó tras dos días de redadas del ICE, en las que se registraron más de 100 arrestos y la detención de un dirigente sindical que protestaba pacíficamente.
UNA RESPUESTA DIPLOMÁTICA QUE CAMBIA EL TONO
Por primera vez en años, México no se limitó a “expresar preocupación”. La presidenta Claudia Sheinbaum condenó de forma directa el uso de la Guardia Nacional en contra de los migrantes, y denunció la detención de 35 ciudadanos mexicanos en el operativo. Desde el Hospital de la Niñez Poblana, Sheinbaum fue tajante: “No son criminales. Son hombres y mujeres de bien, honestos”.
Además, dio instrucciones a la red consular para que brinden asistencia directa a los detenidos. El canciller Juan Ramón de la Fuente ya ha entrado en contacto con la Embajada de EE.UU., en lo que puede considerarse el primer roce diplomático serio entre ambos gobiernos desde que Sheinbaum asumió el cargo.
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Este nuevo tono de México marca una diferencia sustancial respecto a la gestión de anteriores administraciones, que solían evitar confrontaciones directas con Washington. En esta ocasión, el Gobierno mexicano busca no solo proteger a sus connacionales, sino también enviar un mensaje: la política migratoria de EE.UU. ya no se negocia con silencio.
UNA BATALLA POLÍTICA EN CALIFORNIA
Para el gobernador Gavin Newsom, esta intervención es más que un exceso. Es una provocación política. En una carta al secretario de Defensa, denunció que el despliegue se hizo “sin el entrenamiento adecuado” y que solo sirve para escalar innecesariamente el conflicto.
Newsom recordó que la última vez que un presidente envió tropas federales sin aprobación estatal fue en 1965, durante las marchas por los derechos civiles. Para él y otros líderes demócratas, esto no se trata de mantener el orden, sino de construir un espectáculo de poder diseñado para la campaña de reelección de Trump.
La alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, también alzó la voz. Denunció que las redadas del ICE han infundido miedo en la comunidad, al punto que muchas familias temen asistir a las graduaciones escolares. Para ella, esta “sensación de caos” es lo último que necesita la ciudad.
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) June 2, 2025
Y tiene razón. A pesar de los incidentes, las manifestaciones no han alcanzado la magnitud de las protestas de 2020. Pero la respuesta federal ha sido desproporcionada, y los agentes antidisturbios —con gases, balas de goma y explosivos de aturdimiento— han dejado claro que se trata más de enviar un mensaje que de contener una amenaza.
TRUMP, ELECCIONES Y EL FANTASMA DEL 2020
Lo que está ocurriendo en California es parte de un libreto ya visto: crear un enemigo interno, alimentar el miedo y proyectar autoridad. A meses de las elecciones, Trump vuelve a utilizar la migración como arma política. Su retórica recuerda la campaña de 2016, cuando prometía muros y deportaciones masivas.
Pero esta vez, el contexto ha cambiado. La economía postpandemia sigue frágil, y los votantes latinos, particularmente en estados clave como California, Nevada y Arizona, no están dispuestos a tolerar el mismo discurso antiinmigrante.
La presidenta Sheinbaum ha captado ese nuevo escenario. Su discurso, aunque diplomático, deja claro que México no será espectador pasivo. Mientras tanto, la situación en las calles de Los Ángeles sigue tensa, con bloqueos en la US 101 y cientos de efectivos aún desplegados.
Este episodio marca un momento crítico. Lo que pase en los próximos días no solo definirá la relación entre ambos países, sino que también mostrará hasta qué punto la democracia estadounidense puede resistir la tentación autoritaria en nombre del orden.
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