ALASKA.— En Alaska, Donald Trump y Vladimir Putin desplegaron una coreografía de poder que mezcló cordialidad, cálculo y advertencias veladas. La alfombra roja, el apretón de manos y el breve paseo juntos en la limusina presidencial fueron más que protocolo: un mensaje global de que Washington y Moscú, pese a sus choques, siguen teniendo la llave de la seguridad planetaria.
El saldo de la reunión de casi tres horas: sin alto el fuego en Ucrania, pero con un guiño a un posible acuerdo para frenar la carrera nuclear antes de que sea demasiado tarde. La conferencia de prensa, de apenas 12 minutos, dejó más dudas que certezas: Trump permitió hablar primero a Putin, ninguno respondió preguntas y ambos usaron frases calculadamente vagas.
El presidente estadounidense insistió en que “hay muy buenas posibilidades” de lograr la paz, aunque admitió que el “gran tema” sigue bloqueado.
Detrás del escenario, un telón con la frase “Buscando la paz” marcaba el tono que Trump quiso proyectar. En Kiev y Bruselas, en cambio, temen que el ruso esté ganando tiempo para recomponer su músculo militar mientras amarra una foto con la Casa Blanca.
DE LA ESCENOGRAFÍA AL TABLERO REAL
En el vuelo hacia Anchorage, Trump había adelantado que sabría en minutos si Putin hablaba en serio sobre negociar. Pero no hubo encuentro a solas: la Casa Blanca colocó a Marco Rubio y Steve Witkoff en la sala. El lado ruso podría haber sido sorprendido por el cambio, un gesto que buscó blindar la reunión y frenar interpretaciones de excesiva cercanía.
El almuerzo ampliado con los secretarios de Tesoro, Comercio y Defensa evidenció que la cumbre no solo apuntaba a Ucrania. En la agenda flotaba un tema con potencial histórico: evitar que el mundo entre en una nueva carrera nuclear sin frenos.
LA CUENTA REGRESIVA DEL START
En febrero expira el Nuevo Tratado START, el último acuerdo que limita los arsenales estratégicos de las dos mayores potencias nucleares. Sin él, por primera vez en más de medio siglo, Estados Unidos y Rusia podrían desplegar armas sin restricción alguna. Es el escenario perfecto para que cada bando asuma lo peor… y se prepare para ello.
Trump y Putin ya habían mencionado el riesgo de dejar morir el START. En Alaska, asomaron seis compromisos que podrían cambiar el rumbo: reafirmar que “una guerra nuclear no se puede ganar y nunca debe librarse”; mantener voluntariamente los límites del START; no reanudar pruebas nucleares; congelar las armas tácticas; evitar despliegues de misiles de alcance intermedio que amenacen al otro; y moderar la expansión de la defensa antimisiles.
LA APUESTA QUE NO ADMITE FALLOS
Este terreno es exclusivamente bilateral: ni la OTAN ni Ucrania tienen asiento. El 90% de las ojivas nucleares del mundo depende de lo que decidan estos dos hombres. Un acuerdo enviaría una señal de estabilidad en medio de un tablero saturado por armas hipersónicas, misiles de doble capacidad y sistemas autónomos.
La ventana es mínima: cinco meses antes de que el START expire. Después, la inercia de la desconfianza podría ser irreversible.
Alaska no firmó la paz en Ucrania, pero si esta cumbre detiene la caída libre estratégica, podría quedar en los libros de historia junto a Nixon-Brezhnev, Reagan-Gorbachov y Obama-Medvédev. La pregunta ya no es si pueden, sino si quieren… y si les queda tiempo.
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