Héctor I. Tapia
Tabasco se enfrenta, desde finales de 2023, a una ola de violencia que no parece obedecer únicamente a los patrones de una crisis de seguridad convencional. La quema de vehículos, los ataques sincronizados a tiendas y la colocación de artefactos «ponchallantas» revelan una estrategia de mayor envergadura: se trata de actos dirigidos no tanto a causar daño físico, sino a sembrar miedo, a generar una sensación de descontrol.
¿Estamos ante una desestabilización premeditada contra el nuevo gobierno de Javier May Rodríguez o frente a una crisis criminal que las autoridades han subestimado?
El detonante se ubicó en Villahermosa, donde varias zonas vieron incendios intencionales en establecimientos comerciales y vehículos. Las colonias Gaviotas y Sauces fueron testigos de estos atentados. En las calles, el mensaje parecía claro: quienes perpetran estos crímenes quieren hacer sentir su presencia sin necesidad de causar bajas humanas, al menos no por ahora. Lo que buscan es provocar la duda, el miedo, y erosionar la confianza en el gobierno.
UN NUEVO DESAFÍO PARA MAY RODRÍGUEZ
El 1 de octubre de 2024, Javier May Rodríguez asumió la gubernatura de Tabasco con la promesa de un gobierno cercano al pueblo, en sintonía con el proyecto nacional encabezado por Andrés Manuel López Obrador. Apenas unos días después de su llegada, su administración ya enfrenta el mayor reto de su incipiente gestión: devolver la seguridad a un estado que sufre las embestidas de estos grupos.
No es la primera vez que Tabasco vive una coyuntura de violencia con tintes políticos. En 2007, el atentado contra el general Francisco Fernández Solís, entonces secretario de Seguridad Pública, fue una advertencia de lo que sucede cuando el poder criminal busca posicionarse frente al poder político. Hoy, bajo otro contexto y con actores diferentes, los ecos de aquel atentado parecen resonar en la violencia actual. El objetivo, al igual que entonces, no es solo debilitar al gobierno, sino también controlar los espacios que el Estado no puede o no quiere ocupar con firmeza.
EL MIEDO COMO ARMA POLÍTICA
En este contexto, el pánico no es una simple consecuencia colateral; es un componente esencial de la estrategia. La delincuencia en Tabasco ha elevado su apuesta y lo hace de manera quirúrgica: ataca infraestructura clave, genera caos en puntos estratégicos y transmite el mensaje de que, mientras ellos estén presentes, el gobierno no podrá garantizar la seguridad.
Este tipo de violencia, con sus características particulares, tiene paralelismos claros en otras regiones del país. Estados como Michoacán y Guerrero han visto cómo los cárteles utilizan el terror para desestabilizar gobiernos estatales y forzarlos a negociar o modificar sus estrategias. El control del miedo es, en estos casos, tan importante como el control del territorio, porque el temor paraliza, genera incertidumbre y, en última instancia, desacredita al gobierno ante sus propios ciudadanos.
¿ES SUFICIENTE LA RESPUESTA GUBERNAMENTAL?
Las primeras reacciones del gobierno de May Rodríguez se han centrado en el despliegue de fuerzas de seguridad, incluyendo operativos aéreos y terrestres en Villahermosa y zonas afectadas. Sin embargo, el reto es doble: no solo se trata de restaurar el orden en el corto plazo, sino de reencauzar la narrativa pública sobre la seguridad. El gobierno debe demostrar que no solo puede enfrentar a estos grupos, sino también controlar el relato que, hasta ahora, los actos de sabotaje han monopolizado.
La percepción de seguridad es, en muchos sentidos, tan importante como la seguridad misma. Sin un control claro sobre la información que se distribuye y la interpretación pública de los hechos, cualquier acción gubernamental puede verse rápidamente socavada por la duda y el temor que estos criminales han conseguido instalar.
LECCIONES DE OTROS CONTEXTOS
La historia ofrece lecciones que podrían servir en la estrategia de Tabasco. Durante los peores años del conflicto con las FARC, el gobierno colombiano logró mantener el control tanto del territorio como del relato público mediante una combinación de fuerza militar y una campaña efectiva de comunicación. No se trataba solo de desmantelar a los grupos insurgentes, sino de recuperar la confianza de una ciudadanía que sentía que su gobierno no tenía el control.
Tabasco podría seguir una senda similar, con algunas acciones estratégicas:
- Coordinación integral: No se puede limitar el combate al despliegue de fuerzas policiales. Se necesita una intervención más amplia que aborde tanto la seguridad como las causas estructurales de la violencia. Esto implica un fortalecimiento económico de las zonas afectadas y programas sociales que ofrezcan alternativas a quienes hoy encuentran en el crimen su única salida.
- Inteligencia precisa y preventiva: Anticiparse a los movimientos de los grupos criminales es clave. El gobierno estatal debe coordinarse con las fuerzas federales para mejorar su capacidad de inteligencia. Solo así podrán prevenirse nuevos ataques y se podrán desmantelar las redes que los organizan.
- Recuperación del control narrativo: Más allá de los operativos, el gobierno de Javier May debe ser capaz de transmitir una imagen de control y decisión. Es indispensable que la población vea resultados y que estos se comuniquen de forma clara. Las conferencias de prensa periódicas, el uso de redes sociales y la transparencia en la investigación de los responsables son herramientas que pueden ayudar a cambiar la percepción pública.
EL FUTURO DE LA SEGURIDAD EN TABASCO
La situación actual en Tabasco no solo representa una crisis de seguridad; es también una prueba de fuego para el nuevo gobierno. Javier May Rodríguez enfrenta el desafío de demostrar que su administración puede restaurar la paz y la confianza en un entorno en el que el miedo y la desinformación buscan imponerse.
El camino no será sencillo, pero si el gobierno logra combinar firmeza con estrategia, si es capaz de retomar el control no solo del territorio, sino de la narrativa pública, podría revertir esta oleada de violencia. Tabasco, al igual que otras regiones del país, está aprendiendo que la batalla contra el crimen no se libra únicamente en las calles, sino también en las mentes de sus ciudadanos.
En última instancia, el sabotaje no es solo una amenaza material. Es, sobre todo, un intento por hacer que el gobierno pierda legitimidad ante su propio pueblo. De May Rodríguez depende si esta crisis lo definirá o si, por el contrario, será el punto de inflexión que consolide su liderazgo y el de Tabasco.