· Claudia y Andy, para que no se sienta su ausencia
· Dos cabezas para controlar el gobierno y el partido
El próximo ocho de enero, se cumplirán 100 días sin Andrés Manuel López Obrador como Presidente de México, como líder social de miles de mexicanos y superior moral del partido político que fundó, Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Son tres meses y siete días de silencio total de un personaje que llenó con su voz todos los espacios, sin dejar interrogantes sin respuesta, golpes sin crítica, infamias sin burla, protestas sin descalificación. AMLO, durante su período presidencial, opinó de todo y de todos: béisbol, fútbol, espectáculos, cultura, personajes, historia y política, mucha política.
Así como habló mucho, el 30 de septiembre decidió silenciarse completamente y lo hizo en todos lados, incluidas sus redes sociales. Por eso, su silencio pesa; es un silencio que nos grita y que nos lleva a interpretarlo: «¿Qué habría dicho AMLO sobre esto?», «¿Qué pensará sobre lo que dijo Trump?», «¿AMLO habría aceptado eso que hicieron en el Senado?»
Su ausencia pública es una orfandad para todos los que lo admiran, pero esa ausencia pesa más dentro del movimiento o revolución a la que él llamó la Cuarta Transformación y todo lo que ello representa políticamente: los liderazgos que impulsó en distintos entes públicos, que hoy ejercen funciones bajo el mando político de Claudia Sheinbaum Pardo, en el control de los poderes públicos y el régimen de Estado, y el político, heredado a su hijo, Andrés Manuel López Beltrán.
Dos cabezas para evitar la orfandad andresmanuelista. Un gobierno y un partido con pilotos diferentes para suplir la ausencia de un coloso que combinó su don de masas y perspicacia política, que le permitieron ejecutar maniobras políticas casi perfectas. Su ausencia-presencia puede ser la más osada y, de conseguirlo, mantendrá en el poder su concepto de transformación y su movimiento por los sexenios que su agilidad y vida le permitan.
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Dos cabezas para controlar el gobierno y el partido y que no haya orfandad, pero aún así, con todo y como llegaron: una con 36 millones de votos y otra con línea sanguínea de AMLO, ellos no son la reencarnación pública de AMLO. Y el desamparo asoma, se observa, cuando Claudia Sheinbaum quiere designar como nueva titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos a Nashieli Ramírez, una activista de su máxima confianza, y termina cediendo.
La orfandad hace perder los valores, ¿o pintarse tal como son? Al volar en un helicóptero de 5,100 dólares por viaje como Ricardo Monreal, que sin sonrojo aclaró: «A lo mejor me van a ver seguido (volando)», para luego decir que siempre no. Se ve el abandono cuando el senador Adán Augusto López Hernández acude a la máxima madracista de «todo lo puede comprar con dinero [o con demandas] es barato» para controlar el Senado.
López Obrador también vislumbró momentos alejados de la ética que pregonó como líder político al momento de conseguir que Alejandro Moreno Cárdenas y el PRI avalaran que el Ejército se mantuviera en las calles. Tal vez en Morena «no importa que el gato sea blanco o negro; mientras pueda cazar ratones». ¿O estaremos también ante una orfandad ética institucional?
Y lo digo porque fue con AMLO que, en orfandad de los gobernados, se eligió y perdonó el fracaso al gobernar de Rutilio Escandón en Chiapas; Adán Augusto López Hernández en Tabasco; Cuitláhuac García en Veracruz; Miguel Barbosa en Puebla (fallecido); David Monreal en Zacatecas, y una larga lista de alcaldes, muchos con larga trayectoria priista o panista, que en vez de prestigiar a Morena, confirmaron su propia orfandad materna.
Pero AMLO, con su singular figura popular, que encarna la moral y la honradez a ojos de unos cuantos millones de mexicanos, bastó con su palabra para limpiar a estos huérfanos de madre; y fue tan buena la purificación que la mayoría alcanzó encomienda en el actual gobierno de Claudia Sheinbaum.
Mientras puedan cazar ratones, son buenos gatos.
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Desprovistos de su líder o no, gracias a la intercesión de Sheinbaum y López Beltrán, Morena y los morenistas tienen que aprender a caminar sin la guía de AMLO, y con ello me refiero a tomar sus propias decisiones institucionales sin llegar a colisiones centrales, pero lo más importante, que hayan aprendido de López Obrador las fórmulas que han sido exitosas para dar resultados mientras gobernó.
Claudia Sheinbaum Pardo parece ser de las alumnas avanzadas en la aplicación metódica de las acciones de AMLO: programas sociales + grandes obras públicas + alta percepción de honestidad y austeridad + presencia permanente con el pueblo = garantía probable de éxito, según la habilidad para administrar estos, a la vista, sencillos pasos.
Yo quiero pensar que así como hay ejemplos de orfandad y pérdida de rumbo, también debe haber, por todo el país, mujeres y hombres que están hoy en el poder y que se formaron oyendo y viendo al tabasqueño. Es en ellos donde la Cuarta Transformación debe enfocarse, aprovechar a los que fueron tocados por los conceptos de AMLO para que entreguen buenos resultados.
Claudia Sheinbaum, en su último mensaje del año, comprometió que «no va a haber regresiones, vamos a seguir con el pueblo, transformando desde abajo a nuestro país», y eso debe ser escuchado por todos los que están hoy en el poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial, de los estados y municipios; tienen que entender que para que no exista orfandad, tienen que haber resultados en sus encomiendas.
El único camino para extender la vida del proyecto de Morena está en cumplir haciendo buenos gobiernos; es lo que les corresponde a la Presidenta Claudia Sheinbaum y a la nueva camada de gobernadores, muchos de ellos formados trabajando al lado de AMLO, como Javier May Rodríguez en Tabasco; Rocío Nahle García en Veracruz; Eduardo Ramírez Aguilar en Chiapas; Joaquín Díaz Mena en Yucatán; y Alejandro Armenta en Puebla.
Las enseñanzas de AMLO deben guiar a las mujeres y hombres que actualmente ejercen el poder, para que lo hagan con responsabilidad y ética, sin orfandad, sin depender del resguardo protector de López Obrador. Y así debe ser también para los presidentes municipales de Tabasco y de todo el país, donde ejemplos esperanzadores sobran.
Como Yolanda Osuna Huerta, presidenta de Centro, que sin ser fundadora, aplicó rápidamente sus conocimientos en administración (formada en el gobierno de EGP) y empuja un gobierno al más puro estilo de la 4T. Así también en Comalcalco, con Ovidio Peralta; en Huimanguillo, con Mariluz Velázquez; en Cárdenas, con Euclides Alejandro; en Jonuta con Marisol Villamayor Notario; en Teapa, con Miguel Ángel Contreras. Como ellos habrán decenas más en todo el país, con formación andresmanuelista.
A todos ellos les toca dar la cara por el movimiento haciendo buenos gobiernos; legislando con más ética y menos pragmatismo. Ricardo Monreal y Adán Augusto deben comprender que no solo se trata de cazar ratones; el color del gato sí importa, y aunque Morena haya logrado una victoria aparente, ha perdido lo más valioso: la protección moral que AMLO les ofrecía. ¿Acaso cree usted que se puede aspirar a escalar a las alturas de AMLO paseando en helicópteros o comprando senadores del PAN?
UN ADAGIO: «Es necesario ser un mar para poder recibir una sucia corriente sin volverse impuro» — Friedrich Wilhelm Nietzsche.
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