La escena del tiroteo fue asegurada mientras forenses y policías analizaban lo ocurrido en Manhattan.

Manhattan bajo fuego: masacre sacude el corazón financiero de Nueva York

NUEVA YORK.— Lunes, 6:30 de la tarde. En uno de los edificios de oficinas más concurridos de Park Avenue, en el corazón de Manhattan, lo que parecía una jornada corporativa ordinaria se convirtió en escena de horror.

Al menos cinco personas murieron, incluido un policía de Nueva York fuera de servicio, tras un tiroteo dentro del inmueble que alberga oficinas de Blackstone, el consulado de Irlanda y algunas áreas de la NFL.

El presunto agresor fue identificado como Shane Tamura, un ciudadano de Nevada con licencia para portar armas ocultas expedida en Las Vegas. De acuerdo con fuentes cercanas a la investigación consultadas por AP, Tamura se quitó la vida tras abrir fuego.

La información circuló rápidamente, mientras imágenes de personas con las manos en alto y evacuaciones ordenadas en cadena eran transmitidas por canales locales.

En los techos, drones. En las aceras, patrullas. En los pasillos de los medios financieros, solo preguntas. ¿Por qué lo hizo? ¿Quién era realmente? ¿Por qué ese edificio?

DISPAROS EN LA TORRE DE CRISTAL

Las primeras detonaciones se escucharon desde el primer piso, en medio de una presentación con decenas de asistentes.

Lo narró Jessica Chen, testigo directa, quien alcanzó a enviar un mensaje de texto a sus padres: “Los amo”, escribió mientras se encerraba con otros empleados en una sala de conferencias bloqueada con mesas. Afuera, el caos ya había comenzado.

“Fue como un pánico de multitud”, relató Anna Smith, trabajadora financiera que se encontraba en un restaurante cercano cuando estalló la violencia. Volvió a su oficina con compañeros que buscaban refugio. Pasaron dos horas hasta que las autoridades les permitieron salir del edificio.

El alcalde Eric Adams pidió a los ciudadanos mantener la calma y confirmó que la Policía realizaba una búsqueda piso por piso. También acudió al hospital para reunirse con los familiares de las víctimas.

SEGURIDAD URBANA Y NARRATIVA OFICIAL

El tiroteo no ocurrió en cualquier lugar. El edificio se encuentra a una cuadra de la Catedral de San Patricio y al norte de la Grand Central Terminal, dos de los puntos más simbólicos de la ciudad. En plena zona neurálgica, el incidente desató medidas inmediatas: cierre de calles, afectaciones al transporte público y alerta de emergencia por parte del sistema de gestión urbana.

Paradójicamente, este hecho se da en un año en el que Nueva York proyecta la cifra más baja de homicidios y heridos por arma de fuego de las últimas décadas. Lo que hace más significativo —y preocupante— este episodio. La excepción que confirma la regla o un punto de quiebre en la tendencia.

La investigación apenas comienza, pero la narrativa institucional buscará mantener el equilibrio entre reconocer la tragedia y no permitir que opaque los avances logrados en materia de seguridad.

UN ECO NACIONAL EN MEDIO DE UNA CRISIS DE ARMAS

Este ataque no puede entenderse fuera del contexto nacional. Estados Unidos vive una epidemia de violencia armada: en promedio, más de un tiroteo masivo por día. Y mientras algunas ciudades han logrado contener la criminalidad, otras enfrentan brotes imprevisibles, como si las armas fueran una maldición que recorre el país disfrazada de ciudadanos comunes.

Shane Tamura, según las autoridades, contaba con licencia legal de portación, algo que pone nuevamente en debate los criterios laxos de algunas jurisdicciones como Nevada para emitir permisos. ¿Quién supervisa el perfil psicológico de estos portadores? ¿Quién responde por las armas que cruzan estados con más facilidad que un viajero?

El tiroteo en Park Avenue es una nueva alerta para la clase política, que sigue sin acordar una legislación federal integral sobre control de armas, atrapada entre intereses económicos, votos rurales y la sombra siempre presente de la Asociación Nacional del Rifle (NRA).

LO QUE VIENE DESPUÉS

En las próximas horas se esperan más detalles sobre el pasado de Tamura, su vínculo con el edificio (si existía alguno), y los motivos que lo llevaron a abrir fuego en uno de los entornos más seguros y vigilados del país. Las cámaras de vigilancia, los testimonios y las autopsias serán clave.

Pero el daño está hecho: cinco familias se sumaron ayer a la estadística de luto, en una ciudad que aún tiembla cada vez que suena una sirena. Lo que debería ser impensable —una masacre en un edificio de élite financiera— fue posible.

Y mientras los medios cubren el hecho como breaking news, los analistas saben que se trata de algo más: un síntoma de una fractura social que Estados Unidos aún no ha resuelto.

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