En el norte de España, una aldea de apenas 90 habitantes se llama Villahermosa del Campo. Al sur de Colombia, entre montañas verdes, hay otra Villahermosa que alguna vez se llamó “La Bonita”.
En el corazón del trópico mexicano, la capital tabasqueña ostenta orgullosa el mismo nombre que le otorgó Felipe II hace más de 400 años. Incluso hubo un barrio en Argentina llamado Villa Hermosa, construido por obreros del cartón, destruido por el agua y borrado del mapa en 2018.
Todas existen. O existieron. Y todas fueron nombradas con la misma intención: darle al mundo una ciudad hermosa.
Hoy, Villahermosa, Tabasco, celebra su aniversario número 461. Pero no es la única en el planeta. En realidad, comparte su nombre con al menos ocho localidades más en tres continentes.
Algunas son medievales, otras rurales, unas más urbanas o desaparecidas. Lo que las une es algo más que la etimología: es un eco de historia, poder, fe, paisaje, nostalgia… o simple aspiración.
Este especial recorre el mapa de esas otras Villahermosas, cuenta sus orígenes, sus azares, sus bautismos y sus ruinas. Porque entender cómo se repite un nombre es también entender cómo un lugar —cualquier lugar— decide contar su mejor versión. Incluso cuando no la tiene del todo.
ESPAÑA: LA RAÍZ
En el principio no fue Tabasco. Ni siquiera América. Fue Aragón.
La más antigua de todas las Villahermosas que se conocen es Villahermosa del Campo, una aldea diminuta que hoy apenas aparece en los mapas, pero cuya existencia se documenta desde el año 1205.
En tiempos medievales se le conocía como Villa Fermosa, en aragonés antiguo. Era parte de los dominios cristianos tras la Reconquista, cuando al tomar nuevas tierras los reyes y nobles necesitaban fundar pueblos, asignar nombres… y contar victorias.
“Fermosa” —forma antigua de “hermosa”— no era solo un elogio. Era una forma de marcar territorio, de distinguir la villa en un mar de otras aldeas llamadas San Juan, Santa María o San Pedro. Como quien dice: esta es la bella, esta vale la pena.
Otra Villahermosa brotó poco después, en tierras del Reino de Valencia. En 1243, el caudillo Zayd Abu Zayd —un musulmán converso aliado de Jaime I— otorgó carta de población a lo que hoy es Villahermosa del Río, enclavada en los montes de Castellón.
El nombre quedó fijado no por accidente, sino como parte de una tradición que mezclaba el paisaje con la política: fundar una “villa hermosa” era enviar un mensaje al resto del reino… y también al enemigo.
En ambos casos, el nombre se consolidó antes del siglo XIV, y sobrevivió guerras, pestes, hambrunas, sequías y reyes caprichosos. Aún están en pie, con castillos en ruinas, calles empedradas y plazas pequeñas donde no se ha perdido la costumbre de nombrar las cosas con cariño.
A mediados del siglo XV, una tercera Villahermosa fue trazada desde el poder. En 1444, el infante Enrique de Aragón —maestre de la poderosa Orden de Santiago— le otorgó el nombre a una comunidad del sur de Castilla que hasta entonces se llamaba El Pozuelo, por sus aguas someras. El nuevo nombre, Villahermosa, fue acompañado por una carta de privilegios y por la instalación de una encomienda militar.
Es decir: ya no era solo una villa bonita. Era una villa importante.
En ese mismo pueblo, siglos después, ocurriría otro acto inesperado: en 1933, Margarita Dehesa se convertiría en una de las primeras alcaldesas de España. En pleno campo manchego, en una villa que nació como encomienda guerrera.
Desde entonces —y hasta hoy—, Villahermosa (Ciudad Real) ha conservado su nombre. En 2018 fue elegida como “el pueblo más bonito de Castilla-La Mancha” en un programa de televisión. El reconocimiento fue simbólico… pero coherente: después de todo, desde su origen esa villa lleva siglos presumiendo de lo mismo.
Una cosa es clara: cuando el rey Felipe II —el mismo que fundó el Escorial y empuñó medio mundo— decidió rebautizar en 1598 a la capital tabasqueña como “Villa Hermosa de San Juan Bautista”, el nombre ya tenía historia, resonancia y poder en la geografía ibérica. No fue una ocurrencia. Fue una tradición.

🔍 Sabías que…
[ • ] Una Villa Hermosa argentina fue demolida por riesgo de inundación hace apenas seis años.
[ • ] Villahermosa (Ciudad Real) tuvo una de las primeras alcaldesas de España: Margarita Dehesa en 1933.
[ • ] En Cartagena, Colombia, hubo un barrio llamado “Bill Clinton” que luego se rebautizó como Villa Hermosa.
[ • ] El nombre “Villa Hermosa de San Juan Bautista” fue otorgado a Tabasco por Felipe II en 1598.
[ • ] La comuna Villa Hermosa de Medellín alberga a más de 120 mil habitantes en zonas de alta resiliencia social.
MÉXICO: LA CONSAGRACIÓN
En América, el nombre Villahermosa no nació del paisaje, ni de la nostalgia de un conquistador. Nació —como tantas otras cosas— de una decisión del poder.
La ciudad que hoy es capital de Tabasco no siempre se llamó así. Fue fundada el 24 de junio de 1564 por el español Diego de Quijada, bajo el nombre de Villa Carmona, en honor a una ciudad andaluza.
Pero los vecinos pronto comenzaron a llamarla de otro modo: San Juan Bautista, por la fecha de fundación. Era una ciudad nueva, nacida entre ríos, barro y mosquitos, a medio camino entre el control de los chontales y el apetito de los encomenderos.
Cuarenta años después, el nombre cambió para siempre.
En 1598, el rey Felipe II —el monarca más poderoso del mundo, dueño de un imperio donde nunca se ponía el sol— le otorgó a la villa un título regio y un escudo de armas. El documento decía:
“Villa Hermosa de San Juan Bautista”.
Así, con espacio entre las dos palabras.
Y con ello, la ciudad pasó a tener nombre oficial, nobleza simbólica y peso en los mapas de la Nueva España.
Villahermosa no fue elegida por capricho. En la tradición española, “villa hermosa” era una fórmula para dignificar nuevos asentamientos, para destacar su importancia política, geográfica o militar.
En este caso, también había una intención estratégica: la ciudad era la última frontera antes del Petén guatemalteco, un punto de tránsito fluvial, y sede clave para el comercio y la evangelización del sureste.
Pero el nombre aún tendría que sobrevivir al tiempo, a las inundaciones, a la Revolución y a la secularización.
Durante siglos, la ciudad fue conocida como San Juan Bautista de Villahermosa. Incluso en el siglo XIX, cuando los liberales mexicanos querían borrar rastros coloniales, el nombre seguía mezclando religión y monarquía. En un intento breve por nacionalizarla, en 1826 el gobierno local la renombró como Villa Felipe II. No duró.
🛑 LA VILLAHERMOSA QUE DESAPARECIÓ
Villa Hermosa (San Nicolás), ubicada en la provincia de Buenos Aires, Argentina, es la única de todas las Villahermosas del mundo que ya no existe como entidad reconocida.
Según registros locales, surgió como un asentamiento rural a inicios del siglo XX —entre 1900 y 1920—, a las afueras del municipio de San Nicolás de los Arroyos. Con el paso de las décadas, fue absorbida por la expansión urbana y perdió su categoría oficial.
Para 2018, el último rastro de su denominación fue eliminado de los mapas oficiales y catastros. Hoy, su nombre sobrevive únicamente en la memoria de algunos habitantes mayores y en viejas placas oxidadas de las antiguas casas de campo.
Villa Hermosa (San Nicolás) representa el otro extremo del tiempo: una comunidad que desapareció sin hacer ruido.
En 1916, el gobernador Francisco J. Mújica firmó un decreto con espíritu revolucionario: se eliminaba todo vestigio religioso del nombre. Se suprimía “San Juan Bautista” y se dejaba sólo Villahermosa, en una sola palabra.
La ciudad, como el país, nacía de nuevo.
Y aunque el nombre ya no recordara a un santo ni a un rey, siguió cargando con una promesa: ser hermosa.
Villahermosa ha tenido que lidiar con su geografía como pocas capitales mexicanas: ha sido trasladada, inundada, reconstruida y vuelta a nombrar. Ha cambiado de ubicación —de Santa María de la Victoria en la costa a la ribera del Grijalva tierra adentro— y ha resistido embates de agua, fuego, petróleo y política. Pero su nombre ha perdurado.
Hoy, Villahermosa es la única de todas las Villahermosas del mundo que es capital de un estado. También es la más poblada: más de 800 mil personas viven en su zona metropolitana. Y aunque pocos lo sepan, es heredera de una historia de siglos, que va de Felipe II al siglo XXI, y de Castilla la Nueva a la planicie tropical del sureste mexicano.
Es, literalmente, la Villahermosa mayor.
LA MÁS ANTIGUA DEL MUNDO
Villahermosa del Campo, un pequeño pueblo enclavado en las sierras de Teruel, fue fundada en el año 1205, lo que la convierte en la más antigua de todas las Villahermosas registradas en el planeta.
Su nombre evoca desde hace más de ocho siglos la belleza de sus paisajes y la tradición aragonesa que aún resiste el paso del tiempo.
Con apenas 93 habitantes en 2024, la localidad conserva su estructura medieval, su iglesia de estilo mudéjar y un aire detenido en el tiempo. Su historia, anterior al Renacimiento y al descubrimiento de América, la sitúa como la primera Villahermosa del mundo y como posible fuente inspiradora de otros nombres en ultramar.
Un título silencioso pero cargado de historia: Villahermosa del Campo no solo fue la primera. También es, en muchos sentidos, la original.
AMÉRICA DEL SUR: LA DIÁSPORA
No fue solo España. Ni fue solo México. A lo largo de los siglos XIX y XX, el nombre Villahermosa —o su variante separada, Villa Hermosa— cruzó cordilleras, entró en los registros parroquiales de pueblos nuevos, y apareció en los mapas de América del Sur, como si alguien lo llevara en la maleta con la idea de repetir un bautismo que evocara belleza… aunque muchas veces no hubiera tal.
🇨🇴 En Colombia: de “La Bonita” a Villahermosa
La historia en Colombia comienza en 1863, cuando colonos antioqueños atravesaron la cordillera Central y fundaron un caserío en las montañas del Tolima. Lo llamaron primero La Bonita. Así, sin adornos.
Era un gesto espontáneo, rural, casi poético: lo que veían les parecía bello. Pero cuando el sitio creció y fue elevado a municipio en 1887, la poesía se volvió protocolo: el gobierno eligió un nombre más “oficial”, más altisonante. La Bonita se convirtió en Villahermosa.
Hoy, este municipio de unos 10 mil habitantes sigue llevando ese nombre. Lo curioso es que en la tradición oral aún se le llama como antes: La Bonita de Lanzas. El nombre oficial parece prestado, impuesto, ajeno al habla cotidiana. Como si nunca hubiera dejado de ser lo que era: una bonita.
Un reportaje breve producido por Telemedellín (agosto 2022) que muestra la transformación del parque central de Villa Hermosa, la participación comunitaria y un ambiente vibrante, que muestra la resiliencia urbana y el alma colectiva del barrio.
🇨🇴 En Medellín: comuna con nombre aspiracional
En Medellín, Villa Hermosa no es un municipio, sino una comuna urbana. La Comuna 8 se extiende por las laderas orientales de la ciudad y alberga a más de 120 mil personas. No fue bautizada por reyes ni por decretos coloniales. Nació del crecimiento desigual, del éxodo campesino, de los desplazamientos internos.
En los años 80 y 90, miles de personas sin casa llegaron a esos cerros. Levantaron barrios con nombres soñados: Manrique, Enciso, Buenos Aires, Villa Hermosa.
Ponerle “hermosa” a un barrio levantado en la precariedad no era ironía. Era resistencia. Era decir: algún día lo será.
Hoy, Villa Hermosa es una de las zonas más populares de Medellín. Llena de contrastes, de empuje social, de orgullo barrial. La belleza, en este caso, no estaba al principio. Pero puede que llegue al final.
🏰 LAS TRES VILLAHERMOSAS MÁS ANTIGUAS
Nombre | País | Año de fundación | Población actual | Situación |
---|---|---|---|---|
Villahermosa del Campo | España | 1205 | 93 hab. | Activa |
Villahermosa del Río | España | 1243 | 490 hab. | Activa |
Villahermosa (Ciudad Real) | España | 1444 | 1,700 hab. | Activa |
Fuente: Elaboración propia con datos municipales y registros históricos.
🇨🇴 En Cartagena: de Bill Clinton a Villa Hermosa
Hay nombres que no duran. Y otros que se reescriben. En Cartagena de Indias, en el año 2000, un grupo de familias desplazadas por la violencia fundó un asentamiento irregular. Lo llamaron “Barrio Bill Clinton”, en honor al entonces presidente estadounidense, que justo ese año visitaba la ciudad. Era una ocurrencia efímera, tan simbólica como extravagante.
Pero cuando el barrio empezó a consolidarse, decidieron dejar atrás el chiste diplomático y optaron por un nombre nuevo: Villa Hermosa. Una declaración de intenciones. Una forma de borrar el origen precario y dotarse de identidad.
Hoy, ese barrio cartagenero es ejemplo de urbanización popular. Y su nombre —aunque heredado— ya no suena importado, sino propio.
🇦🇷 En Argentina: la Villa Hermosa que fue borrada
La historia más trágica, sin duda, es la de la Villa Hermosa de San Nicolás, en el norte de la provincia de Buenos Aires.
A comienzos del siglo XX, junto a una fábrica de papel y cartón, creció un caserío obrero. En 1923 un incendio destruyó la planta, pero las familias se quedaron. Años después, un empresario llamado Ángel Hermosa compró el predio, instaló una línea de transporte y reactivó la zona. En agradecimiento —y por literalidad— el lugar pasó a llamarse Villa Hermosa.
El problema fue el agua. El asentamiento estaba junto al arroyo del Medio. Cada creciente era una amenaza. Y en 2018, luego de décadas de inundaciones, el municipio tomó una decisión: demoler por completo Villa Hermosa y reubicar a las familias.
Hoy, ya no queda nada. Solo el recuerdo de un barrio que se llamó hermoso… y fue todo lo contrario.
En toda América Latina, Villa Hermosa no es solo un nombre bonito. Es un gesto. A veces es herencia; a veces es deseo. En algunos casos, es la única belleza que un pueblo o un barrio ha tenido. Y aun así —o quizá por eso mismo—, el nombre persiste.
Cada Villa Hermosa es un espejo de su tiempo. Y todas, de algún modo, reflejan algo de la Villahermosa original… aunque nunca la hayan conocido.
EL NOMBRE COMO PROMESA
En un mundo donde tantas ciudades pierden sus nombres, sus sentidos, sus raíces, hay algo profundamente humano en llamar a un lugar hermoso desde el inicio. No porque lo sea —no siempre lo es—, sino porque se espera que algún día lo sea.
Nombrar una ciudad Villahermosa es una forma de escribir el futuro en el acta de nacimiento. Es un acto de voluntad. De visión. De poesía toponímica.
En España, el nombre fue escudo feudal, carta de nobleza. En México, fue decreto real, símbolo de importancia territorial. En Colombia y Argentina, fue un gesto cotidiano, un sueño callejero, una manera de decir: este lugar merece algo mejor. Y a veces, como en el caso del barrio demolido en San Nicolás, el nombre fue lo único hermoso que le quedó a la gente.
En 2025, cuando Villahermosa, Tabasco, cumple 461 años, su nombre aún brilla. No porque no tenga problemas —los tiene y muchos—, sino porque lleva cuatro siglos escribiendo esa belleza a diario.
En sus calles, en sus parques, en su memoria viva. Aun cuando llueve sin piedad o el río amenaza con borrarla, la ciudad resiste. Y el nombre, más que un adorno, funciona como una brújula: le recuerda lo que puede ser.
Porque al final, Villahermosa no es un adjetivo. Es un destino.
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