La realidad no cambia con discursos, sino con decisiones públicas que, al tocar tierra, transforman los mapas de poder. En el sureste mexicano, particularmente en Tabasco, comienza a dibujarse un nuevo rostro en el campo: el de la mujer ganadera. No se trata de una moda, ni de una concesión.
Es una irrupción que responde al reconocimiento tardío —pero firme— del papel que ellas han jugado históricamente en las actividades productivas del sector rural, y que hoy buscan ejercer con plenos derechos, acceso a recursos y liderazgo.
Este fue el telón de fondo del Primer Simposio de la Mujer Ganadera del Sureste, realizado en la División Académica de Ciencias Biológicas (DACBiol) de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT), donde convergieron academia, gobierno, asociaciones y legisladores. El evento no solo fue un acto simbólico: funcionó como punto de inflexión en la política rural estatal y como plataforma de visibilidad y exigencia.
Quien encabezó este parteaguas fue Luisa del Carmen Cámara Cabrales, titular de la Secretaría de Desarrollo Agropecuario y Pesca (SEDAP), con una conferencia que tuvo más de mensaje político que académico: fue un planteamiento directo y estratégico, con nombre y apellido, sobre el tipo de políticas públicas que están permitiendo que más mujeres ocupen el terreno que históricamente les ha sido negado en la ganadería.
UN NUEVO ROSTRO PARA EL AGRO TABASQUEÑO
Durante su ponencia titulada “Políticas públicas para incentivar la participación de la mujer ganadera del sureste”, Cámara Cabrales fue clara: la paridad en el campo no es un discurso; es una política activa. Subrayó que la administración del gobernador Javier May Rodríguez ha tomado acciones concretas para empujar la inclusión y el empoderamiento de las mujeres rurales.
“Hoy, muchas de ellas ya tienen acceso a tierra, tecnología, capacitación, y mediante programas sociales como Viviendas del Bienestar, Pescando y Sembrando Vida o el relanzado Crédito Ganadero a la Palabra, se están viendo favorecidas. Y lo importante no es sólo que accedan a estos recursos, sino que los dirijan y multipliquen”, sostuvo.
Un dato que resonó fue que el 52% de quienes egresan y se titulan en las universidades tabasqueñas son mujeres. La cifra no es trivial: apunta a una transformación demográfica y formativa que está impactando el perfil del liderazgo rural.
CINCO PUNTOS DEL ENFOQUE DE CÁMARA CABRALES
1. Fortalecimiento institucional con perspectiva de equidad.
2. Promover el registro y actualización de la UPP para mujeres.
3. Facilitar el acceso a programas sociales con enfoque de género.
4. Capacitación técnica en producción ganadera.
5. Apoyo a liderazgo de mujeres en asociaciones y cooperativas.
Uno de los llamados más estratégicos de la funcionaria fue dirigido directamente a las mujeres del campo: actualizar su Unidad de Producción Pecuaria (UPP), un requisito indispensable para acceder al Crédito Ganadero a la Palabra, mecanismo mediante el cual el gobierno estatal busca dinamizar el crecimiento del hato ganadero.
Este llamado no es una ocurrencia burocrática. Es una invitación a formalizar su actividad para ganar visibilidad, acceso a financiamiento y, sobre todo, autonomía productiva. La regularización de la UPP, más allá del trámite, es el primer paso hacia la institucionalización del liderazgo femenino en el sector.
MUGAM: EL MÚSCULO ORGANIZADO DE LAS MUJERES GANADERAS
La organización anfitriona del simposio, la Asociación de Mujeres Ganaderas de México (MUGAM), encontró en este foro una vitrina para articular su propuesta de participación más sólida y técnica. Su presidenta en Tabasco, Violeta Romero Celestino, agradeció el respaldo institucional y delineó el objetivo central: fortalecer la presencia femenina con enfoque técnico, liderazgo y sostenibilidad.
El encuentro no se quedó en los discursos. Paneles de experiencias, conferencias y foros de diálogo dieron cuerpo al simposio. El senador Sabino Herrera, presente en el acto, reconoció el papel esencial de las mujeres del campo y reiteró que las políticas de desarrollo rural no pueden ser neutrales al género.
A diferencia de otras entidades donde el enfoque de género en el campo ha sido testimonial o marginal, Tabasco empieza a perfilar un modelo funcional de políticas rurales con perspectiva de inclusión, que reconoce y capitaliza el potencial de las mujeres en la ganadería.
Sin triunfalismos ni concesiones retóricas, el mensaje es claro: el rostro del campo está cambiando y es, cada vez más, femenino.
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Y aunque aún existen barreras —estructurales y culturales— que dificultan la equidad total, los avances registrados en programas y acceso a recursos son pasos concretos. Como periodista que ha cubierto los vaivenes del poder por décadas, puedo decir que cuando una política deja de ser consigna y se convierte en mecanismo institucional, entonces empieza a transformar realidades.
Esto es lo que está ocurriendo en el agro tabasqueño: una reconfiguración silenciosa pero sostenida, donde las mujeres ganaderas ya no esperan ser incluidas; se colocan al frente, demandan y deciden.
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