Al afirmar que Javier May será «el mejor Gobernador de Tabasco», Claudia Sheinbaum no solo lanzó un elogio hacia su aliado político, sino que situó a May en una comparación inevitable con algunos de los nombres más destacados que han marcado la historia política del estado. Esa frase, aunque cargada de intenciones positivas, levantó una pregunta: ¿qué significa realmente ser «el mejor» gobernador en un contexto donde la memoria política tiene hitos tan claros como los de Tomás Garrido Canabal, Francisco J. Santamaría, Carlos A. Madrazo y Leandro Rovirosa Wade?
Javier May enfrenta una expectativa ambiciosa. Garrido Canabal, por ejemplo, es recordado por su influencia decisiva en la transformación agraria y su autoritarismo, que dejó huellas profundas en la política y la cultura tabasqueña. Mientras que Francisco J. Santamaría, con un perfil más intelectual, se distinguió por su aporte en las letras y en la cultura jurídica, dejando un legado menos pragmático pero no menos importante. Carlos A. Madrazo, por su parte, se destacó por ser un reformista audaz y un gobernador que intentó modernizar Villahermosa, aunque su carrera fue trágicamente truncada a nivel nacional. Finalmente, Leandro Rovirosa Wade es recordado por su impulso a la infraestructura, siendo quien materializó grandes obras que aún perduran en el estado.
La vara, entonces, está alta para May, quien deberá demostrar que puede estar a la altura de estos nombres que han moldeado el imaginario tabasqueño. Sheinbaum, al colocarlo en ese pedestal, abre un espacio para la comparación con estos gigantes del pasado. Pero también, de manera más sutil, la afirmación podría generar cierto recelo con Adán Augusto López, el más reciente gobernador constitucional, antes de May, cuya gestión no es bien evaluada, además de dejarla trunca para irse a Gobernación y más tarde buscar la Presidencia, lo que coloca como un referente que no se puede pasar por alto en Tabasco.
Sin embargo, la afirmación de Sheinbaum podría interpretarse como una estrategia para proyectar a May no solo como un político hábil, sino como un gestor comprometido con la transformación de Tabasco, más allá de las comparaciones. El verdadero desafío para May no será emular a estos grandes nombres del pasado, sino demostrar que en el contexto actual de la Cuarta Transformación puede ofrecer algo distinto: un gobierno cercano al pueblo, capaz de consolidar los programas sociales y al mismo tiempo atender los problemas estructurales que siguen afectando al estado, como la violencia y el rezago económico.
El riesgo de esta apuesta, sin embargo, es que las promesas que elevan tanto las expectativas también pueden volverse en su contra si los resultados no son visibles en un plazo razonable. Tabasco, como el país entero, ya no mide solo a sus gobernantes por sus intenciones, sino por la capacidad de traducir esas intenciones en hechos concretos. Así como en su momento Madrazo no pudo completar su proyecto reformista por circunstancias externas, o Garrido Canabal fue desplazado por los cambios nacionales, May también deberá navegar en un entorno donde lo político y lo social se entrelazan de maneras complejas.
El mejor gobernador de Tabasco no será solo quien logre transformar la realidad tangible del estado, sino quien sepa manejar las expectativas que ahora, gracias a Sheinbaum, pesan sobre sus hombros.