Los 165 muertos ocurridos en Tabasco durante los primeros dos meses de la nueva administración no son solo un número; son el eco brutal de un sistema corroído por la ilegalidad y la complicidad.
No es la primera vez que el estado se encuentra atrapado en una espiral de violencia, pero sí es la primera vez que se expone con tanta crudeza el trasfondo de poder y corrupción que ha alimentado este caos.
La violencia que hoy azota a Tabasco tiene raíces profundas. Durante la administración de Adán Augusto López Hernández, emergió un grupo conocido como «La Barredora», una organización clandestina supuestamente creada desde la propia Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC).
Su propósito era contener a otros grupos criminales y garantizar el control de la plaza para administrar los delitos según los intereses del poder en turno.
«La Barredora» funcionaba como un pacto oscuro entre la ilegalidad y el poder, una herramienta clandestina que, en lugar de servir al estado de derecho, servía a intereses particulares. Pero como los monstruos de los cuentos góticos, este experimento se salió de control.
Al finalizar la administración y con la llegada de un nuevo gobierno, «La Barredora» perdió el respaldo oficial y se transformó en un ente delictivo autónomo con presencia en todo el estado.
EL ENFRENTAMIENTO POR LA PLAZA
Con la llegada del nuevo gobierno de Javier May Rodríguez y la asunción del general Hugo Chávez como secretario de Seguridad, la estructura de «La Barredora» quedó sin respaldo institucional.
Esta organización, que había sido un brazo secreto para monopolizar la delincuencia, se convirtió en un obstáculo a erradicar. Mientras el nuevo gobierno intentaba establecer un nuevo orden, «La Barredora» se transformó en un enemigo público que ya no respondía a la autoridad.
Además, el vacío de poder dejado por la pérdida del respaldo institucional fue aprovechado por el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), que comenzó a pugnar por el control territorial.
Así, Tabasco se convirtió en el escenario de una guerra entre dos grupos criminales: «La Barredora» y el CJNG, generando una espiral de violencia que alcanzó su punto álgido con la llegada de la nueva administración.
No es casualidad que en octubre de este año los homicidios hayan escalado de 21 a 68, ni que en noviembre se haya registrado un récord de 100 ejecuciones en 30 días. Las calles de Tabasco se han convertido en el campo de batalla de un conflicto que, aunque tiene nombres y apellidos, se nutre de la ausencia del estado y la ruptura del equilibrio clandestino que mantenía la violencia contenida.
¿DE QUIÉN SON LOS MUERTOS?
Los 165 muertos de estos dos meses recientes no son solo una estadística; son una pregunta que sigue sin respuesta clara: ¿de quién son los muertos? Estos hombres y mujeres son víctimas de una violencia estructural que lleva décadas gestándose en Tabasco. No nacieron con este gobierno, pero tampoco murieron solos.
Son hijos de la impunidad, de administraciones que, con indiferencia, permitieron que el crimen organizado se enraizara; son hijos de la complicidad entre empresarios que, en busca de ganancias, no repararon en el origen de los recursos que lavaban o el huachicol que compraban.
Son hijos de la pobreza, del abandono, de familias rotas por la droga, de un sistema social que no ofrece caminos de escape para quienes, en la búsqueda de un futuro, encuentran al crimen como el único empleador dispuesto.
LA HERENCIA DE LA CORRUPCIÓN
Pero la verdad es que la culpa no se reduce a una sola administración o a un solo actor. Estos muertos no tienen un único dueño, pero sí son el saldo de un sistema que ha fallado reiteradamente.
Un sistema donde las reglas han sido corrompidas y donde, durante mucho tiempo, la violencia ha sido tolerada, siempre y cuando no afectara los intereses de quienes debían garantizar la paz.
El nuevo gobierno, liderado por Javier May, recibió un estado con una doble herencia envenenada: la existencia de «La Barredora» como un actor delictivo más, y la llegada de grupos nacionales como el CJNG, que vieron una oportunidad en el caos.
A esto se suma una policía fragmentada, que en su momento estuvo alineada con la delincuencia organizada y que ahora se enfrenta a la titánica tarea de recomponer su rol institucional y luchar contra quienes antes fueron sus aliados.
LA RESPONSABILIDAD COMPARTIDA
Las acusaciones públicas de May hacia el exsecretario de Seguridad Pública, Hernán Bermúdez, y sus vínculos con «La Barredora» durante la administración de Adán Augusto López y Carlos Merino, revelan que el problema de fondo va más allá de la delincuencia común.
Se trata de un conflicto que mezcla poder, corrupción y crimen, y que amenaza con debilitar los intentos del gobierno de May por estabilizar el estado.
El reto que enfrenta Javier May es descomunal. En 48 días, su administración se ha visto acorralada por las olas de violencia y la presión mediática, que no duda en señalar las fallas del naciente gobierno.
Pero la solución no pasará simplemente por un cambio de estrategia policial, ni por aumentar el presupuesto en seguridad. La solución deberá ser integral y deberá pasar también por una sociedad que entienda que el problema de la violencia no es solo del gobierno, sino de todos los tabasqueños.
¿QUÉ HACER ANTE ESTA CRISIS?
A estas alturas, no basta con prometer mano dura o lanzar acusaciones. Los tabasqueños ya no pueden esperar décadas para que la violencia deje de marcar sus vidas. Las promesas de «cero impunidad» deben transformarse en acciones concretas, en medidas visibles que restauren la confianza pública.
Todo el equipo que está hoy al frente de la estrategia de seguridad tendrá que demostrar que tiene la voluntad y la capacidad para enfrentar tanto a los grupos delictivos como a las propias redes de corrupción enquistadas en las instituciones.
En Tabasco, la historia de la violencia no es nueva, pero la oportunidad para cambiar su curso está hoy sobre la mesa. Los muertos, esos 165 nombres que hoy llenan los titulares, son una llamada de atención, un recordatorio de que la impunidad tiene un precio y que, al final del día, el verdadero juez no será el número de patrullas desplegadas, sino la capacidad de evitar que haya más nombres que se sumen a esa lista.
No es una cuestión de «a quién culpar», sino de cómo, como sociedad, enfrentamos el monstruo que nosotros mismos hemos dejado crecer. La verdadera «barredora» que necesita Tabasco es la de la justicia, la legalidad y la acción colectiva. Porque solo entonces, podrá acabarse con este ciclo interminable de violencia y desesperanza.
¿POR QUÉ TABASCO ESTÁ EN ESTA SITUACIÓN?
- Legado de corrupción: Vínculos entre autoridades locales y grupos delictivos que se gestaron durante administraciones anteriores.
- Grupos en pugna: La lucha por el control territorial entre “La Barredora” y el CJNG ha intensificado la violencia.
- Policía fragmentada: Elementos de seguridad que estuvieron alineados con el crimen organizado y ahora enfrentan una crisis de legitimidad.
TOTAL DE HOMICIDIOS 2023 VS. 2024
Año | Homicidios Totales |
---|---|
2023 | 208 |
2024 | 715 |
HOMICIDIOS MES A MES (2023 VS. 2024)
Mes | Homicidios 2023 | Homicidios 2024 |
Enero | 20 | 60 |
Febrero | 18 | 55 |
Marzo | 17 | 70 |
Abril | 15 | 125 |
Mayo | 20 | 85 |
Junio | 25 | 90 |
Julio | 22 | 80 |
Agosto | 18 | 75 |
Septiembre | 20 | 60 |
Octubre | 21 | 68 |
Noviembre | 12 | 100 |