CDMX.— La escena parecía arrancada de un mal sueño: sirenas aullando dentro de la Cámara de Diputados, megáfonos estridentes y pancartas que interrumpieron el curso del Congreso por más de veinte minutos.
No fue un simulacro de incendio, ni un operativo de protección civil: fue el PRI desempolvando su viejo Bronx, esa ala dura y golpeadora de los noventa y dos mil que convertía el recinto en un ring.
El Congreso mexicano se transformó en una ambulancia descompuesta, donde la política se convirtió en ruido y las formas republicanas en espectáculo barato.
Hasta para sus amenazas es muy tonto @alitomorenoc
— Sin Censura (@_VicenteSerrano) September 2, 2025
“Vamos a volver a regresar” dice…
No maaaa. pic.twitter.com/SkItoe6I4g
El detonante no fue menor. Alejandro “Alito” Moreno, senador y líder nacional del PRI, lanzó un discurso no dirigido al país, sino al extranjero. Sus palabras fueron redactadas como carta de auxilio a la ONU, a Washington, al vecino incómodo de la Casa Blanca.
Pidió que el mundo viera a México como un Estado colapsado, como un país atrapado en una crisis que no existe. Fue, en los hechos, un discurso injerencista, casi de suplicante: “vengan a rescatarnos”, fue el mensaje escondido detrás de las acusaciones de “narcopolítica” y “terrorismo de Estado”.
Legisladores del PRI encendieron altavoces para interrumpir la intervención de Geovanna Bañuelos, senadora del PT, durante el arranque del segundo año de trabajos del Congreso de la Unión.
— REFORMA Nacional (@reformanacional) September 2, 2025
Minutos antes, Alejandro Moreno, "Alito", fue interrumpido por morenistas y aliados que le… pic.twitter.com/G38BOP6Zy7
MONREAL Y EL DIQUE DE LA SOBERANÍA
Ricardo Monreal, coordinador de Morena, no dudó en responder. Se paró en tribuna y con voz de hierro soltó un “No pasarán” que retumbó en las paredes. Repudió la narrativa de Moreno, la tachó de intromisión disfrazada de crítica, y puso el límite: México no pedirá permiso a nadie para resolver sus problemas.
El zacatecano supo dar vuelta al agravio: no se trataba solo de rechazar la intervención, sino de respaldar a la presidenta Claudia Sheinbaum, quien en medio de las presiones del gobierno de Donald Trump ha actuado con prudencia, inteligencia y temple.


Monreal no se detuvo en elogios huecos. Lo suyo fue un reconocimiento político: en tiempos en que Trump amenaza con convertir la frontera en campo de batalla y usar a México como moneda electoral, Sheinbaum ha mantenido la cabeza fría y el timón firme.
“Una gran Presidenta a la altura del México moderno”, dijo, y en esa frase no había adulación sino mensaje: Morena respalda a su jefa de Estado frente al chantaje externo.
Estimado y querido compañero, en ninguna parte del reglamento se prevé una situación atípica como la que aconteció. Ante ello la Presidencia del Congreso debe actuar con serenidad y escuchar el diálogo que tuvieron los coordinadores, con el afán de que la sesión pueda continuar y… https://t.co/QjQKAy1JiA
— Sergio Gutz. Luna (@Sergeluna_S) September 2, 2025
EL PRI RESUCITA EL BRONX
Fue entonces cuando el PRI decidió ensuciar la sesión. Como en los viejos tiempos de los noventa, los priistas abrieron la caja de herramientas del Bronx: sirenas, megáfonos, abucheos que en el pasado fueron usadas contra la oposición.
Por 20 minutos la Cámara se convirtió en una feria del ruido. Geovanna Bañuelos, senadora del PT, intentaba hablar, pero su voz fue ahogada por el ulular metálico de los aparatos. Era el regreso de la vieja política, la de la fuerza bruta sobre la palabra.
La senadora no se amilanó. Desde la tribuna lanzó un grito que cortó el estruendo: “¡Es un honor estar con Claudia hoy!”. Y en esa exclamación, la bancada oficialista encontró aire fresco: la protesta contra Sheinbaum se convirtió en un refrendo de apoyo.
LA IZQUIERDA SE MIRA EN EL ESPEJO
Gerardo Fernández Noroña, testigo y protagonista, no dejó pasar el atropello. Reclamó al presidente de la Mesa Directiva, Sergio Gutiérrez Luna, haberle dado la palabra de nuevo a Alejandro Moreno después del boicot.
Lo acusó de premiar a los reventadores y de debilitar la conducción del Congreso. “Permitir ese tipo de comportamientos no es imparcialidad, es debilidad”, acusó el senador.
Su enojo no era menor. Lo que estaba en juego era el respeto al recinto. El PRI había paralizado el Congreso con sirenas, había mostrado desprecio por la civilidad parlamentaria, y aun así se le entregaba de nuevo el micrófono. Para Noroña, eso equivalía a abdicar de la autoridad.
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LA DISPUTA POR EL PAÍS REAL
En el fondo, lo ocurrido en San Lázaro fue algo más que una gresca. Se trató de dos proyectos de país enfrentados. El PRI buscó que las cámaras extranjeras grabaran un México en llamas, un Estado fallido, una nación sin rumbo. Morena respondió con el blindaje de la soberanía y el reconocimiento al liderazgo presidencial que ha sorteado la crisis con Estados Unidos.
Lo que se vio en San Lázaro no es un episodio aislado: es la batalla por el relato internacional. Mientras la oposición de derecha manda mensajes a Washington y a la ONU, Morena le habla a México, a su gente, y le dice que este país se resuelve desde adentro. Y si algo quedó claro, entre sirenas, gritos y broncos espectáculos, es que la política mexicana sigue escribiéndose a golpes de metáfora y a fuerza de resistencias.
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