Descubre cómo la Feria Tabasco 2025 va más allá del folclor y la fiesta, impulsando economía, identidad y participación ciudadana en un evento que transforma lo público en motivo de orgullo colectivo.

Más que fiesta: la Feria Tabasco 2025 como espejo del ánimo social y político del estado

En Tabasco ya no se camina, se flota. La Feria Tabasco 2025 ha comenzado y lo ha hecho con una energía que va más allá del folclor y los bailables. Es una fiesta que este año carga un mensaje potente: aquí estamos, en paz, unidos y orgullosos.

Desde la elección de la Flor Tabasco, que se convirtió en pasarela de historia viva con flores de cada década presentes, hasta el inicio de actividades en el Parque Dora María, lo que se respira no es solo algarabía: es la reafirmación de algo que suele olvidarse entre tanto estruendo: que los pueblos también se reconstruyen con símbolos, rituales y alegría.

Porque sí, el evento es un escaparate para mostrar la cultura tabasqueña, la gastronomía, los productos agrícolas, las expresiones artísticas y todo lo que se presume como identidad local. Pero más allá de eso, lo que esta Feria pone sobre la mesa es una idea: la vida pública no tiene por qué ser gris, ni solo administrativa.

La política del zapateo

Desde el discurso inaugural del gobernador Javier May Rodríguez hasta los fuegos artificiales que cerraron el primer concierto en el foro “La Cultural”, la narrativa de este año está cuidadosamente tejida: una feria para todos, sin cobros excesivos, accesible y segura. ¿Demagogia? Puede ser. Pero también puede leerse como el regreso del Gobierno del Estado de Tabasco a su papel de anfitrión del pueblo, no solo de su administrador.

El anuncio de una programación gratuita, plural y diversa no es menor: en tiempos donde el entretenimiento parece privatizado, la Feria Tabasco devuelve a las familias el derecho a reunirse sin pagar por cada momento. Eso es político. Y es también económico.

Feria, economía y algo más

La derrama económica que genera la feria no se mide solo en cifras. Sí, hay hoteles llenos, fondas rebosantes y artesanos vendiendo más que en todo el mes anterior.

Pero también hay microhistorias que se replican por cientos: el grupo musical de Comalcalco que abre por primera vez un escenario grande, el emprendedor que consigue contactos nuevos para distribuir su chocolate, o la diseñadora de Jalpa que ve por fin su traje típico reconocido por turistas.

Este tipo de festividades dinamizan la economía local, pero también la autoestima colectiva. En una región donde el estigma del rezago pesa, una fiesta bien hecha puede recordarnos que aquí hay talento, creatividad y organización.

Seguridad y percepción: lo simbólico también importa

Una novedad de este año fue la apertura de la exposición militar “La Gran Fuerza de México”. Más allá de la experiencia interactiva y el simulador de tiro, la presencia del ejército en la Feria tiene lecturas complejas.

Para algunos, es sinónimo de orden; para otros, un mensaje de Estado. Pero lo cierto es que muestra un esfuerzo institucional por acercar instituciones (a veces lejanas) al ciudadano de a pie.

Y eso conecta con otro punto vital: la sensación de seguridad. Los operativos han funcionado, pero también lo ha hecho la corresponsabilidad ciudadana. La feria se siente segura no solo por los uniformes visibles, sino porque la gente la está cuidando. Esa confianza colectiva, en tiempos donde escasea, es valiosa.

María Fernanda y la belleza como causa común

Volviendo a la Flor Tabasco 2025, María Fernanda Palma Miramontes, embajadora de Balancán, representa mucho más que una corona simbólica.

Su elección, acompañada de discursos que celebran la inteligencia y la elegancia con igual peso, está redefiniendo lo que significa representar a un municipio.

En un mundo que lucha por visibilizar liderazgos femeninos auténticos, este certamen –sin ser perfecto– evoluciona. Que la ganadora sea vista como vocera del municipio y no solo como figura decorativa, dice mucho de hacia dónde se quiere llevar esta tradición.

Fiesta, comunidad y algo más profundo

La Feria Tabasco 2025 nos está recordando algo importante: que los pueblos también necesitan celebrarse para seguir caminando. Que en el reencuentro masivo se curan fragmentaciones silenciosas, y que el aplauso colectivo tiene poder.

No todo es perfecto. Hay detalles por pulir, retos por resolver y preguntas legítimas por hacer. Pero cuando se ve a las familias de Nacajuca compartir bancas con visitantes de Campeche, a los niños cantar “Aladino” en un foro al aire libre, o a los artesanos de Tenosique agotando su mercancía, es difícil no pensar que esta feria no solo entretiene: también construye.

Porque al final del día, más allá de las coronas, los discursos o los espectáculos, lo que permanece es la gente que dice: “aquí estamos, y esto también somos”.

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