El escritor cubano Leonardo Padura recibe el Doctorado Honoris Causa de la UJAT en Tabasco. Un reconocimiento a su obra, su legado y su defensa de la memoria a través de la literatura.

Crónica | Leonardo Padura en Tabasco: La literatura como territorio de libertad

En el escenario del Teatro Universitario de la UJAT, un hombre de caminar pausado y sonrisa serena recibe el aplauso de un auditorio que lo mira como si fuera un viejo amigo. Leonardo Padura, el cubano que escribe para darle voz a quienes la historia quiso silenciar, ha cruzado el Caribe hasta Tabasco para recibir el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.

El calor tabasqueño se filtra entre las rendijas del recinto y la brisa no alcanza a disipar la solemnidad del momento. El rector Guillermo Narváez Osorio, con gesto de orgullo, coloca la medalla sobre los hombros del escritor, mientras la secretaria de Cultura, Aida Elba Castillo Santiago, a nombre del gobernador Javier May Rodríguez, entrega el pergamino que lo nombra Doctor Honoris Causa.

Es un instante suspendido en el tiempo. Padura, el narrador de La Habana, el detective de la memoria histórica, el hombre que ha hecho del exilio interno su gran tema literario, recibe la ovación con la humildad de quien sabe que su mayor galardón está en sus lectores.

PADURA, EL CRONISTA DEL DESENCANTO

“Enaltecemos la inmensa contribución de un hombre cuya pluma ha desentrañado los misterios del alma humana”, pronuncia el rector.

Las palabras vuelan sobre el público como si fueran parte de una novela, como si estuvieran dictadas por el mismo Padura en un rincón de Mantilla, su barrio natal en La Habana.

Desde las primeras filas, Lucía López Coll, su esposa y primera lectora, lo observa con la ternura de quien ha leído cada una de sus páginas antes de que vean la luz del mundo. La literatura es su patria, la memoria su mapa y la nostalgia su brújula.

El escritor agradece con un discurso de esos que no necesitan adornos. Cada palabra pesa, cada frase es un testimonio. Habla del privilegio que supone la escritura en un mundo donde la verdad se desvanece con demasiada facilidad. “Para un escritor, cada adjetivo implica una elección en la que se juega la vida”, dice con voz firme.

Es cierto. Cada adjetivo, cada verbo, cada pausa en sus novelas es un acto de resistencia. Porque Padura no solo ha contado la historia de Cuba, sino la de todos los países donde la verdad se esconde entre los pliegues del poder.

LA LIBERTAD DE ESCRIBIR EN CUALQUIER ORILLA

El público lo escucha como si cada frase fuera un pedazo de su propia historia. Tabasco y Cuba se miran en el espejo de la memoria compartida, en la complicidad de dos tierras donde la literatura ha sido refugio y resistencia.

“Sabemos que los rasgos culturales entre Cuba y Tabasco son de larga data”, dice Padura, y no miente. Hay un hilo invisible que une a los tabasqueños con el Caribe, con esa manera de contar que parece un bolero largo, con ese mestizaje de sol y humedad que atraviesa la piel y la memoria.

Los aplausos se suceden. La ceremonia avanza entre discursos y reconocimientos. Se proyecta un video con la vasta obra del escritor: el Premio Nacional de Literatura de Cuba en 2012, la Orden de las Artes y las Letras que le otorgó Francia en 2013, el Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2015.

Pero el mayor reconocimiento no está en los galardones, sino en los lectores que han hecho de sus libros un refugio, un espejo, una ventana a otras realidades. “El reconocimiento más importante es el de quienes leen”, dirá Padura después, cuando las luces del teatro se apaguen y la literatura siga iluminando las sombras.

UN DOCTORADO PARA LA MEMORIA

El evento concluye con la entonación del Himno Universitario y la promesa implícita de que la UJAT seguirá siendo un espacio para la palabra y la memoria. Los estudiantes, los profesores, los poetas latinoamericanos que han viajado para la FIL UJAT 2025, todos llevan consigo la certeza de que la literatura es un territorio de libertad, incluso en tiempos de sombras.

Cuando la ceremonia termina y la multitud se dispersa, Padura se queda un instante más en el escenario, como si estuviera tomando nota mental para una futura novela. Después de todo, la literatura es su manera de entender el mundo, y en Tabasco ha encontrado otra orilla desde donde contar la historia.

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