El comandante militar de Tabasco cuestiona los datos de inseguridad del INEGI, mientras los homicidios se disparan en Villahermosa. Una mirada analítica a la brecha entre el discurso y los hechos.

Villahermosa, entre cifras y percepciones: el debate por la inseguridad y sus matices

En el mapa nacional de la violencia, Tabasco comienza a encender alertas. Lo hacen los números, lo confirman los hechos. Y, sin embargo, frente a esa realidad, la narrativa institucional no niega el fenómeno, pero sí lo pone bajo lupa: busca matices, exige rigor en las mediciones y apela al contexto como parte del diagnóstico.

El comandante de la 30 Zona Militar, Miguel Ángel López Martínez, expresó este lunes 5 de mayo su inquietud respecto a la metodología del INEGI. Aseguró que el muestreo de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) podría no representar de manera equitativa a toda la ciudad, al concentrarse en áreas con mayor vulnerabilidad social. Villahermosa encabeza ese ranking nacional con un 90.6% de percepción negativa.

“No es oficial, es mi opinión personal”, matizó el general antes de lanzar una reflexión provocadora: “¿Ustedes creen que habría un 90% de percepción de inseguridad si un millón de personas salieron al desfile o a la feria?”.

Una pregunta que no busca negar los hechos, sino señalar que la percepción también puede distorsionarse cuando se aísla de las dinámicas sociales cotidianas.

CIFRAS Y CONTEXTO INMEDIATO

Entre el 2 y el 4 de mayo, Tabasco registró nueve homicidios dolosos, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

El más grave ocurrió en Villa Parrilla, donde un comando armado irrumpió en una fiesta infantil y asesinó a cinco personas, incluyendo a un menor. Hubo además cuatro heridos. Las primeras versiones oficiales lo consideran un hecho “atípico”, sin vínculo claro con el crimen organizado. Aun así, reportes extraoficiales sugieren la posible presencia de un actor ligado al narcotráfico, en una zona donde dos cárteles disputan el territorio.

DISCURSO OFICIAL VS DATOS

El secretario de Gobierno de Tabasco, José Ramiro López Obrador, precisó que Villahermosa no ocupa el primer lugar nacional en percepción de inseguridad, sino el undécimo. Subrayó además que los delitos tienden a concentrarse en ciertos días de la semana, lo que podría permitir una respuesta táctica más afinada.

Sin embargo, el índice de homicidios ha crecido de forma sostenida. Durante el primer trimestre del año, Tabasco reportó un incremento del 107% respecto al mismo periodo de 2024, al pasar de 342 a 710 asesinatos.

El asesinato del secretario técnico del ayuntamiento de Nacajuca, Alberto Rivera, ejecutado el 30 de abril en plena vía pública, ha puesto énfasis en la necesidad de reforzar los esquemas de protección institucional y vigilancia local.

CIFRAS NACIONALES EN PERSPECTIVA

A nivel nacional, abril cerró con 1,705 homicidios dolosos, un 24% menos que en marzo. La administración de Claudia Sheinbaum acumula en siete meses 15,807 homicidios, una reducción del 6% respecto al periodo equivalente anterior. Este panorama permite ver señales alentadoras, aunque todavía frágiles.

Pero el promedio nacional esconde incrementos en ciertas entidades. Sinaloa, Guanajuato y Tabasco destacan por su repunte. El reto, entonces, está en equilibrar avances generales con respuestas focalizadas.

La idea de que “la gente sale a la calle” no busca reemplazar los datos, pero sí complejizar su interpretación: hay una sociedad que sigue activa, que se organiza, que no ha cedido el espacio público, y ese también es un dato.

PERCEPCIÓN Y REALIDAD

El 90% de percepción negativa en Villahermosa no es nuevo. Desde 2017 se mantiene en ese rango. Eso puede responder tanto a una realidad persistente como a una imagen ya instalada que se retroalimenta. En cualquier caso, hay un desafío comunicacional y estructural.

La desconfianza en las cifras o en las metodologías no cambia los hechos, pero sí puede abrir un espacio necesario para revisar cómo se mide y qué se refleja.

Tabasco enfrenta una coyuntura delicada, sin duda. Pero también muestra instituciones que no evaden el tema, que ofrecen su lectura y que, en medio del ruido, intentan sostener una narrativa que combine autocrítica con voluntad de control. Negar lo que ocurre no es opción. Pero tampoco lo es abandonar la posibilidad de responder con estrategia, orden y articulación institucional.

El debate no es sólo por los datos. Es por la capacidad de integrar diagnósticos, percepciones y realidades en una política de seguridad que no sólo contenga, sino recupere la confianza.

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