Héctor I. Tapia
Los incendios no buscaban víctimas. Las llamas no eran por venganza. Eran mensaje. En octubre de 2024, Villahermosa se convirtió en una ciudad sitiada por el miedo.
En una misma noche, automóviles ardieron en Gaviotas, negocios fueron atacados en Sauces y artefactos ponchallantas aparecieron sembrados en vialidades clave. Frente a una primaria, dejaron dos cabezas humanas junto a una manta con amenazas. El objetivo era claro: aterrar.
Durante meses, la capital de Tabasco vivió una embestida criminal que rebasó a las instituciones. La ciudadanía, replegada, aprendió a callar. El nuevo gobierno, recién asumido, enfrentaba no solo el crimen, sino una crisis de legitimidad.
Y entonces, seis meses después, ocurrió algo que parecía improbable: Villahermosa descendió del primer al lugar 13 en percepción de inseguridad, de acuerdo con la encuesta del INEGI publicada en julio. Para el gobernador Javier May, no fue coincidencia.
“Estamos en una nueva etapa, yo creo que es un momento importante”.
95.3 POR CIENTO DE MIEDO
El miedo se podía contar. A finales de 2024, el 95.3% de los villahermosinos decía sentirse inseguro, según el INEGI. Era la ciudad con mayor percepción de inseguridad en el país. Un estigma nacional.
Los números se explicaban solos: entre enero y octubre de ese año, Tabasco acumuló 715 homicidios, 243% más que el mismo periodo del año anterior. Las cifras no hablaban de percepción: hablaban de una realidad que desbordó a las familias.
El viernes 12 de enero fue un símbolo de esa espiral: siete personas asesinadas en menos de 24 horas. Narcomantas en escuelas, ejecuciones en arrancones, cuerpos en predios baldíos. Las colonias del miedo ya no eran una metáfora.
Desde la colonia Gaviotas, donde inició una gira por zonas populares, el gobernador dijo:
“Esto es resultado de lo que estamos haciendo. Vamos por buen camino”.
La mejora de la ENSU no borra lo vivido, pero sí indica que algo se está moviendo en sentido contrario al colapso.
LA HERENCIA DE LA IMPUNIDAD
El infierno que se vivía no había nacido solo. A mediados de noviembre de 2024, Javier May puso nombre al “secreto a voces”: la seguridad en Tabasco fue secuestrada desde dentro.
Acusó a Hernán Bermúdez Requena, ex secretario en los gobiernos de Adán Augusto y Carlos Merino, de estar detrás de “La Barredora”, una organización criminal con presencia territorial y respaldo policial.
En informes militares, Bermúdez figuraba como el “Comandante H”, acusado de liberar detenidos, proteger zonas y negociar con el crimen. Las denuncias públicas —y las omisiones pasadas— mostraron un sistema deliberadamente podrido.
Al asumir el cargo, May encontró una Policía Estatal rebasada: sueldos de miseria, elementos de hasta 89 años aún activos, sin tecnología ni confianza ciudadana.
“Estamos invirtiendo como nunca en la Secretaría de Seguridad… la policía estatal hoy tiene un nuevo rostro”, explicó.
La ENSU no mide culpas, pero sí consecuencias. Y el descenso en la percepción también refleja que algo se ha comenzado a desmantelar.
EL MIEDO COMO ESTRATEGIA CRIMINAL
o ocurrido en Tabasco no fue caos: fue cálculo. Las narcomantas, las cabezas humanas, los ataques simultáneos, los ponchallantas: todo parecía responder a una estrategia quirúrgica. No era matar por matar, era marcar territorio, sembrar terror y mostrar que el Estado no mandaba.
Villahermosa vivió entre octubre y enero una coreografía del miedo diseñada para paralizar. Como en Michoacán o Guerrero, el objetivo no era solo disputar rutas: era doblegar al gobierno recién llegado. Mandar un mensaje.
El gobernador Javier May, sin nombrar pactos anteriores, afirmó:
“Estamos en una etapa de coordinación inédita… con el respaldo de la presidenta Claudia Sheinbaum, la Marina, la Sedena, la Guardia Nacional”.
La percepción de inseguridad —que alcanzó su punto más alto cuando el Estado parecía ausente— comenzó a caer cuando el Estado regresó. No con discursos, sino con operaciones. El miedo dejó de tener el monopolio del espacio público.
Los paralelismos con Michoacán y Guerrero son inevitables: ahí, como en Tabasco, los cárteles no solo buscaban rutas o plazas, sino algo más delicado: doblegar al gobierno. El objetivo no es derrocarlo, sino hacerle sentir que no gobierna, que el territorio responde a otros códigos y otras autoridades.
La pregunta que flotó esos meses fue brutal: ¿se trataba de una reacción ante el nuevo gobierno o de una ofensiva cuidadosamente calculada para debilitarlo desde su primer día? ¿Querían los grupos criminales “acalambrar” a May antes de que tomara el control?
Si así fue, eligieron el momento perfecto y los instrumentos precisos. Porque nada erosiona tanto la legitimidad de un gobierno como la certeza de que no puede protegerte.
CÓMO SE EMPEZÓ A ROMPER EL CICLO
Recuperar el control no fue sólo cuestión de fuerza. Requirió desmontar inercias y renovar instituciones. La administración estatal ejecutó una estrategia de tres ejes: territorio, estructura y comunidad.
En el frente interno: relevo generacional en la policía, plan de retiro voluntario, salarios que pasaron de $8,267 a $17,359 pesos mensuales, inversión tecnológica, dignificación del servicio.
En el frente externo: más de una tonelada de droga decomisada, detención de generadores de violencia y operativos coordinados.
“Hemos dado datos de cuántos generadores de violencia han sido detenidos”, afirmó el gobernador.
Y en el tejido social, la apuesta fue clara: Sembrando Vida, Pescando Vida, créditos ganaderos, becas digitales, viviendas rurales, atención a jóvenes.
La ENSU lo confirma: la percepción bajó más de 12 puntos en seis meses, del 95.3% al 83%. No es un milagro. Es una curva. Y ese descenso comenzó cuando el gobierno se metió a fondo donde antes se evitaba entrar.
“Estamos atendiendo las causas, trabajando todos los días para mejorar la seguridad”, dijo May.
EL ESTADO RECUPERA LA NARRATIVA
Javier May entendió algo que muchos políticos ignoran: quien no habla, pierde. El silencio institucional había sido una forma de complicidad. Por eso, cuando nombró públicamente a los responsables de la violencia, rompió un cerco.
“Todos saben quién comandaba La Barredora”, dijo, mirando a las cámaras.
Conferencias, giras en colonias, reportes públicos, declaraciones estratégicas. El gobierno no solo actuó: comunicó. Y eso también modificó la percepción.
La ENSU no mide el miedo con armas, sino con preguntas. Y la gente respondió distinto porque el gobierno se volvió visible, caminó en colonias, invirtió en servicios, y habló con claridad.
El dato de junio es mucho más que una cifra: es la ruptura de una narrativa donde el crimen había tenido la última palabra. Hoy, el Estado la disputa.
CÓMO SE EMPEZÓ A ROMPER EL CICLO
Romper ese ciclo no fue inmediato. Mientras en las calles se desplegaban patrullajes mixtos, sobrevuelos militares y retenes nocturnos, desde el interior del gobierno se emprendió una tarea más compleja: rearmar el Estado, recuperar su presencia, su narrativa y su eficacia.
Javier May comenzó por la raíz: anunció un plan de retiro voluntario para policías de edad avanzada —algunos con más de 70 años en activo— y prometió un relevo generacional completo. En paralelo, ordenó un aumento de más del 50% al salario policial, que pasaría de 8,267 a 17,359 pesos mensuales, con un bono adicional para quienes adoptaran el modelo 24×24.
La Secretaría de Seguridad fue fortalecida con tecnología, dignificación del mando y filtros de confianza. Pero también con algo menos visible y más político: una línea institucional clara que rompió con el pasado de impunidad. Ya no se toleraría la colusión ni el silencio.
En tierra, se ejecutaron operativos conjuntos con fuerzas federales. En pocos meses, más de una tonelada de droga fue decomisada solo en el municipio de Centro. Se detuvo a presuntos generadores de violencia. Se volvió a pisar donde antes no entraban ni patrullas.
Y a la par del brazo armado del Estado, empezó a caminar el brazo social: programas como Sembrando Vida estatal, Pescando Vida, las Tandas del Bienestar y campañas de prevención de adicciones en escuelas buscaban no solo contener la violencia, sino desactivar su origen.
El mensaje era claro: el Estado no solo respondía con fuerza, sino con alternativas.
EL MIEDO RETROCEDE, PERO NO HA TERMINADO
Hoy, Villahermosa ya no es la ciudad más temida de México. Ha caído al lugar 13 en percepción de inseguridad. La cifra es buena. La noticia, alentadora. Pero también es frágil.
Porque aunque el dato oficial marca un descenso, el 83 por ciento de los habitantes aún se sienten inseguros. El miedo no se disuelve con estadísticas. Se va lentamente, cuando las balaceras dejan de ser rutina, cuando las narcomantas desaparecessn, cuando el Estado vuelve a ocupar las esquinas que abandonó.
Tabasco ha dado pasos importantes. Ha enfrentado a sus fantasmas, ha roto con pactos silenciosos, ha tocado fibras que antes ni se nombraban. Pero aún queda la cicatriz del terror reciente, y la amenaza latente de su regreso. El crimen no ha sido vencido: ha sido contenido, desarmado parcialmente, desplazado de la narrativa.
Los policías del pasado: entre la jubilación y el silencio
Cuando Javier May asumió la gubernatura, encontró un dato revelador en la nómina de la Policía Estatal: un agente de 89 años seguía en activo. No era una anécdota aislada. Más de una decena de elementos superaban los 70 años. Muchos habían eludido el retiro por años. Otros simplemente se negaban a soltar el uniforme.
El estado estaba en manos de una corporación envejecida, mal pagada, sin condiciones mínimas para enfrentar a un crimen cada vez más violento y sofisticado. Tabasco ocupaba el último lugar nacional en salario policial: 8 mil 267 pesos mensuales. Era una cifra ofensiva frente a las tareas asignadas.
En diciembre de 2024, el gobierno anunció un plan de retiro voluntario para renovar la fuerza policial y un incremento salarial que llevaría el ingreso base a 17 mil 359 pesos, con un bono extra para quienes trabajaran bajo el modelo 24×24.
Javier May y su gobierno enfrentan ahora el tramo más difícil: convertir la contención en confianza, la reacción en estrategia duradera. El descenso en la percepción no es el final, es apenas el umbral.
Lo que viene es demostrar si esta vez el miedo se fue para no volver. O si solo nos está dando un respiro.
EL MIEDO RETROCEDE, PERO NO HA TERMINADO
Hoy, Villahermosa ya no es la ciudad más temida de México. Ha caído al lugar 13 en percepción de inseguridad. La cifra es buena. La noticia, alentadora. Pero también es frágil.
Porque aunque el dato oficial marca un descenso, el 83 por ciento de los habitantes aún se sienten inseguros. El miedo no se disuelve con estadísticas. Se va lentamente, cuando las balaceras dejan de ser rutina, cuando las narcomantas desaparecessn, cuando el Estado vuelve a ocupar las esquinas que abandonó.
Tabasco ha dado pasos importantes. Ha enfrentado a sus fantasmas, ha roto con pactos silenciosos, ha tocado fibras que antes ni se nombraban. Pero aún queda la cicatriz del terror reciente, y la amenaza latente de su regreso. El crimen no ha sido vencido: ha sido contenido, desarmado parcialmente, desplazado de la narrativa.
Javier May y su gobierno enfrentan ahora el tramo más difícil: convertir la contención en confianza, la reacción en estrategia duradera. El descenso en la percepción no es el final, es apenas el umbral.
Lo que viene es demostrar si esta vez el miedo se fue para no volver. O si solo nos está dando un respiro.
El legado de ‘Comandante H’: cuando el miedo tenía uniforme
A finales de 2024, el gobernador Javier May pronunció una frase que sacudió a Tabasco: “Todos saben quién comandaba ‘La Barredora’”.
No mencionó nombres. Pero todos entendieron. Se refería a Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad Pública durante los gobiernos de Adán Augusto López y Carlos Merino. En informes militares lo llamaban “Comandante H”.
Según filtraciones de inteligencia y reportes de medios nacionales, Bermúdez habría sido el verdadero operador político de una organización criminal con control territorial y vínculos directos con mandos policiales.
Permitía la liberación de detenidos, protegía rutas de extorsión, y habría mantenido una red de protección en municipios clave.
“El que niega la existencia de los cárteles en Tabasco es parte del problema”, respondió un general, luego de que Bermúdez negara la existencia de La Barredora en 2022, acusando a los medios de exagerar.
En 2025, una ficha roja de Interpol fue girada contra él. Había huido. El uniforme que debía proteger a Tabasco, según los reportes, había servido para someterlo.
Hoy, su sombra sigue presente. Y su caída, más que judicial, es simbólica: representa el final de una etapa donde el crimen se camuflaba de autoridad.
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