La detención en Texas de Carlos Treviño Medina, exdirector de Pemex, reabre el caso Odebrecht. El gobierno mexicano busca su deportación para juzgarlo, mientras su defensa alega un conflicto migratorio y cuestiona la solidez de las acusaciones.

Treviño: la captura que cruza fronteras y viejas lealtades

CDMX.— En la trama interminable de Pemex, cada capítulo parece escrito para un guion donde el poder y la corrupción se dan la mano.

Ayer, desde la conferencia mañanera, Claudia Sheinbaum confirmó que Carlos Treviño Medina, último director de la petrolera en el sexenio de Enrique Peña Nieto, fue detenido en Estados Unidos. La presidenta aseguró que será deportado a México para enfrentar la justicia por el caso Odebrecht.

Era un nombre que, desde 2021, flotaba entre órdenes de aprehensión, denuncias cruzadas y el polvo acumulado de un expediente que huele a política y negocios intocables.

La historia oficial dice que su captura obedece a una solicitud de extradición vigente desde hace cinco años. La versión de su defensa es otra: un problema migratorio, “una confusión” que lo mantiene en un centro de detención en Texas, mientras aguarda que un juez revise su situación.

UN EXPEDIENTE MARCADO POR ODEBRECHT

Treviño llegó a la dirección general de Pemex en noviembre de 2017. Su mandato fue breve, pero el peso de las acusaciones lo arrastró años después. Emilio Lozoya, su antecesor y hoy testigo de cargo, lo señaló de recibir sobornos por 4 millones de pesos para favorecer el contrato de la planta Etileno XXI, operada por Braskem, filial de Odebrecht.

En la denuncia original de agosto de 2020, Lozoya incluyó a exsecretarios de Estado y a Treviño en un esquema de pagos por más de 12 millones de pesos, supuestamente autorizados por la administración de Peña Nieto para garantizar la continuidad del proyecto. El caso, aunque anterior a la reforma energética, se tejió entre los sobornos a legisladores para aprobarla.

EL QUIEBRE CON LA JUSTICIA MEXICANA

En septiembre de 2021, Treviño fue citado a audiencia por asociación delictuosa y lavado de dinero. No se presentó. Un juez federal giró orden de aprehensión. Desde entonces, el ingeniero regiomontano se convirtió en prófugo. Instalado en Texas desde hace cuatro años, solicitó asilo político y consiguió empleo.

Según su abogado, su estatus era legal, la ficha roja había sido cancelada y no existía una orden de detención provisional con fines de extradición activa en Estados Unidos.

La defensa no descarta un trasfondo político: la captura ocurrió el mismo día que México expulsó a 26 connacionales reclamados por narcotráfico. “Moneda de cambio”, denunció su representante legal.

EL FACTOR SHEINBAUM Y EL MENSAJE POLÍTICO

Para el gobierno federal, la detención envía una señal de combate a la impunidad: cerrar el cerco sobre los personajes ligados al mayor escándalo de corrupción en América Latina. Sheinbaum dijo que pedirá a la FGR transparentar todos los delitos que se imputan a Treviño.

Pero el caso también puede convertirse en un terreno resbaladizo: las acusaciones dependen casi por completo de los dichos de Lozoya, un testigo cuya credibilidad ha sido cuestionada por sus beneficios judiciales. Llevar a Treviño a juicio en México será un pulso entre el valor político de la captura y la fragilidad probatoria del expediente.

UNA SOMBRA QUE RECORRE TRES SEXENIOS

Treviño no es un improvisado. Formado en el Tec de Monterrey, con maestrías en administración y ciencias, trabajó con dos presidentes y ocupó cargos estratégicos en la Secretaría de Energía, Economía y la Presidencia. Su paso por Pemex coincidió con el ocaso del priismo en Los Pinos, pero su nombre se volvió munición para la narrativa del nuevo poder: la corrupción del viejo régimen.

El abogado de Treviño asegura que, si México solicita formalmente la extradición, será negada por un juez estadounidense: “La denuncia de Lozoya no resiste la mínima revisión”. Mientras tanto, el exdirector espera en Texas una resolución migratoria que podría definir si vuelve a México esposado o como hombre libre.

En el fondo, la detención expone la anatomía de un caso que nunca ha dejado de ser político. Odebrecht sigue siendo el espejo incómodo en el que se reflejan tres administraciones y un país que, entre promesas de justicia, no termina de cerrar sus heridas.

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