Claudia Sheinbaum presenta su Primer Informe presidencial, marcando rumbo político y desafíos inmediatos.

Silencio de AMLO marca el escenario del Primer Informe de Claudia

CDMX.— A unas horas de rendir su Primer Informe de Gobierno, la presidenta Claudia Sheinbaum encara el reto de presentarse como la dueña del escenario político. El detalle que ha capturado la atención es la ausencia de Andrés Manuel López Obrador.

Ella misma lo explicó con sencillez: no lo invitó porque él decidió no tener vida pública tras dejar el poder. Esa ausencia es tan elocuente como su presencia lo fue durante décadas.

La decisión encierra un filo simbólico: López Obrador se funde en el retiro y abre la cancha a su sucesora. El mensaje es doble: primero, cumple su palabra y se convierte en un expresidente distinto, alejado del reflector. Segundo, Claudia se afirma. La tribuna ya no se comparte, ni siquiera con el fundador.

Pero el silencio también es un riesgo. Cada ausencia del tabasqueño reaviva la disputa sobre su legado: ¿se agranda el mito en la distancia o se diluye al dejar de estar en la conversación pública?

La lectura más inmediata es estratégica: Sheinbaum blinda a AMLO de la coyuntura y carga sola con los costos y aciertos de la gestión. Y lo más trascendente: México vive un parteaguas histórico. Por primera vez, un ex presidente parece cumplir con el retiro absoluto, algo inédito en la política nacional.

La postal es clara: él escribe sobre la cultura maya; ella redacta la historia inmediata del poder. Con esa ausencia, Sheinbaum se queda sola en la arena, con todo el peso y toda la responsabilidad. Su Informe será, en ese sentido, el primer capítulo de su Presidencia en tiempo presente.

PRESIÓN EXTERNA

El mayor desafío del primer año no surgió en el Congreso ni en Morena, sino en Washington. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca impuso una agenda áspera en tres llaves: narcotráfico, migración y comercio.

Desde los primeros meses, el republicano exigió resultados inmediatos: desplegar la Guardia Nacional en la frontera, detener caravanas, aceptar cuotas de agua en plena sequía y pagar el costo de nuevos aranceles.

Las amenazas fueron directas. Trump amagó con ingresar tropas a México bajo el argumento de combatir a cárteles considerados terroristas. Incluso lanzó descalificaciones personales contra la mandataria, a quien acusó de “tener miedo a los cárteles”.

Lejos de caer en la provocación, Sheinbaum optó por la cautela y la cabeza fría. En la práctica, esa prudencia evitó un choque frontal y permitió mantener vivo el T-MEC, aunque México paga todavía tarifas altas en acero, aluminio y sector automotriz.

La relación ha sido de fricciones, pero también de resultados. Nueve llamadas telefónicas entre ambos mandatarios muestran la tensión y el forcejeo, pero también revelan la voluntad de sostener un equilibrio. A cambio de extradiciones y cooperación en seguridad, México ha logrado contener la embestida arancelaria. En la prensa internacional, la presidenta ha sido reconocida por mantener a raya al magnate sin romper la interlocución.

El Informe encontrará a Sheinbaum en un momento clave: con Trump dispuesto a subir las tarifas si no se intensifica la cooperación antidrogas, y con la visita próxima del secretario de Estado, Marco Rubio.

Lo que ocurra en esa relación será decisivo para el rumbo de su sexenio. Y lo cierto es que, en este primer año, el país evitó un escenario de confrontación que parecía inevitable.

SEGURIDAD: ADIÓS A LOS ABRAZOS

Si algo distingue el arranque de Sheinbaum es el giro en la estrategia de seguridad. Sin proclamas ruidosas, el gobierno dejó atrás la consigna de “abrazos, no balazos” y emprendió una política más activa contra el crimen organizado. El resultado más visible es una reducción del 25 por ciento en los homicidios dolosos respecto al último tramo de López Obrador.

La presidenta apostó por operaciones selectivas, golpes estratégicos a estructuras criminales y mayor coordinación en inteligencia. El cambio no se anunció en conferencias, pero se reflejó en cifras y en capturas relevantes.

El déficit, sin embargo, sigue siendo profundo: la crisis de desapariciones permanece como una herida abierta, y el delito de extorsión muestra una tendencia creciente que erosiona la vida cotidiana de comerciantes, transportistas y familias en distintos estados.

El mapa de la violencia es desigual. Guanajuato, Chihuahua, Sinaloa, Baja California, Guerrero, Michoacán y Estado de México concentran más de la mitad de los asesinatos. Tabasco y CDMX también superan la media nacional. El Informe exhibirá el contraste: éxito relativo en homicidios, retrocesos en extorsión y un desafío monumental en la reconstrucción de capacidades locales de justicia.

El viraje de Sheinbaum en seguridad tiene una doble lectura: responde a la urgencia interna y también a la presión externa de Trump. Es, quizá, el cambio más relevante respecto a la administración pasada, aunque sus resultados de largo plazo todavía están en disputa.

MORENA Y LOS VICIOS DEL PODER

El segundo piso de la 4T no solo enfrenta desafíos externos. También lidia con los excesos de su propio partido. Morena, bajo el manto de López Obrador, fue cohesión y disciplina. Bajo Sheinbaum, la narrativa se fractura: dirigentes y cuadros se ven envueltos en viajes de lujo, desplantes de poder y disputas internas.

El caso de Andy López Beltrán, con sus vacaciones en Tokio y gastos en cenas y hoteles, es el ejemplo más sonado. También está Ricardo Monreal, captado en hoteles de lujo en Madrid. Y en paralelo, el desgaste de Adán Augusto López, vinculado al caso de La Barredora y Hernán Bermúdez en Tabasco, un asunto que no deja de generar ruido político.

Frente a esos episodios, la presidenta impuso un decálogo ético: no a los lujos, no a la parafernalia del poder, no a la corrupción ni al influyentismo. Es un recordatorio de que el partido debe someterse al Estado y no al revés.

La gran pregunta es si ese llamado a la disciplina tendrá efecto o si Morena, como otros partidos en el pasado, terminará traicionando sus principios fundacionales.

El Informe, más allá de los anuncios, será una prueba de coherencia política. Sheinbaum necesita que su gobierno no pague el costo de los excesos de su partido.

EL FUTURO ECONÓMICO

La presidenta recibió un país con deudas y proyectos que son tanto emblema como lastre. Pemex arrastra adeudos por más de 400 mil millones de pesos a proveedores y pasivos que rebasan los 80 mil millones de dólares. La administración ha tenido que recurrir a emisiones de deuda y a instrumentos de apoyo financiero para mantener la operatividad.

El Tren Maya, la obra más emblemática del sexenio anterior, opera con subsidios millonarios y sin generar ingresos suficientes. El gobierno promete rentabilidad hacia 2030.

En materia social, los saldos son más favorables: la pobreza disminuyó en casi siete puntos gracias a aumentos salariales y continuidad de programas sociales. Sin embargo, el sistema de salud sigue bajo presión: desabasto intermitente, cobertura fragmentada y enormes pendientes en atención primaria.

El desafío de Sheinbaum es sostener los avances en bienestar mientras administra los costos de proyectos heredados. El Informe servirá como vitrina para mostrar equilibrio: reconocer las herencias, pero proyectar que se avanza hacia un modelo económico más estable y con justicia social.

RUTA DEL SEGUNDO AÑO

En resumen, el primer año de gobierno se define por cuatro vectores: independencia frente a AMLO, prudencia con Trump, ajuste en seguridad y disciplina a Morena. La postal de este domingo 31 de agosto en Palacio Nacional lo resume: Sheinbaum al teléfono, trabajando, con la memoria del 2006 en el muro, cuando doña Rosario Ibarra de Piedra colocó la banda como “presidente legítimo” a Andrés Manuel López Obrador, con Sheinbaum como testigo. 

El Informe será menos un acto protocolario y más una declaración de rumbo. Sheinbaum debe convencer que no solo es la heredera de un proyecto, sino la arquitecta de su propio tiempo político. El silencio de AMLO, el desafío de Trump, la violencia interna y las tentaciones del partido forman el marco de su primera gran prueba.

El segundo año será decisivo: consolidar la baja en homicidios, frenar la extorsión, encarrilar a Pemex y al Tren Maya, aterrizar las reformas judiciales y mantener estable la relación con Washington. El margen de error es estrecho, pero la presidenta llega con una base política sólida y con el espacio abierto para escribir su propia narrativa.

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