Senado en vilo: el caso Bermúdez sacude a Morena

CDMX.— En política, el silencio casi siempre es una confesión. Por eso, lo que más ha pesado en el escándalo del exsecretario de Seguridad Pública de Tabasco, Hernán Bermúdez Requena, no ha sido el ruido de las denuncias, las fichas rojas de Interpol o los bloqueos financieros.

Ha sido el mutismo de Adán Augusto López Hernández, coordinador de los senadores de Morena, y artífice del ascenso de Bermúdez en la seguridad tabasqueña.

La omisión no es menor: mientras la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) congela cuentas, se revelan redes de apuestas ilegales, y caen operadores criminales en Paraguay y Guadalajara, el exgobernador de Tabasco guarda un silencio que se vuelve insostenible en el seno mismo de su bancada.

COSTOS DEL SILENCIO

Al interior del Senado, la incomodidad es creciente. Legisladores de Morena —como Lilia Valdez o Manuel Huerta— han empezado a marcar distancia. El respaldo inicial promovido por la senadora Guadalupe Chavira se diluyó con los días. Lo que comenzó como una defensa corporativa terminó en una procesión de cautela.

El problema no es solo de percepción. La campaña mediática que, según Huerta, ha “zangoloteado” al movimiento, no surgió de la nada: se alimenta de omisiones, de la falta de respuesta, del eco que produce un liderazgo que se niega a explicar su responsabilidad política en el nombramiento de un personaje que hoy es prófugo internacional.

Y ese eco, cada día, suena más a advertencia.

EL EFECTO DOMINÓ

La gravedad del caso no solo radica en los delitos que se imputan a Bermúdez: asociación delictuosa, secuestro, extorsión y vínculos con el grupo criminal La Barredora. Lo verdaderamente corrosivo para Morena es lo que el caso insinúa: un modelo de seguridad que —en Tabasco— fue entregado al crimen organizado con el aval de un liderazgo hoy encumbrado en el Senado.

El bloqueo de cuentas bancarias, los vínculos de la familia Bermúdez con las casas de apuestas Crown City y CityBets, las transferencias bancarias atípicas, la expansión internacional de su red desde 2011, y la reciente detención en Paraguay de un sobrino del exfuncionario, dibujan un entramado que desborda Tabasco.

En ese contexto, la posición de Adán Augusto es cada vez más frágil. No enfrenta, como bien recordó Gerardo Fernández Noroña, una acusación formal. Pero sí una responsabilidad política que crece al ritmo en que se acumulan los hallazgos de las autoridades federales.

CLAUDIA SHEINBAUM MARCA LÍNEA

Desde Palacio Nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum ha buscado establecer un nuevo tono: “el poder se ejerce con humildad”, dijo tras ser cuestionada sobre legisladores vacacionando en Europa.

Aunque el tema era otro, el mensaje pareció tener destinatarios claros: nadie, ni en el Senado, ni en la vieja guardia de Morena, está por encima de la evaluación ciudadana.

Al respaldar el trabajo de la UIF, de la Secretaría de Gobernación y de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, Sheinbaum refuerza la narrativa de cero impunidad, aun si eso implica tensar la relación con antiguos aliados del obradorismo.

Porque si algo ha demostrado el caso Bermúdez es que la corrupción no solo daña: también deslegitima.

UN PARTEAGUAS EN MORENA

El desenlace está aún por escribirse, pero las señales son inequívocas. En lo jurídico, el cerco se cierra: con la detención de Ulises Pinto Madera, segundo al mando de La Barredora, y el rastreo de capitales vinculados a Bermúdez, las autoridades avanzan.

En lo político, Morena enfrenta un dilema interno: ¿hasta dónde asumir el costo de proteger a uno de los suyos?

La respuesta no solo marcará el destino de Adán Augusto en el Senado. También será una prueba de coherencia para la 4T en su etapa de consolidación.

En política, el desgaste no se anuncia: se acumula. Y el caso Bermúdez ha dejado claro que lo que parecía un escándalo local ya es una crisis nacional.

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