Análisis del caso Nacajuca: tras la infiltración de la policía municipal y el asesinato del secretario del Ayuntamiento, el alcalde Roberto Ocaña enfrenta la crisis con acciones visibles, depuración y respaldo a las víctimas.

Nacajuca enfrenta la crisis con firmeza: crimen, luto y un gobierno que da la cara

NACAJUCA.— En Nacajuca, Tabasco, la realidad golpeó donde más duele: en el corazón del gobierno municipal. El asesinato de Alberto Rivera Rivera, secretario del Ayuntamiento, marcó el punto más doloroso de una crisis que ya traía señales claras: una policía infiltrada por el crimen organizado, una red desarticulada en un rancho y un municipio obligado a responder rápido o ser rebasado.

Pero lo que podría haberse convertido en un escenario de negación o parálisis institucional, ha encontrado en el Ayuntamiento —y en particular en el alcalde Roberto Ocaña— una respuesta inusual: afrontar el problema, reconocer su gravedad y tomar decisiones con sentido de responsabilidad pública.

El homicidio de Rivera no ocurrió en el vacío. Apenas en febrero, un cateo en la ranchería El Hormiguero reveló lo impensable: 14 policías municipales y dos funcionarios públicos fueron detenidos con armas y drogas, en un operativo encabezado por la FGR, Guardia Nacional y Policía Estatal.

NACAJUCA: CRISIS Y RESPUESTA INSTITUCIONAL

Policías detenidos: 14 municipales
Funcionarios detenidos: 2 del Ayuntamiento
Delitos imputados: Narcomenudeo y portación de armas
Medida cautelar: Prisión preventiva justificada
Asesinado: Alberto Rivera Rivera, secretario del Ayuntamiento
Reacción del alcalde: Homenaje público, apoyo a familia, entrega de patrullas
Seguridad actual: A cargo de Policía Estatal

Los detenidos fueron vinculados a proceso por narcomenudeo y portación de armas. La Fiscalía General del Estado impuso prisión preventiva, mientras el gobernador Javier May confirmó que todos estaban sujetos al proceso judicial.

Frente a esta sacudida, la respuesta del Ayuntamiento no fue el silencio ni la evasión.

UN ALCALDE QUE DA LA CARA

Roberto Ocaña no optó por la negación ni por esconder la crisis bajo alfombra. Reconoció públicamente la gravedad del momento, rindió homenaje a su colaborador asesinado, pidió un minuto de silencio y uno de aplausos, y refrendó el compromiso del Ayuntamiento con la seguridad del municipio.

Durante la entrega de nuevas patrullas a la Dirección de Seguridad Pública Municipal, Ocaña envió un mensaje claro: “Este hecho tan lamentable nos obliga a redoblar esfuerzos… La seguridad no es sólo un reto técnico, es un compromiso moral con nuestra gente”.

En momentos en los que otros municipios optan por la opacidad o el repliegue, Nacajuca muestra un gobierno municipal que, aun golpeado, elige enfrentar y reconstruir.

El alcalde también se reunió con la familia de Rivera Rivera y garantizó que el gobierno local acompañará a los deudos con apoyo legal, logístico y económico, lo que refleja no solo sensibilidad institucional, sino la decisión de mantener cercanía con la comunidad incluso en tiempos de violencia.

RECONSTRUIR SOBRE RUINAS

Hoy Nacajuca no cuenta con fuerza municipal activa: el cuerpo de policías está en proceso de depuración y su vigilancia ha sido asumida por la Policía Estatal. Esto plantea un reto de enorme dimensión, pero también una oportunidad: la posibilidad de reconstruir una policía desde cero, con filtros de confianza, protocolos claros y supervisión real.

En este contexto, el Ayuntamiento ha comenzado a trabajar en conjunto con instancias estatales y federales. No se ha cerrado al escrutinio, ni ha pretendido deslindarse de lo ocurrido. Por el contrario, Ocaña ha reiterado que “la seguridad pública, por ley, es competencia municipal, y no vamos a rehuir esa responsabilidad”.

Este tipo de afirmaciones son poco comunes en un entorno donde la captura institucional ha sido normalizada, y por eso destacan. El alcalde no niega la crisis, pero sí plantea un camino de respuesta.

UNA NARRATIVA DIFERENTE EN EL SUR

Mientras otros municipios en crisis optan por esconder sus problemas o minimizar la violencia, en Nacajuca el dolor fue transformado en respuesta institucional. Aún falta mucho: esclarecer el móvil del asesinato, sancionar penalmente a los policías coludidos, y diseñar una nueva arquitectura de seguridad.

Pero haber enfrentado el colapso sin cinismo, haber rendido homenaje a los caídos y continuar con acciones tangibles —como la entrega de patrullas y el acompañamiento a las víctimas— no es poca cosa.

En un país con cientos de alcaldes intimidados, silenciados o ausentes ante la violencia, Roberto Ocaña ha optado por dar la cara. Y eso, en sí mismo, es ya una postura política.

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