KANANASKIS.— La narrativa internacional está plagada de grandes discursos sin acciones concretas, de liderazgos que privilegian la imagen sobre las propuestas.
En este contexto, la participación de Claudia Sheinbaum en la cumbre del Grupo de los Siete (G-7) rompe el molde tradicional: no acudió sólo a escuchar ni a refrendar posturas diplomáticas de manual, sino a llevar una agenda propositiva que busca posicionar a México como una voz de paz, justicia y equilibrio económico global.
La propuesta central de Sheinbaum —una Cumbre Mundial por el Bienestar Económico— no es una simple ocurrencia retórica. Tiene trasfondo, dirección y está anclada en la historia diplomática de México: una tradición de pacifismo activo, de solidaridad internacional y de respeto a la soberanía.
En tiempos de creciente polarización global, con democracias tensadas y conflictos armados abiertos, proponer que la paz no sólo consiste en la ausencia de guerra, sino en la presencia de justicia social, oportunidades equitativas y cooperación recíproca, es una definición potente que interpela a los gigantes económicos.
DIPLOMACIA SIN SUBORDINACIÓN
La Presidenta fue clara: el G-7 no debe limitarse a ser un club cerrado de potencias, sino convertirse en un espacio de responsabilidad compartida. La enunciación no es menor.







En diplomacia, las palabras trazan líneas de acción, y Sheinbaum apuesta por una geometría más horizontal del poder global. Esa mirada reformista se nutre también de una realidad doméstica: México está obligado a diversificar alianzas y ampliar su margen de decisión frente a potencias que tradicionalmente han condicionado sus vínculos bilaterales.
Desde esa lógica, resulta significativa la llamada con Donald Trump, quien canceló su encuentro presencial con Sheinbaum por la emergencia en Medio Oriente. La conversación fue descrita como “muy buena” por ambas partes, aunque sin detalles concretos.
Lo sustantivo no está en el contenido revelado, sino en el gesto: Estados Unidos reconociendo la interlocución de una presidenta mexicana que busca equilibrar la agenda bilateral desde un tono firme pero cooperativo.
MIGRANTES, DIGNIDAD Y ECONOMÍA
Uno de los puntos más relevantes de su intervención fue la defensa de los derechos de los migrantes, especialmente de los mexicanos en Estados Unidos.
No se trató sólo de una declaración emotiva, sino de una reivindicación económica: los migrantes contribuyen al PIB de los países receptores, pagan impuestos y asumen responsabilidades.
Ese enfoque, a medio camino entre el reconocimiento humanista y el pragmatismo fiscal, coloca a México como vocero de millones de desplazados por necesidad.
No hubo acusaciones abiertas, pero el mensaje fue contundente: “el fin último es que las personas tengan bienestar en sus lugares de origen”.
Los migrantes deben ser reconocidos, no discriminados”.
La paz no es solo ausencia de guerra, sino justicia”.
El G-7 debe ser un espacio de responsabilidad compartida”.
Con ello, Sheinbaum pone sobre la mesa una discusión ignorada en las grandes cumbres: las causas estructurales de la migración, y la necesidad de que los países ricos contribuyan al desarrollo equitativo, en vez de blindar sus fronteras.
ENCUENTROS QUE TRAZAN FUTURO
La agenda de Sheinbaum no fue sólo discursiva. En reuniones bilaterales con India, Canadá, Alemania, Brasil y la Unión Europea, la Presidenta llevó propuestas tangibles: mayor cooperación en ciencia y tecnología, innovación digital, medicamentos y una renegociación comercial con la UE.
Durante nuestra participación en la Cumbre del G7, llamamos a trabajar con firmeza por la paz; México ha sido históricamente un país promotor del diálogo, del desarme y del respeto a la soberanía de los pueblos. La política se inventó para construir puentes y soluciones. pic.twitter.com/MXQIMRitfZ
— Claudia Sheinbaum Pardo (@Claudiashein) June 18, 2025
La foto del regalo al primer ministro canadiense, un balón artesanal hecho por wixárikas, no fue un mero gesto cultural: simbolizó una diplomacia de identidad, basada en el respeto mutuo y la diversidad.
Detrás de cada apretón de manos hubo un expediente abierto: cooperación económica, transición energética, inversiones verdes y derechos humanos. Sheinbaum llega con diagnósticos y respuestas; no espera instrucciones ni se limita a alineamientos. Su presencia en el G-7 apunta a reposicionar a México como un actor no subordinado, pero propositivo.
REGRESO CON SALDO POLÍTICO
A diferencia de otros liderazgos que ven la diplomacia como un rito ornamental, Sheinbaum la está utilizando como instrumento de legitimidad interna y proyección internacional.
El hecho de viajar en vuelo comercial, acompañada por su gabinete económico y de seguridad, refuerza una narrativa de cercanía y trabajo. Y el saldo visible es una imagen presidencial que gana firmeza sin confrontación.
En este regreso, queda claro que México no sólo fue a tomarse la foto, sino a marcar agenda. Con propuestas, diplomacia inteligente y un estilo que evita tanto la docilidad como la estridencia, Claudia Sheinbaum va construyendo una política exterior que podría redefinir el papel de México en el siglo XXI.
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