En los programas sociales hay decisiones que pesan más que los discursos. La entrega de molinos eléctricos por parte del Ayuntamiento de Centro, Tabasco, es una de esas decisiones que, sin escándalo, toca un nervio central de la vida doméstica y la economía popular.
Bajo la lógica de la Cuarta Transformación, que postula el desarrollo desde abajo, el acto encabezado por la alcaldesa Yolanda Osuna Huerta va más allá del gesto administrativo: coloca en manos de cientos de mujeres una herramienta concreta, cotidiana, productiva y silenciosamente transformadora.
Con la distribución de 500 molinos eléctricos a mujeres de 175 comunidades, rurales y populares, el municipio no solo reafirma un enfoque de política social que privilegia lo útil sobre lo decorativo, sino que también pone a circular una idea clara: el desarrollo no es un concepto, sino un electrodoméstico que trabaja.
Frente a beneficiarias reunidas en la Plaza de la Revolución, Osuna Huerta no habló de promesas futuras. Habló de un presente donde el maíz, el arroz o el plátano dejarán de molerse a mano, y donde la jornada de muchas mujeres se aliviará con un aparato capaz de cambiar rutinas y generar ingresos.
APOYO QUE TRABAJA
El valor simbólico del molino eléctrico no debe subestimarse. No se trata de un lujo, sino de un artefacto profundamente ligado a la vida alimentaria, cultural y económica de miles de familias en Tabasco.
En comunidades donde el ingreso es escaso y el tiempo una carga, un molino eléctrico representa horas ganadas, dinero ahorrado y la posibilidad de iniciar un microemprendimiento sin mayor inversión. Elaborar masa, preparar tamales o vender tortillas deja de ser solo una tradición y se convierte en una opción laboral.
En un contexto donde la economía informal es la salida más inmediata, dotar a las mujeres de herramientas como estas significa reconocer su rol productivo sin romantizar su precariedad.
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Los molinos entregados este año se suman a los 614 otorgados en 2024, conformando una política pública que tiene continuidad, cobertura y sentido práctico. Son, como bien señaló la edil, parte del programa “Suministro de Molinos Eléctricos para el Fortalecimiento de la Economía Familiar“, vinculado al eje de bienestar del Plan Municipal de Desarrollo 2024–2027.
Lejos de grandes espectáculos, el molino representa una pequeña revolución doméstica: aligerar la carga de trabajo, fomentar la autosuficiencia y abrir una puerta al autoempleo. Y es precisamente en esa microescala donde la política pública puede cambiar realidades.
DESARROLLO SILENCIOSO
Los discursos oficiales coinciden: el objetivo es impulsar el bienestar desde lo local, con herramientas sencillas pero útiles. La directora de Desarrollo, Carmen Guzmán León, lo dijo con claridad: se trata de estrategias que fortalecen la economía de los hogares.
Y Lili Pérez Suárez, beneficiaria de la ranchería Plátano y Cacao Segunda Sección, resumió la lógica social del programa: los molinos permiten trabajar, generar ingresos, alimentar y educar a los hijos. Esa línea directa entre política pública y vida cotidiana es, quizás, el aspecto más notable de esta entrega.





No es menor que el programa priorice a zonas rurales e indígenas, donde las redes comerciales son más débiles y el acceso a servicios, limitado. Allí, el molino se vuelve un centro de producción, una forma de autonomía alimentaria y una herramienta para preservar oficios tradicionales.
Pero también es un factor de integración comunitaria, donde la energía eléctrica, cuando existe, no solo enciende focos, sino que alimenta economías.
PEQUEÑA ESCALA, GRAN IMPACTO
Los molinos no resuelven todos los problemas. Pero permiten que muchas mujeres solucionen varios al mismo tiempo. Son dispositivos de autonomía: permiten trabajar desde casa, organizar los tiempos, evitar desplazamientos costosos y generar ingresos sin depender de terceros.
En términos técnicos, no requieren gran infraestructura ni mantenimiento complejo. En términos sociales, representan un cambio tangible en la relación entre el hogar, el trabajo y el ingreso.
En una política pública frecuentemente medida en megaproyectos, obras de gran escala y anuncios millonarios, los molinos eléctricos entregados por el Ayuntamiento de Centro son un recordatorio de que el desarrollo también se cocina en casa, se muele en pequeñas tandas y se transforma en ingresos reales.
Quizás ahí esté el verdadero rostro de una política social eficaz: no en los grandes titulares, sino en los motores pequeños que giran todos los días.
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