Villahermosa no es solo la capital política de Tabasco. Es también el centro simbólico del poder territorial, el espejo urbano del grupo gobernante y, por momentos, el resumen geográfico de los aciertos y las fracturas del Estado.
En esa ciudad —caótica, cálida, congestionada y fragmentada— el gobierno de Javier May Rodríguez ha decidido emprender una transformación sin precedentes: 6 mil millones de pesos para reconfigurar su infraestructura, su movilidad y su trazo político.
El plan se llama Villahermosa 2030 y no es un simple paquete de obras: es una declaración de ambición urbana. Un nuevo Centro de Convenciones con más de 120 mil metros cuadrados; un puente sobre el río Carrizal para extender Paseo Tabasco hasta el poniente; pasos a desnivel y la reconfiguración de las avenidas principales; un sistema integrado de transporte terrestre y fluvial que promete mover a más de 105 mil personas al día. Todo eso, dicen, estará listo en dos años. O al menos, esa es la meta.
Pero más allá de los renders, los números o los discursos técnicos, hay una línea de fondo que se dibuja entre calles, estaciones, foros y jardineras: la voluntad de rediseñar la ciudad como plataforma de un nuevo orden territorial.
En Villahermosa, el poder se está moviendo —literal y políticamente— hacia el poniente. Un nuevo nodo urbano aparece en el mapa: el Distrito Poniente, pensado como polo económico, logístico y simbólico de los años por venir.
No es menor lo que está en juego. El trazo urbano no solo conecta avenidas. También conecta narrativas de poder. El gobierno de May lo sabe: quien diseña el mapa, deja el rumbo. Y mientras las licitaciones se preparan y el reloj de 2027 comienza a contar, una pregunta inevitable empieza a flotar sobre los planos, los discursos y los cimientos aún por cavar:
¿Será este el legado de Javier May?
EL NUEVO TRAZO DEL PODER
Villahermosa ha crecido hacia donde ha querido, o donde ha podido. Su traza es más el resultado del desorden que de un modelo urbano. Calles angostas convertidas en avenidas. Fraccionamientos sin transporte.
Ríos marginados. Zonas comerciales donde antes hubo potreros, y potreros donde alguna vez hubo parques. Pero ahora el gobierno estatal quiere intervenir ese caos con regla, brújula y escuadra. Y esa intención tiene una dirección clara: el poniente.
El plan maestro Villahermosa 2030 no parte del centro histórico ni de los circuitos tradicionales de Tabasco 2000 o Gaviotas. La apuesta —urbanística, económica y política— está puesta en un nuevo eje de poder territorial, cuya columna vertebral será la prolongación de Paseo Tabasco y cuyo corazón simbólico será el nuevo Centro de Convenciones y Exposiciones.
Para llegar hasta allí se proyecta un puente nuevo sobre el río Carrizal. Conectará el sector de La Choca con el bulevar Bicentenario, atravesando la ribera hacia una zona hoy poco transitada, pero que —según el discurso oficial— será el próximo núcleo logístico, cultural y de negocios.
Se trata de 15.7 hectáreas en la zona conocida como Aparceros, donde convivirán el recinto ferial, el Foro Tabasco, el complejo deportivo Olimpia XXI y un sistema de transporte que pretende reconfigurar los flujos de personas y capital.
La operación urbana no es menor. Implica trasladar el centro de gravedad de la ciudad, con todas sus implicaciones: inversión pública, atención mediática, flujos comerciales, conectividad vial y memoria colectiva. Quien controle el nuevo eje, controlará también la narrativa del desarrollo. Y quien inaugure ese nodo, podrá reclamarlo como obra emblemática.
El trazado no solo cambia el tránsito. Cambia el poder. Porque, al final, una ciudad no se transforma desde el discurso, sino desde el mapa.
PASEO TABASCO: CIRUGÍA MAYOR AL CORAZÓN DE LA CIUDAD
Si hay una avenida que condensa lo que ha sido y lo que podría ser Villahermosa, esa es Paseo Tabasco. Elegida alguna vez como el eje moderno de la capital, durante décadas acumuló comercios, bancos, restaurantes, glorietas, cicatrices. La atraviesan generaciones, protestas, lluvias y atascos.
Ahora, será el paciente central de una intervención quirúrgica: se le abrirán pasos, se le eliminarán jardineras, se le cambiarán sentidos de circulación. Y todo con un solo objetivo: convertirla en el eje moderno de movilidad de una capital reordenada.
De acuerdo con el Plan Villahermosa 2030, Paseo Tabasco será sometida a una transformación vial profunda en sus 2.67 kilómetros que van desde avenida Ruiz Cortines hasta el río Grijalva.
Se eliminarán los tres carriles angostos por sentido y se sustituirán por dos carriles más amplios y fluidos. También se proyectan tres intervenciones de alta complejidad:
- Un paso elevado sobre Ruiz Cortines, con trabes AASHTO V, rampas extendidas y miradores urbanos.
- Dos pasos a desnivel deprimidos en sus cruces con 27 de Febrero y Gregorio Méndez.
- Y la reconfiguración del camellón central, lo que implicará desaparecer las jardineras que durante años dieron sombra y memoria a la avenida.
A esta cirugía se sumará la optimización de semáforos, el rediseño de cruces peatonales, y —según fuentes consultadas— un posible cambio en el sentido de circulación vehicular, aún no anunciado oficialmente, pero previsto en los planos técnicos.
La intención es clara: descongestionar, agilizar, limpiar el trazo. Pero el mensaje va más allá. Paseo Tabasco está siendo convertida en la avenida del poder. Ya no como símbolo decorativo, sino como eje funcional. Será la arteria que conecte el viejo corazón político con el nuevo distrito poniente.
Por ella pasarán los asistentes al nuevo Centro de Convenciones, los camiones del sistema integrado, los peatones que crucen la ciudad de un lado al otro. Será, literalmente, la vía por donde pase la narrativa de transformación.
No todos están convencidos. Hay quienes temen que la eliminación de jardineras reste identidad al tramo; que los pasos a desnivel terminen siendo embudos sin mantenimiento; que los cambios de sentido agraven el caos. Pero lo cierto es que la obra está trazada. Y, en el fondo, la transformación de Paseo Tabasco no busca solo resolver el tráfico. Busca contar una nueva historia desde el asfalto.
UN NUEVO RECINTO PARA UNA NUEVA NARRATIVA
Toda ciudad tiene una obra que la define ante los ojos del poder. En otras décadas, fueron los palacios de gobierno, los estadios o las plazas cívicas. Hoy, en el modelo de ciudad contemporánea, esa obra suele ser un centro de convenciones: infraestructura grande, multifuncional, capaz de albergar turismo, negocios, espectáculos y política.
En Villahermosa, ese lugar —que durante años se prometió y nunca se concretó— ya tiene fecha, ubicación y diseño. Y tiene, sobre todo, una intención: convertirse en la joya urbana del gobierno de Javier May Rodríguez.
El nuevo Centro de Convenciones y Exposiciones de Villahermosa se construirá en un predio de 15.7 hectáreas, en la zona conocida como Aparceros, a un costado del Parque Tabasco y frente al Deportivo Olimpia XXI.
De acuerdo con los planos ejecutivos, el complejo contará con una superficie total de 120 mil 950 metros cuadrados, divididos en cuatro grandes volúmenes: Sala A, Sala B, Sala C y un auditorio de última generación.
Pero la cifra que más ha circulado no es la del metraje, sino la del Foro Tabasco: un espacio de conciertos y eventos masivos con capacidad para 85 mil personas. Una especie de Azteca tabasqueño, pensado no solo para espectáculos, sino para enviar una señal política: aquí también caben los grandes momentos.
El diseño incluye también dos salas gemelas de exposiciones para 5 mil personas cada una, una zona comercial con 36 locales, un jardín público de 30 mil metros cuadrados, y un estacionamiento mixto con 2 mil 350 cajones, la mitad de ellos en un área cubierta construida con celosías de barro rojo, en un guiño arquitectónico a los materiales del trópico húmedo y al diseño que se ha replicado en otras obras de este sexenio: La Cacaotera, parques en Comalcalco, el malecón.
La promesa es que el recinto compita con los mejores del país. Que se integre funcional y estéticamente al Parque Tabasco, al complejo Olimpia XXI y al sistema de transporte metropolitano. Que active el poniente de la ciudad no solo como nodo urbano, sino como zona activa de la economía estatal.
Y si todo eso ocurre —si se ejecuta a tiempo, si se conecta, si se llena de eventos— este edificio puede convertirse en algo más que una obra pública. Puede convertirse en el símbolo material del legado de Javier May.
Así como Villahermosa fue definida durante décadas por Tabasco 2000 o el puente Solidaridad, ahora este recinto podría marcar el antes y el después de una era urbana.
Por eso, la pregunta no es solo si se construirá. La pregunta es otra, más profunda, más política:
¿Será este el edificio que ponga el nombre de Javier May en la cartografía del poder?\



MOVER LA CIUDAD… Y MOVER A LA GENTE
Toda transformación urbana empieza por el tránsito. No por romanticismo vial, sino por una razón estructural: la movilidad decide qué zonas viven, cuáles se estancan y quién llega a dónde.
En una ciudad fragmentada como Villahermosa, donde los flujos están dominados por el automóvil privado, el transporte público disperso y la falta de conectividad entre zonas populares, el rediseño prometido no solo busca mover personas. Busca reordenar la ciudad desde su columna vertebral más invisible: la forma en que la gente se desplaza.
El Sistema Integrado de Transporte Público (SIT) es uno de los pilares del Plan Villahermosa 2030. Implica la creación de una red prioritaria de rutas terrestres y fluviales, con infraestructura moderna, estaciones nuevas, paraderos funcionales y un centro de transferencia modal.
La meta es concreta: mover a más de 105 mil pasajeros al día, con una cobertura total de 38 kilómetros que atraviese colonias, mercados, hospitales, zonas escolares y corredores comerciales.
📍 Rutas terrestres (S1–S6):
- S1: Hospital Juan Graham – Centro
- S2: Av. Universidad – Paseo Tabasco
- S3: Gaviotas – Bicentenario
- S4: Saloya – Centro
- S5: Gregorio Méndez – Centro
- S6: 27 de Febrero – Centro
Estas rutas estarán cubiertas por 50 autobuses nuevos, con circulación prioritaria, intervalos regulares y conexión sin costo entre líneas.
El modelo busca evitar los trasbordos dobles, recuperar el espacio público y reducir el uso de vehículos particulares en la zona centro. En paralelo, se contempla la renovación de paraderos, señalética urbana y horarios integrados en la plataforma Movitab.
RUTAS FLUVIALES (F1 Y F2):
La parte más simbólica del rediseño es el regreso del río como vía de transporte. El plan contempla dos rutas por el Grijalva, con 16 embarcaderos funcionales:
- F1: Gaviotas – Universidad
- F2: Centro – Acachapan
Estas rutas moverían a más de 18 mil pasajeros diarios, lo que representa una reconexión entre los márgenes históricamente ignorados de Villahermosa. No es solo un gesto ecológico o nostálgico: es un intento de recuperar el río como infraestructura pública, más allá del paseo turístico.
El sistema en su conjunto no ha sido diseñado al azar. Según la SOTOP, se realizaron encuestas de origen-destino, levantamientos topográficos, estudios de aforos y análisis hidrológicos. La intención, aseguran, es responder a la realidad de la ciudad y no imponerle un modelo ajeno.
Pero como todo rediseño, mover la ciudad no será solo una cuestión de rutas. Será también una reconfiguración cultural. Cambiar costumbres, horarios, sentidos de circulación. Y con ello, cambiar también los mapas mentales de la capital: por dónde se entra, por dónde se cruza, por dónde se avanza.
Porque en el fondo, quien decide cómo se mueve la gente, también decide cómo se ordena la ciudad. Y ese es el poder más silencioso —y más profundo— de cualquier gobierno.

¿Y SI ESTA VEZ SÍ?
Villahermosa ha escuchado antes promesas grandes. Un malecón que no se inundaría. Un distribuidor vial que resolvería el tráfico. Un sistema de transporte que nunca terminó de integrarse. En cada sexenio, algún proyecto urbano se dibujó sobre el papel como solución definitiva. Y en cada cierre de sexenio, esa promesa se fue diluyendo entre licitaciones mal ejecutadas, burocracia, contratos detenidos o simple olvido político.
Por eso, cuando se escucha ahora que en solo dos años se transformará el corazón vial, se construirá un centro de convenciones de clase mundial, se reconfigurará la ciudad desde el poniente y se moverán más de 100 mil personas al día por tierra y río, el primer reflejo ciudadano no es el entusiasmo. Es la duda.
Pero hay diferencias. Esta vez, el plan tiene una narrativa articulada, un calendario ambicioso, estudios previos y un mensaje político claro. Hay renders, sí, pero también trazos ejecutivos. Hay una apuesta técnica, pero también una decisión simbólica: transformar la capital como forma de consolidar un legado.
El reto no es menor: ejecutar obras de esta magnitud en 24 meses exige más que dinero. Exige continuidad, transparencia, capacidad de gestión, equilibrio entre velocidad y calidad, y una narrativa pública que no pierda legitimidad frente al asfalto abierto y las rutas alteradas.
Aun así, el arranque ya tiene fecha. Las licitaciones saldrán en agosto, la ejecución comenzará este mismo año, y la meta es clara: llegar a 2027 con todo terminado. El gobierno de Javier May ha lanzado los dados: ha hecho visible su voluntad de transformación, ha puesto su nombre al centro del plano.
Y si las obras avanzan como están planteadas —sin colapsos, sin simulación, sin desvíos— el resultado no será solo una nueva ciudad. Será también una nueva forma de gobernar desde lo tangible. Porque mientras otros prometen política, May está dejando calles, estaciones, foros y puentes. Eso, en términos de narrativa institucional, es mucho más que un megaproyecto.
Por eso la pregunta que recorre este texto no es retórica. Es legítima. Es editorial. Y es profundamente política:
¿Será este el legado de Javier May?
Tal vez sí. Y esta vez, tal vez, no solo en el discurso.
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