El aire de Villahermosa se llenó de música, risas y zapateos que resonaron hasta las raíces del Teatro Esperanza Iris. Era una noche que prometía más que entretenimiento: ofrecía una ventana al corazón del sureste mexicano, al alma de sus pueblos y la riqueza de su cultura.
En el escenario, el Trío Huasteco, con 15 años de trayectoria, y los jóvenes talentos de Algarabía Yokot’an y Son de Aldama se unieron para convertir el Festival Cultural Ceiba en un homenaje vivo a las tradiciones que nos definen.
El festival no solo fue un escaparate, sino una celebración de las historias que cada artista lleva consigo. Desde las coplas llenas de humor y picardía de Veracruz hasta las melodías en lengua yokot’an de Tabasco, cada nota era un puente entre el pasado y el presente, entre la herencia y la renovación.
EL RETO DE LA TARIMA ABIERTA
La noche arrancó con un desafío lanzado por Erica Medellín , violinista del Trío Huasteco: “La tarima está abierta”. Con esa frase, el escenario dejó de ser solo un espacio para observar, convirtiéndose en un lugar de encuentro.
Con su violín, Erica tejió un hilo que unió al público con las raíces del son huasteco, mientras Daniel Eduardo en la jarana y Adal Reyes en la quinta huapanguera daban vida a décimas cargadas de sentimiento.
“La música de nuestro pueblo siempre nos ha acompañado, está en nuestras fiestas, en la radio, hasta en las redes sociales”, explicó Erica, quien lidera una academia con más de 100 niños que aprenden a tocar la triada de instrumentos huastecos.
En el repertorio no faltaron versiones en clave veracruzana de “La Llorona” y “La Malagueña”, que arrancaron aplausos y zapateos espontáneos.
DE TIERRA BLANCA A LA HABANA: UN HOMENAJE AL PÚBLICO
El Trío Huasteco no interpretó música solo, sino que también improvisó versos con los lugares de origen del público. Desde las butacas, los asistentes gritaron orgullosos: Tierra Blanca, Mérida, Tampico, Villahermosa y hasta La Habana. Con ese gesto, los músicos tejieron una conexión que traspasó el escenario y quedó en los corazones de quienes vivieron esta experiencia.
Al despedirse, Erica cerró con una copla improvisada:
“Ya termina el recital,
los llevo en el corazón,
gracias por la invitación,
Ceiba, el festival”.
YOKOT’AN Y TAMBORAS: TABASCO RESUENA EN SU LENGUA
El Teatro Esperanza Iris se transformó nuevamente cuando los jóvenes de Algarabía Yokot’an subieron al escenario. Sus canciones, interpretadas en la lengua de sus ancestros, llevadas al público por un viaje que evocaba la vida en los pueblos de Tabasco: el río, el campo, la vida cotidiana y el pozol.
“Que no se pierda mi lengua Yokot’an” fue más que una canción; fue un llamado a proteger la identidad cultural que distingue a comunidades como Nacajuca, Centro y Macuspana.
Por su parte, los integrantes de Son de Aldama tomaron el relevo con un repertorio que puso a bailar hasta el público más tímido. Con arreglos de tamboras, zapateos y danzones, renovaron los sonidos tradicionales, haciendo que el folclor tabasqueño sonara fresco y contemporáneo. “Venimos a disfrutar ya que disfruten con nosotros”, dijo Nago Alvarado , uno de los músicos.
UN FESTIVAL QUE CELEBRA Y RENUEVA
El Festival Ceiba no solo celebró a los grandes talentos, sino que dio espacio a aquellos que apenas comienzan a dejar su huella en la cultura tabasqueña. Para muchos, esta fue la primera vez que sus nombres aparecieron en un cartel o pisaron un escenario tan emblemático. “Es un honor y una responsabilidad”, expresó Mario de la Rosa, fundador de Algarabía Yokot’an.
La noche cerró con una certeza: en Tabasco, la cultura no solo vive, sino que tarde con fuerza, renovándose con cada generación que toma el relevo.
¡Ya estamos en WhatsApp! Síguenos, activa la campanita y recibe al instante las noticias más importantes de El Tabasqueño.
Momentos que hicieron vibrar el Festival Ceiba
- Trío Huasteco:
- Improvisaron décimas con los lugares de origen del público.
- Interpretaron clásicos como “La Llorona” y “La Malagueña”.
- Despedida con coplas improvisadas en homenaje al festival.
- Algarabía Yokot’an:
- Canciones en lengua materna como “Que no se pierda mi lengua Yokot’an”.
- Representaron la vida cotidiana y las tradiciones de Nacajuca y alrededores.
- Hijo de Aldama:
- Adaptaciones modernas de tamboras y zapateos.
- Encendieron el ánimo del público con su repertorio “Y que suene la tambora”.
- Participación del público:
- Zapatearon en el escenario abierto.
- Reconocieron su lugar de origen en las coplas improvisadas.