A un año de su victoria, Javier May consolida una forma de gobernar directa, sin intermediarios políticos ni burocráticos, que reorganiza la autoridad en Tabasco y reposiciona la figura del Ejecutivo en el territorio.

A un año del triunfo, May consolida un poder sin intermediarios; ‘el gobierno camina con la gente’

En Tabasco se está fraguando un tipo de poder que no se reconoce por su formalidad, sino por su eficacia directa. Javier May Rodríguez, a un año de haber asumido la gubernatura, no sólo ha mantenido una forma atípica de ejercer el cargo: la ha profundizado.

“Tabasco está de pie y está avanzando con amor al pueblo, con eficiencia, atención inmediata y con la convicción de que gobernar es transformar para vivir con dignidad”, dijo Javier May al encabezar el acto por el primer aniversario de su triunfo.

No gobierna desde el discurso, ni exclusivamente desde el territorio. Lo hace desde una lógica que prescinde de los intermediarios clásicos del poder estatal.

Lo que se construye en Tabasco no es una simple administración eficiente, ni una política de proximidad. Es una gobernabilidad alternativa, que desactiva —a veces sin confrontarla abiertamente— la arquitectura tradicional de mediación política: partidos, cabildos, burocracias, sindicatos, e incluso aparatos partidarios aliados.

En su lugar, el gobernador ha puesto al ciudadano como receptor directo y al Estado como ejecutor sin escalas.

¿GOBERNAR SIN ESTRUCTURA O RECONSTRUIRLA DESDE ABAJO?

Desde sus primeras semanas en funciones, May ha optado por un método que desarticula la vieja red de intermediación estatal. En lugar de delegar a alcaldes, regidores, líderes territoriales o estructuras partidarias, ha trasladado la gestión pública directamente al contacto ciudadano.

“Nuestro gobierno camina con la gente, escucha, atiende y transforma desde el territorio, porque esa es nuestra firme convicción”, agregó, al describir el sentido operativo de su administración.

Las Jornadas de Atención al Pueblo, con más de 100 mil familias atendidas en tres meses, no solo son actos de presencia. Son una forma de desplazar los filtros del poder local. En ellas, un campesino puede hablar directamente con el gobernador sin que medie un edil, un coordinador regional o un operador político.

En ese sentido, el “Gobierno del Pueblo” no es un lema: es una forma de recentralizar el poder en la figura del Ejecutivo, mientras se descentraliza el acceso a los servicios. Una paradoja que, aunque funcional, concentra la responsabilidad política de manera vertical.

LA INTERMEDIACIÓN QUE SE DESVANECE

Si algo ha caracterizado a las viejas estructuras de poder estatal, ha sido su dependencia de intermediarios: diputados que negocian presupuesto, alcaldes que reclaman visibilidad, burócratas que postergan decisiones, sindicatos que condicionan operatividad.

En la administración de May, muchos de esos actores han sido, si no marginados, al menos neutralizados. Las decisiones fluyen desde el Ejecutivo hacia el terreno, sin pasar por los “puentes” habituales.

Las alcaldías han sido integradas como satélites funcionales, no como contrapesos políticos. Los diputados locales y federales actúan en sincronía, pero no como instancias negociadoras. Y la burocracia estatal ha sido redireccionada hacia la ejecución directa, no hacia la contención o el trámite.

Esto tiene ventajas inmediatas: fluidez, ejecución, narrativa clara. Pero también plantea interrogantes estructurales: ¿qué pasa si ese eje central falla? ¿Hay institucionalidad suficiente para sostener lo construido?

En el terreno de la seguridad, esta lógica ha dado resultados visibles. La reducción del 41% en homicidios dolosos y del 65% en Centro no ha sido producto de una reforma institucional profunda, sino de una intervención directa: Operación Olmeca, revisiones penitenciarias, retiro de mandos, traslado de reos peligrosos y el inminente funcionamiento del C5.

Aquí también se desactivó la cadena de mando tradicional: el gobernador asumió el control político y simbólico de la estrategia, sin esperar consensos ni pactos. El resultado ha sido una recuperación del control operativo en zonas clave.

BIENESTAR SIN GESTORES

Otro rasgo de esta gobernabilidad directa es la política social. Programas como Bienestar y Plenitud, Sembrando Vida Tabasco y Viviendas del Bienestar evitan intermediarios sociales. No se entregan a través de sindicatos, partidos, iglesias ni líderes comunitarios.

Las escrituras se entregan a mujeres jefas de hogar, sin pasar por gestores. El apoyo llega sin condiciones políticas. Y eso, aunque pueda parecer obvio, rompe con décadas de cultura clientelar.

Las más de 200 obras públicas en marcha no son grandes monumentos, sino infraestructura cotidiana que se ejecuta con sentido de urgencia social: caminos, aulas, drenajes, plantas potabilizadoras. No se anuncian con espectaculares, sino con avances visibles. Y tampoco se reparten en función de cuotas políticas: se asignan por necesidad comunitaria.

En este modelo, la obra es resultado del diagnóstico directo, no de la negociación presupuestal con alcaldes o legisladores. Es otra forma de prescindir de la mediación tradicional.

EDUCACIÓN, CULTURA Y SALUD: SERVICIOS SIN PERMISO

Incluso en sectores como educación y cultura, donde usualmente hay estructuras corporativas dominantes, el gobierno ha avanzado sin pedir permiso. Más de 122 mil tabletas distribuidas en secundaria, asignación pública de plazas, creación del Ballet Folklórico del Estado y una Marimba de Mujeres, son acciones que desactivan a los viejos aparatos de control simbólico.

Lo mismo en salud, con la rehabilitación de clínicas y hospitales sin filtraciones ni cuotas sindicales.

Este tipo de ejercicio de poder, eficiente pero vertical, directo pero dependiente de una figura, tiene un límite: su sostenibilidad. La ausencia de intermediarios exige más del Ejecutivo, lo expone más y lo vuelve insustituible.

Si no se institucionaliza la lógica que ahora opera desde la figura de May, el modelo podría colapsar por agotamiento, errores o sucesión. El desafío no es ejecutar: es dejar una estructura que no dependa de estar presente en todo.

NUEVO PACTO POLÍTICO, NO DICHO, PERO EJECUTADO

Tabasco no está viviendo solo una gestión distinta. Está experimentando una forma de reorganizar el poder estatal sin decirlo abiertamente. Se ha desactivado la red de intermediarios, y en su lugar se ha construido una línea directa entre el poder y la ciudadanía.

Al reiterar que la legitimidad de su mandato no proviene de acuerdos de élite, sino de respaldo popular sostenido, May apuntó:

“Esta transformación es del pueblo y no de los de arriba”.

Esto es política sin operadores, sin pasamanos. Y si funciona, no será por haber sustituido al sistema, sino por haberlo reordenado con lógica de ejecución. Una apuesta de alto riesgo, pero también de alto impacto en una entidad que históricamente padeció el exceso de mediadores y la escasez de respuesta.

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