Así se comportó Telereportaje desde el triunfo de Adán Augusto y durante todo el gobierno.

Telereportaje, aliado del adancismo, revive su guerra contra May… y ‘Pepín’ les responde: ‘andan como buitres’

Telereportaje, viejo aliado del grupo de Adán Augusto López Hernández, ha vuelto a lanzar una embestida política contra el gobierno de Javier May Rodríguez, esta vez usando como pretexto el repunte reciente de la violencia y el conflicto sindical en el Instituto Tecnológico Superior de Los Ríos, en Balancán. No es la primera vez. Pero sí es la más virulenta desde que May llegó al poder.

Lo que debería ser cobertura informativa se ha convertido en una operación discursiva. Y lo que parece una crítica legítima es, en realidad, una estrategia repetida: fabricar crisis donde hay tensiones normales, amplificar hechos con fines políticos y golpear al gobierno en turno cuando no es afín al viejo bloque de poder.

La emisora XEVT, con Telereportaje y su ecosistema editorial, se ha colocado otra vez como altavoz de ese intento de desgaste.

En su programa A Fondo, Jesús Sibilla Oropesa intentó blindarse frente a las críticas afirmando: “Estamos haciendo lo mismo que hicimos en aquel tiempo, Pepín”, en referencia a cuando abrió micrófonos a la oposición perredista.

Pero más que una defensa, su frase revela un esfuerzo por justificar su actual línea editorial, como si anticipara el juicio público sobre su papel en esta nueva etapa. No es una declaración periodística: es un “parche” preventivo, dicho por alguien que sabe que el archivo pesa.

MICRÓFONO RADICALIZADO

A diferencia de otros tiempos, Telereportaje ya no es el centro unánime de la conversación pública en Tabasco. Su audiencia ha mermado, su influencia digital se ha fragmentado y sus micrófonos ya no son sagrados. Pero esa pérdida de poder no ha traído autocrítica. Ha traído virulencia.

Lejos de replegarse, la cabina ha optado por radicalizarse. Desde que Javier May fue designado candidato —y más aún, desde su toma de protesta—, la crítica dejó de ser matizada para convertirse en ataque sistemático. El programa que durante años guardó silencio ante los excesos del poder adancista, hoy enarbola una bandera justiciera de cartón.

CAMPAÑA DESDE LA NOSTALGIA

Telereportaje no extraña la imparcialidad: extraña el poder. Y lo que hoy lanza al aire no es una defensa del periodismo, sino una reacción visceral de quienes ya no controlan el guión oficial.

La nostalgia por el viejo orden —cuando la cabina era pasarela de funcionarios y la crítica un ejercicio simbólico— ha mutado en una ofensiva contra todo lo que no les obedece.

Ya no operan desde la confianza del Ejecutivo, sino desde la amargura del destierro. Y en esa lógica, cada error es un escándalo, cada acierto un silencio, y cada tropiezo, una cruzada moral. No buscan equilibrio: buscan revancha.

La tensión entre el nuevo gobierno y el medio aliado al grupo desplazado ha sido tal, que José Ramiro López Obrador —subsecretario de Gobernación y hermano del presidente— estalló públicamente contra XEVT: “Andan como buitres ustedes, hermanos, buscando a ver dónde hay un muerto”.

Con esa frase, dejó claro que para el entorno de May, Telereportaje no reporta: merodea. No informa: acecha. Y lo hace con una urgencia más cercana a la revancha que al periodismo. En una sola línea, el hermano del presidente expuso lo que muchos en Tabasco ya perciben: que la crítica no nace de la convicción democrática, sino de la nostalgia por el poder perdido.

DOBLE MORAL AL MICRÓFONO

Hoy resulta paradójico que Adán Augusto, quien no salía de la cabina de Telereportaje cuando era gobernador, rechace incluso dar declaraciones. El pasado domingo 4 de mayo, en la reunión del Consejo Nacional de Morena, fue abordado por un reportero de la prensa —posiblemente incluso conocido—, a quien respondió con una frialdad reveladora:
No, yo no doy entrevista. Gracias. No, yo no doy entrevista. Gracias. No doy declaraciones. No importa, pero no doy declaraciones.”

Una escena breve, pero elocuente. Quien antes se desvivía por el reflector radial, ahora niega incluso un comentario de cortesía. Lo que cambia no es la opinión, es el interés.

OPERADOR AL FRENTE

Detrás del discurso editorial de Telereportaje no está un periodista ejerciendo la crítica con independencia, sino un actor político alineado con el grupo que perdió el poder. Emmanuel Sibilla Oropesa, actual director de XEVT y conductor del noticiero más influyente de Tabasco, no solo acompañó al gobierno de Adán Augusto López Hernández: fue parte activa de su estructura de comunicación.

Durante ese sexenio, la relación entre Telereportaje y el Ejecutivo fue de absoluta cercanía. Adán acudía de forma regular a la cabina, donde respondía preguntas en un ambiente cuidado, sin confrontación.

Lo mismo ocurrió con Carlos Manuel Merino, su sucesor interino. Ningún otro medio recibió esa atención preferente ni tuvo ese acceso. La señal era clara: había un canal privilegiado de control narrativo, y ese canal tenía nombre y frecuencia: XEVT 104.1 FM.

NARRATIVA CONTROLADA

Lejos de la pluralidad que hoy se proclama, Sibilla Oropesa operó como vocero informal, pero con influencia directa en decisiones estratégicas. Su papel no se limitaba a la conducción: participaba en la configuración del discurso institucional. No fue externo al poder: fue parte del poder.

Por eso, el viraje editorial ocurrido desde que Javier May fue nombrado candidato no puede entenderse como un acto de periodismo crítico. Es, en realidad, el resultado de un rompimiento político.

May no pertenece al grupo de Adán. No negoció con los viejos operadores mediáticos. No accedió a someter la narrativa de su gobierno a las estructuras de siempre. Y por eso, desde el primer día, enfrentó una cobertura hostil, sistemática y creciente.

UNA CABINA HERIDA

Sibilla Oropesa no ha ocultado su inconformidad. Tampoco su lealtad al grupo que hoy actúa como oposición interna dentro de Morena. Lo que encabeza desde la radio no es una línea editorial independiente, sino una estrategia de presión. Y ese rol, lejos de ser ético o profesional, revela el verdadero rostro del medio: uno que funciona como brazo mediático de un bloque político herido, que no acepta haber sido desplazado.

Hay una contradicción que Telereportaje no ha querido resolver: se presenta como voz ciudadana, pero actúa como heredero agraviado de un poder perdido. Se reclama independiente, pero ha sido históricamente cercano a los gobiernos que le garantizaron acceso, privilegios y centralidad.

ENTRE HERENCIA Y ENOJO

Lo que no ha procesado es que el poder cambió de manos, pero no el micrófono. Y eso duele más que cualquier caída en ratings. Porque en el fondo, el conflicto no es por las formas del nuevo gobierno, sino por haber perdido la exclusividad narrativa que antes ejercían sin rendir cuentas.

En Tabasco, los medios no solo relatan el poder: participan en su disputa. Y Telereportaje ha dejado de ser una excepción. La emisora que durante décadas fue considerada una institución informativa se ha alineado hoy, sin disimulo, con el grupo político que fue desplazado del gobierno. Su cabina, sus redes sociales y su agenda editorial funcionan como una extensión de ese bloque, con un objetivo preciso: desgastar a Javier May y minar su legitimidad.

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