Tabasco sembró historia: 2.4 millones de árboles en una jornada sin precedentes

Héctor I. Tapia

Apenas amanecía en Teapa cuando la tierra empezó a oler distinto. Bajo la neblina y el canto de los saraguatos, cientos de personas empuñaban palas y coas en la Piscifactoría estatal, convertida por unas horas en el corazón de una hazaña colectiva. Era el arranque de la Jornada Estatal de Reforestación 2025, la mayor movilización ambiental en la historia reciente del estado.

La escena se repitió en los 17 municipios: familias enteras, técnicos, estudiantes y soldados sembrando juntos. A las ocho en punto, el gobernador Javier May Rodríguez hundió la primera planta en el barro y soltó una frase que, más que discurso, pareció promesa: “Cada vez hay más conciencia en nuestro pueblo.”

Detrás de esa imagen simbólica se esconde un hecho medible: Tabasco superó la meta de 2.4 millones de árboles. Lo que se planeó como un día de siembra terminó convertido en un movimiento popular que el propio gobierno calificó como una hazaña del pueblo y del territorio.

UN PUEBLO EN MARCHA

En la Piscifactoría se contabilizaron más de mil asistentes. Algunos llegaron desde Cunduacán y Jalapa; otros, desde los cerros de Teapa. Cada quien sembró lo que pudo: un macuilís, un guayacán, un cacao. En menos de una hora, el terreno se cubrió de estacas verdes, señal de que el Edén aún respira.

En Villahermosa, el Parque Ecológico Laguna del Camarón volvió a llenarse de vida. En Balancán, los viveros Los Pinos y San Pedro revivieron tras años de abandono. Y en Comalcalco, el histórico Morralero recuperó su propósito original: producir sombra, no solo plantas.

El operativo fue monumental: 2,500 hectáreas, 1,500 viveros, 2 mil técnicos, 5 mil escuelas y más de 720 mil estudiantes plantando un árbol cada uno. Los datos se registraron en tiempo real en el portal reforestando.tabasco.gob.mx, una suerte de mapa digital de esperanza colectiva.

EL SENTIDO DE SEMBRAR

Más que una jornada ambiental, la reforestación se ha vuelto un acto político con fondo social. Después de décadas en que el poder en Tabasco se midió por la capacidad de “barrer” —adversarios, selvas, presupuestos—, el gobierno de May apuesta por sembrar: una palabra más lenta, pero más duradera.

Durante sesenta años, 1.7 millones de hectáreas fueron deforestadas por la expansión ganadera, petrolera y urbana. Hoy, apenas sobrevive entre 3 y 5 por ciento de la vegetación original. De ese pasado árido nace esta respuesta masiva, que el mandatario definió como “un tequio por Tabasco”.

La jornada ambiental más grande del estado se convirtió también en un acto social: sembrar como forma de reconciliar al pueblo con su tierra.

El mensaje no es menor: sembrar en comunidad es lo opuesto a saquear en soledad.
La siembra de árboles —cedro, caoba, ceiba, macuilís— tiene un doble propósito: recuperar el equilibrio ecológico y oxigenar la memoria política de un estado marcado por traiciones, saqueos y exilios.

LOS GUARDIANES DEL SUELO

A unos kilómetros del acto principal, en el vivero Las Lilias, don Saúl Pérez Hernández observa cómo se vacían las bandejas de almácigos. “Nosotros producimos lo que ustedes van a plantar”, dice, con la voz de quien entiende que el futuro se siembra a mano limpia.

Ocho hectáreas, cincuenta especies y 400 mil plantas al año salen de ese “tesoro vegetal” sin químicos, mantenido por trabajadores que, durante décadas, vieron morir la selva y hoy la ven renacer.
A su lado, Plutarco Carrillo Vera, 38 años en el oficio, sentencia con ironía campesina: “Antes, aquí no había ni sombra; hoy hasta el sol se detiene.”

En cada vivero, los técnicos de Sembrando Vida enseñan cómo sembrar bien: pozas de 40 centímetros, composta orgánica, sombra parcial. “El éxito no es plantar —dice el ingeniero Luis Alfredo Pérez Palomeque—, el éxito es que crezca”.

LOS NIÑOS DEL BOSQUE

En la escuela de Huimango, una niña de ocho años plantó un arbolito y lo bautizó Esperanza. Detrás de ese gesto hay 720 mil historias similares, una por cada estudiante de las 5,894 escuelas que participaron en la jornada.

Sembrar también es cuidarlo”, resumió la secretaria de Educación, Patricia Iparrea Sánchez.

Cada planta tiene ahora su guardián: un niño, un maestro o un padre dispuesto a cuidarla.

Las aulas se convirtieron en viveros y las canchas en huertos. Los niños aprendieron a reconocer un cedro y a distinguir un suelo vivo de uno muerto. En esa lección —simple pero profunda— se siembra también una nueva ética ambiental.

Cada arbolito tiene ahora su guardián: un estudiante, un maestro o un padre que se comprometió a regarlo. El aprendizaje es doble: la tierra enseña paciencia; la reforestación, pertenencia.

UN GOBIERNO QUE SEMBRA

En el discurso final, Javier May Rodríguez confirmó que la reforestación continuará durante todo octubre y que cada año se repetirá la jornada, aprovechando la temporada de lluvias. “No es un evento —dijo—, es una forma de vida.”

El gobernador reconoció el trabajo de las Fuerzas Armadas, los ayuntamientos y las secretarías estatales que participaron, de la Sedap a la Semades. “Es un logro de todos —insistió—. El pueblo sembró su propio oxígeno.”

Fuerzas Armadas, dependencias estatales y ayuntamientos se coordinaron para garantizar el éxito logístico de la jornada de reforestación.

Las cifras lo respaldan: más de 2.4 millones de árboles, 1,500 viveros reactivados y un sistema de monitoreo ambiental que ya comenzó a funcionar.
En palabras de Luisa del Carmen Cámara Cabrales, titular de la Sedap: “Esta jornada llegó para quedarse.”


ESPECIES EMBLEMÁTICAS

· Forestales: Cedro, Caoba, Palo de Tinto, Ceiba, Macuilis.
· Frutales: Cacao, Mango, Limón, Chicozapote, Guaya.
· Ornamentales: Framboyán, Lluvia de Oro, Mangle.
· Ecológicas: Siete Colmenas —hábitat del mono saraguato.


EL FUTURO RECIÉN SEMBRADO

El resultado es tangible y simbólico. Los expertos estiman que una hectárea reforestada puede reducir la temperatura local entre 1 y 5 grados centígrados, y que en cuatro años el efecto combinado podría refrescar hasta 8 grados el territorio tabasqueño.

Pero el verdadero logro no está en las cifras: está en la conciencia. Tabasco, que durante décadas taló su identidad en nombre del progreso, empieza a reconstruirse con las manos de su gente.

Por eso, más allá de las cifras, la rebelión del verde no fue una jornada gubernamental, sino una metáfora: un pueblo que volvió a tocar la tierra para recordar quién es.
El Edén, al fin, parece dispuesto a renacer.

El resultado es tangible y simbólico: millones de árboles que, al crecer, refrescarán la tierra y la memoria del Edén.

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