En México, las desigualdades se tejen desde el desayuno. No es una metáfora: quien llega a la escuela sin alimento llega con desventaja. Y en regiones como Tabasco, esa desventaja es estructural, persistente, casi hereditaria.
Por eso, lo ocurrido esta semana en el municipio de Centro tiene más implicaciones que las que aparenta un acto oficial.
La alcaldesa Yolanda Osuna Huerta entregó 249 paquetes de utensilios de cocina a madres voluntarias de 40 escuelas de comunidades rurales y suburbanas, como parte del Programa de Alimentación Escolar en su Modalidad Caliente.
Esta mañana, en el marco del Programa de Alimentación Escolar en Modalidad Caliente, entregamos paquetes de utensilios de cocina a las madres voluntarias que integran los comités de desayunos escolares de 40 escuelas. Seguiremos impulsando la educación y la igualdad social,… pic.twitter.com/kUYXrT5Q57
— Yolanda Osuna Huerta (@YolandaOsunaH) June 19, 2025
Lo noticioso no es la entrega, sino el mensaje: cuando el Estado se organiza desde lo básico —el desayuno caliente, el comedor funcional, el rol activo de madres—, la política pública comienza a cambiar la vida concreta.
CONTRA EL HAMBRE, EQUIPAMIENTO
No es nuevo que el hambre se presente en el aula antes que el maestro. Pero pocas veces se reconoce que la escuela, especialmente en zonas vulnerables, también es comedor, refugio, y red de soporte. En ese sentido, el enfoque de este programa tiene doble filo: atiende una necesidad inmediata y apuesta a largo plazo por la nutrición y el aprendizaje.
Cada paquete entregado a madres voluntarias —que no reciben sueldo, pero sostienen el programa con trabajo diario— incluyó ollas, licuadoras, platos, vasos, sartenes y utensilios clave para operar comedores escolares que benefician directamente a más de 18 mil niñas y niños de comunidades como Tumbulushal, El Manzano, Agraria y Huapinol.
Aquí, el Estado no interviene como benefactor, sino como facilitador de una red de corresponsabilidad donde madres, maestros y autoridades escolares se vuelven parte del mismo engranaje.
MÁS ALLÁ DEL ACTO SIMBÓLICO
La ceremonia fue encabezada por Osuna Huerta en la escuela primaria “Benito Fentanes Lavalle”. No fue un evento aislado. Fue una actualización institucional de una política que en Tabasco ya tiene años de operación, pero que hasta ahora no había tenido una lectura de articulación entre equipamiento, corresponsabilidad y pedagogía alimentaria.

Lo relevante aquí no es solo la entrega de utensilios, sino que se trata de un esfuerzo compartido entre DIF Centro, DIF Tabasco, la Secretaría de Educación y los comités escolares. Esa suma de esfuerzos rompe con la visión de programas aislados que muchas veces se estrellan contra la pared de la improvisación.
La alcaldesa lo expresó sin ambages: “Esto es un abrazo colectivo a más de 18 mil alumnos”, y no es exageración si uno revisa el mapa rural de Tabasco, donde hay planteles sin servicios básicos y niños que caminan varios kilómetros para llegar a clase.
POLÍTICA DESDE LA ESTUFA
Los programas sociales suelen medirse por números. Pero aquí la clave está en el proceso. Que una madre voluntaria aprenda a balancear un menú escolar con frutas, cereales y vegetales —como dicta la lógica nutricional del programa— es una decisión que impacta no solo la vida del alumno, sino la cultura alimentaria familiar.
Equipar una cocina escolar es, en este contexto, más que un acto administrativo: es una decisión política contra la desnutrición crónica, el ausentismo y el abandono escolar.
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La entrega también incluyó una muestra gastronómica de los desayunos que se sirven en las escuelas, y fue ahí donde lo institucional cedió al lenguaje de lo cotidiano: arroz con verduras, huevos con frijoles, tamalitos con plátano y avena caliente. No hubo chef de renombre. Pero hubo nutrición y dignidad.
UN MODELO QUE RESISTE
En medio de la turbulencia nacional, con programas que cambian de nombre y estrategia cada sexenio, lo hecho en Centro plantea una alternativa modesta pero funcional: un modelo de intervención local, con lógica comunitaria, operado por quienes más conocen las necesidades: las familias.
El director del DIF Centro, Daniel Cubero Cabrales, lo resumió con tino: “Esto es más que utensilios; es una afirmación del compromiso municipal con la infancia”. Y tenía razón. En política pública, a veces el mayor logro es que una madre en Tumbulushal pueda cocinar con ollas nuevas, sabiendo que su esfuerzo está respaldado por algo más que voluntad.
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