CDMX.— Hay muros que no se construyen con concreto, sino con imágenes, miedo y propaganda. La administración de Donald Trump ha comenzado a levantar nuevamente un muro contra los migrantes, pero esta vez, lo está haciendo desde las pantallas mexicanas.
Desde inicios de abril, cadenas de televisión como Televisa han estado transmitiendo, en horarios estelares y durante partidos de fútbol de alta audiencia, una campaña publicitaria financiada por el gobierno de Estados Unidos, con un mensaje claro: criminalizar la migración indocumentada.
En un spot de apenas 30 segundos, Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional de Trump, se presenta ante el público mexicano advirtiendo que cualquier extranjero que cruce ilegalmente a Estados Unidos será perseguido, arrestado y expulsado. Todo, mientras aparecen imágenes de detenciones, caravanas de migrantes y personas arrestadas.
El mensaje se transmite, incluso, durante el medio tiempo de partidos como el América vs Mazatlán, usando la plataforma del Canal 5 de Televisa, una cadena que llega a millones de hogares mexicanos. Y ese detalle no es menor: el muro de Trump ahora entra directo a los hogares del sur mexicano.
UN MENSAJE PELIGROSO QUE ROMPE FRONTERAS
El spot no es un simple aviso de política migratoria. Es una pieza cuidadosamente editada para sembrar miedo y reforzar la narrativa de que los migrantes —muchos de ellos mexicanos y centroamericanos— son criminales que deben ser detenidos antes de llegar.
“Los criminales no son bienvenidos en Estados Unidos”, dice Noem en tono severo. Lo dice en televisión mexicana, en español, con subtítulos y con imágenes de supuestos criminales —de piel morena, con rasgos indígenas, con mochilas al hombro y miedo en el rostro.
Esto no es casualidad. La campaña es parte de una estrategia de propaganda internacional, diseñada no solo para disuadir la migración, sino para enviar un mensaje político dentro y fuera de Estados Unidos.
Que esto ocurra en México, en medios nacionales, durante horarios estelares, es una alerta no solo mediática, sino diplomática. Y, al parecer, el gobierno mexicano no fue consultado.
LA RESPUESTA MEXICANA: DÉBIL, TARDÍA Y PREOCUPANTE
Según fuentes federales, el gobierno de México detectó desde marzo la transmisión del spot, lo que motivó una revisión legal. Sin embargo, descubrieron que en 2014 fue eliminada la prohibición que impedía a gobiernos extranjeros difundir propaganda en territorio mexicano.
Sí, leyó bien: hoy, legalmente, el gobierno de Trump puede pagarle a Televisa para propagar un mensaje antimigrante desde México, y la televisora puede aceptarlo, incluso si viola los principios de no discriminación y dignidad humana.
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Funcionarios mexicanos reconocieron haber entrado en contacto con la empresa televisiva para advertir sobre la ilegalidad del contenido bajo la ley de discriminación, pero la campaña siguió al aire.
Y mientras tanto, el rostro del migrante sigue siendo criminalizado, ahora desde nuestras propias pantallas.
TELEVISA: ENTRE EL NEGOCIO Y LA RESPONSABILIDAD SOCIAL
Es imposible no cuestionar el rol de Televisa en esta historia. La empresa, dueña del Club América y una de las cadenas más vistas del país, ha sido durante años un actor político disfrazado de medio de comunicación.
El hecho de que esta campaña se transmita durante sus eventos deportivos, en sus horarios más rentables, sugiere que no se trata de un error ni de una omisión editorial, sino de una decisión comercial consciente.
¿Puede una empresa mexicana prestar sus canales para transmitir un mensaje extranjero que atenta contra los derechos humanos de sus propios ciudadanos? Legalmente, hoy sí. Pero éticamente, la respuesta debería ser un rotundo no.
Porque mientras en Chiapas, Tabasco o Veracruz miles de familias migrantes caminan hacia el norte buscando sobrevivir, la televisión nacional les cierra la puerta en la cara.
EL SILENCIO QUE GRITA
En medio del ruido de campañas, elecciones y propaganda, los migrantes siguen siendo el blanco favorito del miedo político. Lo que antes eran discursos de campaña en Estados Unidos, hoy se han convertido en videos pagados, exportados y reproducidos en medios mexicanos.
Y en esa narrativa, México no solo es espectador: ahora es escenario y canal. Es el país desde donde Trump habla para decirle al mundo que cerrará las puertas.
Pero lo más alarmante no es que lo diga. Es que alguien aquí esté cobrando por ayudarle a decirlo.
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