El debate sobre el Museo Nacional de la Cultura Olmeca ha dejado de ser exclusivamente cultural. Esta semana, el gobierno de Tabasco se ha visto obligado a salir a contener una campaña que, desde redes sociales y cuentas ligadas a sectores políticos opositores, ha sembrado rumores de daño ambiental y desaparición patrimonial sin que exista aún un proyecto definitivo.
Mientras en Villahermosa se afina la propuesta de lo que será el primer museo nacional del país fuera de la Ciudad de México en más de seis décadas, las acusaciones de un supuesto ecocidio, intervención al Parque Tomás Garrido Canabal y riesgo al patrimonio olmeca comenzaron a escalar en redes bajo una narrativa cuidadosamente amplificada. Hasta ahora, todo se basa en conjeturas.
Este jueves 5 de junio, la secretaria de Cultura de Tabasco, Aída Elba Castillo Santiago, y el titular de la Secretaría de Ordenamiento Territorial y Obras Públicas (SOTOP), Daniel Casasús Ruz, fueron claros: el parque no será intervenido, no habrá afectaciones al medio ambiente, y el museo —lejos de poner en peligro las piezas— buscará darles mejor resguardo, bajo estándares internacionales.
PARQUE NO SERÁ TOCADO
“Nada de esto es cierto”, dijo la secretaria de Cultura respecto a los rumores que desde hace días han llenado redes sociales. “El recorrido arqueológico y natural del Parque Museo La Venta no será modificado. Por el contrario, se reforzará su protección con base en las recomendaciones de la UNESCO”.
Castillo Santiago recordó que el INAH es la autoridad nacional encargada del patrimonio arqueológico, y será esa institución, en conjunto con expertos, la que determine los lineamientos de resguardo. La cabeza olmeca que fue atacada años atrás, dijo, es ejemplo de por qué se necesita una intervención técnica y no solo discursiva.
Por su parte, Daniel Casasús, titular de SOTOP, explicó que el museo aún está en etapa preliminar. Lo que presentó el INAH fue una propuesta de concepto, sin planos ni especificaciones técnicas, y las mesas de trabajo con los arquitectos están por iniciarse.
“No es un proyecto disruptivo ni agresivo con el entorno. La idea es actualizar el planteamiento de Carlos Pellicer, no sustituirlo ni violentarlo”, señaló Casasús. “No vamos a afectar la fauna ni el cuerpo lagunar. Queremos un espacio digno para el patrimonio y compatible con el medio ambiente”.
La preocupación por una posible intervención del Parque Tomás Garrido Canabal ha sido el centro de muchas de las críticas. Sin embargo, las autoridades de Cultura y de Obras Públicas han sido claras y reiterativas: no se tocará el parque. El área arqueológica y natural permanecerá intacta, y la propuesta arquitectónica —aún en etapa de diseño— respetará tanto la flora como la fauna del entorno lagunar. La narrativa de destrucción ambiental, si bien poderosa, carece por ahora de sustento técnico.
DESINFORMACIÓN COORDINADA
El miércoles por la noche, Fernando Vázquez Rosas, titular de la Oficina de la Gubernatura, lanzó un mensaje directo: lo que ocurre es una campaña de desinformación digital. Y no es una ocurrencia: basta con revisar el comportamiento de ciertos hashtags y cuentas para ver cómo el mensaje se ha viralizado de forma automatizada.
Detrás de esta estrategia hay más que preocupación ciudadana genuina. Vázquez Rosas aludió a “sectores de la derecha, autodenominados ambientalistas y expertos en cultura”, que buscan desacreditar un proyecto aún en construcción institucional.
En realidad, no se ha presentado un proyecto terminado, ni una evaluación de impacto ambiental, ni una licitación de obra. Todo se encuentra en fase de diálogo. Sin embargo, ya hay llamados a protestas y movilizaciones, incluso desde actores políticos ajenos al estado.
Parte del desconcierto que alimenta las protestas viene del hecho de que no hay un proyecto terminado. Pero esto no implica opacidad, sino un proceso de construcción. Lo que se presentó fue una narrativa conceptual —no planos, no permisos, no licitaciones—, y el gobierno ha señalado su intención de hacer público todo el material preliminar. En ese sentido, la respuesta estratégica ha sido la transparencia proactiva, como antídoto a la especulación.
PROTESTAS SIN PROYECTO
El fin de semana fue convocada una protesta en la explanada del Parque Tomás Garrido bajo el lema “¡Salvemos al Tomás!”. El cartel que circula en redes señala que se trata de una campaña “para preservar la biodiversidad del estado” y llama a impedir la construcción del museo.
La convocatoria es promovida por Arístides Prats, quien se presenta como protector de la Laguna de las Ilusiones. Sin embargo, el cartel no menciona que el proyecto aún no está definido, que no hay intervención al parque confirmada ni plan de obra aprobado.
Otro de los señalamientos que han cobrado fuerza en redes sociales es la supuesta ausencia de consulta ciudadana. Pero los hechos apuntan a una etapa distinta: la fase de mesas técnicas y de participación pública apenas comenzará.
Así lo confirmó el titular de SOTOP, Daniel Casasús, quien aseguró que se trabajará en coordinación con el INAH y los arquitectos para abrir espacios de diálogo y revisión con especialistas y ciudadanía.
Las preguntas, por tanto, son inevitables: ¿protestar contra qué, exactamente? ¿Con qué información se está convocando? ¿Qué se defiende si no se conoce lo que se pretende hacer?
PROYECTO CULTURAL, NO PARTIDISTA
En medio de todo esto hay un hecho irrefutable: por primera vez, un estado del sur tendrá un museo nacional. No uno menor, sino uno que devolverá a los olmecas —civilización madre de Mesoamérica— el sitio que les corresponde.
El museo, aún en diseño, repatriará piezas colosales, recuperará el Parque Museo Poema, integrará senderos ecológicos y se convertirá en un espacio de aprendizaje e identidad regional. Si se hace bien, con consulta y transparencia, Tabasco puede pasar de ser periferia a punto de partida cultural del país.
Algunas voces han intentado reducir el proyecto a un acto político, como si se tratara de una bandera partidista. Pero la raíz de la iniciativa es claramente cultural: nace de recomendaciones técnicas de la UNESCO, de necesidades identificadas por el INAH, y de una deuda histórica con la civilización madre de Mesoamérica. En ese contexto, el museo no es un trofeo electoral, sino una infraestructura pensada para repatriar, conservar y reinterpretar el legado olmeca.
Las críticas legítimas tienen lugar, pero deben hacerse con datos. Y la desinformación, en este caso, no defiende un árbol: enturbia un diálogo que ni siquiera ha comenzado.
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