El asesinato de dos funcionarios clave del Gobierno de CDMX revela posibles represalias del crimen organizado y una peligrosa escalada en la violencia política. Autoridades cierran filas ante el reto de seguridad.

La CDMX bajo fuego cruzado: un doble homicidio político y su contexto criminal

CDMX.— No fue un asesinato cualquiera. Tampoco un hecho aislado ni el producto de un robo fallido. El crimen del martes que costó la vida a Ximena Guzmán y José Muñoz, dos de los colaboradores más cercanos a la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, marca un punto de inflexión en la narrativa de seguridad en la capital del país.

Lo ocurrido en Calzada de Tlalpan a las 7:30 de la mañana no sólo es un atentado dirigido, quirúrgico y planeado con precisión, sino un evento que deja entrever las grietas de la lucha entre el Estado y los remanentes del crimen organizado en la CDMX.

Con una ejecución fría, realizada en segundos, el agresor demostró conocer a sus víctimas y sus rutinas. Las autoridades, encabezadas por el Secretario de Seguridad Ciudadana, Pablo Vázquez, confirmaron la participación de al menos cuatro personas, lo que reafirma que el ataque no fue espontáneo, sino producto de una logística criminal.

EL MENSAJE DETRÁS DE LAS BALAS

En círculos de inteligencia, lo ocurrido empieza a interpretarse como una posible represalia del crimen organizado. No es casual que este ataque suceda a pocos días de que se anunciaran detenciones clave de cabecillas de cárteles como La Unión Tepito, CJNG y Cártel Nuevo Imperio. ¿Fue este atentado una forma de advertencia o venganza contra la actual Administración capitalina?

Aunque la Fiscal General de Justicia de la CDMX, Bertha Alcalde Luján, pide cautela y evita atribuir el hecho a una célula específica, no descarta que haya habido labores de vigilancia previas. Un video de las cámaras del C5 muestra al sicario esperando durante 20 minutos a sus objetivos. Lo conocía. Sabía dónde, cuándo y cómo atacar.

Y si bien se ha descartado que los atacados supieran de amenazas o tuvieran vínculos con operativos específicos, la coincidencia temporal con golpes recientes al narcotráfico es perturbadora. El Gobierno federal, por su parte, se muestra solidario, pero también prudente: “no adelantarse al móvil”, ha sido el mensaje desde la presidencia.

¿CRIMEN DE ESTADO O CRIMEN CONTRA EL ESTADO?

El doble homicidio no se perpetró contra cualquier burócrata. Guzmán y Muñoz no sólo eran ejecutores de agenda o técnicos administrativos.

Eran figuras clave en el andamiaje político de Clara Brugada. Ximena, su secretaria particular, era también su consejera y operadora desde los años en Iztapalapa. José, su “mano derecha”, conocía los engranajes de la maquinaria del Gobierno de la Ciudad y representaba un nodo de conexión entre distintas áreas del gabinete.

Eliminar a ambos de forma simultánea fue más que simbólico. Fue táctico.

En tiempos electorales y con la 4T proyectando continuidad en la capital, este crimen puede ser leído como un intento por fracturar esa gobernabilidad, sembrar miedo y marcar límites desde los sótanos del crimen.

No hay que perder de vista que la Ciudad de México, aunque menos convulsa que estados como Michoacán o Zacatecas, también está bajo presión territorial de cárteles que buscan plazas, rutas y negocios.

DE LA ESCENA DEL CRIMEN A LA GEOPOLÍTICA CRIMINAL

El agresor no sólo planeó su acto, también cubrió sus huellas. Según la FGJ, no se hallaron huellas en los vehículos abandonados, los números de serie estaban alterados y hay evidencia de que los atacantes usaron guantes y ropa desechable.

El seguimiento de las rutas de escape permitió identificar al menos tres vehículos involucrados, uno de los cuales ya había cruzado al Estado de México.

El hecho ha tensado las estructuras de poder. Durante la conferencia matutina de Claudia Sheinbaum, el momento en que se informó sobre el asesinato fue captado en tiempo real.

El rostro de la Presidenta cambió cuando recibió la nota con la noticia. Se comunicó con Omar García Harfuch. Hubo llamadas, susurros y una tensión que evidenció la gravedad de lo que estaba ocurriendo.

No era sólo un ataque más: era un golpe a la entraña del poder local.

COOPERACIÓN INTERNACIONAL Y NARRATIVA EXTERIOR

El impacto no quedó en casa. El Secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, tomó el caso como ejemplo de que la “violencia política en México es real”.

Desde el Capitolio, la referencia al atentado y la colaboración de la DEA en temas de inteligencia no se hicieron esperar. Para la narrativa del Partido Republicano, que acusa a México de ser rehén de los cárteles, los hechos refuerzan su posición.

Rubio anunció incluso que viajará próximamente a México junto a funcionarios del equipo de Donald Trump, con quien comparte la tesis de que el Estado mexicano ha sido infiltrado o superado por el narco en ciertas regiones.

¿QUÉ SIGUE PARA CLARA BRUGADA Y LA CDMX?

El crimen no sólo enlutó al gobierno capitalino. Puso a prueba la capacidad de reacción del Estado. Las instituciones han respondido con unidad: Clara Brugada, la Presidenta Sheinbaum, el gabinete de seguridad y la Fiscalía han cerrado filas.

A nivel operativo, ya hay un grupo interinstitucional dedicado a este caso, con apoyo del Ejército, la Guardia Nacional y Marina. El seguimiento a los responsables está activo. Las primeras pistas y rutas de escape ya están en manos de la inteligencia. La presión mediática y social es fuerte.

Pero el desafío es mayor: blindar a la Ciudad de una escalada.

Si se confirma que la agresión fue una represalia, se abre la puerta a un nuevo capítulo en la historia de la seguridad en la capital. Uno donde la lucha contra el narco deja de ser sólo narrativa federal y se convierte en una guerra activa en las avenidas de la CDMX.

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