En Paraíso, Tabasco, hay quienes dicen que cuando el mar escupe monstruos, algo grande está por venir.
No lo dicen por superstición barata, sino porque lo han visto. Y hace poco lo vieron otra vez.
La mañana del 23 de mayo de 2025, pescadores de la colonia Nuevo Torno Largo regresaban a la costa con algo que no parecía real. Enredado en sus redes, flotaba un pez enorme, pesado, oscuro como la profundidad misma. No era un mero cualquiera. Era una cherna de casi 300 kilos. Más grande que un hombre. Más antigua que muchas de las historias que se cuentan en los muelles.
El animal fue subido al muelle con sogas, entre varios hombres. Algunos lo miraban como si se tratara de un trofeo. Otros, como si fuera un aviso. Porque hacía décadas que no se veía algo así en las costas tabasqueñas. Porque, en palabras de un pescador veterano: “cuando vuelven los grandes, es que el mar nos está queriendo decir algo”.
Y desde hace unos años, el Golfo de México parece estar diciendo muchas cosas.
APARICIONES IMPACTANTES
La cherna de Paraíso no ha sido la única aparición descomunal en el Golfo. En los últimos años, el litoral de Tabasco y el sureste mexicano ha sido testigo de una serie de eventos que parecen sacados de un documental… o de una leyenda.
En enero de 2024, también en Tabasco, un grupo de pescadores capturó un tiburón martillo de casi media tonelada. Tuvieron que asegurar al animal con lazos. Apenas unos días después, otro tiburón más pequeño fue sacado del agua en una localidad cercana. Y eso no fue todo: en octubre de 2023, una ballena jorobada apareció viva, varada, en la playa de El Alacrán, en Cárdenas. La gente intentó regresarla al mar. Murió horas después.
Los registros no paran ahí. En Campeche se han pescado chernas de 248 kilos, tiburones de 300 kilos, y en Yucatán, un pez gigante atrapado en El Cuyo en 2024 alcanzó los 150 kilos. Veracruz recibió este mismo año a una tortuga laúd de casi una tonelada, que desovó en sus playas por primera vez en 30 años.
Ya no se trata de casos aislados. Hay una frecuencia creciente, una señal que —como diría un viejo pescador— el mar está inquieto, o quiere hacerse escuchar.
Los gigantes están volviendo. Y la pregunta que flota sobre el oleaje es:
¿Por qué ahora?
LO QUE DICE EL MAR
Cuando aparecen animales de esta magnitud —peces que no caben en una lancha, tiburones de media tonelada, tortugas tan grandes como una tina de baño— hay quienes dicen que el mar está “avisando algo”. Y no es solo poesía de pescador.
Expertos en biología marina coinciden: estos avistamientos podrían estar relacionados con una combinación de cambios ambientales, alteraciones en las rutas migratorias, y algo tan simple (y tan grave) como que los animales ya no encuentran refugio en las profundidades.
🌡️ Cambio climático: El calentamiento del agua está alterando rutas migratorias. Algunos animales que antes pasaban lejos ahora se acercan más, en busca de alimento o temperaturas tolerables.
Sobrepesca en alta mar: Peces gigantes como la cherna, tiburones y tortugas marinas suelen evitar zonas sobreexplotadas. Pero si sus hábitats están destruidos, se ven obligados a salir… y ahí es cuando los encontramos.
Menos humanos, más vida: Durante la pandemia, hubo un repunte de avistamientos de megafauna. El mar, cuando se le da respiro, se deja ver.
SABÍAS QUE…
- La cherna puede vivir más de 40 años y superar los 400 kg.
- El tiburón martillo está en peligro de extinción.
- La tortuga laúd no anidaba en Veracruz desde 1994.
- En Tabasco, nunca se había registrado una ballena viva varada… hasta 2023.
Entonces, ¿qué nos está diciendo el mar?

El gigante del norte
El 19 de septiembre de 2024, en un hecho que sorprendió a pescadores y aficionados por igual, Nuevo Laredo, Tamaulipas se convirtió en el escenario de una serie de capturas de pejelagartos colosales, conocidos localmente como catán o manjuarí. En el río Bravo, se documentaron ejemplares que alcanzaron entre 1.9 y 2.57 metros de longitud, lo que reavivó el entusiasmo por la pesca deportiva en la región fronteriza.
En redes sociales se difundieron imágenes de tres ejemplares, pero el que más llamó la atención fue el capturado por el pescador José Luis Calderón, quien habría extraído un catán de más de 2.57 metros, considerado por algunos como el más grande registrado en el último siglo en esa zona.
Tal vez nos advierte. Tal vez nos ofrece una segunda oportunidad. Tal vez, simplemente, nos está devolviendo el espejo: una imagen poderosa de todo lo que podemos perder si no aprendemos a escuchar.
VOCES DEL PUEBLO
En Tabasco, Campeche y Yucatán, muchos pescadores no necesitan leer reportes científicos para saber que algo está cambiando en el mar. Ellos lo sienten en las redes, en el silencio de los cardúmenes, en el peso inusual de una captura. Y también lo saben por lo que les contaron sus padres y abuelos.
Uno de ellos, don Chucho, pescador de Isla Aguada, recuerda que cuando era niño, su abuelo le decía:
Si sale una cherna grande, no es suerte: es aviso. Es porque el mar anda inquieto”.
En El Bellote, algunos dicen que la ballena que apareció en 2023 vino a morir cerca de los hombres para que no olvidaran que existe. En Seybaplaya, cuando se capturaron dos tiburones “xmoha” de más de 500 kilos, alguien murmuró que era “porque el mar está sacando lo que ya no le cabe”.
LA CHERNA DE LA TORMENTA
En 2015, en Isla Aguada, se pescó una cherna de 220 kilos. Dicen que tres días después, cayó una tormenta que arrancó techos y tumbó postes. Desde entonces, hay quienes creen que las chernas gigantes no deben comerse, porque traen la fuerza del mar que las crió.
EL DILEMA DE PESCAR
Cuando un animal gigante cae en la red, el pescador no piensa en la UICN ni en planes de manejo ambiental. Piensa en los suyos. En el precio del kilo. En la deuda del motor. “Si el mar me lo da, ¿por qué no lo voy a agarrar?”, dice uno en Champotón.
Pero otros, los que ya no ven lo que veían antes, tienen dudas. Un joven pescador de El Cuyo lo resume así: “Mi abuelo sacó un mero de 200 kilos. Yo uno de 150. ¿Y mi hijo? ¿Qué va a pescar?”
ÚLTIMO MENSAJE
Tal vez no es que los gigantes estén regresando.
Tal vez es que nunca se fueron, pero por fin los estamos volviendo a ver. Porque en medio del ruido, del plástico, de las vedas rotas, el mar aún nos lanza señales.
Una cherna de casi 300 kilos.
Una tortuga laúd desovando donde ya no lo hacía.
Una ballena varada, como pidiendo algo.
Un tiburón hembra con crías, como si dijera: “esto es todo lo que me queda”.
El Golfo de México aún respira. Aún ruge. Aún escupe vida de tamaño colosal para ver si alguien la ve, si alguien escucha.
LA BALLENA QUE LLORÓ
En 2023, cuando la ballena jorobada quedó varada en El Alacrán, los pobladores intentaron regresarla al mar. Usaron toallas, sogas, agua, cánticos. No lo lograron. Murió bajo el sol. Una mujer dijo después: “Nunca había oído a un animal llorar. Pero esa ballena… esa sí lloró. Y no solo por ella.”
Y quizás por eso, cuando el pescador de Paraíso miró a la cherna brillante sobre el muelle, no sonrió. Solo la miró.
Como quien ha visto algo hermoso.
Y algo que tal vez ya no se repita.
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