WASHINGTON — El 6 de mayo no solo marcó una fecha en el calendario diplomático: selló una jugada maestra de alta política hemisférica. En una operación secreta, audaz y cinematográfica, cinco opositores venezolanos fueron extraídos de la embajada argentina en Caracas, donde permanecían encerrados desde hacía 14 meses.
El operativo, bautizado con la poética y simbólica denominación de “Guacamaya”, no solo liberó a cinco rostros visibles del antichavismo: reactivó el músculo diplomático de Washington, revalidó la presencia de Argentina en el tablero global y dejó al desnudo las fisuras internas de un régimen que ya no puede ocultar su fragilidad.
Omar González, Magallí Meda, Claudia Macero, Pedro Urruchurtu y Humberto Villalobos —todos colaboradores de la opositora María Corina Machado— rompieron el silencio en Washington.
Frente a cámaras y micrófonos, narraron un calvario de encierro, hostigamiento y resistencia. Relataron, también, una operación que aún no puede contarse del todo, pero que ya entra en el terreno de las leyendas diplomáticas.
El dato más importante, sin embargo, no es solo la forma en que salieron. Es por qué estaban allí. Acusados por el régimen de Maduro, su única “falta” fue haber sostenido la maquinaria electoral de una oposición que, aún con su principal líder inhabilitada, logró imponerse en las urnas con el 67% de los votos —actas en mano— frente a un presidente que nunca mostró las suyas.
Las elecciones del 28 de julio de 2024 en Venezuela fueron la gran derrota del chavismo, aunque formalmente se declaró vencedor. La operación Guacamaya fue la secuela. Y también la consecuencia inevitable de una verdad: ya ni las cifras falsas alcanzan para sostener la ficción.
“VIVIMOS ENTRE SOMBRAS”: CRÓNICA DESDE EL ENCIERRO
Durante 412 días, la embajada argentina en Caracas fue cárcel y refugio, madriguera y trinchera. Meda —jefa de campaña de Machado— lo describió con crudeza: “Vivíamos sin agua, sin luz, con una piscina podrida usada para el wáter y erupciones en la boca por el agua contaminada”.
Dividían tareas, cultivaban verduras, cocinaban con lo poco que entraba y mantenían viva la campaña opositora desde un ventilador solar chino que servía para cargar celulares.
Sus testimonios rozan el realismo mágico: un jardín barrido a mano como terapia, camiones cisterna que daban tres minutos de agua, visitas fugaces de guacamayas que se convirtieron en símbolo de libertad.
“Nos preparamos para lo peor, pero nos atrevimos”, dice Meda. La imagen del ventilador y los turnos de carga remite a un cine de guerra, pero con rostros civiles y voluntades intactas.
Mientras tanto, afuera, la diplomacia —salvo excepciones— callaba. Meda fue tajante: “La diplomacia actuó como cobarde. Este no es momento de cócteles, sino de salvar vidas”. Su crítica no apuntó a la forma: apuntó al fondo. A la comodidad estructural de los que ven sin actuar.
DE LA EMBAJADA A LA CASA BLANCA: EL NUEVO TABLERO
La política exterior de EE.UU. encontró en esta operación un gesto potente, dirigido a múltiples públicos: a Caracas, a América Latina, al mundo. Fue un mensaje de reafirmación de intereses, pero también una señal de que la democracia sigue siendo un activo estratégico. Magallí Meda lo dejó claro: “Quedó demostrado que la libertad de Venezuela es prioritaria para Estados Unidos”.
Y en ese tablero reconfigurado, Argentina —pese a las tensiones internas— jugó un rol clave. El gobierno de Javier Milei, con su impronta disruptiva, facilitó el canal de apoyo y respaldo, incluso después de ceder la protección de la embajada a Brasil. A diferencia de otras gestiones que habrían optado por la neutralidad, aquí hubo una apuesta política con nombre propio.
- Construir escuelas también es combatir la violencia; arranca construcción del Cobatab 52 en Pomoca
- Elección judicial en Tabasco: sin denuncias, pero bajo vigilancia
- Acordeones Electorales: el INE se anticipa a un posible fraude silencioso
La presencia del senador Marco Rubio y del embajador argentino en la rueda de prensa marcó también un reposicionamiento simbólico: los liberados no fueron abandonados. Fueron parte de una estrategia. No solo salieron: llegaron con respaldo.
CUANDO LA REALIDAD SUPERA A NETFLIX
Los protagonistas insisten en que aún no pueden contar todo. Hay otras operaciones en curso. Gente aún en riesgo. Pero lo poco que relatan, basta. “Fue una operación totalmente cinematográfica”, dijo Meda. Omar González remató: “Fue una fuga histórica. Lo que se sabrá un día, cambiará cómo entendemos el espionaje moderno”.
Y aquí, la frontera con el espectáculo se vuelve porosa. Las historias de encierro, rescate y valentía siempre atrapan. Pero esta tiene un ingrediente singular: no hay ficción. Todo ocurrió. En tiempos donde las plataformas buscan tramas reales para dramatizar, Guacamaya es un guion listo para filmarse.
Es probable que Netflix o Amazon ya estén haciendo llamadas. Pero más allá de las pantallas, el corazón del asunto sigue latiendo: Venezuela no está libre. Esta historia es un respiro, no un cierre.
Sigue nuestro canal de WhatsApp
Recibe las noticias más importantes del día. Haz clic aquí