En pleno homenaje al legado de sencillez del expresidente José Mujica, Lilly Téllez expone con nombres y ejemplos los lujos y contradicciones de líderes de Morena, desatando un choque frontal en el Senado.

Crónica | Vivir al revés de Mujica: el día que Lilly Téllez les puso el espejo a los morenistas

CDMX.— El Senado se reunió para rendir homenaje al más austero de los presidentes latinoamericanos, José “Pepe” Mujica. Fue una ceremonia solemne, de tributo al hombre que eligió vivir entre gallinas en una chacra . Pero, como suele pasar en este país de contrastes brutales, la solemnidad no duró mucho.

La senadora Lilly Téllez, sin aspavientos pero con la voz cargada de filo, rompió el guion predecible del homenaje.

En vez de sumarse a los discursos de respeto, levantó el espejo. Y lo apuntó directo a la bancada de Morena.

UN HOMENAJE INCÓMODO

Desde el inicio, la sesión pintaba para lo habitual: tribuna convertida en elogio coral.
Fernández Noroña, que presidía, habló con reverencia de Mujica: “Un gigante de la patria grande”, dijo. Lilia Aguilar recordó la chacra y su vida austera. Adán Augusto habló de la estatura moral del expresidente uruguayo. Todo era emoción medida y frases de tributo.

Pero entonces, como aguijón en procesión, subió Lilly Téllez.

Y no fue a aplaudir.

Fue a cuestionar cómo se puede alabar a Mujica y vivir justo al revés de lo que él enseñó.

LA LISTA DE LA INCONGRUENCIA

Téllez no improvisó. Llegó con nombres, ejemplos y comparaciones.

Dijo que Mujica predicó con el ejemplo, mientras los líderes de Morena predican austeridad y viven con lujos. Que él manejaba un Volkswagen viejo, mientras ellos usan camionetas blindadas. Que él vestía con ropa sencilla, mientras Rosa Icela Rodríguez porta aretes de oro con el rostro de AMLO, y Claudia Sheinbaum chalecos de diseñador.

Llamó “hipócrita” a la bancada morenista por alabar a Mujica mientras defienden propiedades como las de Manuel Bartlett, o viajan en primera clase, como Gerardo Fernández Noroña, que suele retratarse como hombre del pueblo, pero —según Téllez— come en restaurantes de lujo con dinero público.

No fue un golpe en abstracto. Fue una desnudez pública, palabra por palabra.

“Ustedes viven al revés de Mujica”, les dijo.

MORENA EN MODO DEFENSA

Fernández Noroña, tratando de quitarle filo al golpe, se sinceró:
“No soy austero. Gandhi murió con su calzoncillo. Yo no aspiro a tanto. Pero no he robado un centavo”.

La confesión no ayudó. En lugar de contener el fuego, avivó el contraste.

Entonces subió Adán Augusto López Hernández, exsecretario de Gobernación. No defendió a Mujica, ni rebatió con hechos. Atacó a Téllez, ligándola a Ricardo Salinas Pliego:
“A lo mejor no lo añora, porque sigue cobrando en la televisora”.

Téllez no se achicó. Desde su escaño, lanzó otra andanada:
“¿Cuánto costó su boleto de primera clase a París? ¿Con qué cárteles se asoció cuando fue gobernador de Tabasco?”.

Adán Augusto reviró con enojo:
“No me apellido Téllez. No estoy asociado a ningún cártel”, y justificó su viaje como una visita a su hijo hospitalizado.

Pero ya era tarde. El daño político estaba hecho.

En pleno homenaje a José Mujica, Lilly Téllez confronta a Adán Augusto López: “¿Con qué cárteles se asoció cuando fue gobernador?” La sesión terminó en gritos y receso.

MUJICA COMO TESTIGO MUDO

En plena sesión, el discurso se fracturó. La tribuna se volvió tribunal. Lo que comenzó como homenaje se convirtió en ajuste de cuentas. La figura del presidente más austero del continente fue tomada como vara para medir congruencia… y pocos salieron bien librados.

La imagen de Mujica quedó flotando como testigo mudo. No hubo defensa que pudiera contradecir los hechos: propiedades, ropa de lujo, viajes costosos, blindajes, privilegios.

La senadora había hecho lo que no muchos hacen en esa sala: apuntar al elefante en medio del recinto.

CUANDO LA FORMA TRAICIONA AL FONDO

La 4T ha hecho de la austeridad un estandarte. La llama “republicana”, la presume en discursos, la imprime en comunicados. Pero ese miércoles, en pleno Senado, la panista les recordó que hay símbolos que se respetan viviendo como ellos, no pronunciando sus nombres.

Mujica vivió con poco para poder mirar a todos desde el mismo lugar. Sus palabras no tenían que levantar la voz: venían respaldadas por la congruencia. Esa congruencia que, según Téllez, los morenistas han perdido en cuanto tocaron el poder.

Y eso duele más que cualquier grito.

Porque lo dijo frente a todos, y nadie pudo rebatirle con hechos.

La sesión terminó en gritos, y Noroña decretó un receso. Pero el eco de las palabras de Téllez siguió rebotando. No solo por lo que dijo, sino por el silencio que provocó.

Un homenaje al líder más austero del continente terminó en una exhibida de quienes, con todo y discurso, no logran vivir como él.

Y eso —en política— es perder mucho más que una discusión.

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