Nuevos ministros de la Suprema Corte reciben bastón de mando en ceremonia solemne.

La Corte abre sus puertas al pueblo, anuncia austeridad y reinicio del PJF

CDMX.— La noche del 1 de septiembre quedó inscrita como un parteaguas en la historia judicial mexicana. Tras tres años de ruptura y desencuentros, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) volvió a sentar en la misma mesa a los titulares de los tres poderes del Estado.

Afuera, las luces del Zócalo parecían el telón de un acto que mezclaba solemnidad y ruptura con el pasado. Adentro, el nuevo presidente del tribunal, Hugo Aguilar Ortiz, arrancaba su discurso con una frase martillo: “Hoy se reinicia nuestro sistema judicial”.

La escena no era sólo un protocolo: era el debut de una Corte refundada por voto ciudadano, con rostro femenino predominante y un mandato popular que le exigía justicia cercana, transparente y sin privilegios.

La presidenta Claudia Sheinbaum ocupó el asiento de honor, a lado del nuevo ministro presidente, en el Salón de Plenos de la Corte, mientras Hugo Aguilar Ortiz descendía al estrado para leer su primer discurso.

El FIN DE LOS PRIVILEGIOS TOGADOS

Aguilar Ortiz no se guardó nada. Anunció lo que muchos querían escuchar: los jueces y ministros ganarán menos que la presidenta de la República. Lo dijo con voz clara, prometiendo que el ajuste traería un ahorro de 300 millones de pesos anuales, que crecerían hasta 800 millones al revisar percepciones y pensiones doradas de exministros.

El mensaje fue directo: la toga ya no será símbolo de privilegio, sino de servicio. Se acababan los seguros privados, las jubilaciones anticipadas y los sueldos que superaban el tope constitucional. “La justicia no puede tener privilegios”, martilló Aguilar.

La imagen de un presidente de la Corte vistiendo toga bordada en Juchitán fue más que detalle folclórico: era un símbolo de cercanía, de que la justicia ahora debía abrirse a pueblos indígenas, sectores marginados y voces ignoradas.

EL REENCUENTRO DE LOS PODERES

El simbolismo no terminó en el discurso. Por primera vez desde 2023, un presidente de la República pisaba el recinto de Pino Suárez. Claudia Sheinbaum fue recibida por Aguilar y las ministras Lenia Batres y Yasmín Esquivel, quienes la acompañaron hasta la puerta principal para despedirla.

El protocolo adquirió aires de reconciliación: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial en la misma mesa tras años de fractura.

El momento se convirtió en mensaje político: el nuevo Poder Judicial buscaba recomponer la confianza perdida en los últimos años. Para Sheinbaum, era también un respaldo tácito: la reforma judicial que impulsó desde Palacio tenía ya rostro y voz en el pleno de la Corte.

LA OPOSICIÓN Y SUS SOMBRAS

Pero la fiesta no estuvo libre de sombras. Los partidos de oposición no dejaron pasar la oportunidad para sembrar dudas. Ricardo Anaya, del PAN, denunció un proceso “viciado de origen” y habló de una “feria de acordeones” para elegir a los nuevos jueces.

Clemente Castañeda, de Movimiento Ciudadano, señaló que la mayoría parlamentaria había forzado una reforma judicial “artificial” y carente de legitimidad.

Las críticas encontraron eco en pancartas y gritos de manifestantes que esperaban afuera, con cruces en memoria de los niños de la guardería ABC y consignas de “¡Ministros espurios!”. Pero el acto siguió adelante, blindado por la legitimidad del voto popular y por la presencia de la presidenta de la República.

UN PODER JUDICIAL CON MANDATO POPULAR

La novedad era irrefutable: 878 juzgadores electos por voto popular desfilaban para rendir protesta. La imagen resultaba inédita. Nunca antes la toga había pasado por las urnas.

En esa apuesta arriesgada estaba el futuro de la justicia mexicana: devolverle credibilidad a un sistema corroído por nepotismo, rezagos y corrupción.

El discurso de Aguilar Ortiz buscó disipar dudas: la austeridad no sería precariedad, sino eficacia. Cada peso debía destinarse a resolver expedientes, modernizar juzgados y digitalizar procesos. Y, sobre todo, garantizar que “nadie quede fuera ni sin justicia”.

UNA CORTE CON HORIZONTE

La instalación de la nueva SCJN se pareció más a un bautizo político que a una ceremonia judicial. Entre bordados istmeños, bastones de mando y discursos cargados de épica, el mensaje fue claro: la Corte se abre al pueblo.

Para Morena, fue un triunfo narrativo: la reforma judicial ya no era un texto en el Diario Oficial, sino un acto vivo, con ministros electos, sueldos recortados y un presidente dispuesto a confrontar la inercia del viejo poder judicial.

El reto es monumental: la oposición seguirá cuestionando la legitimidad; los expedientes se acumulan en miles; la confianza ciudadana aún se construye con paciencia. Pero la noche del 1 de septiembre quedará en los libros: la Corte abrió sus puertas, literal y simbólicamente, y con ello comenzó un capítulo inédito en la historia de la justicia mexicana.

Logotipo de WhatsApp

Sigue nuestro canal de WhatsApp

Recibe las noticias más importantes del día. Haz clic aquí