WASHINGTON.— Estados Unidos vuelve a tensarse en torno a la seguridad interna y la política migratoria. La secretaria del Departamento de Seguridad Nacional, Kristi Noem, confirmó que la administración de Donald Trump ampliará sus operaciones federales en Chicago, con un despliegue mayor de agentes de migración.
El anuncio no es casual: ocurre en la tercera ciudad más grande del país, epicentro de la disputa entre la Casa Blanca republicana y los liderazgos demócratas locales.
“Ya hemos tenido operaciones en curso con ICE en Chicago… pero tenemos la intención de agregar más recursos a esas operaciones”, dijo Noem en una entrevista con CBS News.
La funcionaria evitó dar detalles, pero anticipó un cambio de escala en una ciudad que se prepara para resistir lo que el gobernador de Illinois, J. B. Pritzker, definió como “una invasión con tropas estadounidenses”.
La medida se produce tras la solicitud del DHS de apoyo logístico en la Estación Naval de los Grandes Lagos, a 56 kilómetros al norte de Chicago. Esa base militar podría servir como plataforma para sostener las operaciones.
El telón de fondo es la insistencia de Trump en colocar la migración y la seguridad como banderas de campaña y como eje de confrontación con las grandes ciudades gobernadas por demócratas.
LA NARRATIVA DEL ORDEN Y EL FUEGO CRUZADO
Noem defendió los despliegues previos de la administración republicana. Recordó que en junio, cuando la Guardia Nacional fue enviada a Los Ángeles durante las protestas contra la agenda migratoria de la Casa Blanca, “esa ciudad se habría incendiado” de no haber sido por la presencia federal.
La afirmación encendió polémica: el gobernador californiano, Gavin Newsom, respondió con un irónico “jajajajajaja” en redes sociales, mientras la alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, acusó a Trump de agravar tensiones en lugar de resolverlas.
Los líderes californianos llevaron incluso la discusión a los tribunales: está pendiente un fallo en el Distrito Norte de California sobre la demanda contra el despliegue de tropas federales. Sin embargo, la Casa Blanca parece decidida a replicar la fórmula en otros centros urbanos, con Chicago en la mira.
Trump alimentó la confrontación con mensajes en redes sociales contra Pritzker, a quien acusó de no poder resolver la delincuencia en Illinois. Y lanzó la advertencia: “solucionen rápido el problema o iremos”. Ese tono, directo y amenazante, recuerda el estilo con el que el expresidente busca instalarse nuevamente como el único garante del orden.
EL CHOQUE POLÍTICO CON ILLINOIS
El gobernador Pritzker respondió con dureza: “Lo que está haciendo Noem es avivar pasiones y causar una disrupción innecesaria”. El mandatario subrayó que los migrantes de Illinois “son vecinos, amigos, contribuyentes” y cuestionó la idea de “hacerlos desaparecer” con arrestos masivos.
El alcalde de Chicago, Brandon Johnson, no se quedó atrás. Firmó una orden ejecutiva para contrarrestar el avance de la Guardia Nacional en su ciudad. En paralelo, dejó entrever que el municipio se sumaría a eventuales batallas judiciales si la Casa Blanca insiste en desplegar tropas.
Noem redobló la apuesta en CBS: “Si cometen un solo asesinato en la ciudad de Chicago, deberían llamar al presidente Trump y preguntarle: ‘¿Qué piensa? ¿Qué podemos hacer?’”. La frase deja claro el terreno discursivo en que se mueve la administración: asociar inseguridad urbana con migración y presentarse como garante de paz.
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CHICAGO COMO LABORATORIO ELECTORAL
La expansión federal en Chicago no es solo un tema de seguridad. Tiene una lectura electoral evidente. Trump utiliza la narrativa del desorden urbano en ciudades demócratas para reforzar su base y mostrar que solo su liderazgo puede “restablecer la ley”. La Casa Blanca republicana proyecta un espejo: mientras California y ahora Illinois acusan intromisión, Trump convierte cada despliegue en un escenario de campaña.
Chicago se convierte así en un laboratorio político. La administración apuesta a que la mano dura contra el crimen y la migración se traduzca en apoyo en los suburbios del Medio Oeste, decisivos en la contienda electoral. Del otro lado, gobernadores y alcaldes demócratas intentan resistir sin aparecer como débiles ante el electorado local.
El choque no solo enfrenta a Washington con los estados, sino que vuelve a plantear el debate sobre el federalismo en tiempos de polarización. La pregunta de fondo es si la estrategia de militarizar las ciudades puede sostener la paz sin dinamitar el delicado equilibrio entre la seguridad nacional y la autonomía local.
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