Héctor I. Tapia
Este domingo, en su Primer Informe, el Gobierno del Pueblo presentará un resultado que no se explica sólo por cifras: la disminución de la percepción de inseguridad y del homicidio doloso comenzó cuando el Estado recuperó presencia estable en colonias, comunidades y centros integradores.
La seguridad dejó de operar en modo reactivo y la economía familiar empezó a moverse en zonas rurales. El avance central no fue un programa: fue la reconfiguración del territorio. El desafío ahora es sostener ese orden y convertirlo en confianza duradera.
El primer logro del año no fue una cifra ni una obra: fue el regreso del gobierno al territorio. Durante años, los servicios públicos, los trámites y la presencia institucional se habían desplazado hacia oficinas lejanas o hacia intermediarios que “gestionaban” en nombre de la gente.
En muchos lugares del estado, la autoridad era algo que se escuchaba pero no se veía. El Gobierno del Pueblo rompió esa inercia desde el primer mes, instalando Jornadas de Atención en Territorio que ya completan seis vueltas en los centros integradores.
Lo que cambió políticamente es profundo: la relación entre ciudadanía y autoridad dejó de pasar por el gestor o el cacique. Ahora la gente habla directamente con el Estado. Esa modificación reorganiza la vida pública, porque devuelve la capacidad de decisión a las instituciones y le quita poder a quien antes controlaba accesos, beneficios o información.
El impacto no es simbólico. Tiene consecuencias medibles. Donde el gobierno está presente de manera constante, el delito pierde espacio para operar con impunidad cotidiana. Donde hay autoridad visible, el miedo deja de ser la regla que ordena horarios, rutas y silencios. Ese es el corazón del primer año: el Estado volvió a ocupar el terreno que había cedido.
SEGURIDAD: CUANDO EL MIEDO RETROCEDIÓ
El resultado más visible de esa recuperación territorial fue en seguridad. Villahermosa dejó el primer lugar nacional en percepción de inseguridad, de acuerdo con la ENSU del INEGI. No fue producto de un operativo espectacular, sino de presencia sostenida, patrullajes diarios, cateos judicializados y un trabajo interinstitucional que no buscó protagonismo mediático.
El punto de inflexión ocurrió en Nacajuca. Ahí, una célula local que operaba extorsiones y control territorial fue detenida sin filtraciones, sin negociación, sin represalias posteriores.
Fue la primera señal de que el Estado había retomado la capacidad de decidir en el territorio, algo que durante años había estado en disputa. La percepción de inseguridad cayó de 100% a 69.57%. La frase que se escuchó en voz baja después lo resume mejor que cualquier estadística: “Se calmó.”
En el resto de la entidad, el homicidio doloso bajó de 3.2 asesinatos diarios en febrero a alrededor de 1.5 en octubre, una reducción cercana al 50%. No se acabó la violencia, pero el miedo dejó de organizar la vida diaria. Eso es control territorial. No se presume, se siente.
LA ECONOMÍA REGRESA CUANDO LA GENTE PUEDE QUEDARSE
El segundo efecto del retorno estatal fue económico. La economía familiar en zonas rurales había quedado erosionada por la incertidumbre y la migración. Nadie invierte tiempo ni cuidado en una tierra que siente inestable. Cuando el miedo retrocede, vuelve la decisión de quedarse, y con ella, la posibilidad de trabajar y producir.
En ese contexto Crédito Ganadero a la Palabra volvió a ser viable. No se trata de subsidios: se entregan vientres y sementales certificados que permiten reproducir patrimonio.
El precio del becerro subió porque regresó la actividad, no por intervención artificial del mercado. La ganadería dejó de ser un recuerdo y volvió a ser una economía cotidiana.
Con Pescando Vida, cuerpos de agua inutilizados se rehabilitaron y la mojarra volvió primero a las mesas familiares y luego a la venta local. El ingreso no es masivo, pero es diario y propio. Eso cambia la estructura comunitaria: donde hay ingreso, hay arraigo, y donde hay arraigo, el territorio se vuelve más resistente a la violencia y la cooptación.
EL SIGNIFICADO POLÍTICO: AHORA VIENE LA PRUEBA DIFÍCIL
El primer año mostró algo claro: orden sin estridencia es posible. Pero el reto del segundo año es mayor. Tabasco enfrenta una economía de dos velocidades: el impulso de la obra pública y los programas productivos avanza, mientras la inversión privada local se mantiene cautelosa.
Para convertir control en confianza, se necesitará institucionalizar lo logrado: compras públicas limpias, contratos ejecutables sin padrinos, ventanillas digitales que eliminen gestores, ministerios públicos que acusen y ganen.
Si la seguridad depende de personas y no de procedimientos, la estabilidad será frágil. Si la economía depende del impulso público y no de reglas, el crecimiento será limitado.
El significado del primer año es claro: el Estado volvió a ocupar el territorio.
El significado del segundo será decisivo: si ese territorio puede sostener su propia vida sin depender del miedo, ni del favor, ni del poder personalizado.
El informe de este domingo no se leerá en la magnitud de sus anuncios, sino en la profundidad de lo conseguido: el territorio volvió a ser del Estado. Lo que está en juego ahora no es repetir el primer año, sino consolidar sus condiciones: mantener el orden, fortalecer instituciones y garantizar reglas estables. Si eso ocurre, Tabasco puede romper un ciclo histórico: no sólo entrar bien, sino salir bien.
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