Lo que dijo… y lo que calló el informe

Hay discursos que se escriben para informar, y hay otros que se construyen para marcar territorio. El segundo informe trimestral de Javier May Rodríguez fue lo segundo.

Durante poco más de 45 minutos, el gobernador de Tabasco tejió su mensaje con cifras, sí, pero sobre todo con silencios, frases reiteradas y gestos discursivos que revelaron tanto como lo que oficialmente se dijo.

No fue una lectura técnica ni una revisión administrativa. Fue una reafirmación de método. Una toma simbólica de espacio político: «El pueblo ya manda» no fue solo una frase —fue el compás que guió cada párrafo, cada aplauso, cada omisión.

Bajo ese tono, el informe adquirió una lógica distinta: en lugar de justificar el poder, lo legitimó con cercanía; en vez de detallar políticas, se usaron palabras como «hecho», «trabajo» y «comunidad» para marcar una narrativa. Y en ese tejido, las ausencias —como feminicidios, migración o educación superior— también contaron.

Porque en Tabasco, como en la política, lo que no se dice también se dice.

EL MÉTODO MAY

PALABRAS MÁS DICHAS

“Pueblo” fue mencionada más de 15 veces en 45 minutos. También destacaron: “trabajo”, “transformación”, “hecho” y “honestidad”. El lenguaje no técnico marcó cercanía como estrategia discursiva.

Más que un recurso retórico, fue brújula narrativa.

Nadie lo explicó, pero todo el informe giró en torno a una manera de gobernar. Lo llamaron «territorialidad», «presencia», «acciones sin micrófono». Pero lo que se evidenció fue un método: una forma de ejercer el poder que privilegia el contacto directo, la ejecución constante y el lenguaje sencillo.

May no recurre a figuras retóricas complejas ni a metáforas académicas. Usa frases cortas, con verbo y sujeto bien identificables: «entregamos», «sembramos», «llegamos», «cumplimos». Cada palabra parece medida para anclar un mensaje: el gobierno se mueve… y lo hace desde abajo.

Este estilo —más que rural, campesino— no es accidental. May ha construido una narrativa donde lo popular no es solo destinatario, sino principio rector. La técnica es sencilla pero eficaz: convierte cada acción de gobierno en afirmación política. No hay mayor sofisticación que esa.

El método también se expresa en las ausencias. No hay giros elitistas, no hay referencias a tratados internacionales ni guiños a tecnócratas. Lo que se ofrece es ejecución, cercanía, pertenencia. Es la política sin traje y sin PowerPoint, pero con discurso.

LA FRASE QUE ENCENDIÓ APLAUSOS

Ahora nadie se roba el dinero” fue la afirmación que provocó la ovación más fuerte del evento. Más que una estadística, fue un símbolo en un estado históricamente golpeado por la corrupción.

La política también se mide en reacciones.

EL ENEMIGO SILENCIOSO

No todos los silencios son ausencia. Algunos, como en el informe de Javier May, son estrategia. Durante los 45 minutos de exposición, el gobernador repasó cifras, describió avances, reiteró compromisos y lanzó frases de alto voltaje político.

Dijo, por ejemplo: «No venimos únicamente a administrar el tiempo». Y en otra parte: «No pactamos con la delincuencia». Y cerró con un mensaje que parecía dirigido a la oposición: «Disculpen las molestias, estamos trabajando».

Esa frase —asociada a obras en proceso— sonó más a advertencia que a justificación. No se la dijo al pueblo, se la dijo a sus críticos. Y en el estilo de May, el silencio también es una forma de decir.

El mensaje implícito: si no se menciona un problema, es porque está en proceso o aún fuera del alcance. La omisión se vuelve escudo. Lo que no se dice, no se cuestiona. Y lo que no se mide en aplausos, tampoco se mide en el micrófono.

“HECHO” COMO CONSIGNA

La palabra “hecho” apareció repetidamente: “hecho en el campo”, “hecho comunidad”, “hecho gobierno”. Más que una muletilla, funciona como ancla discursiva. En un electorado cansado de promesas, lo “hecho” sustituye a lo “anunciado”.

Antónimo de promesa, sinónimo de método político.

LO NO MENCIONADO

El poder también se ejerce con silencios. Y en este informe, los silencios dijeron tanto como las cifras. No se habló de feminicidios, ni de personas desaparecidas, ni del sistema penitenciario. Tampoco de la crisis migratoria, del medio ambiente o de educación superior.

En cambio, sí se habló —una y otra vez— de ostiones, cacao, caminos, brigadas médicas y jornaleros. Se destacó la siembra de árboles, pero no se mencionó el conflicto ambiental por la tala en el Parque Museo La Venta. Se habló de 46 nuevos negocios, pero no del contexto general de cierres. De salud casa por casa, pero no de hospitales.

La elección de los temas fue quirúrgica. Lo que no se dice, no se expone. Lo que no se incluye, no existe en la liturgia del poder.

PALABRAS QUE PESAN

Desde su primer discurso como mandatario, May ha preferido enfocarse en lo que se entrega, no en lo que se denuncia. La omisión es parte de su método: no nombrar lo que no se controla o lo que escapa a la narrativa de resultados.

En contraste, se repitieron palabras como «trabajo», «transformación», «pueblo» y «honestidad». La frase más aplaudida no fue una cifra, sino una sentencia: «Ahora nadie se roba el dinero». En un estado marcado por la desconfianza institucional, el aplauso fue inmediato.

Pero también es significativa la ausencia de palabras como «igualdad», «género», «derechos humanos». No hubo mención al Tren Dos Bocas–Estación Chontalpa, ni al puerto de Frontera, ni a la carretera Macuspana–Escárcega. Las obras mencionadas fueron las que ya tienen rostro, foto y concreto.

EL TIEMPO Y EL ESCENARIO

No fue casual que el gobernador eligiera cerrar junio con un informe que pareció más bien declaración de principios. Tampoco lo fue el lugar: el Centro de Convenciones, símbolo de institucionalidad sin tintes partidistas. Ni un domo, ni una plaza pública, ni un teatro: un recinto neutro que permite formalidad… pero también congrega y proyecta.

Con los partidos opositores desdibujados, la sucesión estatal aún en silencio y las dependencias en reacomodo, May eligió hablar cuando los otros callaban. Mostró brújula cuando los demás apenas buscan mapa.

Además, eligió el segundo trimestre, un corte que rara vez concentra atención. Pero en su estrategia, sirvió como pivote: ya hay acciones visibles, cifras redondas, apoyos entregados. Sin agitar banderas, el mensaje fue de consolidación. Como si dijera: ya arrancamos, ahora resistimos.

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