Javier May votó por el nuevo Poder Judicial en Tabasco y dio un mensaje político silencioso pero poderoso: el poder ya no observa desde arriba, también participa en la justicia ciudadana.

Javier May reafirma el giro de la justicia: de las cúpulas al voto popular

“Es histórico lo que pasó ayer”. Con esa frase, el gobernador de Tabasco, Javier May Rodríguez, resumió el sentido político de la jornada judicial del 1 de junio. No habló de cifras grandilocuentes, ni presumió logros de gobierno. Se enfocó en lo esencial: la irrupción del voto ciudadano en la configuración del Poder Judicial.

Ese es el enfoque que vale la pena mirar con lupa. En un país donde la justicia ha sido durante décadas un aparato cerrado, técnico y vertical, la apuesta por elegir a jueces y magistrados mediante sufragio abre una grieta en esa lógica. Y en esa grieta, hay actores que están sabiendo posicionarse: no sólo en las urnas, sino en el discurso.

Uno de ellos es Javier May, quien ha comprendido que en la política no basta con transformar estructuras; hay que construir el relato que acompañe esa transformación.

UN VOTO CON INTENCIÓN NARRATIVA

May no fue a votar solo como ciudadano. Fue como autoridad estatal y actor político de un proyecto nacional. Por eso su presencia en la elección judicial no debe leerse como una acción rutinaria, sino como un gesto cuidadosamente tejido dentro del discurso presidencial que impulsa una justicia más próxima al pueblo.

“El pueblo elige ahora a sus jueces. Antes no participaba”, dijo en entrevista posterior a su votación. Y aunque la frase suena simple, define con claridad el nuevo eje político de la 4T respecto al Poder Judicial: legitimidad popular frente a legitimidad técnica.

Más aún, el gobernador ubicó la participación en Tabasco entre el 14 y 15%, ligeramente por encima del promedio nacional (13.1%), y lo interpretó como un “buen ejercicio”. No se colgó medallas. En cambio, envió un mensaje: esto apenas comienza, y se perfeccionará con el tiempo.

JUSTICIA EN VOZ BAJA: UNA ESCENA SIGNIFICATIVA

Fue el domingo temprano, alrededor de las 8:30 de la mañana, cuando Javier May arribó sin anuncio a una escuela primaria del municipio de Comalcalco. Nada de cortejos, escoltas o cámaras convocadas. Lo acompañaban solo un chofer y un par de asistentes. Su atuendo era sencillo: guayabera blanca, pantalón oscuro, sin logotipos.

Entró, saludó a algunos vecinos —que lo reconocieron sin aspavientos— y se formó como cualquier otro votante. Esperó su turno. En ese momento, el aula adaptada como casilla parecía cualquier salón de escuela rural del país: sillas de plástico, ventiladores portátiles, boletas en fajos apilados y funcionarios de casilla aún algo tensos.

Una de las escenas más comentadas fue la confusión con el número de boletas: a May le entregaron nueve, pero debía recibir diez. Él mismo detectó la omisión, avisó con serenidad al presidente de casilla, y el error fue corregido en minutos. No alzó la voz, no impuso su investidura. Fue, literalmente, un ciudadano reclamando el cumplimiento de un procedimiento.

A las 9:00 en punto, depositó su última boleta. Su mensaje final fue breve: “Hay que salir a votar. Podemos hacerlo con libertad.” Y se retiró. Sin poses, sin discurso improvisado. Pero dejando un claro posicionamiento: en este nuevo esquema de justicia, el Ejecutivo también cree en el poder del sufragio.

ENTRE LA LEGITIMIDAD Y EL RELATO

El acto de votar del gobernador puede parecer anecdótico, pero no lo es. Se trata de una escena cargada de simbolismo institucional. En el modelo tradicional, el Poder Judicial se constituía lejos del voto ciudadano y mucho más lejos del escrutinio popular. Hoy, el jefe del Ejecutivo estatal se presenta a la casilla como un votante más, en un proceso que él mismo reivindica como “histórico”.

No es una acción casual. En política, la forma también comunica. Y el estilo sobrio, casi austero, con el que May participó en la jornada, dialoga con la narrativa central de la Cuarta Transformación: el poder debe parecerse al pueblo.

Pero no todo es escenografía. Lo de fondo está en la construcción de una nueva legitimidad institucional. La elección judicial —que aún está lejos de ser una práctica consolidada— necesita voceros, defensores y ejemplos. May entendió ese rol. No sólo votó. También narró el sentido del voto.

VOTO, PEDAGOGÍA Y CONSOLIDACIÓN

Si algo queda claro tras este ejercicio es que el nuevo modelo de elección judicial requiere no sólo reformas legales, sino educación cívica y compromiso político. May, al hablar de una elección “perfectible”, reconoce ese reto sin ambigüedades.

Pero también marca un camino: el de la normalización del voto judicial como parte del calendario cívico de México. La participación aún es baja, pero no inexistente. En Tabasco, con un promedio superior al nacional, se empieza a construir algo que en otros estados apenas germina: la idea de que el Poder Judicial también se legitima en las urnas.

En una jornada marcada por el escepticismo, las críticas de académicos y las dudas logísticas, el gobernador de Tabasco ofreció un acto político sin gritos ni discursos: votó, corrigió un error administrativo, y se fue. Pero dejó una señal importante: el poder ejecutivo ya no sólo observa al judicial; también lo construye desde la participación.

En ese sentido, Javier May no sólo ejerció un derecho. Encarnó —con gestos mínimos, pero significativos— la narrativa de una justicia que, si bien aún lejana para muchos, ya se empieza a parecer más a sus ciudadanos.

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