Con autorización del autor, El Tabasqueño presenta un extracto del Capítulo XI del libro Política y Elecciones: el Proceso Político Electoral Mexicano 1917–2018, obra de Francisco Peralta Burelo, publicado por Editorial Porrúa. Con 470 páginas, este libro disecciona un siglo de historia política y electoral en México, desde los gobiernos militares hasta la elección de 2018, en la que Andrés Manuel López Obrador arrasó en las urnas. La obra es un testimonio indispensable que revela el tránsito de las armas a las urnas y la transformación del sistema político, evidenciando cómo se han reformado y torcido las reglas del juego electoral. Peralta Burelo, protagonista y analista del poder, ofrece un análisis profundo, convirtiendo la obra en una herramienta para comprender la evolución política mexicana. La presentación se realizará el 14 de marzo a las 11 a.m. en el Foro FIL CIVE, durante la Feria del Libro de la UJAT.
POR | FRANCISCO PERALTA BURELO
En las elecciones constitucionales del 6 de julio de 2018 se eligieron presidente de la República, senadores y diputados al Congreso de la Unión, diputados locales en 30 congresos, 1,520 presidentes municipales (incluidos alcaldes capitalinos), gubernaturas en ocho estados y jefe de Gobierno en la Ciudad de México.
A estas elecciones se presentaron tres coaliciones: “Juntos Haremos Historia” (Morena, PT y PES), “Por México al Frente” (PAN, PRD y MC) y “Todos por México” (PRI, PVEM y NA). Ninguno de los nueve partidos existentes entonces participó en solitario de manera general, pues en algunas entidades, y para determinados cargos, presentaron candidatos unipartidistas.
Esta fue una elección, podría decirse, entre tercias partidistas, con nueve partidos formando diversas coaliciones, cada una constituida por tres aliados. Tres coaliciones y tres candidatos opuestos contenderían en las urnas por los diversos cargos que ese año estarían en disputa (mencionados anteriormente).
“Juntos Haremos Historia” llevaría como candidato a la Presidencia de la República a Andrés Manuel López Obrador; “Por México al Frente” a Ricardo Anaya Cortés; y “Todos por México” a José Antonio Meade Kuribreña. Como candidatos independientes participarían Margarita Zavala (quien pronto abandonaría la contienda) y Jaime Rodríguez Calderón.
De un total de 89,123,355 ciudadanos inscritos en el Registro Federal de Electores, 56,611,027 (el 63.27 %) acudirían a las urnas a votar por presidente de la República, anulándose 1,571,114 votos (el 2.77 %). Se declaraban válidos 55,039,913.
De este total de votos válidos, 30,177,346 (53.19 %) eran acreditados a “Juntos Haremos Historia” y a su candidato Andrés Manuel López Obrador; 12,636,464 (22.27 %) a “Por México al Frente” y a su candidato Ricardo Anaya Cortés; y 9,289,853 (16.41 %) a “Todos por México” y a su candidato José Antonio Meade Kuribreña.
El candidato independiente Jaime Rodríguez Calderón obtenía 2,961,732 votos (5.27 %) y la candidata independiente Margarita Zavala 32,743 (0.05 %). Candidatos no registrados recibían 31,982 votos (0.05 %).
“Juntos Haremos Historia” y Andrés Manuel López Obrador (30,177,346) superaban a las coaliciones “Por México al Frente” y “Todos por México” y a sus candidatos (24,818,792), así como a los independientes, por 5,358,554 votos. “Juntos Haremos Historia” y Andrés Manuel López Obrador obtenían mayor votación que toda la oposición junta, superándola porcentualmente por un diferencial de 10 puntos (53.91 % contra 43.91).
“Juntos Haremos Historia” y AMLO ganaban a “Por México al Frente” y a “Todos por México”, y a los candidatos de ambas coaliciones, en conjunto, si se resta a estos el porcentual (5.27) alcanzado por Rodríguez Calderón, por un aproximado de 14 puntos.
El triunfo era amplio. La diferencia de votos y sus respectivos porcentajes no dejaban lugar a la más mínima duda. Andrés Manuel López Obrador había arrollado a la oposición, obteniendo la inédita cantidad de 30 millones de votos, cifra sin parangón en la historia del proceso político-electoral mexicano.
En 2018, “Juntos Haremos Historia” obtuvo 60 diputaciones federales, dominando Ciudad y Estado de México.
Andrés Manuel López Obrador —más que Morena, PT, PES y “Juntos Haremos Historia”— superaba por 27.36 puntos porcentuales —casi al dos por uno— a los seis partidos que se le opusieron en estas elecciones (PAN, PRD, PRI, PVEM, MC y NA), si se considera solo el número de votos obtenidos por ellos y se eliminan los que fueron para el candidato independiente, por no ser estos votos partidistas. (Sumándoles los 2,961,732 otorgados a Jaime Rodríguez Calderón, el porcentual se reduciría a 17.53 %). No obstante, al PAN y a sus coaligados PRD y MC, Andrés Manuel López Obrador (y “Juntos Haremos Historia”) les gana por 17,542,882 votos; y al PRI, PVEM y NA por 20,877,493.
En la elección presidencial —dicho coloquialmente— Andrés Manuel López Obrador “barre” a los partidos coaligados y a sus candidatos Ricardo Anaya Cortés y José Antonio Meade Kuribreña, que le disputaron la preferencia electoral y trataron de derrotarlo en las urnas.
Esto por cuanto hace a la elección presidencial. Centrémonos ahora en las elecciones legislativas federales celebradas para conformar el nuevo Congreso de la Unión.
Por senadores de la República (eliminados 2,319,489 votos nulos, pero incluyendo 1,109,149 emitidos por candidatos independientes) la votación total fue de 56,237,841 ciudadanos. De 28,334,267 votos, 15,489,636 fueron para PAN–PRD–MC y 12,793,371 para PRI–PVEM–NA; esto es 6,407,950 más de los obtenidos en la elección presidencial por sí solos (21,926,317), sin contabilizar los del candidato independiente (2,961,732).
“Juntos Haremos Historia”, por su parte, obtenía en estas elecciones senatoriales 24,545,638 votos. Esto es, 3,838,639 menos que los obtenidos por las coaliciones separadas PAN–PRD–MC y PRI–PVEM–NA.
“Juntos Haremos Historia”, con sus 24,888,049 votos —menos que los obtenidos en conjunto por las coaliciones encabezadas por el PRI y el PAN, pero mayores en el pareo con cada una por separado— ganaba 50 senadurías de mayoría relativa (Morena 44, PT 5 y PES 1), en tanto que entre el PAN (8), el PRI (1), el PVEM (2) y MC (3) ganaban 14.
En la elección de diputados federales ocurre lo mismo que en la de senadores de mayoría relativa: PAN–PRD–MC y PRI–PVEM–NA obtienen 28,822,581 votos y “Juntos Haremos Historia” 24,345,307. Esto es, 4,477,274 más que estos últimos.
De 300 diputados federales de mayoría relativa, “Juntos Haremos Historia” (Morena, en particular) ganaba 218, ajustando en total, con la suma de las diputaciones plurinominales acreditadas a PT y PES, además de a Morena, 308, en tanto que entre PAN, PRD, PRI y MC llegarían a contabilizar 192 por ambos principios.
“Juntos Haremos Historia” gana 218 diputaciones federales y las demás coaliciones y partidos políticos 82, con lo que, incluyendo las plurinominales, se hace de la mayoría absoluta, totalizando 308 en la LXIV Legislatura del Congreso de la Unión, 252 de las cuales se acreditan a Morena, con lo que asume la presidencia de la Junta de Coordinación Política durante los tres años de ejercicio legislativo, sin rotarla con ninguna fracción camaral.
En lo local —dada la homologación gradual de procesos electorales en el país—, en 2018 se eligieron gobernadores en nueve entidades (Guanajuato, Chiapas, Tabasco, Veracruz, Puebla, Jalisco, Morelos, Yucatán y Ciudad de México), se renovaron 28 congresos estatales y se eligieron 1,520 presidentes municipales. “Juntos Haremos Historia” gana la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México y las gubernaturas de Chiapas, Morelos, Tabasco y Veracruz; PAN–PRD–MC las de Guanajuato y Yucatán; y, junto con “Por Compromiso por Puebla”, “Pacto Social de Integración” y PVEM, la de Puebla. MC se hace de la gubernatura de Jalisco.
De nueve gubernaturas —incluida dentro de estas la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México— “Juntos Haremos Historia” ganaba cinco; PAN y coaligados tres; PVEM una, MC una y PRI ninguna. “Juntos Haremos Historia” lograba mayoría absoluta o simple en 19 congresos estatales.
De 1,509 presidencias municipales, PRI ganaba 437, PAN 337, Morena 320, PRD 118, PVEM 93, MC 89, NA 65, candidatos independientes 25, PT 21 y PES 15.
Los comicios de ese año fueron ampliamente favorables a Andrés Manuel López Obrador, principalmente, y por añadidura a “Juntos Haremos Historia” (y a Morena, en menor medida a PT y PES), más en cuanto hace a Presidencia de la República, con un triunfo arrollador denominado “tsunami electoral”.
El PRI gobernó consistentemente estados de 1929 a 1988, evidenciando la hegemonía del partido oficial.
Concretando: la elección presidencial fue la elección de Andrés Manuel López Obrador. Solo de él y de nadie más. El elector votó a favor o en contra suya, sin considerar otra alternativa. Esta no fue una elección de partidos, sino entre Andrés Manuel López Obrador y sus opositores. Morena, PRI, PAN —por citar a los más cotizados electoralmente— no compitieron realmente.
Morena —“Juntos Haremos Historia”— no ganó la Presidencia de México: el ganador único fue Andrés Manuel López Obrador, porque no hubo lid de partidos (más allá de lo meramente formal y simbólico) sino sobrepresencia de AMLO en las boletas electorales. En otras palabras, si él no hubiera estado en las papeletas, ni por asomo alguien habría obtenido más de 30 millones de votos, ni alcanzado el 53 % de la votación nacional.
Los 30,177,346 votos fueron para Andrés Manuel López Obrador. De no ser por él, tantos ciudadanos no habrían votado ni por Morena ni por “Juntos Haremos Historia”. La más elemental lógica lleva a esa conclusión, que dista de ser errónea.
Igual sucedía con la votación de diputados federales. “Juntos Haremos Historia” (JHH) bajaba 5,832,039 votos en relación con la elección presidencial, y “Por México al Frente” y “Todos por México” subían 6,896,264. No obstante, por la misma razón que en los resultados de la elección senatorial —esto es, por ir separadas ambas coaliciones opositoras— JHH ganaba 218 diputaciones federales de mayoría relativa, contra 82 de estas.
En las tres elecciones federales llevadas a cabo ese año se dieron votaciones diferenciadas: en la elección presidencial Andrés Manuel López Obrador ganó a los seis partidos que formaron coaliciones para disputarle la presidencia, cuyo número de votos resultó superior al de todos ellos juntos, que apenas llegó a 21,926,317, ganándoles prácticamente al 2 x 1.
Queda claro, así, que cuando Andrés Manuel López Obrador estuvo en las boletas y el voto fue personal, arrasó a sus contrincantes. La elección presidencial fue el gran tsunami electoral mexicano. Caso diferente fue el de las elecciones legislativas federales, en las que no hubo voto directo y personal para Andrés Manuel López Obrador, sino indirecto o transversal, con efectos evidentemente distintos, como lo muestra la numeralia electoral.
Las elecciones legislativas federales de 2018 no fueron un mano a mano AMLO-partidos opositores, porque el nombre y la fotografía de aquel no estuvieron en las boletas. “Juntos Haremos Historia” y las coaliciones “Por México al Frente” y “Todos por México” concentraron la lucha de partidos, sin que en medio estuviera la persona de AMLO.
En la elección de senadores, la votación de “Juntos Haremos Historia” bajaba de 30,177,346 a 24,495,628: 5,681,718 votos menos. La conjunta de “Por México al Frente” y “Todos por México” subía de 21,926,317 en la presidencial a 28,334,267 en la legislativa: 6,407,950 más. En la contienda entre “Juntos Haremos Historia” y “Por México al Frente” y “Todos por México”, aquel bajaba 5,681,782 votos y estos subían 6,407,950. La ausencia de AMLO era la clave de tales resultados (sin embargo, por tratarse de coaliciones separadas, solo ganaban 14 senadurías de mayoría relativa, en tanto que “Juntos Haremos Historia” se hacía de 48 de 64).
Morena totaliza, entre mayoría relativa, de primera minoría y de representación proporcional, 60 senadurías; PT 6; PES 4; PAN 25; PRI 14; PRD 4; PVEM 7, y MC 8. “Juntos Haremos Historia” acumula 70 escaños al instalarse las legislaturas LXIV y LXV, quedando a 13 senadores de conformar mayoría calificada por sí misma en el Senado de la República (en una votación donde todos los integrantes de la Cámara Alta estuvieran presentes y ninguno dejara de emitir su voto).
El efecto AMLO tenía su mejor impacto en la elección presidencial, con él de candidato; en la legislativa decrecía la votación y el triunfo del morenismo-lopezobradorismo en gran medida se sustentaba en la dispersión de las fuerzas electorales contrarias, que, aun superando la cantidad de votos de “Juntos Haremos Historia”, no conseguían rebasarla en número de curules y escaños en el Congreso de la Unión, donde esta fuerza lograba mayoría absoluta en ambas cámaras.
Este efecto hacía ganar —y con votación copiosa— a muchos candidatos a senadores, diputados federales, presidentes municipales y gobernadores, aunque ellos por sí mismos no pudieran justificar esos triunfos, ya que casi todos (o la gran mayoría) hicieron campaña a la sombra de Andrés Manuel López Obrador, quien, como años antes dijera él refiriéndose al PRI, “podía hacer ganar hasta a una vaca” (si la hacía candidata).
Las elecciones de AMLO
Las elecciones de 2018 fueron —por derecho propio— de Andrés Manuel López Obrador: giraron en torno a él, lo que lo convirtió en el sujeto protagónico y definitorio de ellas. No podrían haberse dado de la manera en que se dieron sin la participación de Andrés Manuel López Obrador, por la centralidad con que lo hizo, y difícil sería concebir unas elecciones así sin su presencia, ya que fue el motor de ellas, en cuyo favor o en cuya contra se votó, volcándose a las urnas un 63 % del padrón electoral y eligiéndolo 30 millones de ciudadanos, cantidad sin precedentes en una elección presidencial.
Sin Andrés Manuel López Obrador, estas elecciones —véase desde el ángulo que se quiera, bien por simpatía o por antipatía hacia él— no habrían sido lo que fueron: la cantidad de votantes que acudió a las urnas no hubiera alcanzado las cifras que alcanzó (más de 55 millones de sufragios), ni motivado la histórica asistencia ciudadana que se registró.
Nadie habría generado las expectativas que él generó, ni habría sido depositario de la confianza de tantos mexicanos (aunque en algunos sectores de la población se hubiese sembrado rechazo e, incluso, odio y temor en torno a su persona, y a las intenciones y metas de su plan de gobierno, así como a su manera de ser y de pensar).
Andrés Manuel López Obrador obtuvo aproximadamente 30 millones de votos, un tsunami electoral sin precedentes.
Las de 2018 eran, pues, las elecciones de Andrés Manuel López Obrador, sin sombra de derrota por ningún lado y con augurios de triunfo bien cimentados, arriba por amplio margen en todas las encuestas especializadas y con una gran aceptación social, que lo llevaría a la Presidencia de México por méritos propios (y de alguna manera fortalecido por el demérito del sistema político-electoral mexicano, con saldos negativos dejados por gobiernos priistas y panistas, y con la gente harta de más de lo mismo, como se dijo en repetidas ocasiones).
En dos ocasiones anteriores Andrés Manuel López Obrador había sido candidato a la Presidencia de la República (2006 y 2012), perdiendo en ambas, seguramente porque ni las de 2006 ni las de 2012 eran “sus elecciones”: el sistema político mexicano, aun exhausto, tuvo fuerzas para vencerlo, aunque fuera en mala lid y recurriendo a prácticas deleznables (sobre todo en la primera), como el fraude electoral y el uso de estructuras gubernamentales.
En 2018 no participaba Andrés Manuel López Obrador, como en las dos anteriores, para ser vencido, sino para vencer con amplitud, gracias al gran respaldo social con que llegaba a estos comicios, en los que de ninguna manera el sistema político mexicano podría privarlo de la victoria y de la presidencia. Sin duda alguna, las de 2018 fueron las elecciones de Andrés Manuel López Obrador. El triunfo rotundo que obtuvo en ellas es la más clara confirmación de tal aserto.
La tercera es la vencida
En el año 2006 Andrés Manuel López Obrador contendía por la Presidencia de la República —bajo las siglas del PRD— y no ganaba la elección presidencial, pese a la aceptación popular de su candidatura. Perdía ante Felipe Calderón Hinojosa, candidato del PAN, por 243,934 votos y por escaso medio punto porcentual. El presidente Fox, por un lado, haría hasta lo imposible por evitar su triunfo, y el aparato gubernamental, por otro, ambos recurriendo a las formas más sofisticadas de fraude electoral. “Haiga sido como haiga sido”, Felipe Calderón ganaba esa elección presidencial, en la que se negó el triunfo a Andrés Manuel López Obrador.
Seis años después, en 2012, Andrés Manuel López Obrador nuevamente era candidato del PRD a la Presidencia de la República, ahora llevando como antagonista principal al priista Enrique Peña Nieto, producto mediático de Televisa, bien posicionado política y electoralmente merced a la gran cantidad de dinero y de tarjetas repartidas durante su campaña. Por segunda vez Andrés Manuel López Obrador perdía la elección presidencial y, con ello, la Presidencia de México. El sistema lo derrotaba de nuevo, ahora por 3,309,755 votos de diferencia.
Ni la primera ni la segunda vez podía AMLO ganar esta elección. “¿Lo intentará por tercera vez?”, se preguntaba la gente, dada su tozudez, su perseverancia, su espíritu de lucha, y por otra parte su edad (estaría próximo a cumplir 63 años). “¿Correrá la suerte de Cuauhtémoc Cárdenas, que tres veces fue candidato a presidente y en todas ellas perdió?” “¿Será el Lula da Silva mexicano?” (quien, hasta el cuarto intento, logró la presidencia de Brasil), se especulaba.
Andrés Manuel López Obrador, no obstante, iría de nueva cuenta por la presidencia, aunque ahora no con el PRD, sino con el partido-movimiento que recién formara: Morena. “La tercera es la vencida”, se adelantaba a decir, ahora bajo las siglas de Morena, el partido que había formado para contender.
La tercera, en efecto, fue la vencida. El triunfo indiscutible no daba margen a la eventual derrota, como ocurriera en las dos primeras ocasiones. En 2018 el presagio se cumplía: “la tercera es la vencida”. Andrés Manuel López Obrador lograba, al tercer intento, ganar la Presidencia de México.
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, en tres ocasiones, fue candidato presidencial —la primera por el Frente Democrático de Reconstrucción Nacional y las dos siguientes por el PRD— y en ninguna ganó, bien por no obtener el suficiente número de votos o por ser, como se dijo, despojado del triunfo en la primera de ellas. Porfirio Díaz había ganado en 1877 la Presidencia de México tras dos intentos fallidos, uno ante Benito Juárez en 1871 y otro ante Sebastián Lerdo de Tejada en 1876. Para él la tercera había sido la vencida. Para AMLO “la tercera es la vencida”, y esta vez el augurio se cumplía.
Presidente más votado
En las elecciones presidenciales de 2018, Andrés Manuel López Obrador obtuvo 30,113,483 votos, equivalente al 53.19 % de la votación nacional. Ningún candidato a la Presidencia de México había alcanzado tan alta votación en una elección. (Seis años antes, Enrique Peña Nieto obtendría 19,158,572 votos, hasta entonces la mayor cantidad conseguida por un candidato presidencial, cifra que en 2018 se superó por 10,974,911 votos).
En la elección presidencial de 2006 Andrés Manuel López Obrador habría obtenido 14,756,350 votos y en la de 2012, 15,630,387; sumados a los 30,113,483 de 2018, se llegaría a 60,718,660 votos en tres elecciones consecutivas. Ningún candidato presidencial habría obtenido tantos votos en una sola elección como AMLO lo hizo en 2018, ni menos históricamente: sus 30,113,483 en una, y sus 60,718,660 en tres, son difíciles de superar en el futuro, porque no se ve cómo México pueda llegar a tener un candidato presidencial más votado.
AMLO–Morena, fórmula ganadora
Las diferencias entre Andrés Manuel López Obrador y “los Chuchos” (Jesús Ortega, Jesús Zambrano y Carlos Navarrete), apoderados de la dirigencia del PRD, que lo mismo se presentaron durante el proceso de nominación de candidato a la presidencia que en la campaña presidencial, hacían previsible la salida de AMLO de este partido tan pronto concluyeran las elecciones de 2012, fueran cuales fuesen sus resultados.
Era algo que “se veía venir”, alcanzara o no la presidencia: no confirió a aquellos la conducción de su campaña, sino que la puso en manos de Yeidckol Polevnsky Gurwitz y otras personas, y la operó en paralelo con el Movimiento de Regeneración Nacional para promocionar así el voto a favor de su candidatura.
Perdidas las elecciones, Andrés Manuel López Obrador marcó distancia definitiva con “los Chuchos” y con el partido del Sol Azteca. En 2012 el movimiento creado por él, constituido primero en asociación civil y en 2014 en partido, le aseguró su tercera candidatura.
Las cartas de AMLO están abiertas en 2014: postulado por el Partido Movimiento de Reconstrucción Nacional (Morena) se presentará por tercera vez como candidato presidencial. Las elecciones se celebrarían cuatro años después, lo que para tal propósito es poco tiempo, y el proceso de organización es complejo. El reto no dejaba de ser mayor.
En 2015, un año después de que Morena obtuviera el registro, habría elecciones legislativas intermedias en el país y de presidentes municipales y diputados locales en diversos estados, así como de gobernador en nueve entidades.
En elecciones intermedias, la votación descendió hasta un 17.7 por ciento, reflejando baja participación ciudadana.
El saldo de esa primera participación electoral no resultó alentador para Morena y AMLO: 8 % en la votación de diputados federales, 14 distritos de mayoría relativa y 21 diputaciones de representación proporcional, falta de candidatos a gubernaturas, presidencias municipales y diputaciones federales.
En Tabasco —estado natal de Andrés Manuel López Obrador y uno de los grandes bastiones nacionales del obradorismo— Morena únicamente ganó una presidencia municipal, tres distritos locales y ninguno federal. Con uno de los hombres más identificados públicamente, Octavio Romero Oropeza, perdía dos veces (en elecciones ordinarias y extraordinarias, por anulación de las primeras) la capital de la entidad: Centro (Villahermosa).
El gobernador perredista, Arturo Núñez Jiménez, le ganaba la partida en 2015 y en 2016 (después de que AMLO hubiera ganado todo en 2012 en esta entidad, incluyendo la gubernatura, entonces por el PRD).
Dos años después del descalabro sufrido en Tabasco (2017), Andrés Manuel López Obrador y Morena estaban contendiendo en el Estado de México por la gubernatura, en manos del PRI (el bastión más importante del priismo nacional, que de ninguna manera se dejaría arrebatar, menos en vísperas de la elección presidencial y con un nativo de la entidad en la Presidencia de la República).
Morena y AMLO presentaron la candidatura de Delfina Gómez Álvarez; PRI–PVEM–NA–PES, en alianza, hicieron candidato a Alfredo del Mazo Maza; el PRD postuló a Juan Zepeda Hernández y el PAN a Josefina Vázquez Mota.
Morena y AMLO dieron cerrada batalla al PRI y aliados. Delfina Gómez obtenía 1,871,542 votos y Alfredo del Mazo 1,965,347, con una diferencia de 93,805 votos. El resultado, bastante cerrado, aun contando Alfredo del Mazo con todo el apoyo de la gubernatura de esa entidad y del gobierno federal.
El candidato del PRD, Juan Zepeda Hernández, alcanzaría 1,084,571 votos y Josefina Vázquez Mota 682,520. Juan Zepeda habría obtenido esa votación —se dijo— porque el PRI y el gobierno priista “le metieron votos” (que sabían no serían para ellos, sino para Morena, a donde no querían que fueran a dar).
En el Estado de México —aun perdiendo la elección gubernamental— a López Obrador y a Morena no les fue tan mal. Por decirlo de alguna manera, pasaron bien la prueba de fuego, quedando listos para la presidencial. A las elecciones mexiquenses llegaron Morena y AMLO entre la duda social de cuán competitivos podrían ser en 2018 y cuántos votos perredistas podrían quedarse en el PRD en vez de irse con ellos. Los resultados obtenidos dejaban ver una fórmula competitiva.
Del Estado de México, aun perdiendo la gubernatura, AMLO y Morena salían fortalecidos. La contienda mexiquense no les cerraba la posibilidad de competir con éxito en la elección presidencial del año siguiente.
Morena, triunfo al primer intento
Andrés Manuel López Obrador crea Morena y cuatro años después —al primer intento, luego de dos fallidos con el PRD— gana la presidencia, hecho que constituye un acontecimiento sin parangón en la historia de México. El Partido Acción Nacional —creado en 1939— postuló su primer candidato presidencial hasta 1952 (13 años después de fundado) y ganó su primera elección presidencial el año 2000 (61 años después), luego de perder siete consecutivas.
El PRD, fundado en 1989, presenta candidato presidencial cinco años después, sin ganar esa vez ni ninguna de las cuatro ocasiones siguientes en que participó con candidato propio. Nunca ha podido ganar una elección presidencial (y si la hubiera ganado, como en 2006 probablemente ocurrió, “se la robaron”). Entre estos tres partidos de oposición, solo Morena pudo, en su primera elección, ganar la Presidencia de México.
El Frente Democrático de Reconstrucción Nacional (matriz del PRD) pudo ganar la primera —y única— elección presidencial en la que presentó candidato, pero una operación de Estado le canceló cualquier posibilidad de hacerlo.
El voto personalizó el proceso electoral; AMLO despartidizó la preferencia, evidenciando crisis de los partidos.
A su primer intento, y apenas a cuatro años de fundado, Morena ganaba la Presidencia de México. Ningún otro partido en más de 70 años —desde que el PRI lo hiciera en 1946 llevando como candidato a Miguel Alemán Valdés— había conseguido este logro al presentarse por primera vez a la elección presidencial (aunque en ese caso fuese como tercera generación del PNR–PRM).
31 de 32 entidades, ganadas
En las elecciones presidenciales de 2018, Andrés Manuel López Obrador ganó en 31 de las 32 entidades federativas, prácticamente en todas, con la única excepción de Guanajuato, ganado por el candidato del PAN, Ricardo Anaya, por un diferencial de 239,911 votos (940,133 vs. 707,222). Fuera de allí, en la totalidad de las otras 31 entidades, el voto popular favoreció a AMLO.
El voto ganador de Andrés Manuel López Obrador se distribuyó en todo el país (con la excepción mencionada) y no solo abarcó una región determinada; su electorado cubrió el territorio nacional. En este orden de ideas, no lo hizo presidente únicamente el electorado del norte, del centro o del sur, sino el de todo el país. Muestra de ello es la ya citada única excepción.
A Ricardo Anaya y José Antonio Meade —y a sus partidos y coaliciones— les ganó al uno contra uno en ocho entidades (Aguascalientes, Coahuila, Chihuahua, Jalisco, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí y Yucatán). Allí, ninguno de ellos, en lo particular, alcanzó mayor número de votos que AMLO, aunque sí, conjuntando los de PAN y PRI, lo superaron en algunos estados.
En 21 entidades (Baja California, Baja California Sur, Campeche, Colima, Chiapas, Durango, Guerrero, Hidalgo, Estado de México, Michoacán, Morelos, Nayarit, Oaxaca, Quintana Roo, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz y Zacatecas) y en la Ciudad de México, a Ricardo Anaya y Antonio Meade, y a sus respectivos partidos, incluso sumando sus votos, AMLO los superaba en votación general.
El triunfo de Andrés Manuel López Obrador era, sin duda, con excepción de Guanajuato, en toda la nación: 31 de 32 entidades las ganaba (algo que solo pudo ocurrir en los tiempos del hegemonismo del partido de Estado). Este hecho —llamémosle “voto espejo”, ya que se reflejó, con su excepción, en todas las entidades— se producía a diferencia de lo que se dio durante el régimen priista, cuando prácticamente todos los gobernadores pertenecían al mismo partido del presidente.
Aquí, ninguno de los gobernadores de los 31 estados ni el jefe de Gobierno de la Ciudad de México era de Morena. Morena no tenía ni un solo gobernador al momento de las elecciones, y aun así AMLO ganó en esas entidades.
Las benditas redes sociales y las cinco campañas paralelas
Las redes sociales —adjetivadas “benditas” por Andrés Manuel López Obrador— “fueron fundamentales” en las elecciones de 2018, señala Tatiana Clouthier (coordinadora general de su campaña) en su libro Juntos hicimos historia. Allí dice que, en el diseño de la estrategia electoral, siempre tuvieron claro que los nichos a los que querían llegar eran los jóvenes y las mujeres, y para ello resultó vital el trabajo del grupo de jóvenes de “Abre más los Ojos”, que hicieron cinco manuales electrónicos y físicos: Fems pleny, medio ambiente, Pejenomics 1, Pejenomics 2 y uno de cultura. También contaron con el apoyo de grupos alternos de mujeres que ya estaban organizadas de manera natural en las redes sociales; se hacen llamar “chairas” y fueron aliadas en la divulgación de mensajes y el intercambio de información, sobre todo del lado oscuro de los contrincantes.
Aclara que muchos de los grupos solidarios en redes sociales se acercaron de forma informal y espontánea; ella considera que ninguno de los otros partidos los tenía, únicamente Morena, así como muchos grupos de tuiteros y faceblogueros organizados de manera natural, a quienes bastaba con enviarles la información para que la explotaran y volvieran viral o, incluso, ellos generaban la propia.
Otra herramienta muy potente —escribe Clouthier— fue la app AMLO2018, desde la cual procesaban información y la enviaban a los nichos que querían conquistar. Había una sección llamada “El Mañanero”, para dar la noticia del día; otra era “andrésmanuelovich”, donde se hablaba de Andrés Manuel de forma más divertida, humana y desenfadada; otra, “la jugada del día”, donde la gente subía lo que más le gustaba de la campaña; y “la agenda”, con las actividades diarias del candidato. Esa aplicación permitió dirigir el mensaje para multiplicarlo en redes, explica. Esto, además de otras vías de información, como el sitio de Morena, el propio AMLO en YouTube, Regeneración y el trabajo en tierra.
La frase “ya sabes quién” fue un eslogan que, desde antes de la competencia formal, ya los había colocado en el imaginario de la gente, igual que las pláticas con youtuberos pequeños. Clouthier destaca también que “fuimos a cuanto programa de televisión, radio e internet nos invitaron”, mientras Andrés Manuel hacía campaña a ras de suelo, recorriendo todo el país.
Señala que se realizaron cinco campañas paralelas: la de tierra (que hacía López Obrador), la de agenda y manejo de redes sociales, la de voceros en televisión y radio (acercándose a los mercados de jóvenes y mujeres), la de los cinco delegados por circunscripción y la de los integrantes del gabinete.
A estas cinco habría que agregar las campañas y precampañas que Andrés Manuel López Obrador realizara entre 2003 y 2006, y en 2012 y el mismo 2018, es decir, dos candidaturas presidenciales previas con cerca de 30 millones de votos en ambos procesos.
En 2018 Andrés Manuel López Obrador ajustaba más de 15 años entre precampañas, intercampañas y campañas formales, factores determinantes que culminarían en un arrollador triunfo en todo el país.
En 2021, la reelección permitió a 29% de diputados federales mantenerse firmemente en el Congreso.
Las campañas negras (sucias), las descalificaciones en medios tradicionales de comunicación, las diatribas en su contra, los documentales estigmatizadores, las comparaciones malintencionadas con dictadores y gobernantes autoritarios, las acusaciones de populista o chavista, con constantes alusiones a Venezuela, así como la siembra del miedo, no lograron su cometido de bajar el nivel de preferencia social en esta ocasión.
Las intensas campañas negativas para infundir odio y temor no prosperaron en la medida esperada. Esta vez, “gracias a las benditas redes sociales” —como diría el propio Andrés Manuel López Obrador—, pero no solo a ellas, sino a un cúmulo de factores, ganó la Presidencia de México con más de 30 millones de votos depositados en urnas en todo el país.
La derrota de los partidos políticos
De 1929 a 1994, la elección presidencial la gana un partido —a más señas el oficial— y no un candidato. Así ocurre en 1929, cuando la gana el PRN y no el candidato Pascual Ortiz Rubio; igual en 1994, cuando quien la gana es el PRI y no Ernesto Zedillo Ponce de León.
Asimismo, es un partido el que gana la elección presidencial en 1934, 1940, 1946, 1952, 1958, 1964, 1970, 1976, 1982 y 1988, y no el candidato, llámese Lázaro Cárdenas del Río, Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán Valdés, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo, Miguel de la Madrid Hurtado o Carlos Salinas de Gortari. Ninguno de estos 12 candidatos gana su elección: todas ellas son ganadas por un partido (exclusivamente el oficial).
Esto ocurre durante 65 años, bajo la preeminencia de un partido —llamado PRN, PRM o PRI— que gana la Presidencia de la República sin importar el candidato. La gana el partido, no la persona.
Antes de 1929, el candidato daba el triunfo al (su) partido en la elección presidencial, y no este al candidato. El partido ganaba la elección presidencial por el candidato y no el candidato por el partido. El ganador era el candidato, no el partido que lo postulaba (creación suya la mayoría de las veces, y en muchas de ellas exprofesamente).
Venustiano Carranza no gana la elección presidencial por su partido, el Liberal Constitucionalista; ni Francisco I. Madero por el Partido Antirreeleccionista; como tampoco Porfirio Díaz por los diversos partidos que eventualmente lo postularon. El partido ganaba por su candidato presidencial y no este por el partido postulante. El voto era personal, no partidista, antes de crearse el partido de Estado (ganador —hasta 1994— de cuanta elección presidencial se celebrara).
En 1988 parecía factible que un candidato, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, ganara la elección presidencial —respaldado por el Frente Democrático de Reconstrucción Nacional— al partido en el poder. No obstante, tal posibilidad no lograba concretarse.
Doce años después, en 2000, el candidato Vicente Fox, haciendo mancuerna con el PAN y el PVEM, gracias a su carisma y a la demanda social de una transición democrática, lograba ganar la elección presidencial al históricamente hegemónico e invencible PRI.
La máxima expresión de un candidato que gana a un partido (o partidos) se daría en 2018, cuando Andrés Manuel López Obrador, después de crear Morena, le gana la elección presidencial al PRI, al PAN y a cuatro partidos más. AMLO individualiza el 53 % de la votación nacional, convirtiéndose en el candidato más votado de la historia de México en una elección presidencial, con más de 30 millones de votos a su favor. Esta vez ningún partido gana la presidencia; quien lo hace es un candidato.
En estas elecciones se habrían conjuntado el voto personalizado y el voto despartidizado, es decir, el voto por un candidato y el no voto por partidos, por un 53 % del electorado. Ya antes había ocurrido algo parecido, pero no determinante en el resultado final: en 1988, con Cuauhtémoc Cárdenas de candidato; en 2006, con Andrés Manuel López Obrador, y en menor medida en 2000, con Vicente Fox (que requirió adicionalmente de la fuerza de dos partidos).
El voto personalizado prevalecía sobre el voto partidarizado: un candidato presidencial ganaba a los partidos políticos, a todos juntos, incluyendo a Morena, personalización de Andrés Manuel López Obrador.
El voto personalizado —que prevaleciera a finales del siglo XIX y principios del XX, y se individualizara en líderes y caudillos de la estirpe de Porfirio Díaz (con el cual incluso fuese patrimonial, por ser de su propiedad), Francisco I. Madero o Álvaro Obregón, entre otros— reaparecía en 2018 manifiestamente a favor de Andrés Manuel López Obrador, quien ya, de antemano, como quedó evidenciado en 2006 y 2012, poseía una gran cantidad de votos (en ambos años electorales arriba de 14 millones).
Esto, tras haber sido “despersonalizado” por el sistema político-electoral mexicano al crearse el partido de Estado (PRN) en 1929, el cual se institucionalizó desde entonces hasta el año 2000, cuando el PRI pierde la Presidencia de la República y se desinstitucionaliza.
La crisis del PRI —y de los partidos políticos en general— llevó a la desinstitucionalización y a la despartidización del voto popular, y en el caso particular de Andrés Manuel López Obrador, a su personalización (con él como máximo exponente de tal expresión electoral). Andrés Manuel López Obrador, a través de Morena —su partido, él mismo en otras palabras— maximiza en 2018 la personalización del voto y lo despartidiza, por la crisis por la que pasan los partidos políticos, que de esta manera son derrotados por un candidato.
Presidentes de mayor edad
De 1910 a 2018, los mexicanos han tenido 22 presidentes producto de una elección ordinaria o extraordinaria (en este último caso Francisco I. Madero, Victoriano Huerta y Pascual Ortiz Rubio). La edad promedio de estos fue de 52-53 años, con dos extremos: Porfirio Díaz, quien en su octava vez llegó a los 80 años, y Francisco I. Madero, de solo 38 (Lázaro Cárdenas tendría en su momento un año más).
Victoriano Huerta tenía cumplidos 78 años, igual que Venustiano Carranza; Álvaro Obregón, 40; Plutarco Elías Calles, 47; Manuel Ávila Camacho, 43. Miguel Alemán Valdés, 46; Adolfo Ruiz Cortines, 63; Adolfo López Mateos, 49; Gustavo Díaz Ordaz, 53; Luis Echeverría Álvarez, 48; José López Portillo, 56; Miguel de la Madrid Hurtado, 48; Carlos Salinas de Gortari, 40; Ernesto Zedillo Ponce de León, 43; Vicente Fox Quesada, 58; Felipe Calderón Hinojosa, 44; Enrique Peña Nieto, 46; y Andrés Manuel López Obrador, 65.
Porfirio Díaz es el presidente de este periodo —y de cualquier otro— que llegaría a la presidencia (la octava vez) con mayor edad, ya en ancianidad y con riesgo de no concluir su mandato (que, por otras razones, de todas formas no concluyó). Victoriano Huerta y Venustiano Carranza, para su tiempo, eran hombres que llegaban ya entrados en avanzada edad a la Presidencia de México.
Las redes sociales fueron vitales: impulsaron la estrategia de AMLO con mensajes virales y segmentados.
De 1920 a 2012 ocuparon la presidencia hombres que fluctuaban entre los 40 y 50 años de edad (16). El mayor de ellos, Vicente Fox, con 58, seguido de José López Portillo, con 56. Solo uno rebasaba los 60 años: Adolfo Ruiz Cortines (63), “viejo” para su época (los cincuenta). Entre tantos cuarentones y cincuentones, un sesentón. De este se decía que por viejo no iba a poder gobernar, siendo objeto de ironías y de chistes callejeros.
En 2018, Andrés Manuel López Obrador llegaba a la Presidencia de la República con 65 años, dos más que Adolfo Ruiz Cortines (el “viejo” icónico), lo que lo convierte en el mexicano que a mayor edad ha asumido la Presidencia de México en los últimos cien años.
Tabasqueño a la presidencia
Con Andrés Manuel López Obrador, por primera vez un tabasqueño llega a la Presidencia de México. Tabasco nunca había sido cuna de presidentes de la República (lo más aproximado fue un vicepresidente: José María Pino Suárez).
Cuna de presidentes habían sido Oaxaca (lugar de nacimiento de Porfirio Díaz y Benito Juárez), Coahuila (donde nacieron Francisco I. Madero y Venustiano Carranza) y Sonora (tierra originaria de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles).
Puebla (entidad de origen de Manuel Ávila Camacho y Gustavo Díaz Ordaz), Michoacán (lugar de nacimiento de Pascual Ortiz Rubio, Lázaro Cárdenas del Río y Felipe Calderón), Veracruz (cuna de Sebastián Lerdo de Tejada, Miguel Alemán Valdés y Adolfo Ruiz Cortines), Estado de México (Enrique Peña Nieto), Colima (Miguel de la Madrid Hurtado) y Jalisco (Victoriano Huerta). Originarios del Distrito Federal (hoy Ciudad de México): Adolfo López Mateos, Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo, Carlos Salinas de Gortari y Vicente Fox Quesada (aunque este último sea tenido por guanajuatense).
Solamente de estas 10 entidades federativas provendrían todos los presidentes de México desde mediados del siglo XIX y hasta principios del XXI. Solo de una tercera parte del total de entidades federativas había salido el presidente de la República, con predominio casi absoluto del Distrito Federal, cuna de seis presidentes de México.
El sur-sureste, desde 1958 con el veracruzano Adolfo Ruiz Cortines —es decir, por más de medio siglo—, no aportaba presidente al país. Con esa “jettatura” histórica rompe, en 2018, el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador.
2021: las elecciones “más grandes de la historia”
El Instituto Nacional Electoral (INE), en voz de su presidente, Lorenzo Córdova Vianello, calificó a las elecciones de 2021 como “las más grandes de la historia”, y así se les denominó. El 6 de junio de 2021, en efecto, se realizaron las elecciones más grandes de la historia de México, pues en ellas se eligieron titulares y suplentes para 19,915 cargos públicos.
Se eligieron 500 diputados federales (300 de mayoría relativa y 200 plurinominales, los primeros con sus respectivos suplentes), 1,060 diputados locales, de los cuales 640 fueron de mayoría relativa (también con suplentes) y 418 plurinominales, en 30 de las 32 entidades federativas, con excepción de los congresos de Coahuila y Quintana Roo, que en ese año no se elegirían por no estar actualizado su calendario electoral.
También se eligieron 1,866 ayuntamientos en 29 entidades federativas (excluyendo Durango, Hidalgo y Zacatecas, por estar pendientes de homologación sus comicios), además de 2,050 sindicaturas, 14,222 regidurías, 204 consejerías y 15 gubernaturas.
En la Ciudad de México —en lo que podrían llamarse “las otras elecciones” por la importancia que tuvieron— se eligieron 33 diputados de mayoría relativa y 3 plurinominales al Congreso local, 24 diputados federales y 16 alcaldes. Cuarenta y ocho millones, ochocientos treinta y cuatro mil cuarenta ciudadanos acudieron a las urnas a emitir su voto, de un listado nominal de 99,328,777 electores.
Efectivamente, como asumió el INE, las elecciones del 6 de junio de 2021 fueron “las más grandes de la historia” de México. Ninguna de las habidas hasta entonces había sido igual a ellas, ni siquiera remotamente.
La reforma constitucional precedente
Las elecciones más grandes de la historia de México fueron precedidas de la reforma que en 2007 se hizo al artículo 116 de la Constitución General de la República, a iniciativa del presidente Felipe Calderón Hinojosa, así como de las reformas a las constituciones y leyes electorales de las entidades federativas y de la ingeniería aplicada para ajustar los calendarios electorales, de manera que sus elecciones se efectuaran el mismo día, mes y año que las federales.
El proceso de homologación de los comicios locales con los federales, por su gradualismo, llevó varios años, dándose pasos adelante hasta tener una primera versión en 2015, una segunda en 2018 y una tercera en 2021; a partir de ahí solo debería haber elecciones en el país cada tres y seis años (al menos en teoría, pues en años próximos esto todavía no ocurre a cabalidad). Resulta obvio que sin esta reforma constitucional y las subsecuentes reformas a las constituciones locales y leyes electorales, en México no se habrían realizado en 2021 “las elecciones más grandes de la historia”.
Sus particularidades
Estas elecciones tuvieron diversas particularidades, entre ellas las siguientes:
- Se votó la mayor cantidad de cargos públicos en un solo día.
- Fue a elecciones una cantidad de candidatos sin precedente.
- La elección de diputados federales coincidió en día, mes y año con la de congresistas locales y presidentes municipales en 30 entidades (y 29 para estos últimos), así como de gobernador en 15 estados y en alcaldías de la Ciudad de México.
- Hubo reelección inmediata de diputados federales y locales, presidentes municipales y alcaldes de la Ciudad de México, después de más de un siglo sin existir.
- Se aplicó la paridad de género en gubernaturas, postulándose siete mujeres y ocho hombres por coaliciones o partidos; en la Cámara de Diputados se dio esta paridad de manera absoluta, quedando integrada la LXV Legislatura por 250 hombres y 250 mujeres.
- PRI y PAN, por primera vez, se presentarían coaligados a una elección de manera formal y oficial.
- Fueron intermedias federales concurrentes con elecciones locales.
Elecciones intermedias, históricamente las menos votadas
Durante la elección presidencial de Ernesto Zedillo Ponce de León (1994), los candidatos de su partido (PRI) a diputados federales obtuvieron 16,851,082 votos. Tres años después, en las intermedias de 1997, solo lograron 11,311,963, es decir, 5,539,119 menos, con un descenso del 32.8 %.
En la elección presidencial de 2000, con Vicente Fox Quesada como candidato, los aspirantes del PAN a diputados federales obtuvieron 14,212,032 votos. Tres años después, en 2003, solo lograban 9,253,440, 4,958,592 menos (una baja del 34.8 %).
El 5 de junio de 2022, se eligieron gobernadores en seis estados, marcando cambio histórico.
En 2006, con Felipe Calderón Hinojosa como candidato presidencial, los postulantes del PAN a diputados federales obtuvieron 13,753,633 votos. En 2009, esa votación bajó a 9,679,475, 4,074,198 menos (29.6 %).
En 2012, con Enrique Peña Nieto de candidato del PRI a la Presidencia de la República, los aspirantes priistas a diputados federales alcanzaron 16,919,311 votos, mientras que en 2015, en elecciones intermedias, 11,743,237, es decir, 5,176,074 menos (una disminución del 30.5 %).
En 2018, con Andrés Manuel López Obrador como candidato presidencial, los postulantes de Morena (PT–PES) a diputados federales obtuvieron 24,345,300 votos, y en las intermedias de 2021, 20,163,295, es decir, 4,182,012 menos (un 17.7 % menor).
El común denominador de estas elecciones es que cuando a la vez se elige presidente de la República y diputados federales, el número de votos a favor de estos últimos es mayor que el obtenido cuando aquel ya está en funciones, pues se registra la consabida baja, que oscila entre el 34.8 % y el 17.7 %.
Al electorado le motiva poco votar por candidatos a diputados federales del partido del presidente (o de partidos opositores, que también bajan su votación en elecciones intermedias), o si este gana o pierde la mayoría camaral, pues no valora en igual medida la relevancia política o legislativa de las cámaras del Congreso de la Unión y de los representantes populares.
La votación por diputados federales en elecciones intermedias —según aprecia la ciudadanía— ni es refrendataria ni revocatoria ni legitimadora del gobierno federal ni del propio presidente de la República. Esos valores no están en juego para los ciudadanos, desentendidos históricamente de la política y de la gobernabilidad, sea cual sea el partido o la persona en el poder. Ocurrió con Zedillo, con Fox, con Calderón, con Peña y con el propio López Obrador.
La tendencia a la baja en las intermedias ni siquiera con AMLO en la presidencia se modificó: 4,182,012 ciudadanos que votaron en 2018 por los diputados de su partido en 2021 se abstuvieron de hacerlo (igual con los partidos opositores, también menos votados esta vez respecto de la elección anterior).
Así ocurrió de 1997 —por citar datos con registro oficial en el IFE y en el INE— a 2021. En las intermedias o de medio sexenio, votaron menos ciudadanos por los candidatos a diputados federales de todos los partidos, incluido el partido del presidente en funciones.
En 1991, no obstante, ocurrió algo atípico: la votación por diputados superó, en cifras, a la de 1988. En la presidencial de 1988 votaron por diputados federales, siendo candidato a presidente de la República Carlos Salinas de Gortari, 8,820,416 ciudadanos; en las intermedias de 1991 —según datos oficiales del Instituto Federal Electoral (IFE), ya en funciones— 14,777,988, un incremento de 5,957,572, es decir, un 59 % más.
Carlos Salinas de Gortari, tras ganar la Presidencia de la República de la manera en que lo hizo y llegar deslegitimado, necesitaba legitimación. Una de sus primeras acciones fue encerrar al viejo líder petrolero, Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, como muestra del “frontal combate a la corrupción sindical”, y, en general, echar mano de diversos recursos.
Con miras a las elecciones intermedias de 1991, se requería que la gente votara masivamente por los candidatos del PRI a diputados federales, llenando las urnas de votos priistas. Una intensa campaña política, el fraude electoral y la intervención del aparato gubernamental servirían perfectamente al propósito.
Así, de 8,820,416 ciudadanos que votaron en la presidencial de 1988 por candidatos a diputados federales del PRI, 14,777,988 lo hicieron en 1991. Contra la tendencia histórica, en vez de bajar, la votación subía exponencialmente. Carlos Salinas, en una suerte de “segunda” votación, las intermedias, recibía un amplísimo respaldo popular y político del electorado. “Política ficción”, como años después diría él, fue lo que se vivió en esas elecciones “legitimadoras”.
Trascendió que, reunido Carlos Salinas de Gortari con su círculo más cercano y al conocerse los resultados altamente favorables, por encima de sus propias proyecciones, un eufórico Emilio Lozoya Thalmann (padre, entonces director del ISSSTE) soltó aquella frase icónica de “se nos pasó la mano”, en reconocimiento a la exitosa operación electoral llevada a cabo por el gobierno salinista.
Salvo esa excepción, las elecciones intermedias —antes solo para elegir diputados federales y ahora también cargos locales— siempre han sido menos votadas que las presidenciales en México. Las intermedias de 2021 fueron, siguiendo esa lógica, menos votadas que las presidenciales de 2018, aunque en menor medida de lo que habían caído en otros periodos, siendo la única salvedad la de Carlos Salinas de Gortari. Era natural que en 2021 —sin elección presidencial de por medio— votaran menos electores que en 2018, cuando sí la hubo.
Elección de diputados federales
La elección de diputados federales de mayoría relativa —que determina también la asignación de diputaciones plurinominales— fue, por decirlo coloquialmente, “la madre de todas las elecciones”.
Fue la que más importancia recibió de la oposición y del gobierno de la Cuarta Transformación (4T), pues en ella se “definiría” si el proyecto de nación emprendido por el presidente Andrés Manuel López Obrador proseguiría o sería desmantelado; si podría sacar a flote reformas constitucionales requeridas o si sus adversarios se lo impedirían.
La oposición panista, perredista y priista, conjuntada con fuerzas políticas y grupos empresariales adversos a la 4T, apostó “el todo por el todo”, constituyendo un frente común para quitarle —según sus propias palabras— “la mayoría calificada” a Morena y aliados, de modo que el presidente no pudiera hacer más reformas constitucionales y siguiera, en sus términos, “destrozando al país y sus instituciones” y “vulnerando el Estado de derecho”.
La coalición “Va por México” perdió aproximadamente 10 millones de votos, evidenciando su fracaso electoral.
Para ellos, “quitarle la mayoría calificada” a Morena y aliados era vital, casi de vida o muerte. Ganar la Cámara de Diputados significaba, a su juicio, salvar al país de una catástrofe, atar de manos al presidente López Obrador, frenar la transformación anunciada y mantener el statu quo. Para el presidente Andrés Manuel López Obrador, Morena y “Juntos Haremos Historia”, obtener la mayoría calificada en la Cámara de Diputados implicaba emprender el proceso de reformas constitucionales que facilitaran la instrumentación de las políticas de gobierno y el logro de sus metas.
Dos proyectos de nación estaban en juego en la elección de diputados federales, según el discurso de ambas partes: la vuelta al neoliberalismo o la profundización de la 4T. Ese fue el escenario planteado en la narrativa tanto del oficialismo como de la oposición.
Un país en riesgo de derrumbarse o en proceso de transformación, un presidente que mira hacia los años setenta u oposición anclada en las décadas del neoliberalismo. Ambas posturas, con sus respectivos discursos, chocaron frontalmente, y al ciudadano —que por lo general emite un voto inercial y no ideológico— le tocaba decidir entre uno y otro polo.
En esas elecciones “definitorias”, 48,804,040 ciudadanos acudieron a las urnas, 7,133,393 menos que en 2018 (55,967,433). La participación ciudadana descendió 10.2 puntos, del 62.8 % al 52.6, y la votación esperada no se produjo. De ellos, 19,367,035 votaron por “Va por México” y 20,904,670 por “Juntos Haremos Historia”, con una diferencia de 1,536,935 votos.
Con esa votación, Morena gana 198 diputaciones (122 de mayoría relativa y 76 plurinominales), el PAN 114 (73 y 41), el PRI 70 (30 y 40), el PVEM 43 (31 y 12), el PT 37 (30 y 7), MC 23 (7 y 16), PRD 15 (7 y 8), quedando así conformada la LXV Legislatura de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, donde “Juntos Haremos Historia” totaliza 278.
La “mayoría calificada” en la que tanto insistía la oposición no la alcanzó “Juntos Haremos Historia” (como tampoco en la Legislatura anterior), por lo que no podían “quitársela”, pues Morena nunca tuvo más de 252 diputados ni más de 308 con la suma de diputados del PT y PES, y aun así requería 26 más (provenientes de partidos opositores) para alcanzar los 334 exigidos para la mayoría calificada (en una plenaria con todos los miembros presentes votando).
Así que, en 2021, la oposición —aunque fuera una de sus metas— no le quitó a Morena (ni a JHH ni al presidente de la República) una “mayoría calificada” que nunca tuvo, ni juntando a sus coaligados. Lo que sí perdió Morena (como partido) fue la mayoría absoluta y, dicho sea de paso, la sobrerrepresentación que tuvo en la LXIV Legislatura (cuando, a sus 218 diputaciones, PT y PES transfirieron 34, para así llegar a 252 y superar la mitad del total de diputaciones).
El presidente del INE dijo que en la LXV Legislatura no habría sobrerrepresentación, y no la hubo, tanto porque el Instituto no lo permitió como porque Morena —aun cuando su coordinador, en determinado momento, hablara de construir una “megabancada”— no lo intentó. En vez de ello, optó por un acuerdo con las demás fracciones camarales para rotar anualmente la presidencia de la Junta de Coordinación Política.
“Juntos Haremos Historia” haría mayoría simple en la LXV Legislatura, pues su número de diputados era superior al de “Va por México” y sus partidos agrupados, pero no la mayoría absoluta ni la calificada, y era también mayor al de cualquier otro partido. Esto no significa que, por tener 31 diputaciones menos que en la LXIV Legislatura, “Juntos Haremos Historia” no conservase la mayoría absoluta ni que se le hubiera quitado al presidente el control de la Cámara de Diputados, y menos el del Congreso de la Unión, ya que en el Senado seguiría con un estatus favorable (al no haberse celebrado elección senatorial ese año).
Sin esa bancada de la LXIV Legislatura, al presidente le resultaría más difícil sacar adelante iniciativas de reformas constitucionales, porque para la mayoría calificada necesitará hasta 57 votos negociados (en la anterior legislatura necesitaba solo 26).
En los comicios de 2018 para diputados federales, la oposición (PAN, PRD, MC, PRI, PVEM, NA), participando en dos alianzas separadas, había obtenido 28,822,581 votos, 4,477,274 más que “Juntos Haremos Historia” (Morena, PT, PES), 24,345,307, pero aun así no solo perdió la mayoría absoluta sino también la relativa en la LXIV Legislatura, al haber dividido su votación (en vez de sumarla).
Siguiendo aquel precedente, si en 2021 hubiera una gran alianza electoral PAN–PRI (y por añadidura PRD), la oposición podría ganarle a “Juntos Haremos Historia” y quitarle la mayoría “calificada” en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Con esa perspectiva se construyó la coalición tripartidista “Va por México”.
PAN–PRD–PRI concretaron su coalición (sin sus exaliados de 2018: MC, PVEM y NA) y compitieron en 2021. “Juntos Haremos Historia” conservó su alianza con PT y sumó al PVEM (en vez del PES, que perdió el registro). No obstante, en las elecciones de diputados federales de 2021, “Va por México” obtiene 19,367,735 votos, 9,454,846 menos que los alcanzados, por separado, por PRI, MC, NA, PVEM, PAN y PRD en 2018.
Al PAN, PRI y PRD les fallaron los cálculos. La coalición pri-panista-perredista no mantuvo aquella votación y, en 2021, perdió cerca de 10 millones de votos. Entre PES (1,345,558), Redes Sociales Progresistas (865,125) y Fuerza México (1,211,824) se llevaron 3,452,807 votos, que sumados a los 3,430,507 de MC daban 6,853,014, que no fueron para “Va por México” ni para “Juntos Haremos Historia” (sin contar 1,662,323 nulos). El PAN y el PRI, y más con el escaso caudal del PRD, fracasaron en la estrategia; si ganaron más curules que en 2018 fue sobre todo porque a “Juntos Haremos Historia” se le cayó su votación.
Elección de diputados locales
En 30 entidades federativas se eligieron diputados de mayoría relativa a los congresos locales (Coahuila y Quintana Roo no tendrían elecciones congresionales en 2021). Fueron 642 curules de mayoría relativa: 412 acreditadas a Morena, 261 al PAN, 125 a MC, 33 a PES, 24 a Redes Sociales Progresistas y 28 a Fuerza México.
Morena–PT–PVEM ganaron todos los distritos de mayoría relativa en varias entidades: 17 de 17 en Baja California, 16 de 16 en Baja California Sur, 16 de 21 en Campeche, 24 de 24 en Chiapas, 19 de 33 en la Ciudad de México, 9 de 15 en Colima, 15 de 28 en Guerrero, 12 de 18 en Hidalgo, 8 de 12 en Morelos, 18 de 18 en Nayarit, 19 de 25 en Oaxaca, 17 de 26 en Puebla, 21 de 21 en Sinaloa, 21 de 21 en Sonora, 21 de 21 en Tabasco, 16 de 22 en Tamaulipas, 16 de 21 en Tlaxcala, 26 de 30 en Veracruz y 10 de 18 en Zacatecas, haciendo mayoría absoluta en 19 congresos estatales.
PAN–PRD–PRI ganaron en Aguascalientes 16 de 18 distritos de mayoría relativa, en Chihuahua 14 de 22, en Durango 1 de 15, en el Estado de México 25 de 45, en Guanajuato 2 de 22, en Michoacán 14 de 15, en Nuevo León 21 de 22, en Querétaro 15 de 15, en San Luis Potosí 8 de 15 y en Yucatán 14 de 15, con mayoría absoluta en 10 congresos estatales. En Jalisco, MC ganó 16 de 20 distritos, haciéndose de la mayoría absoluta en el Congreso local.
En Tamaulipas, Morena había conseguido 19 de 35 diputaciones, con lo que en la instalación de la LXV Legislatura mantenía la mayoría absoluta. Sin embargo, dos diputados morenistas renunciaron a su bancada y partido para unirse al PAN; Morena bajó de 18 a 16 y el PAN subió de 12 a 14. Fue una maniobra del gobernador, Francisco García Cabeza de Vaca, rompiendo con la voluntad popular expresada el 6 de junio y negándole la mayoría a Morena.
El PAN, celoso de la legalidad y del Estado de derecho, calló ante el comportamiento antidemocrático del gobernador, quien, satisfecho, calificó la LXV Legislatura de “atípica” porque ningún partido tenía mayoría absoluta y debía buscar consensos, sin que “ninguna persona o grupo viniera de fuera” a dictar el rumbo de la entidad.
Elección de gobernadores
En 2021 se eligió gobernador en 15 estados de la República, cifra sin precedente en más de un siglo (solo en 1915, bajo Venustiano Carranza como encargado de la presidencia, se eligieron más: 17). Ocho de esos estados (Campeche, Colima, Guerrero, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas) eran gobernados por el PRI; cuatro (Baja California Sur, Chihuahua, Querétaro y Nayarit) por el PAN; uno por Morena (Baja California), uno por el PRD (Michoacán) y uno sin partido (Nuevo León).
El PRI perdía 8 de las 12 gubernaturas que le quedaban, sin ganar ninguna de las que estuvieron en disputa. De 15 elecciones celebradas, perdió 15. El PAN retuvo 2 de las 4 que expuso (Chihuahua y Querétaro), perdiendo las de Baja California Sur y Nayarit (ganó 2 y perdió 13 en total). El PRD perdió Michoacán y no ganó ninguna de las 15.
En 2024, “Va por México” no restaurará el neoliberalismo, consolidándose totalmente como proyecto político fallido.
Los partidos de la coalición “Va por México” —por lo general compitiendo separados— solo ganaron, a través del PAN, 2 de las 15, perdiendo 1 ante Morena, otra con MC y otra con el PVEM.
MC ganó la gubernatura de Nuevo León (en manos de un gobernador sin partido) y el PVEM la de San Luis Potosí (sin ir en alianza con Morena). Morena retuvo Baja California y agregó las gubernaturas de Baja California Sur, Campeche, Colima, Guerrero, Michoacán, Nayarit, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas.
El PRI cedía dos gubernaturas que jamás había perdido (Campeche y Colima), emblemáticas como las del Estado de México, Hidalgo o Coahuila, por su ancestral hegemonía, lo que habla de la magnitud del descalabro. El dirigente nacional priista, Alejandro Moreno Cárdenas, era originario de Campeche y gobernador con licencia, con influencia a través de un interino afín.
Una lectura inicial de los resultados gubernamentales conduce a varias consideraciones:
- La mayoría de los electores de estos 15 estados (en 11) votaron por el partido del presidente (Morena), aunque AMLO no estuviera en las boletas ni hiciera campaña.
- La mayoría de los votantes no refrendó su confianza en el partido que había gobernado los últimos seis años.
- En los ocho estados gobernados por el PRI, sus ciudadanos ya no quisieron nada con él.
- Es posible que los gobernadores en funciones no pudieran intervenir colocando a sus candidatos o ni siquiera apoyar abiertamente, o se les impidiera actuar como en el pasado.
En Querétaro, el PAN ganó —se dijo— porque, además de ser un estado panista, su gobernador hizo buena gestión; en Chihuahua, ese mismo partido ganó aunque la candidata estaba distanciada del gobernador Javier Corral. Y en Baja California, gobernada por Morena, se entregó la gubernatura también a la candidata de su partido.
El balance de estas elecciones indica que la figura de los gobernadores en funciones no fue factor de triunfo, sino quizá de derrota para el candidato de su partido, fuera PAN, PRD o PRI, sobre todo en este último caso. La elección de gobernador en 2021 pudo haber sido la tumba político-electoral del PRI, vistos sus resultados (perdió casi la mitad de las gubernaturas en juego).
Para Morena (con 16 gobernadores al cierre de la contienda) fue un triunfo rotundo, mientras que para el PAN, que solo ganó 2 de 4 y perdió 13 estados, resultó una derrota general, si bien no tan drástica como la del PRI.
Con 8 gubernaturas pendientes de renovación —6 en 2022 y 2 en 2023— las elecciones del 6 de junio de 2021 ubican a Morena y aliados en buena posición hacia la presidencial de 2024, y al PAN y al PRI, aun yendo unidos, en desventaja.
Elección de gobernadoras
Entre 1979 —cuando por primera vez una mujer (Griselda Álvarez Ponce de León) fue gobernadora de Colima— y 2018 —cuando Claudia Sheinbaum fue elegida jefa de Gobierno de la Ciudad de México, y Martha Érika Alonso asumió la gubernatura de Puebla—, únicamente siete mujeres habían gobernado entidades del país tras elecciones populares: las tres mencionadas más Beatriz Paredes Rangel (Tlaxcala, 1981), Amalia García (Zacatecas, 2004), Ivonne Ortega Pacheco (Yucatán, 2005) y Claudia Pavlovich (Sonora, 2015).
En casi 40 años, solo siete mujeres llegaron a una gubernatura por elección popular: Griselda Álvarez, Beatriz Paredes, Ivonne Ortega y Claudia Pavlovich (PRI), Amalia García (PRD), Martha Érika Alonso (PVEM) y Claudia Sheinbaum (Morena). Ninguna por el PAN.
Los partidos “grandes” —como se aprecia— no postulaban candidatas a gobernadoras, sino únicamente los “chicos”; a ellas se les negaba en la práctica la posibilidad de llegar a una gubernatura. Un ejemplo claro es que el PRI había nominado a cuatro y el PAN, históricamente, a ninguna.
En materia de candidaturas gubernamentales no había habido equidad ni menos paridad de género: el candidato a gobernador requería ser varón.
Para las elecciones gubernamentales de 2021, el INE, con un fallo a favor del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, cambia las reglas del juego político-electoral: por unanimidad establece que, obligatoriamente, siete de los 15 candidatos que postule un partido o coalición tendrán que ser mujeres (y, consecuentemente, ocho, hombres).
El libro disecciona 100 años electorales, mostrando el tránsito de gobiernos militares a la democracia.
Prácticamente, por cada hombre candidato tendría que haber una mujer candidata. Uno por una, para decirlo coloquialmente. Morena–PT–PVEM y PRI–PAN–PRD, en coalición, postularon ocho hombres y siete mujeres. El resultado fue el deseado, más por afortunada casualidad que por ingeniería electoral (pues esto no dependió de cuántos candidatos y candidatas fueran a elección, sino de cuántos o cuántas de uno y otro género ganaran las gubernaturas).
Seis mujeres alcanzaron la gubernatura de su estado:
- Marina del Pilar Ávila Olmedo (Baja California)
- Layda Sansores San Román (Campeche)
- Indira Vizcaíno Silva (Colima)
- María Eugenia Campos Galván (Chihuahua)
- Evelyn Salgado Pineda (Guerrero)
- Lorena Cuéllar Cisneros (Tlaxcala)
Morena, incluida la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, electa en 2018, en tres años llevaba a gubernaturas a seis mujeres (una menos de las habidas en toda la historia nacional), estas por la vía de la elección popular (Dulce María Sauri Riancho no pasó por la candidatura ni fue a las urnas, como tampoco Rosario Robles).
El PAN, en toda su historia (tras más de 80 años de fundado), hacía gobernadora —de Chihuahua— a su primera y, hasta entonces, única mujer: María Eugenia Campos Galván.
Hacia finales de 2021, merced a esta paridad de género y a los triunfos obtenidos por ellas, siete mujeres estarían gobernando en entidades federativas tras ser producto de elecciones populares (incluyamos en este listado a Martha Érika Alonso Hidalgo, gobernadora de Puebla, quien falleciera en el cargo en 2019).
Elecciones en la Ciudad de México
El 6 de junio de 2021 hubo en la Ciudad de México tres elecciones: una de diputados federales (24), otra de diputados locales (33) y una tercera de alcaldes (16). En ellas participaron dos coaliciones —y no tres, como en 2018—: “Juntos Haremos Historia” (Morena–PT–PVEM) y “Va por México” (PAN–PRD–PRI).
- En la elección de diputados federales de mayoría relativa, “Juntos Haremos Historia” obtuvo 1,717,183 votos y “Va por México” 1,813,135.
- En la elección de diputados de mayoría relativa al Congreso local, “Juntos Haremos Historia” obtuvo 1,573,213 votos y “Va por México” 1,741,967.
- En la elección de alcaldes, “Juntos Haremos Historia” obtuvo 1,637,525 votos y “Va por México” 1,780,070.
De acuerdo con estas cifras, “Va por México” ganó a “Juntos Haremos Historia” las tres elecciones. La primera por 95,952 votos, la segunda por 168,754 y la tercera por 142,545, con un diferencial promedio (incluidas las tres elecciones) de 102,410 a favor de “Va por México”.
De las 24 diputaciones federales, 12 fueron ganadas por “Va por México” y 12 por “Juntos Haremos Historia”; de las 33 diputaciones locales, 14 las ganaba “Va por México” y 19 “Juntos Haremos Historia”. Para “Va por México” eran nueve alcaldías y para “Juntos Haremos Historia” siete.
Con empate en diputaciones federales, los votos y los cargos se repartieron así:
- Triunfo de “Juntos Haremos Historia” en diputaciones locales, con lo que retenían la mayoría absoluta en el Congreso capitalino
- Triunfo de “Va por México” en las alcaldías
El triunfo en la Ciudad de México fue compartido. No obstante, “Va por México” se declaraba triunfador único porque ese año ganaba lo que no había ganado antes en las presidenciales y “Juntos Haremos Historia” no refrendaba sus números y puestos de las elecciones precedentes.
En las elecciones de 2018, “Juntos Haremos Historia” ganó en la capital 23 de 24 diputaciones federales, 32 de 33 diputaciones locales y 13 de 16 alcaldías (además de la Presidencia de la República, las dos senadurías de mayoría relativa y la jefatura de Gobierno).
Las coaliciones PAN–PRD–MC y PRI–PVEM–NA, por separado, solo ganaron una diputación federal, dos diputaciones locales y tres alcaldías. En pocas palabras, “todo” o el “carro completo”, algo que en 2021 no ocurrió.
En 2018, “Juntos Haremos Historia” obtenía 2,726,175 votos —tomando por referente la elección de diputados federales—, mientras que la coalición liderada por el PAN lograba 1,589,395 y la que encabezaba el PRI, 849,237, que, de haber ido en alianza en aquel año —como lo harían en 2021— habrían totalizado 2,438,632 votos, esto es, 287,543 menos que “Juntos Haremos Historia”.
Resultaba obvio que la única forma de competir electoralmente contra “Juntos Haremos Historia” era formar un frente común, idea que cuajó en la coalición “Va por México”, donde PAN y PRI, unidos con el PRD, irían a las elecciones de 2021. “Va por México” debía presentar más competencia a “Juntos Haremos Historia” que la que PAN y PRI, cada uno por separado, pudieran ofrecerle.
El capítulo “El tsunami electoral” detalla la victoria de AMLO con 30 millones de votos.
Esto, en principio, porque 2021 era año de elecciones intermedias, donde la votación suele descender; una campaña de descalificaciones y, otra vez, de miedos y temores en la sociedad, más el desgaste normal del gobierno tras tres años en funciones, también fueron valorados por los promotores del voto contra la 4T, particularmente en el Congreso de la Unión, donde “había que quitarle al presidente la mayoría calificada”, y en la Ciudad de México, sede de los poderes nacionales y baluarte emblemático de la izquierda.
En 2021, la coalición “Va por México” alcanzaría 1,813,135 votos —sumados PAN, PRD y PRI—, es decir, 625,497 menos que los que estos partidos obtuvieron en 2018 por separado. El frente común de dichos partidos, en vez de incrementar su votación conjunta, la disminuía.
Por su parte, “Juntos Haremos Historia” bajaba de 2,726,175 a 1,717,183, perdiendo 1,008,992 votos, un 37.1 %. Así, la coalición “Va por México” sumaba los votos del PAN, PRD y PRI, pero ya no los del PVEM, MC o NA; evitaba la reedición electoral de 2018, mientras establecía cierta equiparación de fuerzas con “Juntos Haremos Historia” en la Ciudad de México. Ello, más que nada, ocurrió por la caída del voto morenista (1,008,992) que por el incremento del voto pri-panista-perredista, el cual también cayó (625,497).
En realidad, no hubo ni tal triunfo ni tal derrota categóricos, sino un leve “rescate” electoral de “Va por México”, a raíz del hecho de que “Juntos Haremos Historia” fue abandonado esta vez por poco más de un millón de electores que tres años antes habían votado por él. En ese tenor, más que un triunfo de la coalición “Va por México” fue una derrota —no tan abrumadora como se quiso presentar— autoinfligida por el morenismo metropolitano.
“Va por México” se quedó con las alcaldías de Álvaro Obregón, Azcapotzalco, Coyoacán, Cuajimalpa, Cuauhtémoc, Magdalena Contreras, Miguel Hidalgo y Tlalpan; mientras que “Juntos Haremos Historia” conservó Gustavo A. Madero, Iztapalapa, Iztacalco, Milpa Alta, Tláhuac, Xochimilco y Venustiano Carranza. Las primeras se localizan en el poniente de la ciudad, con mayor clase acomodada e ilustrada, y las segundas en el oriente, integradas en términos generales por sectores populares.
Ciudad de México y Estado de México, fieles de la balanza
En 2018 “Juntos Haremos Historia” obtuvo del electorado de la Ciudad de México y del Estado de México 60 de 65 diputaciones federales de mayoría relativa: 23 en la primera entidad y 37 en la segunda.
Es decir, el 20 por ciento, o la quinta parte, del total de las 300 diputaciones federales de mayoría relativa de todo el país. Ese año “Juntos Haremos Historia” alcanzó —entre mayoría relativa y plurinominales— 308 diputaciones, de las cuales 252 fueron para Morena —con la suma de 34 legisladores del PT y del PES—, con lo que ésta acreditó mayoría absoluta en la LXIV Legislatura y pudo presidir durante los tres años legislativos la Junta de Coordinación Política. La oposición —que contendió formando coaliciones diversas— solo ganó 82 distritos uninominales en el país, alcanzando, con sus plurinominales, 192 curules.
La Ciudad de México y el Estado de México, juntos, fueron factor electoral importante —y determinante— para el resultado obtenido por “Juntos Haremos Historia” en estas elecciones, con esas 60 diputaciones federales que le dieran. A más de eso, la Ciudad de México (en 2018) le aportaba a “Juntos Haremos Historia” 2’726,175 votos y el Estado de México 3’840,784.
Esto es, 6’566,959 de los 24’345,307 que en la elección de diputados federales se alcanzaron a nivel nacional, equivalente a casi una cuarta parte de ésta. Parte del triunfo legislativo de “Juntos Haremos Historia” en 2018 se lo debía a estas dos entidades federativas, como se desprende de los números traídos a colación.
En 2018 la Ciudad de México aportaba a PAN-PRD-MC 1’589,395 votos y a PRI-PVEM-NA 849,237: 2’438,632, y el Estado de México 1’801,782 y 2’109,158, respectivamente. Esto es, 6’986,572. En la elección de diputados federales, en 2018, PAN-PRD-MC-PRI-PVEM-NA, por separado, obtenían en el Estado de México 6’986,572 votos; 1’483,611 más que “Juntos Haremos Historia”, ganando solamente cinco diputaciones federales y perdiendo 60, porque sus votos no podrían sumarse, ya que participaron en diferentes coaliciones.
En las elecciones legislativas federales de 2021 la Ciudad de México y el Estado de México vuelven a ser, en conjunto, factor electoral decisivo, aunque no favorable para “Juntos Haremos Historia”, sino para “Va por México”. De los 24 diputados federales de mayoría relativa que se eligen en 2021 en la Ciudad de México, 12 son para “Juntos Haremos Historia” y 12 para “Va por México”, y de los 41 que se elegían en el Estado de México, 24 son para “Juntos Haremos Historia” y 17 para “Va por México”.
De tener “Juntos Haremos Historia” 60 diputados de mayoría relativa provenientes de Ciudad de México y Estado de México en 2021, ésta posee 36 y “Va por México”, 29, y no cinco, como en 2018. A “Juntos Haremos Historia”, la Ciudad de México y el Estado de México ya no le aportan 60 diputados federales, sino 36, y a “Va por México” no cinco, sino 29.
A “Juntos Haremos Historia” se le cae su votación en la Ciudad de México en 1’008,993 y en el Estado de México en 1’648,138, equivalente a 2’657,121 entre ambas entidades. A “Va por México” se le cae en 625,497 en la Ciudad de México (de 2’448,634 a 1’813,499) y en 1’048,122 en el Estado de México. Entre la Ciudad de México y el Estado de México, “Juntos Haremos Historia” pierde 2’046,999 votos en 2021, en tanto que “Va por México” pierde 1’473,621. A nivel nacional, “Juntos Haremos Historia” baja su votación de 24’345,307 a 20’904,670: 3’440,637 menos, y “Va por México” (tres años antes, PAN, PRD y Movimiento Ciudadano y PRI, PVEM y NA) de 28’822,581 a 19’367,735, perdiendo 9’454,846.
De los 3’440,337 votos que “Juntos Haremos Historia” pierde en 2021 (con respecto a 2018), 2’046,999, más del 50 por ciento de la caída nacional, están en la Ciudad de México y el Estado de México. Los votos perdidos en estas entidades impactan la votación general desfavorablemente (en los otros 30 estados la caída de su votación es menor a la sufrida solo en estos dos lugares).
“Juntos Haremos Historia” pierde 31 diputaciones federales de mayoría relativa en 2021 (de 308 baja a 277) en todo el país, 29 de ellas ubicadas en la Ciudad de México y el Estado de México. Recalcando: en 2021 “Juntos Haremos Historia” perdía en el país 31 diputaciones federales, y en la Ciudad de México y el Estado de México 29.
Fuera del Valle de México, solo pierde dos (esto es, en las otras 30 entidades, con lo que, si en la LXIV Legislatura le faltaran 26 para conformar mayoría calificada, en la LXV le harían falta 57). El factor Ciudad de México–Estado de México es punto clave en las elecciones legislativas federales de 2018, como también lo es en las de 2021, tanto para “Juntos Haremos Historia” como para “Va por México”. Fue fiel de la balanza en ambas ocasiones.
Peralta Burelo, testigo y analista del poder, relata detalladamente transformaciones políticas y electorales en México.
En 2018 “Juntos Haremos Historia” ganaba en el Estado de México 62 presidencias municipales; el PRI, en alianza con PVEM y NA, 31; y el PAN, aliado con PRD y MC, 36. Las dos alianzas, al conjuntar sus resultados, superarían a “Juntos Haremos Historia” por solo cinco alcaldías.
En 2021, yendo PAN-PRD-PRI en coalición, ganaban 76 alcaldías, 12 más (65) que “Juntos Haremos Historia”. “Juntos Haremos Historia” agregaba tres alcaldías a las 62 obtenidas en 2018, y “Va por México” agregaría 12 (aquí no se incluyen las ganadas por otros partidos). En 2018, en la Ciudad de México, Morena ganaba 13 alcaldías y PAN, PRI, PRD una, respectivamente; en 2021, “Va por México” ganaba nueve y “Juntos Haremos Historia” siete.
En cuanto a diputaciones locales, “Juntos Haremos Historia” ganaba en 2018 32 (en la Ciudad de México) y 24 en 2021; “Va por México” obtendría 17. En el Estado de México, “Juntos Haremos Historia” ganaba en 2018 42 diputaciones locales (de 45) y en 2021, 19; “Va por México” ganaba en 2021 23 diputaciones locales (después de que en 2018 toda la oposición, dispersa, solo obtuviera tres de 45).
Cerremos este tema con algunos ejercicios aritméticos que permitan ver, con la claridad de las cifras, no solo la numeralia de las elecciones legislativas federales en estas dos entidades, sino, en conjunto, de todo el país, para remarcar la importancia que la Ciudad de México y el Estado de México tuvieron en la integración de la LXV Legislatura de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, factotum en los comicios federales de 2021 (y también de 2018).
PARTIDO / COALICIÓN | 2018 | 2021 | DIFERENCIA |
---|---|---|---|
“Juntos haremos historia” | 2’726,176 | 1’717,183 | -1’008,993 |
PRI-PVEM–MC | 2’438,632 | N/D | |
“Va por México” (PAN, PRD, PRI) | N/D | 1’813,135 | -625,497 |
PARTIDO / COALICIÓN | 2018 | 2021 | DIFERENCIA |
---|---|---|---|
“Juntos haremos historia” | 3’840,784 | 2’802,785 | -1’037,999 |
PAN-PRD–MC | 3’910,940 | N/D | |
“Va por México” (PAN, PRD, PRI) | N/D | 2’862,822 | -1’048,118 |
PARTIDO / COALICIÓN | 2018 | 2021 | DIFERENCIA |
---|---|---|---|
“Juntos haremos historia” | 24,345,307 | 20,163,295 | -4,182,012 |
PAN-PRD-MC-PRI-PVEM-MA | 28,823,181 | N/D | |
“Va por México” (PAN-PRD-PRI) | N/D | 18,764,086 | -10,059,095 |
En síntesis: “Juntos Haremos Historia” perdió 3,454,846 votos en todo el país en las elecciones legislativas de 2021 (con respecto a las de 2018). En la Ciudad de México (–1,008,993) y en el Estado de México (–1,037,999), lo que suma 2,046,992 votos, más de la mitad de los que perdieron en las otras 30 entidades federativas (1,407,854). En 2021, “Va por México” pierde entre la Ciudad de México (–625,497) y el Estado de México (–1,048,118): 1,673,615 votos (con respecto a 2018) y en todo el país 10,059,095.
Elección de presidentes municipales
En 2021 se eligieron ayuntamientos y presidentes municipales en 29 entidades federativas; y en tres no: Durango, Hidalgo y Zacatecas. (En la Ciudad de México, por su régimen constitucional distinto, se votó por alcaldes).
En Aguascalientes se eligieron 11; en Baja California, cinco; en Baja California Sur, cinco; en Campeche, 13; en Chiapas, 124; en Chihuahua, 67; en la Ciudad de México, 16; en Coahuila, 38; en Colima, 10; en el Estado de México, 125; en Guanajuato, 46; en Guerrero, 80; en Jalisco, 125; en Michoacán, 112; en Morelos, 33; en Nayarit, 20; en Nuevo León, 51; en Oaxaca, 153; en Puebla, 217; en Querétaro, 18; en Quintana Roo, 11; en San Luis Potosí, 58; en Sinaloa, 18; en Sonora, 72; en Tabasco, 17; en Tamaulipas, 43; en Tlaxcala, 60; en Veracruz, 212; y en Yucatán, 106.
Un total de 1,866 ayuntamientos, con su respectivo presidente municipal (y, en el caso de la Ciudad de México, sus alcaldes) fueron elegidos en 2021. Es de hacerse notar que en siete estados —Estado de México (125), Jalisco (125), Michoacán (112), Oaxaca (153), Puebla (217), Veracruz (212) y Yucatán (106)— se eligieron más ayuntamientos y presidentes municipales que en el resto del país: 1,174 contra 692 en las demás entidades.
Asimismo, en Campeche se eligieron 22 juntas municipales; en Chihuahua, 67 sindicaturas; en Nayarit, 138 regidurías; en Tlaxcala, 299 presidencias de comunidad; y en Oaxaca, 417 autoridades municipales (además de sus 153 ayuntamientos), por usos y costumbres, como en parte de Chiapas, Veracruz, Puebla, Guerrero y otros pueblos originarios.
De estos 1,866 ayuntamientos (y presidencias municipales) contabilizados, 544 fueron ganados por el PRI, 450 por el PAN, 346 por Morena, 207 por el PRD, 125 por MC, 127 por PVEM, 59 por PT y otros por PES, Redes Sociales Progresistas y Fuerza México.
“Va por México” (PAN–PRD–PRI) gobernará 1,200 municipios (incluidas las alcaldías de la Ciudad de México) y “Juntos Haremos Historia” (Morena–PT–PVEM) 532 (poco menos de la mitad de aquellos). El PRI incrementó su número de presidencias de 470 a 544; el PAN, de 414 a 450; el PRD, de 160 a 207; y Morena, de 305 a 346, por solo citar a los cuatro partidos más ganadores.
De acuerdo con estos datos, el PRI, solo, gobernará un poco más de la cuarta parte de los municipios mexicanos, y junto con el PAN y el PRD, sus aliados en “Va por México”, más del 70 por ciento en todo el país.
La fortaleza del PRI, así como la del PAN y del PRD, está actualmente en los municipios gobernados por ellos, luego de los saldos de las elecciones del 6 de junio. PAN–PRD–PRI sacaron el triunfo en el 70 por ciento de ayuntamientos y presidencias municipales (a falta de elegirse esta vez para los mismos cargos en Durango [30], Hidalgo [84] y Zacatecas [58]).
Diputados federales reelectos
De acuerdo con la reforma constitucional promovida por el presidente Enrique Peña Nieto en 2014, a partir de 2015 era nuevamente posible —tras casi un siglo de supresión— la reelección (“elección consecutiva”, le llamaría el Constituyente Permanente de la Unión para evitar usar el satanizado término), si bien no del presidente de la República ni de gobernadores, sino de senadores, diputados federales y locales, presidentes municipales y alcaldes.
No obstante, siendo posible la “elección consecutiva” de los titulares de estos cargos en 2015, se les dio cuatro años de gracia —no establecidos por ningún transitorio, sino por acuerdo de los partidos políticos “para que no se vieran favorecidos en la reelección de sus autores”—, a fin de hacerla efectiva, siendo así que hasta 2021 comenzó la reelegibilidad de estos cargos.
Con 470 páginas, la obra explora la evolución electoral mexicana mediante datos precisos y relatos.
Sin embargo, no cualquiera de ellos podría buscar por sí mismo la reelección, pues requería forzosamente la postulación del partido que le dio el cargo por primera vez, razón por la cual muchos sujetos de este derecho no pudieron beneficiarse de dicha apertura constitucional.
El viejo izquierdista Porfirio Muñoz Ledo, con toda su larga trayectoria, no recibió el respaldo de Morena y se quedó sin reelección.
Cabe mencionar que, semanas después de la elección, Dulce María Sauri Riancho —diputada priista y presidenta saliente de la Cámara— se pronunció a favor de una reforma constitucional que, según dijo, “dé a los legisladores la posibilidad de contender nuevamente por el mismo puesto al finalizar su periodo, sin necesidad de que sus partidos lo postulen o avalen su reelección, ya que ello solo corresponde a los votantes”. Esto es, la pertinencia de las elecciones primarias (al estilo de Estados Unidos, seguramente).
Esta vez, la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión habría abierto un registro de legisladores en funciones interesados en volver a contender por la diputación. Cuatrocientos ochenta y ocho se apuntaron, suscribiendo un escrito en el que expresaron su deseo de postularse por segunda vez.
De ellos, 198 —de mayoría relativa y plurinominales— serían postulados nuevamente por su partido. De esos, 139 lograron la reelección; 59, entre ellos el actor Sergio Mayer y el eterno luchador de izquierda Pablo Gómez, perdieron en las urnas. De 500 diputados federales, 139 lograron reelección, es decir, el 29 por ciento.
Casi uno de cada cuatro se mantenía tres años más en San Lázaro, formando parte de la LXV Legislatura (tras haber sido parte de la LXIV), que resultó pionera en materia de reelección de diputados federales.
Ahora habrá que ver qué tan buenos resultados ofrecen los diputados reelectos para el mejor funcionamiento de una Cámara que, por ser de paso y usarse como trampolín político para aspirantes a otros cargos, y conformada históricamente (en su gran mayoría) por personas no profesionalizadas en el oficio de legislador ni con aspiraciones de carrera legislativa, no ha funcionado atinadamente en México.
A ver si la rehabilitación histórica del Poder Legislativo depende de la elección consecutiva; ojalá no corra la suerte de la reelección mediata, que en nada mejoró la calidad del parlamentarismo mexicano.
La narrativa triunfalista de “Va por México”
Apenas estaban concluyendo los comicios y fluyendo los primeros datos provenientes del Programa de Resultados Preliminares (PREP), y ya voceros de “Va por México” proclamaban triunfos en las elecciones legislativas federales, en la Ciudad de México y en el Estado de México, atribuyéndose en gubernaturas votaciones reñidas en entidades como San Luis Potosí, Campeche y Guerrero. PAN–PRD–PRI, en alianza, afirmaban haber quitado “la mayoría calificada” a “Juntos Haremos Historia”, ganando nueve alcaldías en la Ciudad de México y mayoría absoluta en congresos locales, además de incrementar su número de presidencias municipales.
En días siguientes, Marko Cortés, dirigente nacional del PAN, se manifestaba en términos de que “quedó claro en estas elecciones que a Morena se le puede ganar y se le va a ganar”, así como que “vamos al tú por tú con Morena en 2024”, lo mismo que “el triunfo se cuenta por sí solo”, y dando por hecho que “hoy tendremos más diputaciones y más población gobernada”. “Logramos parar la destrucción del país”, enfatizaba.
“Se equivocaron los que nos daban por muertos”, declaraba Jesús Zambrano Grijalvo, presidente nacional del PRD, añadiendo: “No solamente no perdimos el registro, sino que somos una fuerza fundamental en la vida del país”. El dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno, tampoco era menos en la narrativa triunfalista: “¡ganamos!”, aseguraba, a pesar de que su partido perdía ocho gubernaturas, incluida la de su natal Campeche.
Santiago Creel Miranda, diputado federal electo y a la postre vicepresidente de la Cámara de Diputados, publicaba (15 de junio) un artículo en Reforma titulado “Empate electoral: hay reto”. Empatar, según su narrativa, ya era un triunfo de Acción Nacional y de “Va por México”.
“En la elección del pasado domingo 6 de junio, ambas coaliciones se declararon triunfadoras y no dejan de tener razón. Analicemos los números de cerca: la votación federal de la oposición (PAN, PRI, PRD) fue de 22’798,242 votos, que es mayor que la de Morena y sus aliados, que fue de 20’904,670; si excluimos a MC, la diferencia es mínima”, apuntó (incluyendo a MC, que en 2021 fue solo a elecciones, y que en 2018, en coalición con el PRI, aportó 2’700,000 votos).
“Ahora, si comparamos los votos obtenidos exclusivamente con las dos coaliciones, ‘Va por México’ (PAN–PRI–PRD) sumó 12’575,879 votos y ‘Juntos Haremos Historia’ (Morena–PT–PVEM) 12’802,391 votos, lo que prácticamente representa un empate”, agrega (el “empate” que Creel considera es hipotético, y por lo tanto imaginario y no real, ya que la votación contabilizada fue —con sus variantes en cifras— la que él mismo presentó).
Más adelante sostiene que “‘Va por México’ compitió al tú a tú en todas estas elecciones” (incluidas las de gubernaturas). Al respecto, pondera que “si comparamos los votos obtenidos por la coalición Morena–PT–PVEM y le sumamos lo de cada partido en los estados en los que fueron en alianza, el resultado es de 4’761,540 votos.
Si hacemos la misma operación con la coalición PAN–PRI–PRD, el resultado es de 4’587,730 votos. Si tomamos en cuenta a MC, tendríamos que sumarle a la oposición 1’316,639 votos, con lo cual el grupo opositor sumaría más votos que la coalición ‘Juntos Haremos Historia'” (nuevamente recurre a lo hipotético, dejando de lado la certeza de los datos).
El libro refleja el cambio radical de la política, de las armas a las urnas.
Creel Miranda admite que “Morena y sus aliados obtuvieron triunfos en la mayoría de las gubernaturas”, pero, indica, “los partidos que conforman la coalición ‘Va por México’ ganaron los principales centros urbanos del país, desde Hermosillo hasta Mérida, pasando por Puebla, Cuernavaca y el poniente del Valle de México”, lo que, asegura, “para el PAN representa un gran triunfo, ya que el punto de partida era la derrota de 2018 y se empezó a recuperar a una parte importante de su base política: la clase media y los grandes centros urbanos”. (Este extracto es sacado del artículo citado).
Creel Miranda no maneja una narrativa triunfalista —como la del dirigente panista y, en general, los integrantes de “Va por México”—, sino un discurso de empate, aunque en este mismo ve aristas triunfales “al venir el PAN de menos a más” (al 2021).
Aires triunfalistas corrían también en medios de comunicación importantes. “Quitan a Morena mayoría calificada”, titulaba El Universal su nota principal. “Golpean a Morena: derrotas en CDMX”, publicaba el mismo medio, que también cabeceaba: “4T se queda sin la zona metropolitana” y “Califican a 4T en CDMX”. En las páginas de este diario, un especialista señalaba que “la pérdida de más de 300,000 votos era un mensaje de lo que puede pasar en 2024”.
La narrativa triunfalista, tanto en “Va por México” como en los medios de comunicación adversos a la 4T, pondría a Morena, a la 4T y a Andrés Manuel López Obrador como quienes “habrían recibido un duro golpe”, anuncio de “lo que podría pasar en las elecciones de 2024, con el PAN, el PRI y el PRD de vuelta, fortalecidos por los resultados del 6 de junio de 2021…”
La postura de Gustavo Madero
Ante el triunfalismo opositor, el senador y exdirigente nacional panista Gustavo Madero expresó que la alianza opositora se autoengaña al asegurar que le quitó la mayoría calificada al Presidente Andrés Manuel López Obrador en los comicios del domingo 6 de junio (según un artículo publicado en El Heraldo de Chihuahua titulado “Los que queríamos frenar a Morena… tenemos muy poco que celebrar”).
No obstante, señaló que lo que no se reconoce es que Morena y sus aliados mantienen la mayoría de las curules en la Cámara de Diputados, en el Senado y en las legislaturas locales; nuestro objetivo real de crear una nueva mayoría opositora no se logró, agregó.
La conclusión, según Madero, es que en el Poder Legislativo las cosas cambiaron muy poco… que Morena ganó “zapato”, el cien por ciento de los distritos federales en Baja California, Baja California Sur, Morelos, Nayarit, Oaxaca, Querétaro, Quintana Roo, Sinaloa, Sonora, Tabasco y Tlaxcala, y que los poderes ejecutivos locales nos dieron una paliza al ganarnos once de quince gubernaturas (lo que dificultará la elección de 2024).
La conclusión —ampliaba— es que la oposición no convenció, no capturó el desencanto; los errores de López solo se capitalizaron en la Ciudad de México y en el Estado de México, donde se obtuvieron 29 de 116 distritos ganados a nivel nacional. La conclusión, repetía, es que no debemos basar la estrategia en el miedo a Morena, sin articular un proyecto social y democrático que convenza a los ciudadanos de volver a darnos su voto.
Cerrando su artículo periodístico, afirmó: “Por más amenazante que (López) se vea para algunos, sigue siendo la esperanza para una mayoría”. Javier Corral, entonces gobernador de Chihuahua, subió a sus redes sociales el texto “cómo la alianza PAN-PRD-PRI está magnificando los resultados del 6 de junio” (…) y agregó: “entre las peores cosas que hay en la política está el autoengaño”. “Gustavo Madero pone el dedo en la llaga”, tuiteó.
La postura del dirigente nacional de Morena
Mario Delgado, dirigente nacional de Morena, declaró a Milenio en entrevista sobre los resultados electorales en la Ciudad de México: “No vimos venir las derrotas en CDMX”, afirmó; “es algo que no esperábamos”, dijo, a la vez que sostenía que “la menos responsable era Claudia Sheinbaum”, ya que “está muy bien calificada”.
Expresó que esas derrotas —principalmente en alcaldías— se debieron a diversos factores: “es multifactorial”, aseguró, citando “falta de organización, quizá traiciones, guerra sucia de los adversarios…”. No obstante, señaló que Morena “tomó el control de la mitad de las entidades del país, así como de trece capitales, seiscientos municipios y el dominio de diecinueve congresos locales”.
Volviendo a la Ciudad de México, refirió: “tenemos que encontrar la respuesta de qué fue lo que pasó”, y añadió que “pronto podríamos tener algunas hipótesis”. “Tenemos que tener muy claro el diagnóstico”, precisó, indicando que “nuestra responsabilidad es trabajar desde ya para recuperar lo perdido, porque esta ciudad es de izquierda”.
Mario Delgado concluyó manifestando que “vamos a proponer alianzas a todos los partidos”, y que “nosotros somos la mayoría, que tenemos una gran legitimidad democrática, y que, a partir de esa legitimidad que nos dio el pueblo, vamos a convocar a todas las demás fuerzas políticas para seguir trabajando y fortaleciendo la 4T”.
La réplica del presidente
Ante el discurso triunfalista de “Va por México” y de los adversarios políticos de la 4T, que celebraban sus victorias y las derrotas de Morena en diputaciones federales, en la Ciudad de México y en las principales ciudades del país —gracias a que la clase media nacional le había negado su apoyo al presidente para dárselo al PAN, al PRI y al PRD—, este, desde las mañaneras, hizo valer su réplica: “Que si ganamos o perdimos, eso hay que dejárselo a la gente; yo nada más voy a seguir diciendo que no nos fue tan mal”, replicó, añadiendo que “tan mal le fue al movimiento al que pertenezco, que de quince gubernaturas obtuvo democráticamente, legítimamente, el triunfo en once.
No nos fue muy mal”, deslizaba con ironía. Y en la Cámara de Diputados, “mal, mal, mal”: solo ganamos 185 de 300 distritos. Los del partido conservador avanzaron bastante, replicaba, ironizando nuevamente. “Sí, sí, hay un sector de la clase media que siempre ha sido así: muy individualista, que le da la espalda al prójimo, aspiracionista, que quiere ser como los de arriba y encaramarse lo más que se pueda, sin escrúpulos morales de ninguna índole, pues son partidarios de que el que no transa no avanza”, recriminaba; “¡es increíble cómo apoyaron a gobiernos corruptos!”, manifiesta, sin embargo, “no estar de acuerdo con el pensamiento de hoy, incluido dentro de la izquierda, de que entre más clase media haya, habrá más conservadurismo”.
La obra investiga cómo se han reformado complejamente las reglas del juego electoral en México.
En razón de esto, plantea que “hay que sacar a millones de mexicanos de la pobreza para que se coloquen en la clase media, pero sin la mentalidad egoísta, con la doctrina del humanismo: una clase media fraterna, no individualista, no la que hizo la política neoliberal”. Concluye con: “y lo estaremos logrando siempre y cuando se entienda como sociedad a todo el pueblo, porque antes la sociedad eran los de arriba. ¿No es sociedad el indígena, el campesino, el obrero, el maestro, el comerciante, el tianguista? Todos somos sociedad”.
En términos generales, ésta es la réplica que el presidente López Obrador hizo a quienes sostienen la postura de que él ha perdido el respaldo en la Ciudad de México y en los centros urbanos del país, al igual que la 4T, y de que “Va por México” ganó estas elecciones por el apoyo de la clase media.
Las elecciones de 2022
El 5 de junio de 2022 se eligió gobernador en seis estados de la República: Aguascalientes, Durango, Tamaulipas, Hidalgo, Oaxaca y Quintana Roo (los tres primeros gobernados por el PAN, los dos siguientes por el PRI y el último por el PRD, aunque en este caso lo fuera solo virtualmente, porque quien llegó a la gubernatura en coalición con Acción Nacional se “independizó”).
En Quintana Roo y Tamaulipas se elegía gobernador por un mandato de cinco años y en Aguascalientes, Durango, Hidalgo y Oaxaca por seis años. Los gobernadores panistas, Martín Orozco Sandoval, José Rosas Aispuro y Francisco Javier García Cabeza de Vaca; los priistas, Omar Fayad Meneses y Alejandro Murat Hinojosa; y el “perredista” Carlos Joaquín González se jugaban la gubernatura de su estado. PAN, PRI y PRD, detentadores de las seis gubernaturas en disputa, decidieron presentarse a elecciones como coaliciones locales.
El adversario a vencer es Morena —más que “Juntos Haremos Historia”—, quien ya en los comicios de 2018 les había quitado cuatro gubernaturas y la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, en los de 2019, dos, y en los de 2021, ganado 1 (o 12). PAN, PRI y PRD participan en cinco de estas elecciones, al amparo, respectivamente, de las coaliciones “Va por Aguascalientes”, “Va por Durango”, “Va por Hidalgo”, “Va por Oaxaca” y “Va por Tamaulipas”.
La coalición “Va por Quintana Roo” la conforman únicamente el PRD y el PAN (a los que se agrega “Confianza por Quintana Roo”). El PAN encabeza las coaliciones “Va por Aguascalientes” y “Va por Tamaulipas”, dos estados gobernados por él. El PRI, en las coaliciones “Va por Durango” (gobernado por el PAN) y “Va por Hidalgo” y “Va por Oaxaca” (estas dos con gobiernos priistas), y “Va por Quintana Roo” (encabezada por el PRD, acompañado del PAN, pero sin la participación del PRI). Por su parte, Morena, PT y PVEM forman las coaliciones “Juntos Hacemos Historia en Durango”, “Juntos Hacemos Historia en Oaxaca”, “Juntos Hacemos Historia en Quintana Roo” y “Juntos Hacemos Historia en Tamaulipas”, todas ellas encabezadas por Morena, partido que pone candidato y, en caso de triunfo, se acredita la respectiva gubernatura.
En Aguascalientes, Morena va sola a elecciones y PT y PVEM conforman la alianza “Trabajando Verde por Aguascalientes”. En Hidalgo, el PVEM presenta candidato propio, y “Juntos Hacemos Historia en Hidalgo” queda integrada por Morena, PT y Nueva Alianza Hidalgo.
“Va por México” postula como candidatos a María Teresa Jiménez (Aguascalientes), Esteban Villegas (Durango), Carolina Viggiano (Hidalgo), Alejandro Avilés (Oaxaca), Laura Fernández (Quintana Roo) y César Verástegui (Tamaulipas). “Juntos Hacemos Historia” postula a Nora Ruvalcaba (Aguascalientes), Mariana Vitela (Durango), Julio Menchaca (Hidalgo), Salomón Jara (Oaxaca), Mara Lezama (Quintana Roo) y Américo Villarreal Anaya (Tamaulipas).
“Juntos Hacemos Historia” gana en Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas, y “Va por México” gana en Aguascalientes y Durango. Ganadores fueron, en consecuencia, la panista María Teresa Jiménez, el priista Esteban Villegas, y los morenistas-petistas-verdeecologistas Julio Menchaca, Salomón Jara, Mara Lezama y Américo Villarreal.
A las siete entidades gobernadas por mujeres en el sexenio 2018–2024 (Baja California, María del Pilar Ávila Olmeda; Campeche, Layda Sansores San Román; Chihuahua, María Eugenia Campos Galván; Ciudad de México, Claudia Sheinbaum Pardo; Colima, Indira Vizcaíno Silva; Guerrero, Evelyn Salgado Pineda; y Tlaxcala, Lorena Cuéllar Cisneros) se suman Aguascalientes, con María Teresa Jiménez Esquivel, y Quintana Roo, con Mara Lezama Espinoza: dos panistas; siete morenistas. El año 2022 concluirá, calendáricamente, con nueve mujeres gobernando la misma cantidad de entidades en el país, cifra sin precedente histórico.
La coalición “Va por Durango” era encabezada por el PRI, por lo que, al ganar —aun formando parte de ella el PAN, mediante un acuerdo entre estos dos partidos y el PRD—, el triunfo fue para el candidato del Partido Revolucionario Institucional, Esteban Villegas.
En el estado históricamente priista de Hidalgo, “Va por Hidalgo”, a propuesta del PAN, postuló a la priista Carolina Viggiano (para, entre otras señales, la secretaria general del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, diputada federal priista y esposa del exgobernador de Coahuila, Rubén Moreira, a su vez coordinador de la fracción tricolor en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión).
En un estado gobernado por el PAN, “Va por Durango” puso un candidato priista, y en uno gobernado por el PRI, “Va por Hidalgo” postuló a una candidata “externa” (la citada en el párrafo anterior), aunque de hondas raíces priistas. En cuatro de estos estados (Aguascalientes, Hidalgo, Oaxaca y Tamaulipas) se designó solo gobernador.
En Durango, además, se eligieron 39 presidentes municipales, de los cuales “Juntos Hacemos Historia” alcanzó 20, PAN 14, PRI 3, PRD 1 y MC 1, y en Quintana Roo, 15 diputados de mayoría relativa, todos de JHH. MC es el único partido que acudió solo a elecciones en los seis estados, postulando en cada uno de ellos candidato a gobernador.
Este, a diferencia de Morena, PAN y PRI —y al igual que el PRD—, no ganó ni una de ellas. MC, en Aguascalientes, con Natzielly Rodríguez Calzada como candidata a gobernadora, obtuvo 32,271 votos (6.95 %); en Durango, Patricia Flores Elizondo, 27,741 (4.48 %); en Hidalgo, Francisco Xavier Berganza, 32,709 (3.08 %); en Oaxaca, Alejandra García Morlán, 37,649 (3.27 %); en Quintana Roo, José Luis Pech Vázquez, 65,286 (13.13 %); y en Tamaulipas, Arturo Diez Gutiérrez, 44,895 (3.15 %).
“Va por Aguascalientes”, llevando como candidata a María Teresa Jiménez Esquivel, obtuvo 249,464 votos (53.76 % de la votación) y Nora Ruvalcaba Gómez, de Morena, 155,531 votos (33.27 %). “Va por Durango”, con Esteban Villegas Villarreal, obtuvo 332,311 votos (53.74 % de la votación) y “Juntos Hacemos Historia”, con Marina Vitela Rodríguez de candidata, 240,255 (38.85 %). “Juntos Hacemos Historia en Hidalgo”, con Julio Menchaca Salazar, 653,185 votos (61.56 por ciento de la votación) y “Va por México”, postulando a Carolina Viggiano Austria, 332,484 (31.33 por ciento).
Protagonista y analista del poder, Peralta Burelo narra detalladamente la evolución electoral con perspectiva única.
“Juntos Haremos Historia en Oaxaca”, con Salomón Jara Cruz de candidato, obtenía 696,489 votos (60.56 por ciento) y “Va por Oaxaca” con Alejandro Avilés Álvarez, 287,988, equivalente a un 25.04 por ciento.
“Juntos Haremos Historia en Quintana Roo”, con Mara Lezama Espinoza de candidata, obtenía 280,357 votos (56.40 por ciento de la votación) y “Va por Quintana Roo”, con Laura Fernández Piña, 80,209 (16.13 por ciento).
“Juntos Haremos Historia en Tamaulipas”, llevando como candidato a Américo Villarreal Anaya, obtenía 710,952 votos, equivalentes al 49.99 por ciento de la votación, y “Vamos por Tamaulipas”, con César Verástegui Costos, 628,541 (44.20 por ciento).
“Juntos Haremos Historia” y Morena, PT y PVEM suman un total de 5’259,915 votos en los seis estados, en tanto que “Va por Aguascalientes”, “Va por Durango”, “Va por Hidalgo”, “Va por Oaxaca”, “Va por Quintana Roo” y “Va por Tamaulipas” totalizan 1’910,997, con un diferencial entre ambos de 3’348,918 votos. El PAN dejaba dos estados de los siete que gobernaba: Durango —que se lo entregaba al PRI— y Tamaulipas —perdido ante “Juntos Haremos Historia”.
El PRI perdía su undécima y duodécima gubernaturas en cuatro años. El PRD, la última de las cinco con que llegara a las elecciones de 2018. Morena ganaba cuatro gubernaturas: Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas; PAN, una: Aguascalientes; y PRI, una: Durango. Tal era el saldo de estos comicios.
Morena, triunfó en 23 de 32 elecciones
Entre 2018 y 2022 se celebraron 32 elecciones gubernamentales en el país —incluyendo la extraordinaria de Puebla y la de periodo de dos años de Baja California, ambas verificadas en 2019, y la de jefatura de Gobierno de la Ciudad de México—.
En Baja California volvió a votarse por gobernador en 2021, ahora para un mandato de seis años (en Puebla se había votado en 2018 y hubo que elegir de nuevo por el fallecimiento de la gobernadora en funciones). En dos estados habrá elecciones gubernamentales en 2023: Coahuila y Estado de México.
De esas 32 elecciones gubernamentales —realizadas en 30 entidades federativas— 23 fueron ganadas por Morena, o por “Juntos Haremos Historia”, con sus aliados PT, PVEM, y en un principio PES. La oposición, integrada por PAN, PRI, PRD, MC (y eventualmente otros partidos), solo ganó nueve gubernaturas.
La nueva geopolítica estatal
De 1929 a 1988 —durante casi seis décadas sucesivas— el PRI fue gobierno en la totalidad de los estados. A nivel local —como también ocurre federalmente— era el único partido gobernante: todos los gobernadores eran, como se decía, “salidos de sus filas”.
En los siguientes 28 años —de 1989 a 2017— más de la mitad de los estados habría sido gobernado en algún momento por un partido de oposición, llámese PAN o PRD, pues en ese lapso el PRI perdió 57 elecciones gubernamentales.
La geopolítica estatal daba un gran viraje en materia de gubernaturas al cabo de estos últimos 28 años, ahora con gobernadores no solo priistas, sino también panistas y perredistas; el país se convertía en un mosaico de partidos políticos gobernantes.
El PRI cerraba 2017 con 14 gubernaturas, el PAN con 11, el PRD con cinco, el PVEM con una y un gobernador independiente.
Morena aparecía en ceros.
Y aquí comenzaba a escribirse otra página en la historia político-electoral del país.
En 2018 el PRI pierde dos gubernaturas: Yucatán y Jalisco, y no gana ninguna de las nueve en disputa (incluida la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México).
En 2021, ocho: Campeche, Colima, Guerrero, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas. En 2022, Hidalgo y Oaxaca.
De gobernar todos los estados (1929–1988), bajaba a 22 antes de entregar la Presidencia de la República al PAN, y a 14 al penúltimo año del mandato de Enrique Peña Nieto, y a solo dos —tras perder 12 en menos de cuatro años— en 2022.
(A los comicios de 2023 llegará siendo gobierno solo en Estado de México y Coahuila, además de Durango, este por concesión panista).
En 2018 el PAN no retiene la gubernatura de Veracruz; en 2019 la de Baja California, en 2021 la de Baja California Sur y Nayarit, y en 2022 las de Tamaulipas y Durango.
En 2018 el PRD perdía Chiapas, Morelos, Tabasco, y también Ciudad de México; en 2021, Michoacán; y en 2022, Quintana Roo.
Las redes sociales impulsaron la campaña de AMLO, viralizando mensajes y transformando la dinámica electoral.
En 2018 Morena ganaba cuatro gubernaturas (Chiapas, Veracruz, Tabasco y Morelos, ésta en alianza con el PES) y la jefatura del Gobierno de la Ciudad de México; dos en 2019: Baja California y Puebla; diez en 2021: Baja California Sur, Campeche, Colima, Guerrero, Michoacán, Nayarit, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas (reteniendo Baja California); y en 2022, Tamaulipas, Hidalgo, Oaxaca y Quintana Roo (ésta en alianza con PVEM).
MC gana Jalisco en 2018 y Nuevo León en 2021.
Morena cierra 2022 con 22 gubernaturas (20 por sí y dos con sus aliados, PES y PVEM); PAN, con cinco; PRI, con tres; MC, con dos. El PRD ya no gobierna ningún Estado.
Un último ajuste a este viraje geopolítico podría darse en 2023, cuando se elija gobernador en Coahuila y Estado de México, hasta ahora (2022) las únicas dos entidades del país que solamente han tenido gobiernos locales priistas.
Allí el PRI podría retener ambas gubernaturas o perder una o las dos, con lo que Morena acrecentaría su número de entidades gobernadas hasta 23 o 24, o el PAN llegaría a ocho.
En el transcurso de un solo sexenio la geopolítica estatal habría experimentado una rotunda transformación, al pasar de 30 entidades gobernadas por el PRI, el PAN y el PRD a 2 (23 o 24) por Morena y “Juntos Haremos Historia”.
En 2024 —año de la elección presidencial— Morena —con PES y PVEM— estaría siendo gobierno en más de las dos terceras partes de las entidades federativas, en tanto que PRI, PAN y PRD gobernarían solo ocho, o seis o siete de éstas, dependiendo de los resultados de 2023, y no 30 de 32, como ocurriera antes de empezar 2018.
“Va por México”, proyecto fallido
En la elección presidencial de 2018, Morena (PT, PES, y principalmente Andrés Manuel López Obrador) arrolla, con sus 30,177,346 votos, a las coaliciones opositoras “Por México al Frente” (PAN, PRD, MC) y “Todos por México” (PRI, PVEM, NA), que apenas alcanzan 21,926,327 votos. La diferencia entre unos y otros contendientes llega hasta los 8,251,019 votos.
En la elección de diputados al Congreso de la Unión celebrada ese mismo año (día y mes), las coaliciones “Por México al Frente” y “Todos por México” obtienen 28,822,581 votos, en tanto que “Juntos Haremos Historia” logra 24,345,307. Esto es, PAN, PRD, MC, PRI, PVEM y NA —sin competir en una sola alianza— superan a J por 4,477,274 votos.
En la elección presidencial, con Andrés Manuel López Obrador en las boletas, Morena y aliados arrollan a la oposición; en las elecciones legislativas, en las que no se vota de manera directa por éste, sino por otros candidatos, las coaliciones opositoras suben su votación hasta casi 29,000,000 de votos, con lo que superan a “Juntos Haremos Historia” por casi 5,000,000 de votos.
Los disímbolos resultados hacen suponer que, estando AMLO en las boletas, Morena es invencible, aun unificándose las dos coaliciones opositoras, y que, no apareciendo éste en ellas, e integrándose el PAN, el PRI, el PRD y MC en un frente amplio, la victoria sería factible tanto en las elecciones legislativas-gubernamentales de 2021, como en las gubernamentales de 2022 y de 2023, y en la presidencial de 2024.
El hecho de que Andrés Manuel López Obrador no apareciera en las boletas —de allí el boicot por parte del INE a la revocación de mandato a medio sexenio— y de que PAN, PRI y PRD —aun sin MC— conformaran una coalición opositora, supondría una alta posibilidad de triunfo de “Vamos por México” sobre Morena y el gobierno de la 4T, según la lectura que el antilopezobradorismo diera a los resultados contrastantes de 2018.
Hubo quienes entonces pensaron en la creación de un frente opositor amplio que incluyera a estos partidos, a intelectuales, a empresarios, a organismos diversos, a la sociedad civil misma, para derrotar a Morena en 2021 y en 2024. “Es el más ambicioso proyecto unitario de la oposición en casi un siglo”, precisa Álvaro Delgado Gómez en el libro que escribe en coautoría con Alejandro Páez Varela, La disputa por México.
Quien se personaliza en concretar esta idea es el magnate Claudio X. González, por herencia paterna antilopezobradorista, exlíder patronal nacional, presidente de los organismos “Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad” —con financiamiento del gobierno norteamericano—, y “Sí por México”, cuyo principal propósito es “contener las consecuencias nocivas del mal gobierno de Morena” y “echarlo” de la presidencia.
En la mansión de éste, ubicada en la más exclusiva zona de Lomas de Chapultepec —según refiere Álvaro Delgado—, a invitación del propio Claudio X. González, “desde marzo de 2020 se comenzó a gestar la conformación de la coalición ‘Va por México’ y los encuentros con liderazgos priistas, panistas y perredistas son frecuentes, primero de manera individual y luego —por cuestión del Covid— con no más de doce personas”.
Por la residencia de Claudio X. González desfilan Alejandro Moreno y Rubén Moreira, Marko Cortés y Santiago Creel, y Jesús Zambrano y Jesús Ortega: las cúpulas del PRI, del PRD y del PAN, respectivamente. Por MC fueron convocados Clemente Castañeda y Jorge Álvarez Máynez, así como Dante Delgado, según apunta el citado periodista.
Este libro es una herramienta esencial para comprender cómo México configuró sus complejas reglas electorales.
Álvaro Delgado, por otra parte, ve como “fin máximo del proyecto patronal… retomar el poder en 2024… para construir un proyecto alternativo al de López Obrador”, así como “elaborar el plan de gobierno 2024-2030”.
El ya citado periodista agrega que:
paralelo a los partidos políticos que tiene “Sí por México” (está) la matriz de organizaciones empresariales, confesionales y hasta secretas, para desplegarse en las treinta y dos entidades federativas y en los ochenta y tres núcleos urbanos del país, así como que la coalición es la creadora del cronograma estratégico que prevé la designación del candidato presidencial de “Va por México”, en enero de 2023, simultáneamente a los contendientes por la gubernatura del Estado de México, ese mismo año, y la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.
Como estaba programado, “Va por México” participa en sus primeras elecciones postulando candidatos para las legislativas federales de 2021, donde obtiene 19,367,035 votos. Esto es, 9,455,546 menos que en 2018.
“Va por México” no le daba a la oposición obradorista la rentabilidad que esperaba, pues no solamente no subía su votación, sino que descendía en más del 30 por ciento, pese a que el presidente Andrés Manuel López Obrador no estuviera en ninguna boleta.
A “Juntos Haremos Historia” le quitaban la mayoría absoluta, pero no la relativa, en la LXV Legislatura. El control de la Cámara Baja seguía en manos del lopezobradorismo.
Lo logrado en la Ciudad de México —donde ganan nueve de 16 alcaldías—, tras perder 13 gubernaturas, no daba para cantar victoria, aunque para algunos, con el “empate”, era suficiente, porque decían, “remontaban”, y “había tiro para el 24”.
En 2022, “Va por México”, formando coaliciones estatales, perdía cuatro de seis gubernaturas que estaban en poder de sus integrantes (PRI, PAN y PRD).
Los estados de Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas se los quitaba Morena, reteniendo solo Aguascalientes y Durango. Dos elecciones, dos derrotas; 17 gubernaturas perdidas por la coalición “Va por México”, y sin que estuviera Andrés Manuel López Obrador en ninguna boleta.
Hasta aquí, “Va por México” es un proyecto político-electoral fallido. PRI, PAN y PRD, sus coaligados, no alcanzaban, ni medianamente, las ambiciosas metas del plan trazado.
No echaban del Congreso de la Unión, ni de la mayoría de los congresos locales, ni de las gubernaturas, a Morena, a “Juntos Haremos Historia”, a la 4T, a AMLO.
Ante los resultados hasta entonces obtenidos, la reacción de su artífice, Claudio X. González, era de esperarse: “Vamos por México, MC, indispensable para echar a Morena en el ’24, pero insuficiente. El elemento activo para el triunfo y para construir un país más parejo y próspero es una sociedad civil y una ciudadanía más activos, participativos y perseverantes. El cambio está en nosotros. Hay que crear la ola ciudadana”, tuiteaba, en junio de 2022.
No obstante, el PRI, el PAN y el PRD, los empresarios e intelectuales neoliberales —entre los que rigurosamente se contarían Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín y otros, además del expresidente del IFE, José Woldenberg—, la mayor parte de los grandes medios, el voto de la clase media alta ubicada en los centros urbanos más importantes, las organizaciones confesionales y patronales, el financiamiento norteamericano, etcétera, no hacían de “Va por México” un proyecto ganador. Tampoco que el presidente del INE, Lorenzo Córdova, y el pudiente consejero, Ciro Murayama, estuvieran de parte de él y poniéndole obstáculos a Morena.
Ni aun con MC —gobierno en dos de los estados más importantes del país, con un elevado número de electores— tendría “Va por México” fuerza suficiente para echar a Morena de la Cámara de Diputados, y evitar que se siguiera haciendo de gubernaturas, congresos locales y presidencias municipales, y menos para impedir que se mantuviera en la Presidencia de la República, según la propia apreciación de Claudio X. González, pues requeriría “de una sociedad civil y una ciudadanía más activas, participativas y perseverantes” y de “una ola ciudadana” (que “hay que crear”).
El proceso electoral mexicano se transformó radicalmente, evidenciando la transición del unipartidismo a la democracia.
“Va por México” no lograba crecer, y menos construir y consolidar una opción ciudadana.
La crítica cotidiana (en gran parte matutina) y severa de AMLO en contra del neoliberalismo, de la corrupción, de los traidores a la patria, de los que, siendo gobierno, no se ocuparon del pueblo, de los que privatizaron activos gubernamentales y concesionaron, a largo plazo, recursos naturales, de los que hicieron pingües negocios al amparo del poder, de los que gozaron de tantos privilegios, de los que avanzaron transando, de los que cobraron jugosos sueldos y disfrutaron de canonjías (sin que el salario mínimo de los trabajadores subiera), de los conservadores —más aún por la posición indefendible en la que se encontraban, a la que se aunaba la falta de un discurso reivindicatorio—, mantenía a “Va por México” y a sus integrantes bajo permanente cuestionamiento público.
Distante dos años de su creación, “Va por México” no había construido las condiciones propicias para ser opción político-electoral ganadora, o cuando menos competitiva, pues carecía de estructuras electorales, de liderazgos internos y externos, de figuras políticas, de discurso y de propuestas. La descalificación, el denuesto, el imperioso deseo de restablecer el neoliberalismo a toda costa, los ataques sistemáticos contra el propio López Obrador —al que tachan de autoritario, de regresivo, y a quien no reconocen acierto alguno— y de su gobierno, es la estrategia que con mayor rigor aplica, pero que en poco lo beneficia.
Los intelectuales y empresarios afines —y por lo tanto antiobradonistas—, así como la prensa opositora al gobierno de la 4T, los organismos que están en contra de AMLO, el voto de cierto sector urbano, entre otros factores más —además, claro, del priismo y del panismo cupular, y ya no se diga del perredismo, prácticamente inexistente—, no le aportan la fuerza que tal proyecto requiere para ganar elecciones y hacerse del poder, como es su objetivo principal. La falla primordial de “Va por México” es la falta de una base social, ya no solo amplia, sino siquiera elemental.
Morena, en cambio, bajo la influencia de AMLO, se constituye en la mayor fuerza electoral del país. Las inconformidades, segmentadas y no generales, que desde luego hay, no le restan aceptación al gobierno de la 4T, ni fortalecen a la oposición hechizada, creada por Claudio X. González, que no logra calar positivamente en el electorado nacional, y tampoco en el de la mayoría de las entidades, ahora con un PRI y un PAN internamente divididos, pues en tanto priistas piden “relevo anticipado” de la dirigencia, y panistas demandan “limpia de dirigentes”.
“Va por México” —aun ganando el Estado de México en 2023, lo que no es del todo viable— llegaría a las elecciones presidenciales y legislativas de 2024 en condición fallida, incapaz de “echar” a Morena de la presidencia (a menos que el INE, ya sin Córdova ni Murayama, y el TEPJE perpetraran un golpe blando de Estado, o consumaran, en colusión, como ambas instituciones lo hicieran en el no muy remoto 2006, un fraude electoral).
En 2024 “Va por México” —según todos los indicadores— no regresará al PRI a la Presidencia de la República, ni restaurará el neoliberalismo. Tampoco “echará” a Morena.
Será entonces un proyecto político-electoral consumadamente fallido. Tal es su destino en las actuales circunstancias nacionales, y en las previsibles a corto plazo.